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13. Amor.





Tema: Desde que te vi/ by Natalino

Lo vivido ayer me tenía flotando y es que luego de todo lo que me ha tocado vivir y hacer creí que terminaría sola, que ya nadie podría amarme, y que nunca volvería a tener sentimientos de amor hacia otra persona que no fuera mi madre. Pero estaba equivocada y Dios tenía preparado para mí un amor gigante, verdadero y mágico. Bueno en realidad no sé si Dios estaría de acuerdo con una relación entre primos, quiero pensar que sí o no hubiera permitido que estos sentimientos afloraran tan veloz y profundamente. Aunque a veces Dios permite cosas raras como que la gente buena y especial como mi mamá sufra. Ya no sé que creer. ¿Será incesto acostarse con un primo? Si bien he hecho cosas peores fue por pura necesidad pero ahora es por plecer.

¿Qué pensarían mis otros primos de todo esto? ¿Y mi abuela? Y lo que es peor...Margot. Ella nunca estaría de acuerdo con esta relación, lo sé y no puedo evitar sentir una punzada en el pecho de solo pensar en ella queriendo separarnos y diciendo cantidad de aberraciones escudándose en el que dirán la gente y sus amistades, anteponiendo las apariencias a los sentimientos y la felicidad de su hijo.

Siempre supe que era esa clase de mujer superficial, frívola y por si tenía alguna duda Camilo terminó de confirmármelo ayer al comentarme algunos momentos de su infancia. No puedo imaginarme lo duro que ha de ser crecer con una madre así tan desamorada y poco demostrativa cuando yo he crecido con una tan dulce, cariñosa y dedicada. ¿Cómo puede una madre ser así con sus hijos? Yo no podría nunca tratar a mis hijos de esa manera. Voy a intentar ser como a sido mi madre conmigo, aunque dudo que pueda llegar a ser tan buena como ella.

Hijos...¿los tendré con Camilo? Y si es así, ¿qué pensarán de mi relación con su padre? O peor... ¿cómo reaccionaría yo si una de mis hijas tuviera una relación amorosa con un posible hijo de Clara o Cristóbal? ¿Y como actuaría Camilo?

Decido que ya fue suficiente de suposiciones, pensamientos raros y temores. Me pongo en pie, me dirijo al baño para asearme y luego salgo en busca de Camilo. No me sorprendo al encontrarlo en la cocina preparando el desayuno. Camino hacia el en puntas de pie, pero no se sorprende las sentir mis brazos alrededor de su cintura.

—Buenos días mi estrella.

—Buenos días mi Oasis... No logré sorprenderte— le dije al tiempo que giraba, haciendo un leve puchero.

—Pude sertir tu aroma en el ambiente.

—Payaso —golpee suavemente su hombro. El rió.

—Siempre tuve la <<habilidad>> para notar las presencias.

—Ahora si te creo.

Me dio un tierno beso.

—Espero que tengas hambre porque preparé desayuno como para un batallón.

—Si....¡y mucha!

—Genial.

Y era totalmente cierto. Podríamos haber desayunado quince o veinte personas sin inconveniente. Café, té, leche, tostadas, mermeladas, queso, pan, fruta, galletas, jugo y snaks. Todo un bufete.

Luego de llenar nuestros estómagos y jugar un rato nos dimos una fogosa ducha juntos y nos dirijimos al pueblo que me prometió ir el día anterior. Quedaba a casi 50 kilómetros de distancia por, lo que demoramos casi una hora en llegar.

Nuestro primer destino fue la feria artesanal y era maravillosa. Estaba repleta de puestos, cada uno más bonito que el otro. Muchos de los artesanos trabajaban allí mismo realizando sus <<obras de arte>>, pero quedé impactada con una chica que tendría mi edad, ella trenzaba pulseras y tobilleras en una tablilla con una agilidad envidiable. Pero lo que llamó mi atención realmente fue que no estaba sola, estaba con sus tres hijos. Se notaba en ellos la humildad, los pequeños llevaban puesta ropa vieja al igual que su madre pero estaban limpios y prolijos –una cosa es ser pobre y otra muy distinta es ser sucio, dice siempre mi mamá y tiene toda la razón-. Compartían un pedazo de pan, y su madre los observaba orgullosa por el gesto. Se veían felices. Entonces lo comprendí. Siempre hay más alternativas, siempre hay mejores caminos sólo que yo me desvié al más sencillo, me obligué a acostumbrarme y autoconvencerme de que era el único.

Camilo notó mi cambio de humor y me apartó. Y como si leyera mi mente, habló.

—No todos reaccionamos de la misma manera ante las adversidades de la vida y eso no te convierte ni en mejor ni en peor persona, te convierte en alguien único. Y los sacrificios que cada uno hace son igual de valiosos que los que hacen los demás porque nadie es mejor que nadie.

Acarició mi mejilla, besó mis labios y volvió a donde la artesana se encontraba. Sacó su billetera comprándole todo su trabajo. La muchacha no tenía palabras para agradecer, sus hijos saltaban de alegría. Luego de agradecer por milésima vez tomó su lona y se marchó a trabajar en su casa para realizar lo que pondría a la venta mañana.

