11. Te amaré [Hasta la muerte]
["¿Por qué lloras?" Pregunto Edward a Mack.
—No me gusta la soledad.— enunció la ya adolescente de 17 años encogida de hombros en la única cama de su habitación. Traía un sobre entre sus manos, aquellas que solo se dedicaban a explorar la textura de este. Sus ojos analizaban la caligrafía algo torpe aún de su pequeña hermana menor de 6 años. Melissa.
Hoy la visitaría, por primera vez desde que fue internada recibiría visitas.
—Mackenzy Winslow, llegaron tus visitas.— anunció un enfermero abriendo la puerta. La chica camino hasta la entrada y se posó aún lado del sujeto. Una mirada mortífera se posó sobre el, pudo sentir el frío envolverse en el. Sacudió la cabeza y tomó la camisa de fuerza que le habían dado.— Déjame ponértela.— la chica no negó, solo estiro sus brazos y permitió que le pusieran la camisa.
Ahh, como lo odiaba. Siempre que la tenía sentía como si la estuvieran asfixiando,la sangre que aún circulaba arriba de su cuello se acumulaba en su cabeza haciendo presión y ocasionando una horrible migraña.
Empezaron a caminar por los pasillos hasta llegar a la sala de espera. Ahí se encontró una niña de suaves gestos y cabellos castaño claro, tenía su rostro de tono rojizo y húmedo. Sus ojos grises estaban igual además de hinchados.
Había llorado.
—¿Melissa?— pregunto curiosa, quería confirmar que esa niña ahí fuera su hermana. Ésta alzó su vista y en seguida corrió a abrazarla. Ante ese pequeño cuerpo rodeando con sus brazos su cintura Mack no supo cómo reaccionar, olió su cabellera, puro jabón.
—Pa-pá...— trastabilló llorando en su pecho. Ahogo llanto y respiro, podía sentir el corazón de ella palpitando con rapidez. Las uñas de Melissa se encajaron a su camisa de fuerza, como si se quisiera adherir para siempre al cuerpo de su hermana.— Murió, lo asesinaron.
Ese día en el corazón de Mackenzy, algo se apago.]
Aún recuerdo cómo Cloude vio morir a su hermano. Fue la más graciosa ironía, aún me salen carcajadas enormes cuando me viene a la mente.
Es que... ¡¡QUE ESTÚPIDOS!! ¡¡QUE ESTÚPIDOS SON LOS HUMANOS!!
Tan inútilmente sentimentales. Su hermano y el pudieron haber escapado si éste hubiese escuchado a Cloude, pero el idiota se enamoro de un par de ojos grises y buenas piernas. Se suponía que su hermano era el más maduro de los dos, y cayó en la inocencia de un par de medias blancas. La tierna Melodie.
Pero ahora Cloude parecía cometer el mismo error, solo que para más fortuna de el la de cabellera azabache no era aliada de un caníbal. Y ella también tenía la misma necesidad de escapar que el.
Elevó una pequeña sonrisa al verla. Esa fraternidad con la que le abrazaba a su mejor amiga le irradiaba una calidez que hace mucho no sentía.
Pero sin verlo venir un sujeto lo tomó por el cuello de su playera y lo alzó contra la pared. Dirigió su vista hacia su atacante, solo se encontró con un par de ojos verdes. Cloude con el poco aire que aún le llegaba a su cabeza soltó una gran risa. Adrien trataba de mantener seriedad, pero si era sincero con sí mismo la manera tan "graciosa" en la que se la tomaba el castaño le causaba un escalofrío por toda su columna.
—¿Qué querías hacer con ella?— cuestionó con fuerza, viró hacia los bordes de la playera del chico. Un alarmante color carmesí se hallaba esparcido en el.— ¿Que hiciste con Nino?— plasmó sin temor en sus palabras. El castaño poco a poco fue apagando su risa para dirigir una mirada amenazante. Una sonrisa cínica se dibujó en su rostro.
—Creo que esa no es la pregunta, mi estimado Agreste.— pronunciaba con una felicidad en su rostro difícil de describir. De repente sintió un filo tocando con peligro su abdomen. Adrien no necesito voltear abajo para saber que se trataba de un cuchillo.— La pregunta es... ¿Qué te haré si no me bajas en este mismo instante?— el tono de voz del ojigris cambio drásticamente a tal punto que sus palabras te podían consumir en miedo.
—Adrien, bájalo.— escucho decir a Marinette con una seriedad nunca antes vista en ella. Trago saliva y a duras penas lo bajo.
