6._Diferente.
Alguien lo levanto en brazos. Veía muy borroso como para saber quién fue. Estaba perdiendo el sentido y ese cuerpo seguía exigiendo oxígeno de una manera verdaderamente angustiante ¿Qué pasaría con él de morir en ese cuerpo? Tal vez regresaría al suyo. Eso sería bueno, pero...morir daba miedo. No recordaba la última vez que sintió miedo. Tal vez nunca lo había experimentado realmente. Una amenaza de Zen Oh Sama, en una ocasión, lo puso nervioso. Pero era diferente. Morir era mucho más inquietante. Había incertidumbre y también rebeldía en medio de toda esa angustia. No quería morir. Ese cuerpo se negaba a morir. Peleaba por respirar. El mundo se desvanecía más allá de sus párpados. Al fin lo abrazo la oscuridad. Fue solo un segundo o eso le pareció. Súbitamente había luz sobre él. Una luz brillante y blanca. Escuchaba voces. Voces de mujeres y la de un hombre. Se estaba moviendo. Lo conducían a alguna parte y no podía moverse. Epinefrina, adrenalina, alguien pedía eso. No sabía lo que era, pero era urgente que se lo dieran. Colocaron algo sobre su nariz y su boca antes de que volviera a perder el sentido.
Cuando Whiss despertó lo hizo sintiendo un ardor en su brazo izquierdo. Miró hacia allá y vio tenía un catater. Él no sabía lo que era, pero le estaba causando dolor y su primer impulso fue quitárselos. Una enfermera se lo impidió sujetando su mano.
-¿Cómo te sientes?- le pregunto la mujer.
Whiss se le quedó viendo sin saber que contestar. La mujer tomó algo del bolsillo de su blusa y lo apunto a su rostro. Era una especie de linterna.
-Estas mejor. Por poco mueres ¿No sabías que eres alérgica a los mariscos?- le cuestinó la enfermera.
-Lo ignoraba- contestó Whiss.
-La anafilaxia puede ser mortal. Te recomiendo que lleves una inyección de epinefrina contigo- le dijo la mujer. Whiss solo asintió con la cabeza.
Un hombre con bata blanca entro en el lugar y saludo a Whiss para después preguntarle como se sentía.
-Este cuer... mi cuerpo está temblando- contestó con extrañeza.
-Es por la taquicardia- le explicó aquel hombre- Un efecto de la inyección de adrenalina. Te pondremos un poco de suero y te podrás ir a casa. Y nada de mariscos, señorita- le dijo el médico y le tocó atrevidamente el montón ocasionando que Whiss frunciera el ceño.
Una vez solo suspiro y miró hacia el techo con una expresión un tanto fría.
-Nunca antes alguien me hizo pasar por una situación como esta, señorita Mary-dijo en voz baja- Estoy un poco ansioso por encontrarme con usted- agregó de forma sombría, aunque esa expresión cambio cuando notó que tenía una sensación incómoda- Tengo que ir al baño.
-¿Disculpe?- exclamó la enfermera.
-Quiero...ir...al baño- dijo Whiss en voz baja y con la cara roja como un tomate maduro.
-Por supuesto. Yo la acompaño.
-¿Eh?- la forma en que el pobre ángel miró a la enfermera fue casi cómica- Oiga puedo ir al baño yo solo...sola.
Pero tuvo que ir con la enfermera, pues resultó más terca que él y no iba a dejarlo solo además tenía que sostener la bolsa de suero que le puso el doctor. Como sino fuera lo suficientemente vergonzoso tener que atender las necesidades de un cuerpo que no era el suyo, Whiss tuvo que orinar con una mujer del otro lado de la puerta. A cada segundo su disgusto con Mary no hacía sino crecer.
Unas horas después, cuando lo dieron de alta, Whiss salió al corredor con una expresión un tanto triste. Su experiencia cercana a la muerte lo dejó más conmocionado de lo que estaba dispuesto a admitir. Para su sorpresa Esteban estaba sentado en una banca en el pasillo. El muchacho se quitó el abrigo para ponérselo sobre los hombros. Lo hizo con prisa, como si temiera él experimentará el frío aunque fuera por un instante.
-¿Estás bien?- le pregunto Esteban y se tomó la libertad de apartar un mechón de cabello de la mujer de su rostro. Lo hizo con cuidado, con cariño.
