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15. La Diosa de la transformación.

Tema: Mamá, mamá/ Los nocheros


Daría la mitad de mi vida con tal de que esto solo sea un triste y angustioso sueño. Mi cable a tierra, mi ídolo, mi ejemplo a seguir, mi motivo para despertar cada día se ha marchado. ¿Con quién lloraré mis tristezas? ¿Con quién compartiré mis alegrías? ¿Quién me dará razones para no rendirme?

La luz de mis ojos se extinguió. Con su partida la mitad de mi corazón dejó de latir. Un vacío inmenso se apodera de mi pecho, ¡y duele! Duele como una maldita puñalada. ¿Quién me enseñará a seguir viviendo?¿Quién iluminará mis días? ¿Quién sostendrá mi mano para que no caiga?

El cielo ha de estar de fiesta con el retorno de uno de sus ángeles, mientras aquí la tierra se viste de luto por la pérdida de un ser excepcional. El amor y la comprensión se materializaron a través de ella en este mundo tan lleno de rencor y predispuesto a juzgar.

No puedo evirar sentirme furiosa con la muerte que vino por ella, y con Dios y la vida por permitir que la primera se la llevara. Ellos me la arrebataron sin importar cuanto la necesitaré. Necesitaré sus abrazos para enfrentar mis miedos, necesitaré oír su voz diciendo que todo estará bien, necesitaré que alguien me llame <<ojos de cielo>>.

Ese don único de ser mil mamás en una solo lo poseía ella. Lo único que calma un poco mi inmenso dolor es saber que entre todas me tocó la mejor.

Tengo el rostro empapado de una mezcla amarga entre mis lágrimas y la fina llovizna que cae silenciosa acompañando la tristeza.


El sacerdote que ofrece la misa de entierro acaba con sus oraciones dándome paso para que diga las palabras de despedida. Suelto mi mano del agarre de Camilo y me dirijo frente al cajón donde el cuerpo de mi madre reposa.

Por primera vez reparo en los demás.
Mi abuela llora desesperadamente abrazada de una foto de mi madre mientras mi tío Luis trata de consolarla sin éxito, ya que él está tan mal como ella. Margot está en silencio con la mirada perdida y lágrimas caen de sus ojos sin que pueda evitarlo. Sandra reza incada a un lado del ataúd. Francisco y Fermín se ven sumamente afectados. Luna y Pablo tratan de ocultar sus lágrimas . Daniela y Benjamín solo me observan con tristeza. Y Camilo...él me mira de una manera especial Sus ojos reflejan tristeza pero a la vez una leve chispa sale de ellos con la intención de demostrarme que está aquí para darme las fuerzas que necesito y puedo leer el amor en ellos.

Iba a comenzar mi despedida cuando recordé lo que Sandra me dijo cuando aún estábamos en el velorio:

A mi también me duele su partida, Perla fue y será siempre la hermana que elegí y por todo el amor que le tengo te digo que prefiero saberla descansando en la Gracia de Dios que sufriendo aquí. Puede sonar duro pero así lo creo, sería egoísta de mi parte preferirla aquí a mi lado entre medicinas y nauseas a que su alma y su cuerpo estén en paz.

Oprimo con fuerza el tallo de la rosa blanca que llevo entre mis manos y procedo a hablar dejándome llevar por la paz que las palabras de la amiga de mi madre me han traído cambiando totalmente mi discurso.

—Las personas buenas no mueren, su alma viaja a través de una potente luz para llegar a un sitio mágico y perfecto donde no existen ni el dolor ni el sufrimiento. Mentiría si dijera que no extrañaré su presencia, sus abrazos, su mirada, su tono de voz, y hasta hace unas horas mis palabras de despedida hubieran estado basadas en mi sufrimiento por su partida, porque he sido tan egoísta que sólo en eso había pensado hasta que alguien abrió mis ojos — Sandra me sonrió amargamente desde su lugar— pero ahora solo diré que me alivia pensar que mi madre ya no sufrirá más y ese es mi único consuelo, saber que está lejos del dolor físico y del agotamiento.

<<Perla fue, es y será la mejor madre de todos los tiempos, me enseñó a apreciar las pequeñas cosas de la vida y que es tan valioso un viaje a un destino lujoso como compartir un sofá viendo tu programa favorito y tomando helado con la persona que amas. Me enseñó a luchar, a que uno elije hasta donde llegar y que los límites no existen.
Ella fue mi todo, supo ser madre, padre, amiga, hermana, confidente, maestra, psicóloga...ella se transformaba en lo que yo necesitara, era mi diosa de la transformación. Me apena que no llegue a ver que sus sacrificios resultaron, no va estar cuando me gradúe ni cuando me case, no podré llamarla en la madrugada para preguntarle como calmar a mi hijo que no para de llorar ni me enseñará como cambiar los pañales. Pero estuvo en otros tantos momentos felices e importantes de mi vida y elijo refugiarme en ellos. Y sobre todo tuvo tiempo de sobra para enseñarme una de las cosas mas importantes de la vida, me enseñó a amar.
Por eso ma te digo gracias, gracias por ser como fuiste, gracias por cada sonrisa, por cada momento feliz, por cada día compartido. Gracias por ser la mejor. Te amo infinitamente. Hasta pronto mamá.