—Gracias, bonita.— inquirió Cloude, un gesto que a Adrien solo estaba logrando sacar de los cabales ¿Quien se creía éste para hablarle así?
—¿Quien es el?— pregunto entre dientes el rubio.
—Soy el chico con el que tú noviecita se la pasó haciendo cosas lindas.— inquirió con un cinismo aún más grande. Mientras Adrien estaba por tirarle una patada en la entrepierna, Marinette solo negaba con la cabeza.
—El es Cloude.— inquirió Marinette acercándose a Adrien. La azabache tomó sus hombros para que su atención se centrará nada más en ella. Al sentir otra vez sus cálidas manos en el pudo liberar una gran tensión.—Escúchame Adrien...— la mirada de la azabache se nubló en penas, tomaba bocanadas de aire como si lo que estuviera a punto de decir terminara con ella al instante y cuando no lo hacía, se mordía la lengua tratando de retener algunas cuantas palabras. Incluso pudo ver cómo retenía el llanto.
Adrien solo la observaba expectante, haciendo el vano intento de comprender lo que la chica quería decirle, transmitirle. Miedo, un inmenso terror.
—¿Que no les diste la bienvenida, Plagg?— inquirió Cloude recostado sobre la pared observando esa patético escena de dos enamorados. El pequeño se tapo la boca al darse cuenta el gran detalle que se le había escapado. Adrien pudo ver cómo la azabache apretaba los ojos al escuchar las palabras del castaño, dandole a entender que ella si sabía de lo que se trataba.
—Marinette ¿A que se refiere?— cuestionó el rubio preocupado a la azabache. La ojiazul volteo a otro lado con tal de no ver su mirada al enterarse de la verdad.
—E-e-es un ho-hotel para caníbales.— soltó en un hilo de voz. Aún así fue audible para Alya, quien en seguida dejo de sentir la sangre por sus venas.
—Nino.— esbozó la morena con poco aire sintiendo sus piernas débiles. No lloraba, aún permanecía en shock e incrédula para hacerlo. Inconscientemente empezó a caminar hacia atrás hasta golpear su espalda con la pared y ahí, caer en la terrible realidad.
Una mano se elevó hasta cubrir su boca y después, ahogar un grito doloroso más no escandaloso. Su corazón no se sentía palpitar, es más, lo único que lograba sentir era esa inmensa perdida que su novio le había dejado.
El, el siempre había sido el único que siempre se preocupaba por ella (además de Marinette). Incluso en las noches más tormentosas, el se presentaba a su casa para protegerla de los abusos de su tía, la mujer horrible con la que vivía después de que migró a Francia mientras sus padres conseguían una vida estable en su isla de origen.
Si, pasaban largas noches juntos disfrutando la compañía del otro. Y aunque muchos pensaran lo contrario, nunca tuvieron relaciones sexuales. Nino sabía lo que eso implicaba si su tía los descubría, o peor, si la joven quedaba embarazada por azares del destino.
Ya jamás volvería a tener a lo que fue algo más que un novio, un incondicional y eterno mejor amigo.
Rozó sus labios con sus dedos sintiendo el vacío que desde ahora habría.
Adrien volteo a verla con dolor. Recordaba que, después de todas esas peleas que habían llegado a tener, siempre sería el primer amigo que tuvo; y probablemente el mejor que tendría en toda su vida.
Pero algo traía más alterado aún al ojiverde. Su estómago se sentía revuelto y evocaba el sabor de aquella carne que le había dado a probar Melodie. Una parte de el no podía negarlo, ese platillo le había resultado un deleite.
El Hotel California lo estaba convirtiendo en uno de sus monstruos.
¿O será que solo estaba sacando a flote el monstruo que ya era?
Porque al final de cuenta, hasta el ser más dulce en este planeta oculta una criatura que se alimenta de penas, odio, rencores. Una criatura que disfruta burlarse del sufrimiento ajeno junto con la multitud, con tal de no ser el objeto de burla de la masa.
Mi bella, pérfida y retorcida humanidad.
Deberían agradecerme, yo les arrebató un poco de su dolor. Solo el físico claro.
Adrien sacó esos pensamientos de su cabeza y abrazo a la azabache quién se notaba en su mirada todo el dolor que sentía. Ni siquiera el sabía cómo sentirse al respecto.
Quería decirle, decirle que el ya había probado lo que podía asegurar era carne humana, pero lo peor es que no se sentía culpable; solo horriblemente asqueroso y repugnante. Pero sabía que si le decía, la perdería; y ahora lo que menos quería era esa.
La necesitaba más que nunca.
