Me cago
No sé cuántas horas me quedé en la misma posición con los ojos cerrados, mientras estaba acostada en la camilla del hospital, y tampoco creo que me importe mucho. Solo quiero que esa sensación que estoy tratando de formar en mí se congele y se quede justo así, quiero estar sumergido en la inercia. Sombrío, neutral, etílico, indoloro, seco, frío, mudo, silencioso, apagado, y sobretodo nada.
Una lágrima corre por mis mejillas. ''Perfecta personita que esta allá arriba gracias por darme el dolor más grande que he sentido toda mi vida´´ Gracias por acabar con toda la felicidad que me ayudaba a tener un motivo para respirar. Si tu objetivo es que me sintiera miserable y destruido ¡Felicitaciones! Acabas de lograrlo.
Arrugo la fina sabana de la camilla, tratando de ahogar un grito de frustración. ¡Yo no quería esto maldición! ¡Sea dónde sea que estes, vuelve! ¡No me hace feliz que estés tam lejos! ¡Explícame qué fue lo qué hice mal y te juro que lo arreglo! ¡Te amo mil veces! Lagrimas llueven, me pongo en posición fetal al sentir que algo se quiebra en mi estómago dándole un dolor inmenso a mi corazón, imprimiendo con tanta fuerza hasta llegar al punto de cortarme la respiración. Si lo que quieres es matarme que lo haga. Quiero volver a verla y no por última vez si no para siempre.
—Señora Bubie, estube tocando la puerta y al no escuchar respuesta de parte de usted decidí entrar —una voz femenina habla a mis espada.
No respondo. No me interesa hacerlo. Ni siquiera escuché el toque de la puerta.
— Estoy aquí para ayudarla. Soy la Psicóloga Jade scote, especialista en traumas psicológicos —la escucho decir.
El sonido del sofá avisaba que alguien se había sentando. Le regalo la ignorancia del silencio para que entienda que no quiero hablarle y que ni ella ni nadie me puede ayudar.
—Sé que su primera impresión es que no le podré ayudar. Y en definitivo nadie puede hacerlo. Solo usted. Por ahora lo que le recomendaré es llorar todo lo que quiera, golpear, gritar, claro esta sin hacerte daño físicamente ni a los demás —Su voz sonaba segura y profesional. — ¿Quieres hablar sobre el tema.
—¿Puede revivir a mi esposo? —Pregunté al fin.
—No —responde después de un largo silencio.
—Pues larguese.
—Entiendo. Nos vemos en una semana. Sé qué lo que menos quieres es hablar con nadie y menos conmigo una desconocida por lo qué tus padres me firmaron una autorización para ir a tu casa sin tu consentimiento ya que no estás en condiciones de tomar decisiones —Finaliza.
Siento su presencia detrás de mí ddesvanecerse con el sonido de la puerta. Habro la boca para mandarla a la mierda pero simple pensamiento me devuelve John. Sollozo sin detenerlo, grito manteniéndome en la misma posición. Necesito que esto no esté sucediendo. La necesito aquí ahora.
La puerta se cierra y lo único que se escucha es el sonido de mi voz llorando.
-Oye, eres un invesil ¿Cómo se te ocurre ponerle gas pimienta a mi perfume favorito John? -me rasca el cuello con desesperación. Mientras me mira con odio.
-dijiste que no podía llamar tú atención ¿Qué te trae por aquí- finje seriedad pero sé que esta conteniendo las ganas echarse a reír -¿Qué te hace creer que yo perdería mi valiosos tiempo en hacer eso?
-Lo sé porque eres el único invesil de la laboratorio que vive y respira para echar bromas de tan mal gusto-Sigue rascándome. Mi cara estaba apunto de explotar de la furia.
Enarca la cejas.
-Creo que tú más que nadie deberías saber qué el qué vive respira. Por ende necesito vivir para respirara porque si no respiro no vivo -su comentario solo funcionó para aumentar mi cólera.
-¡Deja tus malditos comentarios! -me tapo la boca -Vez lo que has ocasionado ¡He dicho una palabrota por tu culpa! Mierda... no, no. Cero palabras obscenas —empiezo a hiperventilar.
Eso solo le dio más motivos para echarse a reí con toda las ganas posibles.
-¿Qué... qué estás asiendo? -le miro indignada.
-No... no puedo contigo -titubeó por la risa -me estoy riendo de ti anormal.
-Eres un... Patán te iré a...
-¿A qué? ¿Vas a acusarme con el rector? Adelante ardilla o mejor dicho sapa -se acerco peligrosamente hacia mi, hasta el punto de que mi espalda se pegara contra el muro del sótano del laboratorio -La próxima vez que utilices tu boca para amenazarme de algo que no tienes pruebas-mi nariz roza con la suya, su respiración se acelera -Te la verás muy feo conmigo -rozo sus labios con los mios.