Cuando le pregunté que haríamos con ese mundo de pulseras y tobilleras me sorprendió su reacción. Me entregó una de las bolsas y comenzó a regalarle las artesanías a la gente que pasaba al grito de <<reciban las pulseras de la felicidad y las tobilleras de la dicha>>. En veinte minutos ya no nos quedaba nada.

Seguimos nuestro trayecto tomados de la mano. Visitamos muchos otros puestos, comimos hot dog y tomamos gaseosas.

Un rato más tarde me llevó al centro del pueblo, me enseñó varios lugares, las instalaciones de un viejo hospital donde ahora funciona una escuela, el casino, tiendas, un instituto de bachillerato y una iglesia.

—¿Me acompañas a la Iglesia?- me preguntó

—Claro —me sorprendió su pregunta pero me pareció una buena idea.

Una vez dentro caminamos hasta quedar frente a la imagen de Jesús. A un costado se encontraba encima de algo parecido a un pedestal una vasija con agua bendita. Camilo humedeció su pulgar con ella e hizo una cruz sobre mi frente, repetí su acción. El sacó algo de su bolsillo y lo introdujo en el agua, lo observaba sorprendida.

—Los compré cuando estabas distraía viendo los vestidos.

Eran un par de anillos artesanales, sencillos pero hermosos y tenían tallados nuestras iniciales, el que asumo sería el mío por cuestión de tamaño tenía una C y el otro una A. Sentía en mi pecho una opresión y ganas de llorar, de felicidad por supuesto.

Camilo tomó mi mano y me guió hacia los bancos. Nos sentamos.

—Adela— comenzó a hablar— esto es algo totalmente simbólico pero no podía seguir esperando para decírtelo. Sabes que te amo, te amo tanto que ya no distingo donde acaba mi alma y comienza la tuya de tan dentro que te siento. No me interesa nada que no sea el ser feliz a tu lado y hacerte feliz a ti cada día por siempre. Quiero hacer el amor contigo cada noche, quiero ser el padre de tus hijos, quiero que te enojes conmigo porque dejo las toallas mojadas en el piso del baño o porque aprieto el pomo de la pasta dental por la mitad. Quiero que nos cuidemos cuando seamos viejitos, y que te enfades tanto que me mandes a dormir al sofá, para que luego tengamos la reconciliación mas romántica y fogosa. Quiero estar para siempre a tu lado. ¿Aceptas? ¿Aceptas pasar conmigo el resto de la vida? ¿Aceptas casarte conmigo?

Solo pude asentir con mi cabeza, las palabras no me salían, igualmente creo que en ese momento sobraban. Me beso dulcemente con lágrimas en su rotro, el mio estaba igual. Colocó mi anillo en mi anular e hice lo mismo.

—Te amo Camilo. Te amo tanto mi amor. ¡Jurame que no estoy soñando! —le rogué.

—No mi amor...aquí estamos y todo esto es real. Mágico pero real.

Nos fundimos en un tierno abrazo.



Hablé con mi madre antes de ir a dormir. Seguía igual que la noche anterior, llena de energía y se oía feliz. Y yo también lo estaba. Sin poder contenerme le conté lo ocurrido en la Iglesia, se puso a dar brincos cual quinceañera, me felicitó, hablo con Camilo y luego volvió a felicitarme y gritar eufórica. Comenzó a hablar de vestido, centros de mesa, peinados...tuve que frenarla. Estaba como loca.

Salimos a cenar a un restaurante muy lindo en otro pueblo, un poco más lejos que el anterior.

Lo pasamos genial, la comida era deliciosa y el vino espectacular.

Íbamos de salida cuando alguien nos detuvo.

—¿Camilo? ¡No lo puedo creer!

—¡Denise! —dijo él...¿feliz?

La tal Denise se le prendió del cuello como garrapata y a él parecía no molestarle.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó el con una enorme sonrisa.

—Estamos organizando el cumpleaños de mi amiga Julieta, ¿la recuerdas?

—Claro que sí. ¡Que bien!

—¿Y tú? ¿En qué andas?

—Vine con mi prima a pasar unos días a la casa de mis abuelos — dijo señalándome.

Ahora era su prima. ¡Súper!

—Un gusto, Denise — extendió su mano con una enorme sonrisa en su rostro. Era preciosa.

—Adela —le respondí seca.

—¿Por qué no van mañana en la noche a mi casa? Ahí celebraremos el cumpleaños de Juli.

—Me encanta la idea. Ahí estaremos— respondió el

—Los espero a las 9:00 pm. Adiós Camilo — besó su mejilla.— Adiós Amelia.

—Adela, me llamo Adela —respondí conteniendo mis ganas de abofetearla.

—Ay disculpa. Soy pésima para los nombres. Bye — y se fue sacudiendo sus caderas bastante más de lo necesario.

Salí de allí hecha una furia.

