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11._Posdata


-Este cuerpo tiene un límite muy estrecho cuando de ingerir comida se trata- se lamentó Whiss mientras dejaban el restaurante.

-El límite estrecho es el de mi cuenta de crédito- se lamentó Esteban desde su pensamiento. Soltando un largo suspiro metió la tarjeta en su cartera y la guardo en el bolsillo interno de su chaqueta- ¿Y a dónde vamos ahora?- le preguntó.

Whiss se llevó el dedo índice a la barbilla y levantó la mirada al cielo. Habían estado recorriendo el centro de la ciudad. El ángel había conseguido un atuendo más a su gusto y al gusto de varios más. Sin duda supo sacarle el máximo de provecho a ese cuerpo, aunque la verdad es que solo estaba buscando sentirse cómodo.

-Quisiera ir a un sitio tranquilo- respondió con un ánimo muy sereno.

La respuesta sorprendió a Esteban, aunque también lo hizo sentirse un tanto aliviado.

-Hay un pequeño parque a unas cuadras. Es muy bonito y no mucha gente lo frecuenta- le dijo el muchacho.

-En realidad prefiero volver a casa- manifestó con una sonrisa un poco nostálgica.

Hasta ese momento el ánimo de Whiss había estado por las nubes. En las tiendas de ropa se emocionó mucho con la variedad de atuendos, los colores y todo eso. En el restaurante paso parecido. Los sabores de las comidas que pidió le eran nuevos y le encantaron, mas súbitamente su luminoso semblante se pobló de una expresión que Esteban no pudo precisar. Quizá recordó el altercado con un tipo que se intentó pasar de listo con él, en una de las tiendas, pero lo veía improbable.

Aquel sujeto le hizo un comentario bastante desagradable respecto a la bonita figura que tenía y después intento tomarlo por el brazo. Fue una pésima idea. Whiss podía no tener la fuerza de antes, pero sabía exactamente donde golpear para, por ejemplo, hacer del entrepierna de ese pobre infeliz algo muy aburrido el resto de su vida.

-Eso le enseñará a respetar a una dama- le dijo el ángel mientras el pobre el hombre se revolcaba de dolor en el piso.

Desde luego nadie le dijo algo a Whiss o a Mary por lo que hizo.

-Y tan tranquilito que se le ve- pensó Esteban después de presenciar aquella escena, aun así a ratos se le hacia lindo o lindo. No estaba seguro.

Al llegar a la casa de Mary, el muchacho bajo las bolsas de las compras. Solo eran dos, pero bastante aparatosas. Era casi de noche. El sol había desaparecido en el horizonte.

-Fue un buen día- le dijo Whiss al poner la llave en la cerradura.

- Claro - murmuró Esteban, aunque no tomo el real sentido a lo que el ángel le expreso.

Whiss entró en la casa y dió una mirada al lugar, como quien ve algo que no volverá a mirar. En silencio fue a sentarse en un pequeño sillón que daba la espalda a la ventana. Cuando Esteban se volteo a verle, la figura de aquel individuo se le hizo un tanto etérea. Mary no estaba ahí. El nuevo aspecto que el ángel le dió a la mujer, la hizo desaparecer por completo. Sin embargo, tampoco estaba Whiss. No el que Esteban recordaba de la serie. Aunque él nunca estuvo muy familiarizado con lo que entonces era un personaje ficticio.

-¿Podrías traerme un vaso con agua?- le pidió Whiss cruzando las piernas para descansar sus manos sobre la rodilla.

-Desde luego.

-Muchas gracias, Esteban- le dijo el ángel y el tono en que lo dijo le hizo al muchacho suponer que pronto le pediría lo dejara solo.

Whiss lo siguió con la mirada, un momento, después cerró los ojos. Un segundo más tarde la cabeza de Mary cayó indolente a un costado.

Mary intentó dejarse llevar. Experimento una sensación de vértigo muy fuerte, pero terminó por sentir algo semejante a estrellarse con una pared. Tras una media hora dejo de insistir y volvió a retomar aquel cuerpo del que parecía estarse desprendiendo.

-No puedo- exclamó y se sentó como jefe indio otra vez.

Daishinkan la observó un momento antes de avanzar hacia ella para poner su mano en la frente de Whiss. Estaba helado. La mano del Gran Sacerdote era pequeña y suave. Mary no pudo evitar compararla con la de un niño. Aquel contacto le causó cosquillas, pero de esas que causa la proximidad de algo que incómoda. Trató de no delatar lo que experimentaba. Esperaba no estarse ruborizando, pero por las dudas pensó en otra cosa.
Tuvo la sensación de que Daishinkan intentaba comunicarse con Whiss o al menos ubicarlo para saber que sucedía. Aquello casi lo confirmó con lo que él le dijo al apartar sus dedos de ella.

-Supongo que podemos darle una hora...

Mary no hizo preguntas y abrazo aquellas largas piernas para descansar el mentón en las rodillas. Miró con discreción a Daishinkan. Hubiera preferido que él se fuera, pero no se atrevía a solicitar tal cosa. Con toda certeza él quería asegurarse de que el cambió se sucediera. Una hora parecía bastante tiempo para solo esperar en presencia de esa ser que no le preguntó su nombre. Daishinkan permanecía de pie, a un costado de ella, pero viendo hacia el horizonte.