-A... mi no me amenazas -titubeo y puedo notar el miedo dispersarse en mi voz.
Una sonrisa ladina se forma en sus labios cuando logra el resultado deseado en mis mejillas ahora sonrojadas.
Mi pecho empieza ha moverse aleatoriamente descontrolado y el sonido de asfixia me pone en alerta.
Me rasco desenfrenadamente y a eso agregó un movimiento de asfixia a mi comportamiento.
-¿Qué te sucede? ¿Marge? -se arrodillo rápidamente cuando mi cuerpo se desploma en el suelo.
Siento que me apago... Estaba sufriendo un ataque de asma.
-Mi... chica -lo escucho susurrar mientras intenta ayudarme.
No logro entender lo que me dice, el miedo y la preocupación abarcaron mi cuerpo,
-Trata de respirar, tranquilízate por favor ¿Dime qué es lo que quieres? -me sostiene la cara.
-No.. respirar. Ayud -mis convulsiones empeoran.
-¿Dime qué hago cómo te ayudo? -entra en pánico.
-Mochila-logro formular
Me quita la mochila que colgaba en mi espalda, abre la cremallera de todos los bolsillos, y lo sacude sacando todos lo que tenía. .
Aun en mi agonía me dieron ganas de morir ahí mismo cuando empezó a rebuscar entre mis cosas, desde toallas sanitarias, bragas, cepillo de dientes, pastas de dientes, hilo dental, una franela, jabón, intentó hacer un ademán cuando mis ojos se toparon con el nebulizador. En un parpadear el me lo lleva a la boca, y me apresuro en recuperar el oxígeno.
.
-¿Te sientes mejor?
-Sí gracias -me siento.
-¡Casi me matas del susto! Ardilla -dice tranquilizandoce.
-No me digas así -chillo -Solo fue un ataque de asma. No me gusta estar en situaciones incómodas -me sonrojo.
-Casi me matas de un infarto. Tal vez no te soporte pero tampoco quiero que te mueras -noto la sinceridad en sus palabras y no puedo evitar sorprenderme.
-Descuida no te haré el favor de morirme -digo con sorna mientras desconecto mi mirada de sus penetradores ojos negros
.
Cuando ya tuve todas mis cosas en la mochila me digne a desaparecer de su vista pero mis deseos ansiosos y nervioso se truncharon cuando aquel delgado hombre conectó sus deliciosos labios contra los mios. Del amor al odio solo había un solo paso y yo ya lo crucé, saber que él insoportable y caótico rubio sin culo del Profesor John I.Q. Nerdelbaum Frink, Jr., estaría colgandome las bragas era hasta difícil de creer.
Al princio me quedé estática pero con el pasar de los segundos le sostuve la cara y le bese con la misma intensidad, sus jodidos labios tan carnosos y amarillos ahora los tenía unidos a los míos. Justo es mejor de lo que me lo había imaginado y el amiguito que tenía allá bajo lo supó.
No me di cuenta cuando me aferró su cuerpo al mío mientras estaba pegada a la pared, la simple acción de tomar mis piernas y querer sostenerme, hizo que me detuviera, le lancé una cachetada le dije un sutil "Eres un idiota" y salí corriendo, subi las escaleras del sótano como alma que lleva el diablo ¡Diablos señorita! Aquella reacción de mi parte no funcionó para quitarme esa sonrisa boba y estupida de mi cara y sin darme cuenta me encontraba tocando la parte inferior de mis labios.
Despierto con el corazón acelerado y, solo tuve que respirar para que me azotara la cruel realidad de la soledad. Lleve mis manos hacia el interior de mis piernas formando una posición fetal, volví a llorar al recordar aquel sueño de cuando lo besé por primera vez, en el sótano del Laboratorio en donde trabajamos, después de que me había tendido una broma.
Fue algo estupido pero no tuve algo mejor que hacer que meterme en su loker y ponerle gas pimienta, después de cometer el delito puse una nota que ella sabría identificar el culpable, no sé cómo llegó hasta el sótano pero lo que sí sé que lo único que necesitaba ese día era ver su diminuto cuerpo pelear con la puerta de hierro por qué no tenía fuerzas para abrirla, me levanté del escalón y le abrí la puerta para escucharla sermonearme y decirme lo invesil he irresponsable que era, por alguna extraña razón la palabra invesil a mi persona se escuchaba muy inocente y sensual de sus labios.
Sin importarme el frío que emanaba del cuarto de la Señorita Edna Krabappel salí completamente desnuda a su alcoba, limpio aque interrumpía mi visión. Caso un cigarrillo de la cajetilla que tome de la mesita de noche antes de llegar al balcón y me dispongo a fumar.
Llore amargamente en silencio por qué no tenía ni la más mínima gana de hacer otra cosa más.
¿Como iba detener estas pesadillas? Pensé que cogiendo todo el rato con quien sea los solucionaba y ahora me aparece otro suelo
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