Whiss guardo silencio. Supo en ese momento que la persona que lo cargo fue ese muchacho que lo veía con alivio y una pequeña cuota de preocupación. Lo tomó de la mano, diciendo que la llevaría a casa, que no tenía que preocuparse por el trabajo, pues él hablaría con su tío para que le diera unos días de descanso. Whiss se limito a seguirlo y contemplar la mano de Esteban sobre la suya. Él estaba tibio. Su tacto era suave, su ánimo amoroso. Ese muchacho quería bastante a la mujer que habitaba aquel cuerpo originalmente y no pudo evitar preguntarse si ella lo correspondía un poco. Tenía la impresión de que no era así.
Subieron a un taxi. Era de noche aunque todavía temprano. Al interior del vehículo, Esteban lo abrazo y Whiss no se resistió. La verdad es que apenas advirtió el brazo del muchacho sobre sus hombros. El ángel no conseguía apartar de su mente la huella de la muerte.
-¿Estás asustada?- le preguntó Esteban y él lo miró- Bueno... Yo lo estaría después de esa experiencia. No tienes que decirme nada. Sé que no te gusta hablar de como te sientes, pero... estoy aquí, Mary.
Whiss le sonrió medio gentil.
-Te lo agradezco- dijo y no volvió a hablar.
Ser humano era más complicado de lo que imaginó. Un día le basto para experimentar la vulnerabilidad y el miedo de una forma tan estremecedora que difícilmente se desprendería de esas sensaciones. Estaba abrumado. Cuando al fin llegaron al hogar de Mary, Esteban tuvo que entrar por el balcón, pues Whiss no saco ni las llaves en la mañana. Tardo solo unos minutos. Al abrir la puerta el ángel ingreso sosteniendo el abrigo con una de sus manos. La prenda era un tanto pesada y por poco se le cayó al bajar del vehículo.
-Estas en casa- le dijo Esteban rascándose tras la cabeza, como esperando algo.
Whiss pareció ignorarlo. Tenía su atención en algún pensamiento que su expresión supo muy bien esconder. Tras un momento de debate consigo mismo el ángel resolvió una cosa y viéndolo fijamente dijo con voz clara y firme:
-Yo no soy Mary- hizo una pausa- Mi nombre es Whiss y la noche de ayer desperté en este cuerpo sin conocer la razón.
Los ojos de Esteban se abrieron un poco ante esa insólita declaración. El comportamiento de Mary era un tanto extraño, pero no podía ser otra persona. Era inverosímil. Aunque él mismo lo considero.
-¿Whiss?- repitió después de superar el primer impacto de aquellas palabras. Repitió el nombre porque le pareció haberlo oído antes, solo que no recordaba donde- ¿Estás bromeando? Sé que la última vez dejaste claro que no querías nada conmigo... ¿Por eso te portas así? Te juro que nada de lo que hice hoy...
-Sus problemas sentimentales con la dueña de este cuerpo me son totalmente irrelevantes. Le digo que yo no soy la mujer llamada Mary. Este no es mi cuerpo- lo interrumpió Whiss un tanto molesto.
La postura y la mirada de la mujer delante de él, ciertamente no eran las de Mary. Esteban lo había notado antes, pero no podía creerlo.
-¿Me dices esto por qué intenté sobrepasarme contigo la otra noche?- le preguntó Esteban.
-¿Que intentó qué?- exclamó Whiss algo escandalizado y apretando el abrigo contra su cuerpo- Más le vale comportarse o le...
-Jamás hice algo así- lo interrumpió Esteban- Sólo te estaba probando. Te creo. Tú eres muy diferente a ella. Demasiado diferente a Mary.
El ángel se le quedó viendo un poco confundido. Esteban le sonreía gentil. Para Whiss ese chico le era muy extraño.
¿Bills estaba dormido o solo dormitaba en ese sofá? Mary no podía saberlo. Su respiración era tranquila y constante, pero bien podía solo estar muy relajado o fingiendo ¿Se quedaba ahí o corría el riesgo? Con cautela, Mary se retiró hacia uno de los pasillos para ensayar emplear el cetro. Inicio con algo muy sencillo y pequeño. Si su teoría era correcta el cetro era como una impresora 3D. El cetro almacenaba información de todo tipo y podía reproducirla de forma visual e incluso material. Pero para que ello sucediera, el ángel que lo empleaba cumplía un rol muy importante. Como sucedía con la materialización instantánea, la voluntad y sobretodo una muy bien entrenada imaginación eran necesarias para obtener el producto deseado. O al menos así lo comprendía Mary. Una imaginación bien entrenada requería una poderosa capacidad de concentración. Al primer intento no sucedió nada. Ni al segundo, ni al tercero, ni al cuarto. Se detuvo entonces y repaso su teoría. Se relajó un poco y ensayo otra vez y otra vez y finalmente consiguió hacer aparecer un vaso con agua. De no estar Bills a diez metros de distancia se hubiera puesto a saltar y gritar como loca. Claro que un vaso con agua no era suficiente para considerar había logrado manejar el cetro, así que pensó intentar con algo un poco más grande y más elaborado, pero justo en ese momento sintió ganas de algo un tanto incómodo.
