Capítulo 02
Miedo
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Las mujeres fuertes también se derrumban, pero no hacen ruido.
—Emilia Sifuentes
Jules
Por primera vez en mucho tiempo un sentimiento cálido invadió mi ser, comenzando desde mi pecho y extendiéndose por todo mi cuerpo. Enserio pensé que no me daría el trabajo mucho menos después de ser algo grosera con él, tampoco fue como si lo pudiese evitar, no había motivo alguno como para que involucrara en esto a mi padre, menos cuando yo ni siquiera sé que es lo que paso entre ellos.
Aun así, había dicho que sí y ahora mis nervios nuevamente habían salido a flote. No sabía que era lo siguiente que pasaría, ni siquiera por donde empezaría, además no conocía mucho a lo que se dedicaba la empresa, había investigado un poco, más sin embargo no me había quedado muy claro.
Debía admitir que había investigado un poco a Max cuando me avisaron que me entrevistarían, la excusa es que necesitaba saber quién era el dueño de la empresa en la que tal vez trabajaría.
Recuerdo algunas cosas de lo que leí en Google, bueno tampoco había mucha información.
Maxwell B. Cross, Nació en Portofino, Italia el 13 de enero de 1981, su edad actual es de 34 años. Se casó hace unos años y tiene dos hijos. Estudió en Oxford y se graduó como Ingeniero en Mecatrónica. Actualmente es dueño de C&F Corporation y se encuentra en el top cinco de los empresarios más importantes según Forbes.
Si, a mí también me impresiono que luciera más joven de lo que era, apenas y aparentaba unos veintinueve cuando mucho y resulta que tiene cinco años más de lo que imaginaba y una familia, aunque el labial de su cuello hablaba por sí solo.
—Le diré a Alex que te enseñe la empresa y te explique cómo funciona—me informó Max mientras le regresaba el contrato que había firmado. —Bien, ¿Leíste los términos, cierto? Un mes de prueba si te gusta y no te sientes intimidada por el puesto te quedas, si quieres dejar de trabajar aquí te vas, ¿Está de acuerdo? —asentí repetidamente, no era estúpida, bueno no tanto claro que lo había leído, eso era algo que decía siempre mi padre "Lean hasta las letras pequeñas".
—Por mi está bien— murmuré mirando a algún otro lado que no fueran sus ojos, aun me sentía algo intimidada por él, aunque también una minúscula parte de mí sentía algo de confianza, lo cual me parecía muy raro.
Aleje esa sensación cuando se levantó de su silla.
—Okey, vamos—indico señalando la puerta con la palma de su mano. Tome un suspiro y me levante de la silla y lo seguí.
Su altura es imponente, bien podría decir que me sacaba más de una cabeza de alto.
Salimos de su oficina y me guio por el pasillo hasta llegar a la segunda puerta. Él la abrió y se hizo a un lado dejándome pasar.
—Esta será tu oficina, la necesitaras— pauso y miro por el pasillo, el se mantenía recargado en el marco de la puerta.
La oficina era de un tamaño normal, no grande, no pequeña, era perfecta. Había un escritorio en la pared izquierda, las paredes estaban pintadas de un color blanco haciendo que se viera más iluminada. En la pared derecha se encontraba un librero de cuatro repisas que abarcaba de una pared a la otra, ahí había algunas carpetas de anillos seguramente llenas de informes trimestrales y en la primera repisa estaba una impresora y un teléfono.
Tenía cierto toque acogedor.
—Supongo que será la nueva administradora, amor— la voz de Alex me trajo a la realidad, me gire a verlo él estaba pasando su brazo por el hombro del peliblanco quien lo miró mal.
Oh creo que no tiene esposa, si no esposo.
El castaño sonreía con diversión. Max salió de su agarre.
—Jacke te va a matar si te escucha, idiota, y si, se queda— respondió Max de mala manera y yo me quede en silencio sin saber muy bien que era lo que pasaba aquí.
—¿Son pareja, amantes, amigos con derecho? —me atreví a interrogar algo confundida. Ninguno parecía ser gay, digo cuando Max llegó con nosotros una hora atrás venía manchado de labial y ahora resulta que son una pareja, digo respeto si tienen alguna relación abierta o algo por él estilo, solo que es raro, no lo llegué a imaginar.
—Claro que no—respondió Max alejándose del castaño. Alex soltó una estruendosa carcajada cargada de diversión.
Ya no entendía nada.
—¿Entonces eres gay? No tiene nada de malo...— antes de que pudiera terminar de hablar me vi interrumpida por Max.
—Yo no, él sí, a mí me gustan las mujeres— protesto Max recargándose en el escritorio con tranquilidad, mientras Alex se acercaba a él llevando la mano a su pecho de forma indignada.
—¿Me estas negando, amor? —cuestiono Alex abrazándolo por el cuello y me mostró su mano izquierda, mostrándome el anillo de matrimonio que portaba.
Dios mío entonces si eran esposos.