-¿Hay algo qué quisiera hacer antes de partir?- le preguntó súbitamente el Gran Sacerdote.

-No- contestó Mary más por desconcierto, que por otra cosa.

-Piénselo un poco. Una hora es mucho tiempo para alguien como lo es usted ahora- le indico Daishinkan.

Mary lo pensó un momento. No había algo que realmente quisiera hacer concluyó, pero se precipitó en esa respuesta. Miró al cielo y dijo:

-Hay algo si...

Unos minutos después ambos estaban en el espacio exterior. Mary llegó más rápido ahí con ayuda del Gran Sacerdote de quién se olvidó por completo al ver el universo aquel. De niña siempre quiso ver ese paisaje, pero no esperó lo que los ojos de Whiss le mostraron. El universo es oscuro, pese a la gran cantidad de estrellas que existen hay miles de áreas vacías que se expanden todo el tiempo. Si bien hay luz, el ojo humano no puede verla, pues se limita al espectro de luz visible, sin embargo, está es solo una parte de las longitudes de ondas y frecuencias. De poder verlas una persona podría apreciar lo que ella presencio: nebulosas pintadas con paletas de colores que ella no conocía. Todos brillantez. Desde abajo, desde el mundo de Bills, el cielo de ese mundo se le hacia más colorido de lo usual, pero no tuvo tiempo de apreciarlo realmente. Sin embargo, desde ahí arriba todo cambiaba drásticamente. Mary sintió que esos colores le golpearon el cerebro, entre otras cosas. Al principio no distinguía nada de nada. Tardo varios minutos en poder diferenciar los objetivos y reconocer las estrellas, los planetas cercanos y lo demás.

-Esto esta a otro nivel- fue lo único que pudo decir. Describir lo que ese impactante paisaje le provocó le tomaría años.

Pese al sobrecogedor sentimiento se quedó ahí, inconsciente del tiempo y de su compañero que muy posiblemente debía estarse dando una idea bastante clara de lo que esa insignificante criatura, tenía que estar experimentando.
Mary nunca sabría esas palabras que Whiss le dedicó en la lejanía: saber cómo es, será su castigo. Y vaya que tuvo razón.

Algo que Daishinkan no dijo a la muchacha es que había conseguido contactar al ángel y fue él quién le pidió una hora antes de volver. El plazo se había cumplido y el Gran Sacerdote se iba a encargar de que el cambio se produjese sin contratiempos. Mary solo sintió que algo la lanzo a gran velocidad hacia alguna parte. Después solo abrió los ojos en su sala, pero tardo en advertirlo debido a que su cuerpo se levantó del sillón como si la hubieran empujado para que echara a correr. Dió tres rápidos pasos antes de caer sobre sus rodillas, en la alfombra. Ahí quedó con la huella de la palma de Daishinkan todavía en su espalda. Se miró el regazo, tenía puesto un vestido de color verde algo ajustado y que no recordaba como prenda suya.

-¿Whiss, estás bien?- le preguntó Esteban que acababa de volver de la cocina con un vaso con agua.

Mary arqueó una ceja e intentó ponerse de pie, pero volvió a caer. Estaba usando zapatos de tacón alto y ella era incapaz de sostenerse sobre esas cosas.

-¿Mary?- exclamó Esteban y dejó el vaso con agua a un lado- ¿Mary, eres tú? ¿Regresaste?

-No, soy Goku- le contestó la muchacha viéndolo con una expresión de intriga.

-Sí, si eres tú- medio gritó el muchacho y se hincó para abrazarla. Lo hizo sin permiso ocasionando que Mary se tensara de pies a cabeza ante ese gesto- Que bueno que estás bien. Creí que te descubrirían y... Lo siento- exclamó al apartarse de la mujer, que seguía viéndolo con extrañeza- En serio me alegra que estés bien.

-Gracias- fue la lacónica respuesta de Mary, que se quitó los zapatos para ponerse de pie.

-¡No los tires!- le pidió Esteban cuando vio que la mujer los pensaba arrojar- ¡Puedo regresarlos a la tienda!

Aquel comentario hizo que Mary se mirase con atención. Tenía puesta ropa nueva. Ropa para nada a su gusto y pudiendo decir cualquier otra cosa se limitó a preguntar con una expresión que era la definición preocupación financiera:

-¿Cuánto te de debo?

-Ah...no tanto- contestó Esteban- Si logramos devolver la ropa solo serían ciento treinta.

Mary arqueó una ceja y miró sus manos. Le habían hecho manicura.

-Whiss dijo que tenías las manos muy maltratadas- le señaló Esteban.

-Claro- murmuró Mary. Se veía un poco cansada. Caminó hasta el sofá y se sentó ahí.

-Fue una travesía difícil, supongo- comentó el muchacho sentándose junto a ella, que se dejó caer sobre su regazo. 

-No imaginas cuánto- le contestó- ¿Podemos hablar de todo esto después? Necesito dormir un poco.

