10. Sorpresas.
El miércoles amanecí renovada, con el alma alborotada y el corazón esperanzado. En mi interior había una danza festiva en honor a los momentos vividos la noche anterior. Nunca había sentido tanta felicidad, tanta adrenalina y es tan así que temo sea un sueño y despertar en cualquier momento. Es que mentiría si dijera que jamás fui feliz porque sí lo he sido y mucho, pero a pasado tanto tiempo desde la última vez que no logro asimilarlo. Es como haberme acostumbrado a los latigazos que la vida se ha empeñado en darme y no es por victimizarme, eso nunca. Pero sí es cierto que parece haberme escogido para ser la guerrera de los próximos cien lustros, mas agradezco al cielo que a la par de todo ese dolor también me envió fuerzas.
Una vez escuché por ahí que Dios no le manda a sus hijos una prueba que éste no esté apto para asumir, y por más que no haya tomado las mejores decisiones he sabido pelearla, no me he rendido y no lo haré nunca.
Pero ahora todo está cambiando, veo un alo de luz entre tanta oscuridad, diviso fe y luminosidad. Palpo alegrías y júbilo. Roso las nubes con las puntas de mis dedos. Estoy feliz.
Puede que me esté precipitando pero a estas alturas no tengo ya mucho que perder y tal vez demasiado para ganar.
Y eso sin contar con el huracán interno que me provocaron las palabras de mi Oasis diciendo que solo pretende cosas buenas conmigo, que quiere sacarme de allí, darme lo que según él, merezco. Darme amor. Suspiro ante el recuerdo de sus palabras y ya no tengo dudad, estoy perdidamente enamorada de ese hombre. Algo en sus ojos me dice que puedo confiar en él y que todo lo que me dijo es verdad. Él me mira de una manera única y especial, casi con devoción.
Luego de hacer el amor por segunda vez en la noche me dijo la palabras las hermosas que jamás oí:
<<Si el mundo se terminara ahora mismo no me importaría porque estoy donde quiero estar. Eres lo más resplandeciente que he visto, produces en mi efectos que no sabía que existían. Tu mirada detiene y acelera mi corazón al mismo tiempo y tu sonrisa paraliza mi alma. Puedo jurarte que si esto no es amor entonces nada en el mundo lo es>>.
Salgo de la facultad y me dirijo a casa para merendar con mi madre, le prometí que beberíamos té de menta y anís con su pastel favorito, gateau de frutas. Pasé por la pastelería y lo compré. Llegué a casa con un enorme sonrisa en el rostro, sonrisa que rápidamente se desvanece para darle paso a un gesto de rotunda sorpresa al ver que mi amiga Luna estaba allí.
Sin decir nada se acercó a mi con sus brazos abiertos, dejé encima de la mesa lo que traía y correspondí a su gesto. No fui conciente de todo lo que la extrañé hasta ese momento.
Ella era mi amiga, mi hermana, mi cómplice.
Al separarnos no sabía que decirle, sus ojos me mostraban preocupación y nervios. ¡La conozco tanto! Sé que quiere contarme algo.
Preparamos el té y compartimos las tres uno de esos momentos para atesorar hasta el fin de los tiempos. Risas, chistes, anécdotas y confidencias. Así pasó la tarde, la mejor tarde en mucho tiempo.
Mi madre fue a recostarse, yo tenía unas tres horas antes de salir rumbo al club, así que mi amiga y yo nos dirigimos hacia la casita del árbol que teníamos en el fondo de mi casa donde solíamos pasar horas enteras jugando a las muñecas e imaginando que nos casabamos con nuestro príncipe azul.
—Lu, yo te debo una disculpa por mi comportamiento en este último tiempo. Podría darte mil excusas y sé que las aceptarías, pero la realidad es que no voy a dartelas sólo quiero que sepas que estoy muy arrepentida de distanciarme tanto de ti. Prometo que no volverá a pasar nunca. Eres mi hermana y te amo.
—Adelí —reímos ante ese apodo tan original que siempre usaba conmigo— yo también te amo mi hermana. Eres muy importante para mí, eres parte de mí. Imagino que nada ha de ser fácil, pero te pido, te ruego, no vuelvas a distanciarte así de mí, me hiciste mucha falta.
