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19. Perdida.






Tema: Esta soledad/ by Kany García.

El viaje esta siendo agonizantemente largo y lento. Desde mi ventana puedo observar el paisaje, campos verdes, ganado, vegetación en su puto máximo, cielo azul totalmente despejado y un sol tan brillante como caliente. Todo ese exterior es el lado opuesto de mis sentimientos donde mi alma está tormentosa, mi corazón diluvia y mis esperanzan lloran por haber sido pisoteadas. Estoy desmoronada, con todo mi interior hecho pedazos sin poder terminar de asimilar lo que me esta ocurriendo. Camilo me dejó sola sin importarle nada, ni las promesas, ni los momentos vividos, ni mi corazón...ni siquiera nuestro hijo, porque la realidad es que si Margot tenía la prueba de embarazo solo a través de él pudo llegar a sus manos.

¿Por qué me mintió? ¿Por qué me hizo ilusionar tanto? ¿Cómo alguien puede ser tran cruel y no importarle en lo más mínimo los sentimientos de los demás? Si nunca me hubiera dicho que me amaba, si jamás me hubiera hecho creer que quería formar una familia conmigo, si nunca se hubiera comportado como un príncipe azul recién salido de un cuento de hadas todo sería mas fácil, dolería sin dudas, pero no tanto cómo ahora ya que también debo cargar con el precio del engaño y el saber que fui una idiota al creer cada una de sus palabras.

¿Es qué estoy destinada. A ser infeliz, a sufrir, a estar sola?
Puedo contar con los dedos de una mano las personas con las que podría contar en estos momentos y la mayoría de ellos están en casa y no creo que vaya a volver. Pero antes de tomar decisiones drásticas y definitivas tengo que confirmar ciertas cosas.

Tomo mi teléfono, pero esta vez ya sin esperanzas de tener noticias suyas, mi intención ahora es hablar con otras dos personas. Disco el primer número con muchísimo miedo, miedo a confirmar cada palabra dicha por esa mujer.

—Hola.

—Hola Fernando. Soy Adela. ¿Cómo has estado? ¿Mejoraste?

—Muy bien muchacha. Gracias a Dios fue solo un susto, ya estoy para otra — rió—¿y tú?

—Bien, me alegro por ti.

—Gracias.

—Dime algo, ¿Camilo está en tu casa? Es que no logro comunicarme con él —dije lo más natural que pude.

—Salió con Denise hace como una hora.

—¿Con Denise? — lágrimas incontrolables comenzaron a caer por mi rostro.

—Sí, y para serte sincero se veía muy contento. Se despidió de mi diciendo que no sabía cuando volvería. A mi no me gusta esa muchacha para él, yo creía que lucharía por estar contigo, por su felicidad y que no se dejaría convencer por Margot tan fácilmente, pensé que Camilo marcaría deferencia de sus hermanos. Pero me equivoqué. Lo más triste de todo esto es que a su lado va a ser tan infeliz como lo he sido yo con su madre. Son esa clases de mujeres que sólo les importa las apariencias, y mi hija Clara es igual  —suspiró— ¿Qué pasó con ustedes Adela? ¿Por qué Camilo cambió de parecer en tan pocos días? El aquí defendió su relación a capa y espada y ahora salió con esto.

—Pasó que a veces es más fácil huir que enfrentar los problemas y decir verdades. Gracias Fernando y cuidate.

—Espera. ¿Estás bien?

—Para ser sincera, no. Pero ya lo estaré. He aprendido a vivir con el dolor que provoca la ausencia de las personas que más amo. Por favor, no le digas a nadie que llamé.

—Tranquila muchacha, y que Dios te bendiga.

—Igualmente y gracias.

¡Se fue con ella! ¡Soy una estúpida!
¿Cómo no me di cuenta antes de como eran las cosas? Doy varias bocanadas de aire para lograr calmarme y poder hacer esa segunda llamada.

—¡Adela de mi vida! ¿Y esto tan extraño de recibir una llamada tuya?

—Mira Benjamín, voy a ser directa y espero que tu respuesta sea igual. ¿Es verdad que Camilo es tu socio en el club y que la noche que nos conocimos fue para probarme como lo hace con todas las prostitutas de allí?

—Sí...y no.

—No entiendo. ¡Habla claro! —quería gritar pero no podía. Por más que el micro no estaba lleno habían varias personas en él.

—Tranquilízate. Sí es cierto que cuando vino aquella noche todavía eramos socios, y también es verdad que él las probaba y como nadie sabía que el también era patrón era más sencillo, así podían comportarse de manera natural. Pero tú fuiste la última, cuando entraron las últimas dos se reusó a acostarse con ellas. Y te digo que sí y no porque ya no somos más socios. Ayer en la tarde vino a firmar los papeles para venderme su parte. Me dijo que esto ya no tenía sentido, lo había hecho sólo por molestar a su madre y quería tratar de hacer las pases con ella. También me dijo que el club no cuadraba con la vida que está comenzando, así que ya no somos socios. ¿Qué ya no están juntos?

—No. Digamos que no funcionó. Gracias por todo Benjamín. Adiós y suerte.

—Suerte para ti también muñeca, y si algun día deseas volver, aunque sea solo a servir tragos, serás bienvenida.

—Sinceramente espero no tener que hacerlo pero igual gracias.

Al finalizar la llamada estaba aún peor que antes, hablar con Fernando y Benjamín solo sirvió para confirmar cada palabra de esa bruja. Confieso que en el fondo de mi corazón esperaba que todo fuera mentira, y así bajar en la próxima estación, retornar a casa y que me explicara porqué no había llegado.