Coloqué la rosa sobre su cajón y sin poder evitarlo caí de rodillas sobre el pasto mojado. Mi abuela se acercó a mi abrazándome.

Cada palada de tierra que arrojaban para cubrir el ataúd era como si enterraran también una parte de mí. Me faltaba el aire. Quería correr, gritar, llorar, desaparecer. Quería morir junto con ella.

Mi tío y mis primos se llevaron a mi abuela de allí y poco a poco todos se fueron marchando. Camilo se sentó a mi lado.

—¿Qué haré ahora? No sé para dónde ir...me siento perdida.

—Por lo pronto iremos a tu casa, te darás un baño y comerás para luego descansar. Mañana arreglaremos el resto de las cosas.

—¿Irás conmigo? —pregunté mirándolo a los ojos.

—No te dejaré sola mi amor, ni ahora ni nunca.

Acarició mi rostro, beso mi frente y me abrazó con honda ternura.


—¿Y por que me lo ocultaste mamá? Nunca me interesó si él volvía o no pero el que lo hayas enfrentado sola no me causa ninguna gracia, ¡me lo tendrías que haber dicho!

Lo siento mi vida, no quería que cargaras con un problema más. Y solo fueron un par de veces, hasta el día que descubrió mi enfermedad y dijo que volvería cuando murierase encogió de hombrospromete que no dejarás que logre sus objetivos, no permitas que te haga sufrir como lo hizo conmigo. Defiende lo que te pertenece.

Te lo prometo mamá...

Abrí mis ojos exaltada recordando uno de los fragmentos de la última conversación con mi mamá. Un frío recorrió mi espalda, inhalé y exhalé varias veces. Miré hacia mi lado, Camilo dormía tranquilamente. Bajé lento de la cama y me dirigí a la habitación de mi mamá, me detuve en la puerta mirando hacia su interior cuando al fin tuve el coraje de entrar fue como si un muro de concreto cayera sobre mí y el llanto apareció de forma inevitable. Limpié mis lágrimas y fui en busca de la caja de la que habíamos hablado, me senté sobre la cama abriéndola.
Lo primero que hallé dentro fue una foto de nosotras dos juntas en la playa, la tomamos unos meses antes de que le diagnosticaran su enfermedad, la giré y en el dorso decía <<para que recuerdes lo felices que nos hacíamos, te amo>>. Esta mujer es increíble, hasta sin estar físicamente logra que mi amor y admiración hacia ella crezcan.

Luego encontré los papeles del seguro de vida y los de la casa, también unos pendietes de oro y una cadena de plata con un dije en forma de sol. ¡Recuerdo esa cadena! Ella solía usarla todo el tiempo pero cuando comenzó los tratamientos se la quitó. La besé y me la coloqué.
Desvío mi mirada fuera de la caja y allí lo veo, su saco favorito reposando sobre una silla. Extiendo mi brazo hasta alcanzarlo y me cubro con él, tiene su perfume impregnado y logro sentir que ella me abaza. Me es inevitable comenzar a llorar.

—Adela, mi amor. Tranquila nena — Camilo se sienta a mi lado y me abraza acariciando mi cabello.

—No podré, no podré... — mi llanto se torna más intenso e incontrolable.

—¡Claro que podrás! Tú eres fuerte, muy fuerte así como lo era ella.

—No me dejes sola, por favor — le pedí con desesperación.

—Nunca mi amor, siempre estaré contigo.

Y nos quedamos allí largo rato.

Después de almorzar obligada, fuimos al banco por lo del seguro. Yo no quería hacerlo pero Camilo insistió en que mi madre se enojaría si no lo utilizaba ya que ella había pensado en mi y en mi futuro. Hicimos el depósito del dinero en una cuenta corriente que me abrieron allí. Luego nos dirigimos con un escribano por el tema de la casa ya que ahora la mitad era mía y la otra mitad pertenece a mi padre y mientras él no apareciera no podría hacer nada con ella.

Llegamos a casa y antes de entrar hablé.

—Buscaré a mi padre para comprerle su parte de la casa. No quiero que nada me una a él.

—Yo te ayudaré.

—Te amo— rodié su cuello con mis brazos.

—Y yo a ti.

Sonreí por primera vez en varios días y nos dimos un tierno beso. Y tan compenetrados estábamos en nuestra demostración de amor que no notamos su presencia hasta que habló.

—¿Se puede saber que significa esto?

Nos separamos de forma abrupta.

—Mamá, ¿qué haces aquí? —preguntó Camilo sorprendido.

—Vine a a hacerle compañia y a consolar a mi sobrina, pero veo que mi hijo tan considerado ya se ha tomado esa molestia.

—Mamá...

—Hablemos adentro.

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