-Sí, tú tranquila.

Mary iba a cerrar los ojos cuando un mechón de su cabello cayó sobre su rostro, permitiéndole apreciar el cambio de color. Se levantó de las piernas de Esteban con ese mechon entre sus dedos. Un segundo después salió corriendo al baño solo para terminar soltando un grito de horror cuando vio su nuevo aspecto.

-¡¿Pero qué demonios le hizo Whiss a mi cabello?!

-Pensó que este color te quedaba mejor- le dijo Esteban desde el corredor, con ánimo conciliador.

-¡¿Qué me quedaba mejor?! Esto es rubio platino ¡Odio el rubio platino! Parezco el mal intento de una muñeca Barbie ¿Y qué le hizo a mis cejas? Se atrevió a cambiar el dibujo de mis cejas y ¡Ay por dios! El maldito me puso lencería de... ¿Cómo permitiste qué me hiciera esto?

-No puedo entrar al vestidor de mujeres, Mary...

Esteban se quedó en el pasillo oyendo todos los reclamos de la muchacha además de varios insultos al pobre ángel, de quién el muchacho lamentaba no haberse despedido.

Daishinkan y Whiss sostuvieron una muy breve charla. El Gran Sacerdote no estaba seguro de ser capaz de traer a su hijo de regreso, con satisfacción descubrió que podía hacerlo. Había mucho de que hablar y si apenas pudieron intercambiar unas impresiones, se debió a que Zen Oh Sama llamó a su mano derecha en ese momento.

Whiss bajo al planeta del dios y fue a reunirse con este que estaba de pie, en el jardín, esperándolo. Al ángel no le sorprendió aquello ni que Bills le preguntara a qué se debía la visita del Gran Sacerdote, lo que si lo tomó por sorpresa, una bastante desagradable, fue saber que su señor no notó el cambio. Y es que el ángel le contó todo lo sucedido, omitiendo algunas partes.

-Esto es el colmo- exclamó Whiss poniendo las manos en sus caderas e inclinandose lo suficiente para ver a Bills a la cara- ¿Esa mujer estuvo haciéndose pasar por mí un día entero y usted no advirtió ninguna diferencia?- le cuestinó genuinamente ofendido.

-Solo me pareció que estabas más serio de lo normal- le contestó Bills rascándose el costado de la frente y viendo hacia otro lado.

-No cabe duda de que es un ser egoísta que solo se preocupa por usted. Sepa que yo no lo pase nada bien en el cuerpo de esa mujer...

-¿Sí? ¿Y cómo es?

-Absolutamente espantoso. Es por lejos la experiencia más desagradable que he tenido que vivir. Ser un mortal es..

-Me refería a la mujer, Whiss.

El dios se puso un poco nervioso ante la mirada que le dió el ángel, tras hacer esa aclaración.

-Olvidate de eso y hazme el desayuno ¿Quieres? Esa mujer no me dió suficiente comida anoche- le dijo Bills para terminar con el asunto, pero quedando en evidencia delante del ángel que se mostró un poco confundido.

Como quería pasar rápido de esa historia, Whiss prefirió no hacer comentarios y seguir al dios al palacio. Tenía ganas de relajarse un poco también, pero en vista de que tendría que cocinar optó por comer algún delicioso bocadillo. Buscó sus chocolates con fresa que había estado ocultando, algo que a Bills no le pareció nada bien al enterarse y le exigió le diera algunos. El ángel aceptó, pero para decepción de ambos las cajas estaban vacías.

-Pero que atrevida. Primero roba mi cuerpo y luego se come mis golosinas- se quejó Whiss viendo las cajas. Una de ellas llamó su atención. Tenía una nota en la tapa escrita en una caligrafía algo torpe, pero todavía legible.

-¿Qué es eso?- le preguntó Bills con curiosidad.

-Al parecer esa mujer logró escribir una carta para ofrecerme una disculpa- contestó Whiss con una expresión apática mientras paseaba los ojos por aquella nota.

-¿Y qué dice?

-Que no lo hizo con mala intención y que lamenta haberme causado problemas.

-¿Es todo?- le cuestinó Bills cruzando los brazos con cierto disgusto.

-Aqui hay algo más. Posdata: me comí tus chocolates. Ay, como sino no pudiera darme cuenta de eso viendo las cajas vacías- dijo eso haciendo una mueca de desagrado- Segunda posdata: no tienes nada extraordinario bajo esa túnica.

Whiss lució un poco confundido. No comprendió la frase. Bills se cubrió la boca con la mano para no reírse. No pudo contenerse. Acabo riendo a carcajadas casi al mismo tiempo que el ángel entendía el mensaje entre esas palabras, pasando de azul a morado y cubriéndose el torso con los brazos, casi como si estuviera desnudo e intentase cubrir su piel.

-No hay nada extraordinario debajo de tu túnica- repitió Bills medio sentándose en el aire para sujetar su abdomen y seguir riendo.

-Deje de mofarse, señor Bills- le exigió el ángel, pero fue inútil. Las carcajadas del dios resonaron en todo el palacio por varios minutos.

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