—No, quítate— se quejó Max quitándose al castaño de encima —Él tiene esposo— explico mientras se paraba detrás de mí evadiendo a Alex quien quería abrazarlo. Parecía que estaban jugando a las atrapadas y no pude evitar reír ya que uno se movía para un lado y el otro para el lado contrario. —Ya maldita sea, deja de joderme y mejor explícale a Jules el trabajo—regaño Max algo irritado por el comportamiento de Alex quien estaba totalmente divertido con la escena.
—Bien, ya largo que es mucho— respondió Alex dejando de lado su jugarreta. Max asintió y salió de la oficina acomodando su traje. —Es un juego, no pienses que es verdad, si estoy casado, pero no con él— explico Alex tranquilamente.
Entonces él era gay y no Max. Okey.
Le di un asentimiento en forma de respuesta.
Primero empezamos a reacomodar la oficina, ya que él estaba de acuerdo conmigo de que el escritorio no iba ahí. después de eso por fin comenzó a explicarme las tareas de esta empresa, como lo hacían y que hacía cada quien. Me explico con detalles cada uno de los proyectos y que todos estos normalmente Max es quien los propone y desarrolla la idea de cómo se llevarán a cabo cada uno de estos.
—Parece que es muy exigente—comente acerca de Max. Alex rio y negó con la cabeza.
—No, el solo es exigente con él mismo, aunque no lo creas el animal ese tiene su corazoncito— no pude evitar reír por como lo llamo.
Sin duda hoy era el día que más había reído en mucho tiempo y gracias a Alex, decía cada cosa que te hacía reír, me sentía cómoda con él. Es muy amable y gracioso, nada que ver con lo que pensé cuando lo vi por primera vez esta mañana.
No todos sin iguales. Pensé en ese momento mientras reía con Alex y tenía razón. Alex no era como Josh, Andreu tampoco lo era, Ed mucho menos, aunque si era un idiota total.
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Para el final del día Alex había sido de gran ayuda. He de admitir que me había hecho sentir muy cómoda y entrar en confianza rápidamente. Era extraño, pero me gusto la sensación de paz que había provocado en mi pasar el día con él, no quería que terminase, quería quedarme así, estar ocupada y con alguien divertido hacía que no pensara en mis problemas.
Pero nada es para siempre y la jornada había terminado. Josh me había mandado un mensaje diciendo que pasaría por mí, lo cual me ponía muy nerviosa tenía que admitirlo.
La ansiedad comenzaba a llegar, aquella nube de inquietud junto con esta y no dejaba de crear posibles escenarios.
Sabía que a Josh no le agradaba nada la idea que trabajara, mucho menos le agradaría la idea de que me haya quedado con él trabajo.
—Hasta mañana, Jules— Me dijo Alex cuando salimos de mi nueva oficina. Yo alce un poco la cabeza para mirarlo, tenía la misma altura que Max.
—Hasta mañana, Alex— me despedí con la mano antes de girarme para ir al elevador. Apreté el botón y esperé a que este llegara.
Esperaba que Josh me dejara plantada, eso sería mejor que tener que verlo. Cuando entre en el elevador mi teléfono vibro en mi mano, era un mensaje de Josh y decía que estaba abajo.
Mi corazón comenzó a latir demasiado rápido, tanto que agradecería si me daba un paro cardiaco en estos momentos.
Mi estómago se revolvió y el solo hecho de saber que Josh me estaba esperando ya me causaba un conflicto interno. Cuando llegué abajo me di cuenta que el lugar ya estaba casi vació y afuera el sol estaba por esconderse.
Cuando salí de la empresa él frío invernal me recibió haciendo que me abrazara a mí misma. Busque con la mirada el auto de Josh y cuando lo encontré me acerque.
Sentía el corazón latiéndome en las orejas, por nervios comencé a jugar con mis manos.
Subí en el Mercedes color plateado. Josh estaba en silencio. Parecía que venía de trabajar ya que llevaba traje y seguía perfectamente peinado.
No dije nada, el miedo comenzó a inundar cada parte de mi ser, él tampoco dijo nada gracias a dios. Comenzó a manejar por las calles heladas de Montreal, para mi mala suerte había poco tráfico y llegamos a casa en breve.
Cuando llegamos metió el auto dentro de la cochera. Podía ver venir lo que seguía.
Trague duro y baje del auto apresurándome a entrar. No quería, discutir, no quería escucharlo, quería irme, solo quería salir de aquí.
En cuanto estuve dentro de la casa me quité los tacones ya que estaba demasiado cansada, mi corazón seguía latiendo al mil, lo peor era que él podía oírlo, yo era su presa y el cazador.
Su naturaleza era esa; cazar y matar. Y no dudaba de que en algún punto yo estaría tres metros bajo tierra gracias a él, solo esperaba que fuera rápido, sin dolor ni tortura también esperaba que fuera uno de estos dos días.
—¿Y él trabajo? —inquirió en tono frío mientras entraba a la sala. Yo tensé la mandíbula. Tome una respiración profunda antes de hablar.
—Me contrataron— respondí en tono bajo mientras intentaba controlar mi respiración.
—¿Oh sí? —cuestiono —¿Te dije que lo hicieras? —cerré los ojos con fuerza aguantando las ganas de llorar. Odiaba cuando me hablaba como si fuera mi dueño, odiaba como me hacía sentir y odiaba más no poder irme.
