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Nebuloso precisar

dedicado a __nakiri  <3
age up! 28 años - canon divergente.

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Un llamado a la distancia le advierte que no regrese allí, que espere a por refuerzos porque es demasiado peligroso, pero él tiene un mal presentimiento y una labor por cumplir.

Así que Cellophane, tras dedicar su típica sonrisa y un guiño al civil del grito, y bajar el visor de su propio casco; se tambalea en el aire utilizando las paredes aledañas al edificio prendido fuego.

Claro que ante todo, hay una razón para volver —pese a apenas haber podido escapar de las llamas en la primer ocasión: de entre un velo negro de dióxido y el cielo, Cellophane creyó distinguir a una persona corriendo, subiendo por las escaleras de incendios como si su vida dependiera de ello. Y si ese es el caso, entonces es su deber entrometerse.

Cuando consigue aterrizar graciosamente sobre la terraza las cosas no pintan a ponerse más fáciles. Desde allí arriba es mucho más evidente que el cielo está tapado por un manto de oscuridad, Cellophane se pregunta si es a causa del humo o por el mal clima anunciado en la mañana.

Allí arriba también, el héroe se encuentra con una chica mucho más joven que él; una adolescente cubierta de ceniza que, al parecer, está entrando en un ataque de histeria.

—Tranquila, tenemos que salir de aquí.

Cellophane se acerca con la rapidez que su traje y el calor le permiten. Pero a cada paso que avanza, la chica retrocede con miedo y eso lo desorienta.

—¿Qué demonios estás haciendo? Quiero ayudart-

—¡No te metas y vete!

Oculto en su casco, Cellophane mantiene un semblante perplejo. ¿Acaso no buscaba ser salvada? Es entonces, cuando encuentra que el calor los rodea de forma antinatural, que Cellophane entiende la gravedad de las cosas.

Es muy probable que el incendio haya sido provocado por la singularidad de la joven, de todos modos no tiene mucho tiempo para pensarlo. Cellophane es "atacado" por el fuego y, pese a tratarse de movimientos torpes de parte de ella, él a duras penas puede esquivarlo.

Hace tanto calor y hay tanto humo a su alrededor que es difícil maniobrar en contra y atraparla, el filtro en su casco apenas funciona y se siente extremadamente sofocado.

Para cuando quiere darse cuenta, gran parte de su cuerpo había sido tocado por el fuego, zonas rojas que le escosen en carne viva y Cellophane ahora teme no solo por su vida, sino por la de la joven que se encuentra acorralada ella también.

.
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El temor no se disipa para cuando un estruendo invade la escena. Un par de relámpagos, una ráfaga de viento que los mece y el comienzo de un fuerte aguacero que apacigua las llamas más rápido de lo que debería.

Cellophane agradece con creces a la naturaleza —o al pro que, naturalmente, puede encargarse de controlar estos hechos—. Pero cuando hay un incidente de tal magnitud las cosas nunca se acaban tan rápido.

La joven frente a sus ojos se ve consumida por el miedo y la histeria. Al no tener escapatoria de los cargos que le vendrían encima y la culpa interna, ella decide intentar tirarse de la terraza del edificio.

—¡No, espera! ¡No tienes que hacer eso, niña! —Sero se siente aún más descompuesto. No puede respirar y de repente, su propio casco le provoca claustrofobia—. ¿Cómo te llamas? ¿Qué te ha pasado?

Aunque no sea la mejor de las ideas ponerle un nombre y apellido al problema. Un pitido invade sus oídos, Cellophane apenas puede escuchar las respuestas de la joven, como si no pudiera conectar con su alrededor.

El vestigio de un viejo recuerdo lo invade. Cello traga duramente cuando nota lo cerca del borde que está ella y le da miedo avanzar siquiera un paso. Hay algo que lo perturba más de lo que desearía.

—Podemos resolver esto abajo, ¿sí? Vamos a resolver esto, pero aléjate de ahí.

—... ¿De verdad lo crees?

Sero se retira el casco y asiente con una pequeña sonrisa, tratando de ser persuasivo. Una parte suya piensa que debería neutralizar a la joven, pero por un instante, él cree haberla convencido de no saltar.

Eso en el mejor de los casos. El ruido estridente de las sirenas de policía retumban desde abajo y lo siguiente que ve el héroe es a la chica cayéndose al vacío.