—¿Amigas para siempre? — pregunté extendiendo mi miñique.
—Amigas para siempre — respondió al tiempo que repetía la acción y los juntábamos como cuando hacíamos una promesa con solo diez años de edad.
Un gesto suyo me desconcertó.
—Lu, ¿qué quieres contarme?
—Tengo miedo de como te lo tomes. En realidad, ni siquiera se por donde empezar.
—¡Me estás asustando!
—Es que...mira. Yo hace un tiempo que...bueno...en realidad ni yo misma entiendo como sucedió, pero pasó.
—¡Ya Luna, por favor! Me tienes los pelos de punta. Sueltalo de una vez.
—¿Así sin más?
—¡Si, vamos!
Ella respiró profundo y soltó cuatro palabras que jamás creí oír.
—Estoy saliendo con Pablo.
1, 2, 3...50...¿ehhh?
—¿Qué dices? Eso...¡eso no es cierto! O sea, es imposible. No tiene sentido —La miré a los ojos. Se reflejaba la culpa en ellos, pero eso no me detuvo —Luna. Pablo es mi ex, o sea...no pueden. Se supone que eres mi amiga y las amigas son salen con los ex novios de sus amigas. ¡Por dios!
—¡Deja que te cuente todo, por favor! —rogó.
—¿Qué vas a contarme? ¿Cómo te metiste en su cama? —le respondí con sorna.
—Adela, tú lo dejaste y él estaba muy mal y a su vez también te distanciaste de mi. Comenzamos a acercarnos a causa de eso, a hablar y a compartir tiempo juntos. El dolor por tu lejanía nos unió. Y hace unos meses todo se volvió distinto. Empecé a verlo con otros ojos, él se preocupaba por mi, me acompañaba a la facultad, salíamos a bailar, a comer... y una tarde luego de divertirnos mucho en la playa...pasó. Nos besamos y ya no pudimos detener nuestros sentimientos. ¡Perdóname!
Traté de digerir la información recibida pero aún no lograba asimilarlo.
—Dame tiempo Luna. Deja que me haga a la idea de que mi mejor amiga, mi hermana, está ahora con mi ex novio.
Me fui a darme un baño para luego marcharme a trabajar.
El jueves llegó y desde ayer sólo logro pensar en Luna y Pablo. No es que me moleste, ya no siento nada por él, solo un cariño muy especial por lo que fue en mi vida, mi primer amor. Pero no logro formar en mi cabeza una idea de ellos dos juntos como pareja y no es por ser egoísta, ambos merecen ser felices es sólo que creo me va a llevar algo de tiempo asimilarlo.
El sonido de mi celular me saca de mis pensamientos y al ver un número desconocido frunso el ceño.
—Diga.
—Hola mi estrella — mi corazón se detuvo al oír su voz.
—Oasis...tú, ¿cómo conseguiste mi número? —de sólo escucharlo mis piernas temblaban.
—Se lo robé a Benjamín — dijo mientras reía.
Su risa. La melodía más perfecta del mundo.
—Niño malo — Sonreí
—Te extaño, te necesito. ¿Crees qué podamos vernos un rato?
—¿Ahora?
—Sí. ¿Puedes? — preguntó.
—Claro. ¿Dónde?
—Ve hasta la plaza que está a la vuelta del club, allí te espero en media hora. Lleva ropa cómoda —sonaba alegre.
—Está bien. Hasta ahora.
—Hasta ahora —finalizamos la llamada.
Fui hasta la habitación de mi mamá a avisarle que saldría un rato. Ella se sintió feliz diciendo que en mis ojos hoy el sol brillaba de manera deslumbrante y yo me sentí aliviada al saber que su amiga Sandra estaba camino a visitarla y no quedaría sola.
Me vestí con una cómoda remera de algodón estampada y un short blanco. Me coloque zapatillas deportivas y me hice una cola alta en mi cabello. Dijo cómoda, ¿no?
Me encogí de hombros y sonreí satisfecha.
Cuando llegué a nuestro punto de encuentro lo vi. Tan hermoso con sus bermudas de rombos y remera azul. Me apetecía desnudarlo y gemir bajo su fuerte cuerpo. Me sonroje ante mis pensamientos.
Se acercó a mi con su sonrisa encantadora.
—Hola mi amor — dijo basándome.
