7. Duelo de emociones.
Tema: Resistiré / Attaque 77
Varios meses han pasado desde que comencé a trabajar en <<Divas>>, claro está que nadie sabe de eso. Para todos trabajo en un resto-café de veinticuatro horas llamado <<Soles>> en el turno de la madrugada. Tengo todo muy bien organizado; salgo del club a las 5:00 am, me cambio y llego a dicho restó a las 5:30 am. Pido mi cappuccino, lo bebo tranquila y a las 6:00 -que es el cambio de turno- salgo junto con los chicos que trabajan allí y los días que Pablo va a buscarme no sospecha nada.
Hablando de Pablo...¡me siento tan mal con él! Nuestra relación ha cambiado mucho, en realidad yo he cambiado y es que mi trabajo ahora es algo...diferente.
Resultó ser que el sector que según Dany <<no iba a querer conocer>> eran seis habitaciones donde algunas chicas tenían sexo con los clientes, y yo comencé a formar parte de ese reducido grupo el día que el médico nos informó que a mi mamá se le había extendido el cáncer a otras partes de su cuerpo. Fue demasiado duro, otro par de intervenciones, más estudios, quimios y medicamentos.
Aún recuerdo la charla que tuve con Benjamín.
—¿Estás segura de eso, Adela? Mira que después no hay marcha atrás —me dijo amenazante.
—Necesito el dinero, maldita sea. ¿¡Qué no endiendes!? —exclamé irritada.
—Claro que lo entiendo —puso sus manos sobre mis hombros —solo te explico como es la cuestión.
—Se muy bien como función la "cuestión" —respondí haciendo comillas con mis dedos— y ya es una decisión tomada.
—Está bien pero dime, ¿cómo harás para que los clientes quieran estar contigo? O sea, eres hermosa pero no tienes experiencia como las otras chicas.
—Ni creo que necesite demasiada experiencia, y además —me acerqué más a él —mi novio nunca se quejó —le dije de forma insinuante.
—Está bien —dijo rendido— tú ganas.
—Gracias —dije abrazándolo.
—Sí, sí —nos separamos —recuerda que vamos 70-30.
—¿Qué? ¿Por qué? ¡Eso es injusto!
—Con las otras chicas voy 50-50, pero contigo estoy siendo considerado por la situación de tu mamá.
—Ok —dije después de varios segundos —es un trato — y lo sellamos con un apretón de manos.
Desde ahí hasta conseguir mi primer cliente fue cuestión de un par de horas. Un cincuentón bruto que me trató como mierda, mordiendo mis senos con brusquedad y penetrándome con desesperación.
Cuando salió de allí lloré largo rato. Pero lo que realmente me resultó difícil fue otra cosa. El sexo oral.
Cuando le practiqué sexo oral por primera vez a un cliente supe que era una puta consagrada. Ese día, cuando el tipo se fue, vomité y llore como nunca; me sentía basura.
Pero eso ya es parte del pasado, ya aprendí a finjir placer, a hacerles creer que me satisfacen y que me complace usar mi cuerpo para calmar su calentura. Aprendí a resistir.
Pero lo cierto es que ya no puedo seguir con Pablo, él no se merece todo esto. Ya no quiero que me bese, que me toque, que me haga el amor; siento que no merezco que alguien me trate con tanto amor después de todo lo que hago. Por eso mismo estoy aquí, esperándolo en el banco de una plaza para ponerle fin a nuestra relación. Lo quiero muchísimo y por eso mismo voy a dejarlo libre para que encuentre una buena mujer, alguien que se lo merezca y lo haga feliz.
Lo veo a lo lejos con una sonrisa que es capaz de iluminar el sitio más oscuro del universo y ya no tengo dudas, debo dejarlo ir.
—Hola —dice intentando besarme. Yo pongo mi mejilla —¿Qué ocurre Adela?
—Hola Pablo —tome aire— debemos hablar.
—Sí, lo sé —me respondió abatido.
—¿Qué sabes? —no pude evirar asustarme.
—Ya no quieres seguir con lo nuestro, ¿verdad? —sua ojos estaban llorosos.
—Lo siento tanto. Pero...
—Dime que estoy haciendo mal, dimelo. Estoy dispuesto a cambiar lo que me pidas con tal de seguir a tu lado.
—No se trata de eso —acaricié su mejilla —se trata de que ya no siento lo mismo por ti y no quiero seguir ilusionándote.
—Yo te amo Adela, te amo muchísimo. Tanto que mi amor alcanza para los dos.
—Sería muy injusto para ti si hiciera eso —estoy hiriendo a una de las personas más importantes de mi vida. Se cubrió su rostro entre sus manos y permaneció así por largo rato.