Me pongo en mi asiento en forma fetal y acaricio mi vientre:

—No te preocupes bebé, mami estará contigo siempre. Seré para ti como mi mamá lo fue conmigo, no necesitaremos a nadie más. Te protegeré, te amaré y te cuidaré, y tu serás mi ojos de cielo.

Entre lágrimas y pensamientos me quedé dormida. Me desperté con el anuncio del guarda diciendo que nos encontrábamos en un pueblo escala. Aquí podíamos bajar, ir al baño del restaurante que hay frente a la plaza, comprar agua y comida y también estirar un poco los músculos. En veinte minutos seguiríamos el viaje.

El pueblo se ve bonito. La plaza es grande y está llena de gente. Hay árboles, flores y muchos juegos donde los niños se divierten como locos. Me es inevitable sonreír al verlos, ya que en unos años mi hijo estará así como ellos y pensarlo me llena el alma de emoción. Tomo mi bolso y me dirijo al restó, fui al baño y compré unos sandwichs, jugo de mango, golosinas y agua. ¡Este niño me va a hacer engordar!

Me siento en un banco a comer y a pensar bien en todo. En la ciudad a la que voy vive una hermana de mi padre a la que no veo hace años, pero sé que me recibirá feliz. Ella siempre me quiso, vive sola y confío en que me ayudará. Igual decido llamarla. Cuando le conté que iba rumbo a su casa gritó de felicidad, me preguntó si iba con mi madre, le negué diciendo que le explicaría todo al llegar. Le comenté que estaba en el pueblo y dijo que tenía unas tres horas mas de viaje y que me esperaría con pastel de peras, ¡ya se me antojó! Al cortar la llamda voy hacia el micro y una señora que venía viendo unos papeles me pecha y todo cae al piso.

—Disculpe —le digo ayudándola.

—No te preocupes, fue mi culpa. Venía distraída.

Al acabar corro hacia el micro y...¿no estaba?

—Disculpen —le digo a una pareja— ¿el micro que estaba aquí estacionado? Estaba de paso.

—Se marchó hace menos de cinco minutos.

—¡No puede ser! — dije agarrando mi cabeza.

—¿Podemos ayudarte?

—Sí, ¿dónde se encuentra la agencia? Necesito sacar un nuevo pasaje.

—Mira, por esta calle sigues tres cuadras, doblas a la derecha y haces tres cuadras más, luego dos más a la izquierda, verás una farmacia y en frente está la agencia.

—Gracias.

Con un plano mental, un poco enredado, comencé a caminar hacia allí. Hice las primeras tres cuadras observándolo todo. Vi un jardín de infantes, un supermercado, una panadería y una tienda de ropa.

Al doblar ocurrió algo que jamás se me ocurrió que pasaría. Dos chicos en una moto con sus cascos puestos pasaron por mi lado y él que iba atrás arrancó mi bolso con rudeza haciendo que casi caiga al piso.

—¡Vuelvan aquí! ¡Traiganme mis cosas por favor! — otra vez el maldito llanto—¿por qué Dios mío? ¿Por qué?.

Me arrodillé en el pavimento y deje que mis lágrimas cayeran. Ahora sí estaba perdida. Sin dinero, sin teléfono, ni ropa y tampoco  documentos. ¿Cómo saldría de allí? Ya comenzaba a oscurecer así que decidí retornar a la plaza.

—¿Dónde se encuentra la comisaría? — le pregunté a una señora.

—A dos pueblos de aquí— me respondió seca y siguió su paso.

Me senté en el mismo banco que hace rato y agradecí el llevar atada a la cintura mi campera deportiva ya que empezaba a hacer frío.

Las personas comenzaron a desaparecer y pronto quedé sola en medio de ese lugar desconocido. De repente me vino a la mente aquella noche que estuve perdida en el campo, cuando supe la verdad sobre mi padre, pero ahora mi madre no estaba para venir a rescatarme.

Pasar la noche en el banco de una plaza, en un pueblo desconocido es algo que no le deseo a nadie. Jamás me había sentido tan sola y miserable en toda mi vida. Esa sensación de vacío, de falta de hogar, ese sentimiento horrible de abando son, junto con la muerte de mi madre, las peores cosas que viví.

Pasaron cuatro días. Los peores cuatro días de mi vida. Agua bebía porque en cada esquina había una canilla pública, pero no tenía nada para comer. Había revuelto la basura en la panadería, el primer día tuve suerte y encontré algo de pan viejo pero los siguientes días fueron en vano. En el restaurante pedí sobras y me corrieron, también urgé en los contenedores pero nada, asumí que todo se lo darían a sus empleados. Desde ayer en la mañana no paso junto al restaurante, ya que el sentir el aroma a la comida hace que llore del hambre tan grande que siento. Mis lágrimas caen por ese vacío en mi estómago y pienso en el daño que toda esta situación provoca en mi hijo.

Intenté pedir ayuda pero nadie me hace caso, me ven como si fuera una loca. Imagino que será a causa de mi mal aspescto por estar cinco días con la misma ropa y las ojeras por mal dormir bajo un árbol y cubierta con nylon.

Ya no soporto más. Caminando hacia una de las canillas a refrescarme siento como mis piernas tiemblan y voy perdiendo fuerzas. Mi vista comienza a nublarse y todo lo veo doble. Los sonidos del entorno son cada vez más lejanos para mi. De pronto ya no puedo sostenerme en pie y todo se vuelve negro.






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