Cellophane acaba con los pocos centímetros que los separaban y utiliza lo último que le queda de fuerzas para atraparla con su cinta, envolverla en el aire. Suelta un grito de dolor cuando siente el peso muerto del otro cuerpo y, tras varios metros, corta la cinta, toma el extremo fuertemente con sus dos manos, y hace fuerza con las piernas para envolverla en una columna decorativa.

Y eso parece ser el final, ahora sí.

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Pero Cellophane no logra asomarse.

Por el contrario, él cae, se desliza contra el paredón y el suelo mojado. Está lloviendo mucho, él con su traje roto y su cuerpo y rostro completamente empapados, siente frío.

Su casco se encuentra tirado a varios metros suyos como para poder utilizar el comunicador. Aunque él está bien, ¿verdad? No necesita refuerzos para acabar el rescate —¿no los necesita?

Intenta hacerse una autoevaluación física primero: apenas puede sentir y mover su brazo derecho —con una marca explícitamente de quemadura decorando gran parte del mismo—, tiene zonas en el abdomen que de no ser por el flujo del agua, le arderían como el infierno, y en general el más mínimo movimiento se siente como una tortura.

Pero ha acabado en situaciones peores, considera, aunque ahora no puede (no quiere) recordar ninguna en específico.

Sero intenta peinar el flequillo pegado en su frente, y se frota la cara, los ojos con el agua de lluvia para aclararse —despabilarse, desaturdirse.

El incendio ha acabado, es probable que todas las victimas hayan sido asistidas, él mismo debería ser auxiliado pronto y la causante de esto está atrapada —colgada, ¿no es así?

Debería estar más tranquilo ahora.

El rescate, la misión- o lo que sea, había sido improvisadamente exitoso.

Y sin embargo hay una abrumadora sensación en su cabeza que le dice lo obvio: seguir vivo no es igual a estar bien.

La lluvia lo envuelve cada vez de forma más pesada, el aire se siente tan puro que duele y no pasa por sus pulmones.

La idea de la juventud de su enemigo —"enemigo"— se repite en su cabeza. Era una adolescente con un pasado casi completamente desconocido, quizás de la misma edad de él cuando entró a Yuuei con la esperanza de una vida mejor y con la idea de ser la esperanza de otras personas.

Aunque eso no es algo nuevo para él, enfrentarse con un adolescente rebelde quiere decir. Como héroe, Cellophane ha pasado por incontables situaciones de pelea y ha salido victorioso en cada una de ellas —si no contamos, claro, que la línea entre ganar y perder suele ser muy borrosa.

Pero él, una vez más, es solo Sero Hanta: la sombra de un seudónimo que suena similar a su nombre. Sero sobre un edificio corroído por las llamas, inestable, lleno de perdidas. Y él mismo perdido en su mente.

Hay algo que lo mantiene vulnerable, pero no desea dejarlo salir.

El tiempo se le antoja en pausa y creería que lo está de no ser por la lluvia que fluye a su alrededor. Siente que hay tanto silencio que le perturba y duele, ¿por qué nadie ha venido a buscarlo aún? Considera gritar por un segundo, pero no lo consigue, ya no le quedan fuerzas. ¿Qué no hay otros pros cerca? ¿Van a dejarlo ahí tirado hasta que el edificio colapse?

¿Por qué es un sentimiento tan familiar el abandono?

Y si hay gotas mojando su rostro, es muy probable que sean las lágrimas de sus propios recuerdos.

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Sero... rozando el borde de la inconciencia, tiene tantas ganas de cerrar los ojos y no volver a abrirlos que le entristece. Le pesan los parpados, más que de costumbre.

Sero... cree haber escuchado su nombre a la distancia, quizás una alucinación u otro recuerdo latente. Debería hacer un esfuerzo para confirmar, al menos, si es real. Pero se siente tan cansado, tan ido...

—¡Cellophane!

Una ligera sacudida consigue traerlo de vuelta. Sero pestañea varias veces antes de poder enfocar su visión, distinguir aquella voz ronca y preocupada. Las gotas resbalan encima de ellos y Ground Zero está tan cerca que el rojo de sus ojos le queman.

—Hey.

Bakugō lo mira fijamente, con el ceño fruncido y preocupado en partes iguales. Pero es gentil en su toque y Sero se siente extraño, quizás esté en el cielo ya.

—¿Cómo te encuentras? ¿Puedes ver bien? ¿Estás bien?