—No soy tu mascota para pedirte permiso—me atreví a decir, aún seguía dándole la espalda. Tragué duro y de un momento a otro sentí como me tomo con fuerza del cuello pegándome a su pecho. Mi respiración se aceleró y el miedo corrompió mi cuerpo.
Trate de no sentir miedo, pero me fue imposible. Si me daba miedo, me daba mucho miedo y me odiaba por lo débil que era.
Su agarre estaba firme y fuerte sobre mi cuello, pero aun no comenzaba a cortarme la respiración.
—¿Ah no, Caramelito? —preguntó apretando mi cuello con más fuerza, comenzando a lastimarme. —¿Tengo que recordártelo? —gruño apretando aún más mi cuello, ahora si cortándome la respiración. Provocando que por inercia intentara quitar su mano de mi cuello, pero soy débil, no lo logre.
Antes de que la falta de aire comenzara a ser amenazante aflojo su agarré.
—Eres tan hermosa y tan estúpida— murmuro en mi oreja. Cerré los ojos con fuerza intentando que no saliera ninguna lágrima de mis ojos. —Camina —repuso aflojando el agarre en mi cuello un poco más mientras me guiaba a las escaleras.
«No, no, no»
Sabía lo que seguía, lo mismo de siempre. Dolor, más dolor, lágrimas incesables.
—¿Por qué? ¿Por qué cambiaste, Josh? —susurre mientras él me llevaba a la habitación. En ese momento las lágrimas salían de mis ojos nublándome la vista. El nudo en mi garganta apenas y me dejo hablar. —Yo te amaba— repuse sintiendo como las palabras raspaban en mi garganta.
Soltó un largo suspiro cansado mientras encendía la luz de la habitación.
—Maldita sea, caramelito, no vengas con eso—soltó con hastió. —Solo cállate sabes cómo es esto—repuso y negué con la cabeza mientras las lágrimas seguían bajando por mi rostro.
—No, no, no, por favor Josh—pedí con la voz quebrada, pero no importo, él amaba verme de esta forma y yo solo quería dejar de sufrir.
Tan pronto llegamos a la cama Josh me lanzó en ella sin nada de cuidado, mi cuello dolía por la fuerza que había ejercido con anterioridad.
Mi pecho subía y bajaba, el miedo corría por mis venas y miraba a todos lados en busca de algo que me ayudara a librarme de él. Pero antes de que reaccionara me tomo de las muñecas. Voltee bruscamente verlo mientras me forzaba a alzar los brazos.
Intenté, juró que lo intenté, pero él era el triple de fuerte que yo. Patalee e intente golpearlo, pero, aunque lo hubiera logrado que eran los golpes de una humana contra él, un vampiro.
Esposo mis muñecas a la cabecera reteniéndolas. Las lágrimas no dejaban de salir de mis ojos, no podía dejar de removerme sobre la cama intentando zafarme o tal vez mutilarme las muñecas y por fin morirme. Pero ni, aunque gritara nada serviría, había sido una estúpida al aceptar vivir en una casa tan lejos de las demás.
Josh comenzó a quitarse la camisa mientras yo seguía tirando de mis muñecas sin importar el daño que me hacía.
—Josh por favor— suplique entre lágrimas, podía ver el placer en sus ojos. Mi pecho dolía y no habló de dolor físico, hablo del dolor que no puedes curar, de ese dolor emocional, ese que no te deja en paz. Ardía, quemaba.
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De nada sirvió gritar, nada sirvió llorar. Josh me toco y me tomo a la fuerza a pesar de que implore que no lo hiciera, incluso bebió de mi sangre y dejo marcas en todo mi cuerpo.
Cuando se fue soltó mis muñecas y me dejo sola en la casa.
Mi cuerpo dolía, cada parte de él, pero no importo, porque mi corazón dolía más. El nudo en mi garganta me asfixiaba.
Como pude me levanté y fui al baño.
Me vi en el espejo, me odie, me culpe y lloré.
Mis muñecas tenían sangre seca gracias a los cortes que me habían hecho las esposas. Había algunos hematomas en mis costillas y piernas, mi cuello estaba muy rojo y la marca de sus colmillos invadía mi cuello y mis piernas. Me di asco. Quise vomitar.
No era la primera vez y aun así nunca me acostumbraría.
Deje de verme en el espejo, tan asqueada y dolorida me refugie debajo de la ducha, como si eso solucionara algo.
Me senté en el frio azulejo mientras el agua caía sobre mi cuerpo llevándose la suciedad, más sin embargo aún me sentía sucia, corrompida, asqueada.
Prefería morir.
Quería morir.
Pero en tantos intentos y ninguno daba resultado.
Así que solo lloré, lloré y grité hasta que mi garganta dolió y de mis ojos ya no salieron lágrimas.
Y me odie, me odie por ser tan débil y por tener la culpa.
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Max
Le di un sorbo a mi baso de té helado y tome el expediente médico. Fruncí el ceño confundido cuando empecé a leerlo.
«Intentos de suicidio»
No pude evitar tragar duro antes de seguir leyendo.
—¿Nuestra luna...? —inquirió Malik con un tono lleno de dolor y tristeza.
—Si—murmuré mientras comenzaba a leerlo.
En el último mes llevaba tres. Mi corazón latía con fuerza. Mientras leía cada línea.
«La primera del mes llego al hospital con las muñecas cortadas, cortes profundos y muy cercas de la vena, una de sus amigas la encontró.
La segunda fue por una sobredosis de somníferos, su hermana la encontró antes de que estos hicieran efecto.
La tercera fue ahogamiento, se metió en la bañera y luego corto nuevamente sus muñecas, se desmayó y perdió mucha sangre, pero la encontró uno de sus amigos»
Malik y yo nos quedamos perplejos. No sabía cómo reaccionar, solo estaba impactado, pero no me dio tiempo de reaccionar de otra forma porque un dolor abrasante se esparció por mi pecho haciéndome sentir mal.
Se extendió por mi cuerpo y mi cabeza comenzó a dolor. Malik aullaba con tristeza.
—Es ella—sollozo Malik lleno de tristeza. —Le duele, le duele mucho, haz que pare— rogó Malik desesperado, mientras comenzaba a desesperarme de la misma forma.
Pero no sabía cómo detener el dolor, ni siquiera sabía dónde vivía.
Vacile unos minutos ante la idea de buscar donde vivía, pero deseché la idea rápidamente, no quería verme intento, no necesitaba eso si quería que nuestra luna estuviera cerca, así que intenté calmarnos.
Aunque no lo logre.
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Malik y yo duramos horas en vela, no pudimos conciliar el sueño. Muy en el fondo la preocupación me estaba matando, claro que no se lo diría a Malik. Necesitaba hacer algo, no sabía que, pero tenia que ayudarla de una u otra forma, el hecho de que estuviera tan mal para llegar a los intentos de suicidio es demasiado.
Pero eso no era lo qué más me molestaba, me molestaba el hecho de que "su perfecta" familia sabía de toda esta mierda y no hacía por ayudarle. Necesitaba ayuda, mucha ayuda de eso estaba seguro y yo haría lo que fuera por dársela, solo tenía que averiguar que era lo que pasaba y terminar con el problema desde la raíz.
Para cuando amaneció el dolor se había disipado, aun era como una piedra en él zapato, pero no se sentía igual de mal que durante la madrugada. Lo agradecí tanto.
Ya más tranquilo mi parte más racional —la que no esta conectada con Malik, claro —se sintió estúpido por tanta mierda como esta.
¿Acaso no era suficiente mi vida como para que la diosa me mandara mi karma?
Porqué sinceramente parecía más mi karma que mi luna.
Muy apenas podía con mi vida y ahora me estaba preocupando excesivamente por la vida de alguien que apenas conocí, es una idiotez, pero esa era la naturaleza de la vida de un lobo.
Solté un suspiró cuando terminé de arreglarme. Salí del armario para arreglar mu cama, pero vi que mis perros estaban encima de ella muy cómodamente dormidos.
Resoplé y los dejé ahí. Recogí solo unas cosas que había regadas por el suelo y me acerqué al ventanal. Todo Montreal se veía por mi ventana, el sol apenas tenía unas cuantas horas que había salido y unos cuantos rayos de sol entraban por los cristales que conformaban mi pared.
A pesar del frío que hacía afuera el sol era como una pequeña luz de esperanza, se cierta forma era reconfortante.
Dejé de observar por el ventanal y me alejé yendo al otro lado de la habitación para salir a desayunar.
Salí por él pasillo encaminándome a las escaleras, siendo recibido por toda la luz solar que entraba gracias a otra pared de cristal. Igual en él camino recogí algunas de las cosas que habían dejado tiradas mis perros.
Ya estando en la cocina me apresuré a cocinar mi desayuno.
Una hora más tarde ya iba en camino a la casa de Lizbeth, hoy era día que me tocaba llevar a Raíza a la preparatoria.
Kelly y Sean me seguían de cerca en la camioneta. No me gustaba tener seguridad conmigo, más sin embargo Alex había optado que era la mejor opción para mi dado los acontecimientos del mes pasado con los otros alfas y conmigo. Ahora mismo parecía que estábamos en un campo minado que en cualquier momento podría explotar.
Aleksander mantenía la seguridad a raya en Transilvania, Maël estaba llegando al fin de una guerra de territorios en Aragón, Scott parecía estar perdiendo el control de su territorio en Estados Unidos, Kristopher parecía no importarle una mierda lo que pasará con alguno de los cinco o con su territorio, ya que hace un mes que había desaparecido de Alemania sin decir nada —algo muy típico de el y que no le sorprende a nadie— y yo, yo estaba en constante contacto con la muerte gracias a tantos a ataques, además de que constantemente tengo problemas con los clanes de vampiros que están cercas de la manada.
Cuando llegué a la casa de Lizbeth Raí ya estaba afuera esperándome junto con Terry a su lado.
Abrí la puerta quitándole el seguro y primero subió Terry quien se acercó a abrazarme primero.
—Hola, Max—saludo en tono alegre mientras envolvía mi cuello con sus bracitos.
—Hola, campeón, ¿Cómo estás? —pregunte con curiosidad mientras Raíza subía.
Terry apenas había cumplido siete años hace unos días. Segundos después paso al asiento trasero.
—Bien— pauso mientras se sentaba y buscaba algo en su mochila.
—Buenos días, princesa— salude a Raíza. Ella volteo a verme brevemente. Su mirada era fría e indiferente.
Okey lo merecía, no era el padre perfecto.
—Buenos días, Max— respondió secamente cerrando la puerta
—Mira lo que te hice ayer en la clase de arte, teníamos que hacer un dibujo de nuestro padre o algo que nos recordara a él— explico Terry con calma y lentitud, a pesar de su corta edad Terry sabía leer y escribir muy bien, las escasas veces que fui a una junta en su escuela la maestra me había dicho lo bueno que era.
Terry me paso la hoja de papel. Tomé la hoja y la miré.
Algo dentro de mí se removió al verlo, era un dibujo de un hombre, había coloreado el cabello con color plateado y había puesto los colores de mis ojos incluso había hecho un mal garabato del tatuaje que tengo en el cuello, pero eso no fue lo que me hizo sentir raro, sino que tenía puesto un traje azul, o yo creo que es un traje no lo sé con exactitud, pero también llevaba una capa roja. De fondo dibujo árboles y algunas flores, también la luna y las estrellas.
—Es... es increíble, Terry— pause y voltee a verlo—¿Soy yo? —le pregunte alzando una ceja. El asintió sonriéndome, sus ojos azules brillaron.
—Eres tú, tu eres un superhéroe, eres mi superhéroe, lo hice para ti— dijo con una sonrisa regresando a su lugar y abrochando el cinturón de seguridad como siempre se lo indicaba.
Superhéroe.
—Es hermoso, Terry, gracias— dije mientras lo ponía en el tablero. Encendí el auto y sus palabras no dejaban de hacer eco en mi cabeza.
Eres mi superhéroe.
Pero yo no soy un héroe, no soy buena, soy malo en todos los aspectos y no hablo de la maldad que dice la biblia y todo eso, claro que no, no era bueno, ni un buen padre ni una buena persona, he matado a muchas personas, he olvidado las fechas importantes para Raí, incluso las de él y aun así pensaba eso de mí.
—¿Quieren ir a cenar después de clases? —pregunte alejando esos pensamientos de mi mente, no podía llenarme de pensamientos en estos momentos cuando había demasiado en que pensar.
—No—
—¡Sí! — grito Terry al unísono en el que Raíza me decía que no. —Yo sí quiero ir—hizo un puchero Terry mientras lo miraba por el retrovisor.
—Pues yo no—respondió Raíza mirando por la ventana con sus brazos cruzados sobre su pecho.
Sabía que es difícil para ella, también para mí lo es, pero quiero arreglar nuestra relación, sé que lo jodí, lo jodí muy mal, he fallado y he cometido demasiados errores con ella, pero quiero cambiarlo, quiero recuperar el tiempo que perdí con mi hija, sin embargo, parece que ya es tarde, que no hay arreglo para eso.
No tengo una justificación para esto, podría decir que mi padre nunca fue bueno conmigo, pero estaría mintiendo porque él me dio el mundo entero, podría decir que era frío y que nunca demostró amor por mí, pero era mentira porque había tenido al padre más amoroso del mundo.
Y yo, yo no me parecía a él en ese aspecto. Es complicado cuando durante mucho tiempo tienes que aprender a convivir con una mini versión tuya darle la atención merecida y el amor que necesita.
Los primeros años nadie podría negar que fueron los mejores, ella estaba pegada a mí todo el tiempo, incluso huno una semana que la lleve a trabajar conmigo porque no quería quedarse en casa con su madre. Por las noches la llevaba de paseo en el auto y conforme fue creciendo salíamos a pasear a los perros juntos. Hasta que llegó a los ocho, después de que nació Terry.
De ahí en adelante empezaron los problemas entre Lizbeth y yo, diario peleábamos, nos gritábamos e incluso ella llego a golpearme o empujarme. Yo solo llegaba a los gritos y no siempre, tenía que estar muy cansado para responderle de la misma forma, porque cuando no la escuchaba, dejaba que me gritara todo lo que ella quería para no armar un escándalo, pero después fue empeorando.
No podíamos dormir en la misma habitación, solía dormir en la habitación de invitados. Me di cuenta que Terry no era mi hijo, lo cual había sido evidente, pero no había querido decir nada porque yo amaba a Terry desde que supe que íbamos a ser padres.
Después del primer año de peleas y gritos compre el pent-house, muchas veces no llegaba a dormir para evitar peleas, aun así, seguía conviviendo con mis hijos.
De poco a poco me fui distanciando sin darme cuenta, al principio solo olvidaba algunas pequeñas cosas. Cuando me mudé por completo al Pent-house me sumí en el trabajo, comencé a olvidarme de cosas más importantes, festivales del día del padre, cenas, salidas etc.