—¡Ey! Mi amor, espera. ¿Qué te ocurre? —me preguntaba Camilo mientras corría tras de mí.

—¿Que qué me ocurre? ¿En serio? No sé tal vez el que esa tipa te abrazara con tanta confianza y tú la recibiste feliz, o que dijera mal mi nombre luego de que ambos me ignoraran durante su simpática charla. Puede ser también por aceptar su invitación así sin más. O quizá el que me hayas presentado como tu prima. ¿Quién sabe?

—Adela cálmante. Deja que te explique...

—¿De dónde la conoces?

—De la secundaria. Era compañera de Clara.

—Y... —lo obligué a seguir cruzando mis brazos y golpeando el pavimento con mi pie derecho.

—Y también fue mi novia —admitió.

—Agggrrr...

—Espera. ¿A dónde vas? Adela, ese ni siquiera es el camino mi amor.

—¡No me digas mi amor! —grité.

—Está bien, pero ven al auto. No tienes otra manera de llegar—  el condenado tenía razón.

—Ni se te ocurra hablarme —le dije en tono amenazante. El hizo con sus manos un gesto de rendido y subimos al coche.


Al llegar a la casa me fui a dormir a uno de los cuartos de huéspedes. Camilo fue a buscarme tres veces, pero estaba demasiado enojada como para hablar.

Al día siguiente cruzamos miradas durante el desayuno mas ninguno habló. Sentí un gran alivio al notar que a pesar de haber discutido no se había quitado su anillo.

Durante el día él se dedicó a recorrer las plantaciones mientras que yo descubrí una gran biblioteca y me dediqué a husmearla. Habían libros bellísimos.

Eran las 8:30 pm y por más que no hubiéramos hablado cada uno por su lado se aprontó para la dichosa fiesta. Estaba frente al espejo acomodando mi cabello cuando me abraza por la espalda:

—No tolero un segundo más así, distanciado de ti. Por favor perdóname y deja que te cuente todo, ¿sí?

Giré.

—Habla.

—Denise y yo fuimos novios hace años en Europa, nos separamos cuando su familia volvió para aquí. Sus padres y los míos son buenos amigos. Sé que hice mal al presentarte como mi prima pero en ese momento solo pensé en que si le comentaba a mi madre sobre que andaba con mi novia las cosas se complicarían. Quiero ser yo quien hable con mis padres y les cuente los nuestro, no por miedo sino porque es lo que corresponde. ¿Me entiendes?

Asentí.

—En cuanto a la fiesta no tengo justificación. Dime que quieres que haga, haré lo que sea con tal que me perdones.

Una idea cruzó por mi cabeza.

—¿Lo que sea?

—Ajá...

—Pues no quiero que te acerques a mi durante toda la fiesta en plan romance o de calentura, y tampoco podrás insistir en que salgamos de allí antes de que acabe.

—¿Sólo eso? — preguntó con el ceño fruncido y algo confundido.

—Sólo eso —le respondí

—Esta bien —sonrió

—Hay un detalle...

Me alejé un poco de él, sin subir por completo la falda de mi vestido me quite lentamente mi braga, la doblé en cuatro y volví a acercarme a él dejándola en el bolsillo interno de su saco.

—Ahora sí, listo.

Su mandíbula estaba en el piso y yo tuve que contener mi carcajada.



Durante la fiesta Camilo se veía nervioso, sobre todo cuando me vio bailando con el hermano de Denise. Podía notar los celos en su rostro y eso me encantaba. Yo misma hacía llamado constante a mi fuerza de voluntad para no llevarmelo a algún baño de la casa y tener sexo salvaje.

En un momento de la noche lo perdí de vista y salí a buscarlo, mi sorpresa fue cunado lo encontré con esa Denise al costado de las escaleras. Él estaba recortado a una pared y ella jugaba con el cuello de su camisa.

—¿Por qué no Camilo? Vamos, no vas a arrepentirte.

—Denise — dijo el quitándose de encima las asquerosas manos de la fulana— estoy comprometido, voy a casarme.

—¿Qué? —la cara de la tipa era un poema.

—Lo que oyes, y estoy muy enamorado.

—Tu madre no comentó nada.

—Porque no lo sabe, así que te pido discreción, por favor.

—Estás loco.

—Loco no, enamorado.

Eso me bastó para mandar todo al diablo.

Cuando Denise se alejó diciendo una sarta de insultos me acerqué a él.

—Vámonos de aquí — le dije tomándolo de la mano y casi arrastrándolo.


Llegamos a la casa prendidos fuegos y sin la menor preocupación hicimos el amor en plena sala y luego seguimos en la habitación. Esto era parte del acuerdo que sellamos en la Iglesia.



Un sonido hizo que abriera mis ojos con pezades, eran las cinco de la mañana, hacía menos de una hora que nos habíamos dormido. Me sorprendí al notar que el sonido provenía de mi celular. Al principio no reconocí el número pero luego sí y mi corazón se oprimió.

—Hola... —contesté en un hilo de voz...





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