Sero entreabre la boca, intenta responderle, pero solo asiente y gira la cabeza hacia su derecha. En realidad, se siente culpable de algo que no pasó. Bakugō eleva una ceja y usa su comunicador para dar aviso a las autoridades de la situación.

—Tengo que sacarte de aquí.

Antes de poder decir algo más, Bakugō lo alza con delicadeza. Luego baja corriendo por las escaleras de incendios como si no estuvieran empapadas e inestables.

Descienden apenas dos de ocho pisos y lo siguiente que sabe Sero es que "Ground Zero" ha saltado y caído sobre el húmedo asfalto, y hay muchas personas alborotadas a su alrededor.

Sero siente que las cosas están ocurriendo muy rápido, tanto que no puede procesarlas. Anhela muchísimo dormir, pero sabe que no debería hacerlo. Bakugō le da indicaciones a los enfermeros mientras lo acomodan en la camilla antes de ser trasladado al hospital de urgencias.

"Él era el último dentro" confirma el equipo de rescate y Sero se siente aún más mareado por eso.

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Lo último que ve antes de abandonar la escena es a la chica, a la villana, recostada en una camilla y rodeada de enfermeros. Probablemente desmayada del susto, pero con vida.

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Sero cree haber estado en una pesadilla antes de despertar, con casi todo su cuerpo cubierto de vendajes y conectado a una máquina que lee sus signos vitales. Pero es un día más de los doce que ha podido, por suerte, contar.

Aunque estar tanto tiempo enclaustrado en un hospital no era el mejor escenario para nadie, y mucho menos para (un héroe como) él. Incluso si ha recuperado un poco de la movilidad de sus brazos, otras partes de su cuerpo se encuentran con marcas de quemaduras bastante comprometedoras.

Extraña un poco trabajar —o mejor dicho, extraña mantenerse ocupado con el trabajo. Por otro lado, odia no poder hallarse solo al estar rodeado de enfermeras y doctores, y Bakugō.

Algunos amigos y colegas suyos han ido a visitarle, claro, pero resulta ser una sorpresa la habitualidad con la que el rubio suele acercarse para hacerle compañía. Pese a que el crimen no descansa nunca, Ground Zero debe hacerlo por recomendación de un psiquiatra.

Así que es el doceavo día que Sero ha podido contar estando consciente y encerrado. Y es la quinta vez que ve a Bakugō sentado, leyendo a su lado.

—¿Cómo te sientes hoy? —pregunta, sin saludar.

—Si te soy sincero, como la mierda. Aunque no tanto como ayer.

—Tsk, es un avance.

Entonces se quedan callados. La hora del almuerzo está cerca y el sonido de fondo es un pasillo con movimiento y una televisión prendida frente a ellos. En la pantalla se muestra un programa de noticias del mediodía ya empezado. Sero no le presta verdadera atención, hasta que...

"¡¿Temporada de lluvias prematura o el estudiante a héroe Nubo ha hecho demasiado bien su trabajo?! Lo cierto es que, desde el incendio residencial en Tokyo, no han parado las precipitaciones. Aquel incidente donde un edificio estuvo a punto de colapsar debido a las llamas(...)"

Sero busca el control con la mirada para entretenerse. Otro panelista comienza a hablar.

"¿Cree que es un caso similar al atentado pirómano al centro comercial, ocurrido hace casi tres años en..."

Bakugō cambia de canal repentinamente.

—¿Qué no dan buenos programas a esta hora?

—Igual no quería ver la tele, voy a dormir un poco más.

—Uhm, descansa.

Bakugō apaga la televisión y sigue con su lectura. Sero cierra los ojos, pero aprovecha ese momento para pensar. O continuar con la pesadilla.

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Pasan unos días más antes de que le permitan empezar a hacer ejercicios físicos y desde entonces, su humor ha mejorado un poco, por lo que ha podido notar Bakugō.

Aunque la visita inoportuna de su jefa los tomó desprevenidos. Ella, pese a saludar y preguntar por su salud, también se encargó de recordarle sobre la pila de trabajo que le espera allá afuera una vez se recupere.

—No pongas esa cara de compungido, en unos días te darán el alta seguro —comenta Bakugō, luego de que la señora se haya retirado.

—Estaré dado de alta verdaderamente en, mínimo, dos meses más —responde. Eso sería el tiempo en el que, más o menos, podría volver a su labor de héroe.