Cuando me di cuenta ya era tarde, ya me habían pasado seis años y se sintieron como seis horas. Y Raíza, Raíza había aprendido a vivir sin mí, a odiarme incluso. Pocas veces quería salir, con Terry aún tenía oportunidad, pero con mi princesa no.
—Vamos, Raí, cenaremos lo que quieras— insistí.
Ella negó con la cabeza.
—Voy a salir con amigas, olvidé que hoy estábamos contigo— respondió con indiferencia y asentí lentamente sin decir más.
Una cucharada de tu propio chocolate.
Lo merecía estaba bien, pero aun así no dejaba de sentirse mal. Era como si estuviera debajo del agua, no poder respirar con tranquilidad y calma, sin culpa.
Y es lo que merezco, porque es lo que ella sintió. ¿No se supone que un padre no debe romper el corazón de su hija? Claro que sí, y yo había sido el primer hombre que la lastimara y me daba miedo que ella me odiara por siempre.
La idea de que nunca vuelva a llamarme "papá" me aterraba demasiado, pero lo merecía, merecía todo eso y más.
Agradecí cuando llegamos a la escuela, ambos bajaron del auto y Terry se despidió de mí con un abrazo, Raíza solo me dijo un muy forzado "adiós" y se fue.
El nudo en mi garganta no se suavizo.
Termine manejando nuevamente hacia la empresa.
Unos minutos más tarde llegué, no podía dejar de sentirme mal y no, en este momento las emociones de Jules eran opacadas por las mías, ya que era un puto caos de emociones y sentimientos que me jodían tanto la vida.
Odiaba esta parte de mí, odiaba esa estúpida parte llena de sentimientos que me hacían sentir acojonado.
Cuando entre a mi oficina fui directo al mini bar y tome un trago largo directo de la botella de wiskhy. Agradecí que los lobos tuviéramos que beber demasiado para que el alcohol hiciera efecto, porque en este momento con la cantidad que bebí seguramente un humano se habría embriagado, aunque esperaba que me adormeciera un poco los sentimientos.
Después tome una menta para quitar el olor del wiskhy de mi boca, ya que era muy poco ético.
Así comencé a trabajar. Alex venía de vez en cuando a mi oficina a entregarme algunos papeles o a preguntarme como estaba. También había tenido que contenerme demasiado para no ir a buscar a Jules.
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A la hora de la comida Alex irrumpió en mi oficina.
—Invite a Jules a desayunar con nosotros, pero yo me tendré que ir por una "urgencia familiar" y ustedes se quedaran solos— anunció Alex sin siquiera dejarme saludarlo. Yo fruncí el ceño. Estaba loco.
—¿Qué ahora eres un gurú del amor o cupido acaso? —cuestione dándole otro trago al vaso de wiskhy que estaba a mi lado. Alex bufó. Sin duda no podría tener tanto autocontrol, no después de haberme bebido casi dos botellas de alcohol.
—¿Estas bebiendo maldito alcohólico? —cuestiono acercándose y me quito el vaso. Yo bufe.
—Dame ese vaso maldita sea o clavare el cuchillo que hay en el mini bar en tu cuello— amenace malhumorado. Alex se encogió de hombros y fue a vaciar mi vaso a lavamanos del baño.
—Deja de beber o tiro todas tus botellas y te llevo a juntas de alcohólicos anónimos— amenazo de vuelta. Antes de que yo le respondiera el habló—Como dije Jules estará desayunando contigo, tomate una menta o algo, hasta acá huelo el alcohol en tu sangre— rodé los ojos con hastió. Él me sonrió antes de abandonar mi oficina y tome algunas —muchas— mentas.
No pude evitar sentirme algo ansioso al saber que estaría con Jules después de que si, había evitado tener contacto con ella hoy, porque no sabía que decirle, no cuando no podía dejar de recordar su dolor, no sabía cómo hablarle.
Ya no pude seguir trabajando, mi mente estaba divagando en alguna forma de acercarme a Jules y ganarme su confianza, nunca pensé que esto fuera difícil, pero lo es.
Es extraño la forma en la que alguien puede afectarnos tanto a tan solo unas horas de conocerse, no digo que sea solo por el lazo también entran más factores.
He vivido durante casi dos siglos he visto como los humanos aman, sus sentimientos y emociones no son tan diferentes a las de nosotros. Ellos pueden sentir atracción por alguien que se les hace atractivo/a solo con unas horas de conocerlo o incluso al instante de conocerse, nosotros sentimos lo mismo la diferencia es que en una mayor cantidad, más cuando se trata de nuestra mate. Aun así, es normal, pero no deja de sentirse raro y extrañamente bien.
Estaba jodido, mis emociones eran un caos que me jugaban mal, más con ella tan cerca y a la vez tan lejos.
La puerta se abrió nuevamente sacándome de mis pensamientos, Alex y Jules entraron por la puerta.
El olor de Jules inundo mis fosas nasales, desde que llegó en la mañana su olor había llegado hasta mí, pero ahora solo se intensifico aún más haciendo que Malik ronroneara.