—Hola — respondí sonriendo como idiota.
—Estás tan perfecta.
—Pues gracias. ¿A dónde iremos?
—¡Sorpresa! —exclamó alzando sus brazos.
Subimos a su auto y nos dirijimos por un camino desconocido para mi. Durante el trayecto fuimos con la música muy alta, cantando muertos de risa. En algún alto nos dábamos besos fugases o una tierna caricia.
Cuando llegamos a destino mi mandíbula cayó al piso, el parque de diversiones.
—¿Te gusta? —preguntó nervioso.
—Hace años que no vengo a uno. Esto es alucinante. ¡Me encanta!
—¡Lo sabía! ¡Sabía que te gustaría! —dijo feliz como un niño al que le dan un dulce.
—Oasis...no es que no me encate todo esto pero, ¿no se suponía que nos veríamos el sábado y nos diríamos nuestros nombres?
—Necesitaba verte, te lo dije cuando te llamé. Te extañaba mi estrella — solo pude sonreír — el sábado tendremos nuestra cita y hablaremos de ello, ahora sólo disfrutemos.
Me extendió la mano y salimos del coche.
El parque es espectacular. Este no lo conocía. Tiene muchísimos juegos, puestos de artesanías y de comidas. El aroma al algodón de azúcar y pop están impregnados en el aire. Familias felices, niños jugando, algarabía y carcajadas invaden el ambiente. Se me antojó el mejor lugar del mundo en ese momento. Toda esa alegría es sumamente contagiosa y ya la siento en mi.
Pasamos por la boletería y compró pases para varios juegos. Primero el samba, luego la rueda gigante y le siguieron la montaña rusa, el tren fantasma -donde aproveché a abrazarlo bastante- y la casa de los espejos. Pero fue en los autos chocadores donde nos dio dolor de panza por tanto reír. Comimos algodones e hicimos una guerra de palomitas en pleno parque. Me sentía una niña. Luego almorzamos comida chatarra y tomamos helado.
Más tarde fuimos a una playa cercana, estaba vacía ya que la temperatura había descendido bruscamente. Caminamos abrazados por la orilla del mar, el me había cubierto con una campera deportiva suya y llevaba una el también.
De un instante al otro nos encontrábamos en medio de besos cargados de pasión.
—Hagamos el amor en el agua — le dije.
—¿Estás loca? ¡Debe estar helada! — dijo riendo
—¡Vamos! Será divertido, lo juro.
Me alejé de él y comencé a desnudarme lentamente con movimientos sensuales. La luz tenue de la luna era nuestra única compañía y ella un testigo mudo que nos guardaría el secreto por siempre.
Ya desnuda comencé a meterme mar adentro. El contraste de mi piel caliente con el frío del agua era casi tan exitante como sentir en mi espalda la mirada deseosa de mi hombre.
En pocos segundos el se encontraba despojado de sus prendas y detrás de mi. Comenzó a besar mi cuello al tiempo que llevaba sus manos hacia mi intimidad. Comenzó a acariciarla de manera firme y consisa. Yo solo deliraba. Cuando llegué a mi orgasmo retiró su mano llevándosela a la boca.
—Tu sabor es mi perdición — dijo con voz ronca apoderada por el deseo. Nos fuimos mar adentro y me hizo suya con una combinación perfecta entre pasión y delicadeza. Y al terminar nuestro encuentro me miro a los ojos tiritando de frío y exitación y lo dijo.
—Te amo mi estrella.
Una lágrima de felicidad se me escapó. Me sentía feliz, me sentía plena. Y solo fui capaz de responderle dejándome llevar por ese hermoso sentimiento.
—Te amo mi Oasis.
Fui a trabajar subida en una nube de felicidad. Me sentía fuera de este mundo. Era como volar al cerrar los ojos, todo lo que estaba sucediendo no me parecía real.
Hablé con Benjamín esa noche diciéndole que hoy solo ayudaría a Caro con los tragos porque no me sentía bien. El supo que era mentira pero, para mi sorpresa, no se negó. Y es que yo no sería capaz de estar con otro hombre luego de saber que él me ama. ¡Me ama! Quedo estática mirando la nada pensando en sus manos recorriendo mi cuerpo, el sabor de sus besos, el sonido de su risa, su manera de divertirse. Su intención hoy no era solo un plan romántico, era divertirnos, conocernos, según sus propias palabras <<logré mi objetivo, verte feliz e irradiando luz>>. Pero fue lo que dijo luego lo que me confirmó ese sentimiento que más tarde me animé a confesarle, luego de que también lo hiciera.