Ya quiere irse de ahí.
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"Salgamos de aquí."

La lluvia cae como hilos finos cuando, finalmente, Sero pisa el suelo del estacionamiento del hospital. Ha sido un día largo. La brisa mueve su pelo en un tono melancólico y el sonido bullicioso de la ciudad lo saluda del otro lado.

Es quizás reconfortante para él.

El auto negro de Bakugō se estaciona frente suyo y la puerta del copiloto es abierta desde adentro.

—Sube.

Aún así, el héroe se siente confundido por la extraña hospitalidad de su amigo. Niega con la cabeza.

—Puedo tomar un taxi, ¡no hace falta que me lleves a mi cass- tsss. —Un calambre en su brazo lo invade, humillándolo.

—No te voy a llevar a tu casa, si es que le podés decir casa a ese cuchitril —habla por lo bajo. Sero abre la boca para quejarse—. Iremos a la mía. Y mira, me dan igual tus lloriqueos. Sube al maldito auto o seguirás puto mojándote en vano, no me iré de aquí sin ti.

Sero suspira un frustrado "está bien". No tiene energía para discutir con el ímpetu del rubio, al menos no hoy.

Emprenden camino hacia la casa del rubio sin más distracciones. Las ventanas se empañan rápidamente, el sol se pone atrás de las nubes y, cuando se detienen en un semáforo, Sero habla.

—¿Ha dejado de llover en algún momento? —dice, en el fondo, exasperado.

—Yo qué sé, supongo que sí.

Sero hace una mueca. Se siente algo ansioso, ansioso de soledad.

—¿Te molesta si duermo un poco? —pide.

—No.

Sero se acomoda contra la ventana, pero antes de siquiera poder cerrar sus ojos, Bakugō vuelve a hablar.

—Mmh, sé que son tiempos muy distintos, y quiero decirte que... —Sero puede notar como aprieta fuertemente el volante, buscando las palabras correctas. Entonces se miran a la cara, y esos ojos rojos le parecen tan cálidos—. Mierda, no voy a ser muy cursi, sabes que contas conmigo para lo que sea, ¿no?

El pelinegro asiente, confundido.

—Y lo que sea que esté ocurriendo por tu mente, puedes confiarmelo.

Sero intenta responder o reaccionar de alguna manera. No lo consigue y lo que resta del viaje lo pasan en silencio.

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Bakugō vive en una especie de mansión en un barrio privado un tanto alejado de la ciudad, Sero sabe que es por la seguridad de sus vecinos y bueno, la propia.

Cuando llegan, el rubio le tira las llaves y le pide que pase, que él llevará sus cosas. La puerta cruje cuando se abre, un calor hogareño se azota en su cara.

Y Kirishima los recibe desde el buró de la entrada, sonriente en aquella vieja foto, luego de la graduación si no mal recuerda. Sonríe de manera reconfortante, y Sero envidia no tener la misma calidez del pelirrojo dentro suyo —aquella que, con un simple gesto, te hacía sentir parte de algo más.

—Hay una habitación de invitados aquí abajo —dice, cargando con un bolsón—. No soy el ser más hospitalario, pero siéntete como en casa.

Bakugō amaga una sonrisa y eso desestabiliza a Hanta de muchas formas. Es extraño, haber perdido a un ser querido en batalla hace tanto tiempo y sentir que jamás vas a recuperar esa compañía. Recordarlo en silencio y añorar los buenos momentos, pero alejarte de quienes guardan una parte de él también.

Sero se ha sentido atrapado en una pesadilla de «¿Y si hubiera hecho esto...?» Casi tres años después del incidente, repitiendo esa escena llena de fuego una y otra vez, de la sonrisa y los ojos rojos de Kirishima perdidos en el horizonte de su mente; que al final, se ha alejado demasiado de su nueva realidad.

"Sé que son tiempos muy distintos."

.
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—... Gracias.

Bakugō lo observa confundido, le ha costado escucharle.

—¿Mmh? No fue nada.

—No, en serio, maldición —Sero siente como sus ojos se enrojecen—. Katsuki, gracias.

El rubio deja caer el bolsón con sorpresa para recibir a su amigo en sus brazos. Sero se desmorona, llora por primera vez en tanto tiempo y, por fin, se siente en compañía.

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- todo el ooc de baku es porque fue al psicólogo, ahre.

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