—Es increíble—susurró Malik totalmente idiotizado por su olor. ¿Lo ven? Por eso digo que uno de los dos debe tener autocontrol, si fuera por el individuo que habita mi cuerpo en estos momentos estaría ronroneando en voz alta.
Mordí mi mejilla al ver por completo a Jules. Llevaba una falda color beige que llegaba por arriba de su rodilla y se ajustaba perfectamente a sus caderas y cintura, y en la parte de arriba llevaba un suéter de punto y cuello alto color verde oliva.
Cuando llegué a su rostro ella me dio una pequeña sonrisa que detuvo mi corazón.
¿Cómo mierda se respiraba?
Le devolví la sonrisa y luego Alex se interpuso tapando mi campo de visión.
Hijo de...
Solo porque le tengo respeto a su madre que en paz descansé no se lo dije.
Alcé la vista encontrándome con el rostro de Alex quien me dio una media sonrisa llena de burla, yo entrecerré los ojos dedicándole una mirada asesina.
Se quitó de en medio y fue por las sillas que estaban en el mini bar.
—¿Qué trajiste de comer? —interrogué mientras hurgaba en las bolsas de comida. Alex puso ambas sillas frente al escritorio y el y Jules se sentaron.
—Ensalada con pollo— mi cara se descompuso al escucharlo. ¿Es enserio? —A Jules le pareció buena idea la ensalada— comento con un sutil tono de burla, seguro estaba disfrutando tanto esto. Forcé una media sonrisa.
—¿Te gusta? —pregunto ella y voltee a verla. Su rostro reflejaba curiosidad y no le iba a decir que no. Luego mire a Alex quien pudo haberle dicho en ese momento que yo odiaba la ensalada, pero lo hizo.
—Si me gusta— afirme. Alex sonrió. Maldito idiota. Jules saco los platos de la ensalada y me dio uno. —gracias— murmure tomándolo.
—Y para acompañarlo, un café americano, tu favorito— se mofó Alex tendiéndome un vaso —También finamente seleccionado por nuestra nueva administradora— concluyo Alex y tome el vaso por cortesía, no por gusto.
Espera dijo ¿nuestra? Nuestra mis cojones.
Alex perfectamente sabía que odiaba la ensalada, el pollo y el café y el pedazo de idiota no fue bueno para decirlo. Maldita sea. En ese momento quise golpearlo, pero me contuve y abrí el plato de ensalada.
Por lo menos tenía trozos de mango, que era lo único que me gustaba de todo lo que venía aquí. Ellos ya estaban comiendo mientras yo encontraba razones suficientes como para comer esto.
—Esta delicioso, Max, pruébalo, ¿Verdad Jules? —inquirió mi supuesto mejor amigo mientras comía tranquilamente.
—Hum si, deliciosa—murmuró Jules para darle un trago a su vaso de café y yo tome un pedazo de mango y lechuga con el tenedor.
Desde pequeño siempre había aborrecido la mayoría de verduras, eran pocas las que me gustaban. Recuerdo que mi madre me decía que no siempre iban a complacer mis gustos con la comida y mi padre la contradecía y comenzaba a sacar los trozos de verduras y pollo que no me gustaban en la comida.
No pude evitar sonreí levemente por el recuerdo. Bien mamá, al parecer tenías razón.
Termine por comenzar a comer y evite hacer caras de asco.
El teléfono de Alex comenzó a sonar y respondió llevándolo a su oreja.
—¿Qué pasa, amor? —pregunto con curiosidad obviamente fingida.
—¿Nunca has considerado ser un casamentero? —inquirió Jacke al otro lado de la línea y Alex evito soltar una risa, yo igual.
—Claro voy para allá— respondió y se levantó. —Me tengo que ir, es urgente— Por la diosa si este idiota fuera actor tendría más dinero de lo que ya tiene. Ni siquiera dio tiempo a que respondiéramos porque ya se había ido dejándonos solos.
—No te gusta, cierto— confirmo Jules señalando el plato en mis manos y negué con la cabeza.
—No, lo odio, lo siento— respondí apenado dejando el plato en el escritorio. No definitivamente no me iba a forzar a comer algo que odiaba.
Jules me dio una media sonrisa.
—No te preocupes— respondió y le dio otro sorbo a su café.
—¿Se nota mucho? —inquirí en un intento de sacar conversación.
—Demasiado, haces muchos gestos, arrugas la nariz, frunces las cejas ya sabes— respondió y yo alce ambas cejas algo sorprendido. ¿Me estaba observando?
—¿Me estaba observando señorita Elijah? —cuestione con una ceja alzada. Cuando me escucho casi se atraganta con el café.
Mierda.
Antes de que me levantara ella ya había dejado de toser. Diosa casi se muere de un accidente y ahora por ahogamiento, no me jodas.
No solo el accidente.
Zanje esos pensamientos y miré a Jules nuevamente, sus mejillas tenían un leve color rojo y estaba evitando mi mirada y antes de que dijera algo Alex entró con rapidez y yo fruncí el ceño.
—Aleksander está aquí, es urgente— fruncí el ceño confundido.
—¿Aleksander? —inquirí nuevamente. El asintió. Bufé y me levanté.
Tenía que ser algo realmente urgente como para que viniera, ya que usualmente nunca salía de su castillo.
Supuse que había ocultado solo olor ya que no había rastro alguno de él.
Le hice una seña a Alex para que se quedara y termine de salir de la oficina.
Afuera me encontré con el susodicho, pero no venía solo. También venía Scott y Kris.
—Alek ¿Qué hacen aquí? —interrogué lleno de curiosidad.
—Es urgente, tenemos que hablar— asentí y los llevé a la sala de juntas. Que uno de ellos viniera era urgente, que vinieran todos era otro nivel.
—¿Qué es lo que pasa? —pregunté cuando estuvimos en la sala.
—Maël necesita ayuda en Aragón —Explico Scott con calma, iba a seguir hablando, pero Alek se interpuso.
—Necesitamos ayudarlo, uno de nosotros tiene que ir— yo fruncí el ceño confundido. Ellos sabían perfectamente que yo no regresaría a Aragón, solo habían perdido el tiempo en venir a decírmelo.
—Todo se está descontrolando, Max, las cosas están cambiando, el otro mundo se está mezclando con este y no sabemos cómo comenzó— explico Kris mirándome.
—¿Y quién ira? —pregunte con curiosidad sentándome frente a Alek. Los tres se miraron entre si y luego me miraron a mí. yo negué con la cabeza.
No.
—Oh no, por supuesto que no— negué rotundamente. Vinieron al lugar equivocado.
—Tu naciste allá, Max, conoces mejor que nadie ese lugar—era cierto, pero no quería regresar, no podía.
Intente calmar los latidos de mi corazón.
—Claro que no, tengo motivos justos para no ir— respondí levantándome de la silla. Tome una bocanada de aire.
No. No. No. No regresaremos allá, no volveremos a ese infierno, Max tranquilízate.
Me repetí muchas veces eso.
—¿Cuáles? —Interrogó Kris.
—Uno; encontré a mi luna, no pienso volver a perderla me necesita y yo a ella, dos; tengo hijos ninguno me asegura que volveré con vida o siquiera que podre despedirme de ellos y tres; el trato era que yo no iba a regresar a Aragón por ningún motivo, lo siento vinieron al lugar equivocado —argumente y luego los miré a los tres— Además yo no pedí esto, yo no quería ser parte de esto, no pedí ser un maldito lobo—solté molesto y pude escuchar a Malik que aulló con tristeza por mis palabras. Y por unos segundos me sentí mal, sentí que estaba fallando, que estaba siendo cobarde.
Pero esa era mi decisión y me mantendría firme en ella.
—¿Y crees que yo fui y le pedí al pendejo que me mordió que lo hiciera? ¿Crees que alguno de ellos lo hizo? ¿Crees que fue fácil para nosotros convertirnos y aceptarnos? Por lo menos tu creciste en una manada, tu padre era el alfa y te guio siempre, no pasaste lo que nosotros sí, Max—soltó Alek molesto mientras se levantaba.
Él tenía razón, yo tuve un padre que me apoyo, me cuido y vio por mí en todo momento, alguien que entendía lo que me pasaba y me explicaba cada parte de lo que me iba a pasar, ellos no, y aun así mi respuesta seguía siendo la misma.
—Max piénsalo— pidió Scott y voltee a verlo.
—No, lo siento, no lo haré, puedo ayudarle con un grupo de soldados, pero no puedo ir, puedo incluso explicarles a sus soldados cada parte del territorio y todo eso, pero yo no puedo regresar— respondí neutral. Kris suspiro.
—No eres el único que tiene miedo, Max— dijo Kris poniendo su mano en mi hombro y tensé la mandíbula.
—Lo siento, enserio— respondí mirándolos.
—Mandaremos un grupo de soldados a Wildwood—informo Alek y yo asentí.
Los tres salieron de la sala de juntas dejándome solo. Una vez que estuve seguro que estaban fuera del edificio solté el aire que retenía.
¿Qué si tenía miedo? Claro que sí, el miedo era una parte de mi día a día si me lo preguntan y era irónico porque como dijo Kris yo no era el único, ellos también temían.
Demasiado irónico para mi gusto, ya que siendo los "Alfas originales" —que de originales no había nada porque ninguno había nacido con el gen x— tuviéramos miedo.
Se supone que nosotros teníamos que cuidar las entradas de este mundo hacia el otro, ya que era un peligro inminente que estos se mezclaran y Maël él iba a cuidar la salida desde el otro mundo la "única" salida que había de Aragón.
En ese momento me sentí como un cobarde, ellos necesitaban de alguien que conociera muy bien Aragón, pero mierda, el solo hecho de pensar en regresar, saber que estará cercas de ahí me regresa a mis primeros años de vida, todo el dolor, los gritos, el odio y no, mierda no.
No podía volver a eso, no quería volver a eso.
Tal vez estaba siendo un cobarde y egoísta, pero primero soy yo y nadie más, nadie podía decidir por mí y aunque no les pareciera iban a respetar mi decisión.
Tomé un suspiro y me senté en una de las sillas para calmarme antes de regresar a mi normalidad.
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