<<No me importanta tu nombre ni de donde vienes. Me basta mirarte a los ojos para ver tu alma y saber quien eres. Y ahora te digo que eres mi vida entera, mi sol y mi razón de ser>>.
—Oye niña, ¿te tragaste un payaso que estás tan sonriente? — me preguntó Cici de forma divertida
—Algo así — solté una carcajada.- Vamos a trabajar, anda.
Y así lo hicimos.
El viernes luego de salir de clases preparé un rico almuerzo para mi mamá, ya que ese día salía más temprano de lo habitual.
Conversamos de sus terapias, de como se sentía y como iba todo con la enfermera que viene en las noches y según ella, es innecesaria.
—Adela, mañana tenemos un almuerzo en casa de tu abuela. Vienen tus tíos Margot y Fernando.
—A no no no. No puedes obligarme. No tengo 11 años como la última vez.
—No pretendo obligarte pero por favor, acompañame ¿si?
—¡Mamá! —dije suplicante.
—Es muy importante para mi. Después de todo es mi hermana. No quisiera irme de este mundo sin hablar con ella.
¡Golpe bajo Perla Guzmán!
Achiné mis ojos mirándola fijamente.
—Bien, iré contigo— respondí resignada.
—Gracias mi ojos de cielo. Por cierto...hace varios días que esa mirada tuya está despejada. Tienes algo que contarme.
—Conocí a alguien...pero aún no quiero hablar de eso.
—Respeto tus tiempos mi niña, solo te diré que me alegra mucho verte así de feliz.
Nos abrazamos.
Luego de un rato llamé a mi Oasis para avisarle que no podría ir a nuestra cita. El se entristeció pero lo comprendió. Muchas palabras de amor y varios <<te amo>> fueron el contenido de nuestra charla.
El sábado llego y nos fuimos a casa de mi abuela en taxi. Al llegar ella nos recibió como siempre, feliz de vernos. Conversamos bastante sobre mis estudios, trabajo, los tratamientos de mamá... En fin, nos pusimos al día.
También conocí a la novia de Fermín. Una hermosa y dulce chica llamada Cecilia. Pasé un buen rato con ellos y me cayó muy bien, parece querer mucho a mi primo y eso me encanta.
Unas horas después llegaron ellos. Margot igual que siempre, presumida y altanera. El paso de los años no hizo que entendiera que no es más que nadie, pero al menos ahora se viste mejor.
Fernando, por otra parte se veía guapísimo como siempre. El estaba más calmado, como menos altanero. O al menos eso noté el rato que conversamos.
—¿Y qué tal mis nietos? Sé que Camilo está aquí, el lunes vino a visitarme. ¿Pero Clara y Cristóbal?
—Clara está en España, está de novia con un médico muy reconocido. ¡Está hermosa mamá! Ya casi acaba su carrera de psicología. Y Cristóbal hace un postgrado en arquitectura. Pero ese niño es un casanova.
Su voz chillona me retumba en la cabeza y decido salir dar una vuelta por los alrededores. Hacía mucho que no venía por estos lados y muchos recuerdos de mi infancia llegaron de repente. Pasé por ese lugar donde mi prima me había dicho aquella tan dolorosa verdad. Luego de un rato me decidí a regresar.
Al volver mi abuela me llama ansiosa.
—¡Adela ven! Tu tía llamó a tu primo para que se vieran después de tantos años. ¡Aquí está!
Me arrastró enérgica hacía la sala y cuando lo vi no logré entender.
—Adela, este es tu primo Camilo. Camilo aquí está tu prima Adela.
Quería correr, llorar, gritar, hudirme en el más profundo pozo y desaparecer. Pero mi cuerpo no reccionaba. Comencé a sentir que el aire me faltaba al tiempo que noté que su cara también reflejaba sorpresa y confusión.
Ya todo tenía sentido.
C.A.G.
Camilo Arismendi Guzmán.
Mi Oasis.
Mi amor.
Mi primo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro