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13. Tus ojos [En mi boca]

Dedicatoria especial y única en esta historia para mi Kitten. Y para mantener quién es en secreto, no haré mención de su perfil.

[—Ian. Si sigues comiendo tanta papilla ya no habrá para mañana.— le advirtió Mack a su bebé, este solo balbuceo pidiendo más haciendo reír a Mack. Rodó los ojos con ternura y giro hacia la alacena.— Bien...— dijo buscando más papilla.— Pero ya te las acabaste todas.— y con la sonrisita de su bebé le bastó para convencerla, era muy parecida a la de su padre, Phil, aquel al que tanto amaba.— Creo que tengo que ir a comprar más.

Agarro un bolso y salió por más alimento para bebe a una tienda cercana. Pero... a pesar de que no se vistió muy ostentosa, esa silueta no se le escapaba al hombre que la observara. Con una postura firme, y una falsa que le llegaba a las rodillas y que se balanceaba con su ritmo de caminar; era el deleite de cualquier soltero.

—Hey bonita ¿Qué hay debajo de tu falda?— le preguntó Robert, un hombre rondando los 50 que siempre se fijaba en ella cada vez que pasaba por ahí. Ella, como siempre, se dedicó a ignorarlo. Pero ah, ese no era cualquier día, ese fue el día en el que Robert se canso de verla desde lejos. Se paró frustrado y se acercó a ella, ágilmente la acercó a su cuerpo y la observó con una mirada amenazante; pero para su sorpresa, Mack no lo observaba con miedo, solo con frialdad pura.

—Suélteme.— demandó agria y sin cambiar el gesto. Robert soltó una sonrisita cínica y volteo hacia su alrededor; la mirada de varias personas se hallaban sobre ellos dos. La luz del día era quien protegía por ahora a esa mujer con la que tanto fantaseaba.

—Escúcheme bien, Señora Denver. Mañana en mi cuarto a las 9:00 p.m. o si no tu esposo sufrirá las consecuencias. Y si el o alguien más se entera, entonces será tu hijo quien las pague.— Mack arrebato su brazo del hombre y le dio la espalda.

Suspiro sintiendo que sus piernas flaqueaban. Tranquila, tarados como ese son tan cobardes como para hacer algo de verdad.

O al menos eso se dijo así misma.

Al final volver a caer en la locura fue inminente.]

Adrien solo observaba a ese par de ojos celestes apagarse mientras consolaba a su mejor amiga. Su piel cosquilleaba de solo imaginar que ahora ella estaba rodeada de monstruos. Lo peor es que temía acercársele y que esa bestia que crecía en el despertara teniéndola a su lado.

—¿Cómo haremos para salir de aquí?— preguntó regresando a ver al castaño, quien también la observaba perdido. Odiaba la idea de que ese bastardo pudiera ser mejor para ella.

—Hasta ahora, no lo sé.— respondió con facilidad tomando una bocanada de aire. Los dientes de Adrien empezaron a rechinar de la rabia.

—¡¿Cómo que no lo sabes?! ¡¿Entonces que planeabas con Marinette aquí?!— preguntó lleno de enojo, Cloude solo contesto con una mirada pícara; lo que hizo molestar más al rubio.

—Ya. Está bien.— dijo tranquilizándolo.— Yo solo tenía un plan de escapatoria para dos personas: esas dos personas éramos ella y yo ¿Okey? Yo jamás planee algo para toda una manada.— respondió en tono casi bromista. Adrien soltó un bufido, ese chico lo exasperaba.

—Manada me suena a animales.— contestó serio el ojiverde. Cloude soltó una risa al ver la actitud del rubio.

—¿Y no eso son?— cuestionó con una gran sonrisa cínica. Adrien solo rodó los ojos, los chistes y frases de Cloude eran realmente malos.— Bien... Plagg ¿El autobús en el que ellos se vinieron sigue afuera?— le cuestionó al pelinegro viendo la actitud fastidiada de Adrien. El pequeño asintió.— Entonces ese será nuestro vehículo de escape.

—Olvidas que uno de los neumáticos esta perforado.— pronunció serio.

—Tranquilo rubiales. Relaja la raja.— le dijo jovial Cloude a Adrien.— Este hotel tiene muchos buenos neumáticos de autobús, y no es por presumir pero yo soy el mejor reparándolos.— tiro con egocentrismo.

—¿Cómo confiar en que esto no es una trampa?— cuestionó Adrien sin una pizca de confianza.

—No me interesa si confías en mí o no, a mi solo me interesa restregarle en la cara a este hotel lo que mi familia no pudo hacer ¿Entendiste?— soltó ya harto de ese aire de odio que Adrien le traía a el. Solo asintió.— Ahora, si su realeza me permite, iré abajo para empezar mi labor. Mientras tanto ustedes sigan a Plagg y rescaten a los suyos. Si no encuentran a alguien, no se molesten en buscarlo. Tampoco se detengan a explicarles lo que sucede, solo tráiganlos a esta habitación y cierren con seguro. Yo vendré por ustedes cuando el camión este listo.— dijo abriendo la puerta para ya irse, pero antes se detuvo.— Ah, y por ningún motivo se les ocurra ir al lobby. Ahí es donde todas esas bestias están haciendo su festín ahora mismo.— y se fue.

Adrien suspiro un poco más tranquilo de que ese chico ya se fuera de la habitación y regreso a ver a Marinette, quien no hacía más que consolar a Alya.

—¿Por qué el?— sollozo en su hombro la morena. Ella acaricio su cabello castaño tratando de comprender el dolor por el que ahora estaba pasando.— De tantas personas malas, tuvo que ser el.— dijo dolida.

Adrien paso saliva recordando a su amigo y todas las cosas que vivieron juntos, aquel que le enseñó a vivir de verdad. Deseo, que ahora estuviera en un mejor lugar. Y aunque aún seguía ardiendo en su pecho, el sabía bien que este no era el mejor momento para llorar, si no terminaría perdiendo a todos, hasta ella.

—Alya.— se puso de cuclillas frente a ella. La morena regreso a verlo débilmente.— Se que esto duele mucho, pero debemos seguir.— dijo sintiendo como las palabras ardían como ácido sobre su garganta.— Todavía podemos salvar a otros cuantos.— señaló con una pequeña sonrisa consolándola.

—Pero entre ellos no...— iba a seguir negándose a continuar, cuando vio la pequeña sonrisa de su amiga. Sin duda si perdía a Mari también jamás se lo perdonaría, y más sabiendo que había sido por su culpa. Asintió dolorosamente.— Está bien.

Adrien se levanto y ayudó a levantarse a las dos chicas que estaban sentadas en el suelo. El contacto entre Adrien y Marinette fue electrizante, justo como la primera vez, pero ahora trataban de no concentrase en eso. Los dos sabían que hacer esto más profundo los heriría si uno de los dos llegaba a morir.

—Okey, yo los guiaré hasta las habitaciones entonces.— enunció entusiasmado Plagg. Alya asintió tratando de fingir felicidad, tendría que hacerlo ya que sabía que nadie disfruta estar a lado de caras tristes.

—Por supuesto, amiguito.— le contestó con una débil felicidad.

Mientras Alya y Plagg se concentraban en su pequeña minincharla, Marinette y Adrien recorrían sus cuerpos con la mirada apagada, confundidos como idiotas sin saber qué hacer. Pero por fin, cuando el joven reaccionó, se balanceó sobre ella y rodeó su cuerpo con los brazos. La abrazo con firmeza mostrando todo lo que sentía por ella.

Estaba preocupado, podía sentir sus piernas tambaleando ante ella y su corazón palpitando rápidamente contra su pecho. A cada rato dejaba caer suspiros sobre su hombro, y ahogaba sus penas con la fragancia de su cabello azabache.

Marinette correspondió a su abrazo sintiendo un enorme alivio del volverlo a tener así. Poder, tan siquiera por unos segundos, sentir esa tranquilidad y paz que solo sentía cuando el estaba a su lado.

—Te sacare de aquí a salvo, te lo prometo.— pronunció con dolor Adrien.— No dejaré que nada te pase.

—Solo prométeme, que pase lo que pase tú saldrás conmigo.— le rogó. Adrien sintió un nudo en la garganta y alzó la mirada.

Ojalá no le temiera tanto a ese monstruo que se alborotaba con sentir la carne tierna de Marinette en sus manos.

—Te lo prometo, princesa.

...

Ivan ya estaba harto de escuchar esa música a todo volumen. No podía dormir y dedicaba no poder dormir, tanto así que se levanto molesto e intentó ponerse papel en los oídos para que el sonido se viera un poco aplacado.

Pero al parecer no había funcionado.

—Tampoco te dejan dormir ¿Verdad?— cuestionó Mylene observado a su novio enfadado. El asintió con una cara de fastidio.

—Por supuesto.— bramó. La música resonó más fuerte de repente y el soltó un grito molesto.— ¿Sabes que? Llamaré a recepción para que callen a esos hijos de perra.— dictó con el teléfono de la habitación ya en la mano. Marco. La respuesta no tardó en ser dada.— ¿Bueno? ¿Si? Hablo para quejarme por el... ¿No me escucha?... ¿Ajá?... Mmmm bueno, está bien, acá la espero.— y colgó.

—¿Qué te dijeron?— preguntó expectante la fémina.

—Al parecer la señal telefónica esta algo mala, así que la señorita de recepción dijo que ella misma vendría para acá a preguntar cuál era el problema.— enunció un poco más tranquilo Ivan. Mylene se sintió aliviada, por fin dormirían.

Y como bien habían dicho, la respuesta llegó en poco tiempo. Escucharon tocar la puerta y los recibió con una sonrisa Melodie.

Pero al ver esa sonrisa, su mirada se empezó a nublar hasta quedar totalmente en negro. Lo mismo pasó con Mylene que trato de gritar por ayuda.

Ninguno de los dos reaccionó hasta que empezaron a sentir el dolor de ser desollados vivos (su piel siendo arrancada por completo) quedando expuesta así su tierna carne para ser cocinada.

Mylene estaba en shock, si poder creer que tanto dolor pudiera corresponder a a algo real. Trataba de moverse pero se hallaba atada de manos y pies, las lagrimas ardían sobre su rostro y un grito ahogado salió a flote.

Mientras que Ivan mordía su lengua con fuerza para retener el dolor inmenso que estaba sintiendo, podía ver como todos sus músculos sangraban al ser arrebatado aquello que lo protegía. Y con la mujer que amaba llorando a un lado suyo, la desesperación aumentaba más sobre el joven parisino. Empezó a batallar contra las cuerdas, algo que resultó inútil y doloroso ya que la fricción cobra la cuerda ardía sobre la carne al descubierto.

—Chef, échelos al caldero. Ya quiero esa carne lista.— exclamó Melodie observando cómo los muchachos lloraban y ahogaba gritos penosos. El chef asintió y se acercó con intención de cortarles sus gargantas para acabar con la tortura de ambos franceses. Pero al ver aquella acción, Melodie lo empujó hacia atrás molesta por aquel gesto.— ¿Por qué hace eso?— cuestionó la chica con tono de indignación.

—Señorita, no encuentro la lógica en seguir torturándolos más. De todas maneras morirán al ser comidos, ya no tiene caso que sigan con vida.— dijo el Chef compadeciéndose del estado de Mylene e Ivan. — Hay que mostrarles que no somos inhumanos.— tiro casi suplicante. Una sonrisa malévola se dibujó en el rostro de la rubia, divirtiéndose de ver debilidad en una de sus bestias.

—Que agradable sorpresa me traen tus excusas.— señaló divertida.— ¿Ahora resulta que no te gusta cocinar personas?— le cuestionó con cierto tono de ironía.

Y es que, el Chef era uno de las tres personas que no era caníbal en ese hotel. Pero lo mantenían ahí con vida, debido a que era uno de los pocos que sabía cocinar bien la carne humana, además de que por supuesto, antes de haber estado ahí en ese hotel tendía a ser homicida.

El chef escrutó con pena sobre aquellas almas jóvenes sentenciados a una muerte lenta y dolorosa. Podía decirse que de todas las "bestias" los caníbales eran los peores, prácticamente incapaces de controlar sus impulsos a diferencia de otras clases de sociopatas.

Pero ahora que se ponía a pensar, jamás había visto comer a Melodie carne humana. Agitó su cabeza para cambiar sus pensamientos y volverla a enfocar en la aflicción de los pobres chicos.

—Bien.— soltó poco convencido.— Tírenlos al caldero.

Y en un segundo dos pares de hombres robustos cargaron a los jóvenes para echarlos a un caldero con agua hirviendo. La manera en que los agarraba no era la más dulce, el sudor que estos cargaba lastimaba la carne de los chicos desafortunados.

El agua hirviendo envolviendo su carne provocaba un dolor desgarrador, ardía como nada más en sus vidas. El calor comenzaba a descomponer los órganos más frágiles tales como los riñones y hacia daños mínimos en los pulmones, aún.

Sus piernas se dejaron de sentir ya que las funciones circulatorias había muerto en ellas. Ni siquiera tenían la opción de hacerse a la orilla ya que el fierro quemaba aún peor sobre sus músculos. Melodie arrojó sale sobre ellos para que el dolor fuera mayor y la escena fuera más placentera para ella.

Se empezaron a retorcer como si su piel se tratara la de una babosa y en un movimiento en falso, la cabeza de Mylene golpeó fuerte sobre el caldero. Y aunque eso no fue lo que la mato, el hecho de que se desmayara y su cabeza terminara sumergiéndose en el líquido caliente fue la que terminó de matar todas sus negras y funciones locomotoras y nerviosas.

Algo llamado, muerte cerebral.

Al ver a su novia muerta y el agua consumiendo el rostro de ella lentamente dejando al descubierto sus ojos vacíos, Ivan le entro peor el pánico y empezó a agitarse más con la única esperanza de que el caldero cayera y ese calor mortal sobre sus órganos dejara de sentirse.

De repente sintió unas uñas clavarse con fiereza para su cabeza ser azotada con fuerza contra el agua. Aquel ardor no tenía comparación.

Sus ojos perdieron la vista, sus oídos dejaron de funcionar, su nariz solo buscaba con desesperación aire a pesar de haber perdido el olfato. Los músculos de su cara se comprimían ante el calor causándole un dolor inmenso. Su cuerpo se hería en la batalla contra su opresor quien lo ahogaba.

Pero, para fortuna para el, me apiade y al fin le concebí la muerte.

Melodie se mordió los labios como una niñita alegre, era tan satisfactorio sentir ese momento en donde tu presa deja de pelear contra ti.

Al sentir la blanda corteza bajo su agarre, imagino lo mucho que Adrien disfrutaría de un corte de carne de el. Sonrió de solo pensar en la felicidad del chico.

A los hombres se le conquista por su estómago ¿No eso así?

Iría en su búsqueda para así poder conquistarlo.

...
...
...

En situaciones como esta, agradezco haberle puesto atención a la clase de biología para comprender el funcionamiento humano. Debo de agradecerle la idea de la muerte a mi adorada ChessireNoir  .

Por cierto, hay quienes tienen la loca idea de que Melodie es un fantasma o un espíritu, no, no es así. Aquí no habrá fantasmas.

Y para quienes me preguntan, no soy satánica.

¿Qué les pareció Luckys? A mí me resulta sorprendente la cantidad de maneras que hay para matar a personas, somos demasiado débiles a decir verdad.

Jazmín Valero.

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