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5. Opciones

Tema: Total Eclipse of the Heart / By Bonnie Tyler

La vida es más dura de lo que en algún momento imaginamos.

Cuando somos niños anhelamos tanto crecer, ser mayores y al vivir situaciones de esta magnitud deseamos ser chicos otra vez. Suelo cerrar mis ojos e imaginarme que el mundo es perfecto. Logro perderme en mis pensamientos y viajar a través del tiempo para llegar ahí, donde éramos felices, donde reíamos jugando guerras de almohadas, leíamos hasta la madrugada y bailábamos en la sala esa música tan particular.

¿En qué momento todo cambió tanto?
¿Cuándo fue que la alegría se desvaneció?

Es profundamente doloroso reemplazar momentos alegres por tristezas, sonrisas por llanto y sustituir cosquillas por abrazos para calmar el dolor del alma.

Una vez leí por ahí que la tristeza es necesaria para distinguir cuando somos felices y cuando no, pero tanto dolor no se justifica así de fácil.

Llevamos cuatro meses desde que mi mamá comenzó las quimioterapia y la situación es cada más complicada. El tratamiento y la medicación no están dando resultado, ella perdió unos doce kilos y gran parte de su cabello. Su sonrisa no llega a sus ojos y simula estar bien para que yo no me angustie. Le hago creer que me convence su actuación para no amargarla, pero en las noches lloro en silencio por miedo a perderla.

El médico me dijo esta tarde que van a operarla.

—Adela, lo siento pero no tenemos más opción que...

—¿Extirparle...su seno? — pregunté con mis ojos cerrados y mi rostro empapado de agua salada.

—Sí Adela —me afirmó en tono de compasión.

—¿Y cuándo se lo diremos? — era muy doloroso.

—Lo antes posible, pero antes quisiera hablar contigo de otro problema...

—¿Qué ocurre doc?

—Conozco tu sacrificio estudiando y trabajando,y se muy bien de la situación económica de ustedes pero esto es ajeno a mí. Los pagos de los tratamientos están muy atrasados y lo que se viene será mucho más costoso aún. Puedo elevar una carta a los directivos para arreglar una nueva financiación pero para ello tendrían que abonar el total de la deuda.

Llené mis pulmones de aire y exhalé con fuerza.

—No se preocupe doctor, conseguiré el dinero para todo —aunque no sabía de donde.

—Bien. Hablaremos mañana con Perla.

—De acuerdo, solo le pido que no le mencione lo del dinero. Lo último que quiero es preocuparla.

—Por supuesto. Estoy totalmente de acuerdo contigo así que cuenta con ello.

—Gracias — le sonreí.

Me fuí de allí destrozada. Lloré largo rato sentada en el banco de una plaza y luego me fui al café a trabajar. Atendí a los clientes con la mejor cara que pude, cosa que me resultó muy difícil.
Mi turno acaba y me dirijo a la oficina de Carlos, él y su esposa Yanet son mis jefes.

—Permiso Carlos, ¿puedo pasar?

—Adela, claro que sí. Toma asiento, ¿en qué puedo ayudarte? —el siempre tan amable.

—Veras...necesito saber si podrías hacerme un préstamo. La enfermedad de mamá empeoró y tienen que operarla. No tengo dinero y... —ya no pude seguir aguantando y comencé a llorar.

—¡Lo siento tanto Adela! —se acercó a mi y acarició mi hombro Dr forma paternal— Déjame ver que puedo hacer, ¿si? Llamaré a mi contador y buscaremos la forma de ayudarlas. Mañana mismo te doy novedades.

—Gracias. De verdad muchas gracias.

Salí de allí luego de calmarme, y rogando al cielo que esto resultara bien.

Al llegar a casa encuentro a mi mamá dormida en su nueva mesedora, se la trajeron Pablo y su mamá para que estuviera más cómoda. Realmente se preocupan mucho por nosotras. Me han ofrecido dinero y ayuda más de una vez, pero me avergonzaba aceptar, pero si Carlos no pudiera hacerme el préstamo no me quedarían muchas más opiniones.

Preparé la cena y la desperté. Cenamos y vimos una película, no recuerdo el nombre, pero era muy graciosa, dos tipos se colaban a bodas y hacían destrozos. Luego de eso fuimos a dormir.

Falté a la facultad para acompañar a mi madre a la consulta. Le dimos la triste noticia de la operación y lloramos juntas por mucho tiempo.

En la noche volví a hablar con Carlos.

—Adela, esta es la cantidad que podemos prestarte, lo siento —dijo entregándome un cheque con menos de la mitad de lo que necesitaba.

—Gracias Carlos, sé que hacen lo que está a su alcance y lo valoro muchísimo. A demás de que no tienen la obligación.