—¿Entonces ya no hay marcha atrás? ¿Ya lo decidiste? —dijo al fin mirándome con su rostro empapado en lágrimas.
—Sí. Lo siento —esto me dolía y mucho —podemos ser amigos.
—No —dijo rotundamente mientas se ponía de pie —no puedo ni quiero ser tu amigo —asentí —siempre serás el amor de mi vida Adela.
—Y tú el mío.
—Es gracioso que lo digas cuando acabas de dejarme.
—Pablo...
—Ya no importa —limpió sus lágrimas —te deseo que seas muy feliz —Y se marchó llevándose consigo los sueños que una vez tuve, la Adela que hace tiempo fui. Se llevó con el mi mejor versión, mi esencia, la pureza que un tiempo existió en mi. Se llevó todo lo que ya no soy.
La vida siguió su curso. Facultad, hospital, el club y muy poco tiempo en casa. Ya casi no hablo con mis amigos, ni siquiera con Luna. Lo cierto es que no quiero mezclarlos en esta vida que llevo, ya no soy divertida y solo sonrío de forma auténtica cuando estoy con mi mamá. Todos creen que mis cambios son a causa de su situación y en parte es verdad. Estoy enojada con la vida por hacer que una mujer tan increíble y maravillosa como ella sufra tanto.
El invierno trajo la primavera, con ella llegaron mis exámenes que logré aprobar para orgullo de mi mamá. El verano llegó sigiloso y rápidamente se marchó y otro otoño comenzó.
Clases, medicamentos, llantos, tratamientos, cuerpo de alquiler y sentimientos nulos.
Ya nada importa.
Pero hoy algo diferente ocurrió.
Como siempre estaba dentada en el regazo de alguien, riendo fingidamente y coqueteando descaradamente.
—Adela — me llamó Benjamín.
—Dime.
—En tu habitación te espera alguien.
—¿Y eso? —dije frunciendo mi ceño —Yo no he hablado con nadie.
—Lo sé, es un amigo mío. Está deprimido porque un negocio le salió mal y pensé que podrías levantarle el ánimo — se encogió de hombros.
—¿Y yo que gano a cambio, eh?
—No te cobraré comisión. El 100% de lo que pague es tuyo.
Sonreí sinceramente.
—Cuenta conmigo —Lo tome del rostro y le di un fogoso beso en sus labios, eso ya era algo habitual.
Me dirigí al camarín, me retoqué el maquillaje y me perfumé. Después de todo era un cliente <<especial>>.
Entré a mi habitación y el susodicho se encontraba de espaldas.
—Buenas noches —dije en tono seductor.
Se giró y quedé en shock.
Sus ojos oscuros, negros como la noche y mirada profunda. Su cabello castaño y rostro perfecto.
Era el chico más hermoso que había visto en mi vida.
—Hola.
—Hola.
Nuestras miradas permanecieron conectadas lo que parecieron siglos. Sentía que lo conocía, conocía esa mirada, pero no sé de donde.
—¿Eres el amigo de Benja? —dije rompiendo con el encantamiento.
—Sí, y tu debes ser su estrella.
—Supongo —dije riendo de forma provocativa.
—¿Te molesta si te llamo así? ¿Estrella?
—Para nada. Puedes llamarme como quieras.
—Tú también puede llamarme como desees —me respondió.
—Bien, te llamaré... —comencé a rascar mi barbilla — mmmm...ya sé me ocurrirá.
Sonrió.
—¿Por dónde deseas comenzar guapo?
—Bebamos algo —Me sorprendió su respuesta.
—Ok.
El bebió whisky y yo tequila. Conversamos de todo y de nada. Su sonrisa era hermosa y su boca me resultaba apetecible. Por primera vez en muchísimo tiempo sentía deseos por un hombre.
Luego de un rato comenzó a besarme el cuello y desnudarme lentamente. Me tocaba como si fuera una pieza de delicada y fina porcelana. Besó cada parte de mi piel e hizo que me estremeciera.
Lo recibí ardiente y llena de placer. Lo disfruté como nunca. Fue como hacer el amor, mi alma no se elevó a sitio alguno, estaba allí conmigo y con él.
Repetimos el acto otras tres veces. Era perfecto, un oasis en medio de mi desierto.
—Ya se como te llamaré —le dije descansando en su pecho al tiempo que amanecía.
—¿Cómo?
—Oasis.
—Me agrada, mi estrella.
—¿Volverás? —le pregunté cuando se dispuso a irse
—Por supuesto.
Me besó en la boca. Ningun otro cliete lo hacía, pero él no era uno más. Eso lo podía sentir.
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