-Tengo que ir al baño- se dijo con la expresión de quién tiene que ir a cumplir trabajo forzado.
Siempre se preguntó si los angeles tenían las mismas necesidades humanas. Desde su perspectiva aquello era muy posible puesto que si ingenierían alimentos sus cuerpos tenían que deshacerse de los deshechos. De lo que no era necesario. Posiblemente ellos se deshacían de mucho más que una persona común. Bueno ese día corroboro esa teoría y también otras.
-Uno: los ángeles si van al baño. Dos: al menos este es lampiño. Tres: ese elemento es proporcional a su estatura.
Cuatro: no quiero ver a Whiss a la cara jamás- se dijo Mary al dejar el sanitario al que llegó gracias al cetro.
Iba a reflexionar sobre algo más, pero en ese momento Mary oyó a Bills llamarlo desde el comedor. Tomando la actitud del ángel, la mujer caminó hacia allá para ponerse al servicio de aquel ser a quien estudiaba con el máximo de discreción, almacenando en su memoria toda la información posible. Por suerte para ella, Bills no le pidió algo difícil y lo poco que quedaba del día Mary tuvo las cosas fáciles. Pero la hora de la cena se presentó demasiado rápido y aquello si ocasionó un problema para ella, pues tenía que cocinar una gran cantidad de alimentos.
-Que suerte que trabaje en restaurantes y banqueterias- se dijo cuando entró en la cocina para ponerse a trabajar en... ¿En qué? No tenía idea de lo que Whiss preparaba usualmente.
Sería un día de comida de la Tierra o eso pretendió la mujer, porque no había muchos ingredientes de ese planeta ahí y si muchas cosas que no tenía idea que eran. Bills había estado esperando lo que fuera que iba a llegar a ese mundo ese día, pero la noche se presentó sin novedad. Para cuando apareció en el comedor lo hizo quejándose de que el Pez Oráculo se había equivocado.
-Oye Whiss ¿Cuánto falta para que esté lista la comida?- inquirió el dios sentándose a lo jefe indio en la silla frente a la mesa.
-Unos minutos- respondió Mary mientras terminaba unos detalles. Estaba exhausta. De por sí odiaba cocinar.
-¿Unos minutos? ¿Cuántos?- consulto Bills con un ánimo travieso.
-Solo unos pocos contestó- Mary.
-¿Ya terminaste?- preguntó el dios unos minutos después.
-No, todavía no- respondió la muchacha con el ceño fruncido.
-Te estás tardando demasiado ¿Cuánto falta? Tengo hambre- le dijo cinco minutos después de la última pregunta.
-Ya casi...- dijo el ángel.
-¿Está lista ahora?-preguntó Bills dos minutos después.
-¡La comida estará lista cuando haya terminado! ¡Ahora quiere, por favor, dejar de interrumpir!- le gritó Mary al borde de su paciencia.
La voz de Whiss se oyó más grave. Más poderosa y tajante. La mirada del ángel también adquirió un toque más duro. Bills lo observó asomarse desde la puerta de la cocina. Por supuesto aquello no lo intimido, pero si le causó una sensación muy particular. No era raro que de debes en cuando Whiss perdiera la paciencia con él y alzará un poco la voz e incluso usará la fuerza para imponerse, pero hubo en esa respuesta algo diferente. Algo que no tenía que ver con el ángel de siempre. La postura, las palabras, Bills no estuvo seguro de que fue y por tanto hizo un comentario para relajar las cosas, no volviendo a insistir en saber cuándo la comida estaría lista. Pero cuando la tuvo servida algo más sucedió.
Mary pudo encontrar una excusa para haber preparado esos platillos. El argumento convenció a Bills, pero había algo en lo que ella no pensó y que son duda sería diferente. Para alguien como el dios quien llevaba miles de años con Whiss, el sazon de la comida no iba a pasar inadvertido. Y no lo hizo. Apenas Bills probó la sopa su expresión cambió.
-¿No le gustó?- preguntó Mary y el dios la miró. La miró de arriba a abajo.
Ese era Whiss. Se veía como Whiss, actuaba como Whiss, con algunas diferencias, pero no podía no ser el ángel.
-Esta buena- contestó Bills, con un poco menos de entusiasmo y apartó los ojos del único ser que siempre estaba a su lado.
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