—¿Qué harás Adela?

—No se... creo que tendré que buscar otro empleo, perdón —le dije apenada.

—No tienes que disculparte, te entiendo. Hagamos una cosa, llévate el dinero y cuando puedas me lo devuelves.

—No puedo aceptar eso —negué.

—Claro que puedes y lo harás. Yanet está de acuerdo con esto.

—No se como agradecerles...

—No tienes que hacerlo.

Me dio un fuerte abrazo.
Realmente él y Yanet son personas excepcionales, tengo mucha suerte de trabajar aquí con jefes tan buenos, pero no me queda de otra que marcharme.

Suena mi celular, era Pablo. Justamente pansaba en que tendría que hablar con él y sus padres, dejar mi orgullo de lado y pedirles ayuda.

—Hola amor.

—Hola mi vida—su voz era apagada.

—¿Qué ocurre?

—Estoy viajando con Manuel y mis papás. Mi tío Enrique falleció

—¡No es posible! —Exclame con sorpresa.

—A nosotros también nos tomó así, fue un infarto.

—Dios, lo siento tanto.

—Mi mamá está destrozada, era su único hermano.

—Dale un fuerte abrazo de mi parte y dile que la quiero mucho. Lamento no estar allí, ustedes siempre están a mi lado y yo no puedo acompañarlos.

—No llores mi vida, ella lo entiende —dijo tratando de consolarle —Le diré de tus saludos. Nos vemos en unos días. Te amo.

—Y yo a ti.

Finalizamos la llamada. Era obvio que no les pediría nada.
Adiós mi última esperanza.








Me encuentro sentada en el patio de la facultad, les conté a Daniela y Avril, mis compañeras, lo que ocurría. Cuando Avril se marchó con su novio, Daniela habló.

—Adela, yo sé de un lugar donde siempre necesitan chicas para trabajar, así lindas como tú. Pagan bien.

—¿Dónde? —le pregunté entusiasmada

—Donde yo trabajo.

—¿Y eso de qué va?

—Pues...es un club...un club nocturno.

—No estoy entendiendo Dany.

—Bailamos para hombres de mucho dinero, les servimos tragos, les hacemos compañía mientras apuestan entre ellos....

—¡Estás loca! —intenté levantarme para irme, pero ella me lo impidió.

—Espera Ade. Piensa un poco nena, no tienes más opciones, es por tu mamá. Yo lo hago por mis hermanos, desde que mamá murió y mi padre decidió irse no se a dónde sólo me tienen a mí y bueno... —dijo encogiéndose de hombros.

—Lo pensaré —era una locura.

Fuimos a clases pero no pude concentrarme. Lo que me dijo Daniela daba vueltas en mi cabeza. Soy capaz de hacer todo por mi mamá, pero esto no es algo en lo que haya pensado alguna vez. Ese mundo no es mi mundo, de alguna manera estaría traicionando a Pablo y su confianza, a mi mamá y los principios que me inculcó, y sobre todo me traicionaría a mi misma.

Hoy no trabajo en la cafetería, así que me dirijo rápidamente a casa.

—Mamá, llegué —nada —Ma, ¿dónde estás? —El extremo silencio heló mi sangre —¡Mamá!

Lo que mis ojos ven me deja en shock. Mi mamá en el piso del baño, inconciente.
Corrí hacia ella y al notar que respira el alma vuelve a mi cuerpo. Llamé de inmediato a la ambulancia que llego en menos de diez minutos.

Pasaron casi dos horas hasta que el doctor salió. Me indica que lo acompañe a su consultorio.

—Adela. La situación está empeorando. Hay que realizar la intervención cuanto antes.

—Ay mi Dios —cubrí mi rostro con mis manos.

—Puede ser que parezca un insensible al preguntarte esto ahora, pero como te expliqué antes, esto está fuera de mí. ¿Pudiste conseguir el dinero?

En ese momento recordé a Daniela. Mis ojos ardían por las lágrimas contenidas. Esa era mi única salida. Lo haría por mi mamá.

—En dos días lo tendré — dije seria.

—Bien. Hablaré con los directivos entonces...todo saldrá bien — dijo tocando mi hombro izquierdo.

—Dios lo oiga —supliqué.

Salimos de allí y fuí con mi mamá.
Cuando se durmió fuí a mi casa y me di un baño para relajarme. Lo que estaba a punto de hacer no era nada fácil.

Tomé mi celular:
—Por mi mamá — me dije a mi misma.

—Hola Daniela, soy Adela.

—Hola Ade, dime.

—¿Sigue en pie la propuesta que me hiciste esta tarde? —solté sin más.

—Por supuesto —me respondió después de un largo silencio.

—En media hora estoy en tu casa.

Finalicé la llamada y solo pude llorar.

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