—Para tu suerte, querido rubiales.— enarcó Cloude a Adrien.— Yo soy su única manera de salir de aquí con vida.
Vaya que le dolía que así fuera, en lo poco que lo conocía ese castaño ya lo había logrado irritarlo hasta el tope. Aunque su Marinette confiara en Cloude, Adrien seguiría manteniendo un gran peso de desconfianza sobre el.
Pero sí salvarla de ese mar de monstruos implicaba en hacer equipo con otra bestia, el lo haría; lo haría con tal de nunca verla sufrir ni un rasguño.
Porque esa mirada celeste se había logrado infiltrar hasta lo más profundo de su corazón, controlando cada acto que hiciera.
La amaría, la amaría hasta la muerte.
Es irónico que yo diga eso ¿No?
Pensar que en unas cuantas horas, ese "eterno" amor no sería más que un eco yaciendo en la inmensidad del desierto de California.
Las personas nacen y mueren, uno más o uno menos no haría la diferencia. Pero las bestias, las bestias son inmortales ¿Cierto, Adrien?
Marinette; creo que no me he presentado. Mi nombre es Kyle, y nunca fui un amigo imaginario.
...
—Servicio a la habitación.— escucho una voz afuera de la puerta de su habitación Sabrina. La pelirroja observó el reloj digital a un lado suyo.
3:17 a.m.
¿Quién diablos contrata servicio a la habitación a esa hora?
Volteo a ver a su mejor amiga, quien permanecía dormida profundamente. Sabrina suspiro, a veces Chloe era un poco rara; quizás ella había pedido el servicio a estas horas. Y si de algo estaba segura, es que a Chloe no le gustaría que ella rechazara aquel servicio.
Se colocó sus anteojos y camino hacia la entrada. Cuando abrió se encontró con Melodie.
—Disculpe la molestia, querida huésped. Es que el Joven Nathanaël Kurtzberg me envió esto para usted.— dijo entregándole un papel doblado junto con una flor anaranjada.
Las mejillas de ésta se sonrojaron. Como casi nunca nadie prestaba atención el ella, nadie notaba aquellos suspiros que echaba cada vez que lo escuchaba a hablar, con ese tierno espíritu inhibido.
Por eso aquel gesto se le hacía extraño. Bien sabía que el pelirrojo de sus sueños estaba enamorado de Marinette, no de ella. Pero, solo quizás...
Sus pies bailaron de solo imaginarse la posibilidad de que Nathanaël gustase de ella. Además, ella siempre se había imaginado a el como un chico de gestos románticos.
Abrió la carta y leyó el pequeño mensaje.
"Te espero en el jardín, mi flor del amanecer.
Nathanaël Kurtzberg"
Sin dudarlo más salió de la habitación, aunque al instante se detuvo y viro hacia la rubia.
—Disculpa, eh...— tiro algo apenada.— ¿Me podrías decir por donde es la salida al Jardín?— interrogó la pelirroja. Melodie sonrió complacida,
—Si quieres yo con gusto te guío hasta haya.— clamó con aires de grandeza, algo que no comprendió Sabrina más decidió ignorar y solo caminar junto a ella asintiendo.
Durante el trayecto, Sabrina podía sentir como si ese silencio que permanecía entre amaba le estuviera tratando de advertir algo. Un silencio que solo advertía peligro. Así que de reojo y solo como puro reflejo volteo hacia las medias de Melodie.
Tenía sangre charpeada desde frente, indicando que no podía tratarse de algo natural que no implicará un asesinato. El miedo la consumió, así que como vil torpe decidió seleccionar otro botón en el elevador.
Idiota Sabrina. Si el león ve que la presa ya sabe de su existencia, atacara antes de que puedas huir,
—¿Que sucede? Ese no es el piso del jardín.— indicó Melodie.
—Lo se, pero sabes que...— soltaba entre jadeos ansiosa por el pánico.—Ya no quiero ir, tengo mucho sueño.— hizo el vano intento de mentir.
—No dejaras al Joven Kurtzberg esperándote allá solo ¿O si?— Sabrina ya se sentía realmente nerviosa, sus manos sudaban como nunca y podía sentir la piel de su espalda transpirar por los escalofríos. La pelirroja no respondió ante aquella pregunta. Los gestos frescos de Melodie se oscurecieron al instante.— Bien, no iremos al jardín.— exclamó ya sería. Se acercó hacia el control, del elevador y con unos movimientos logró que tanto el botón del lobby-jardín como el que había seleccionado Sabrina dejaran de estar encendidos. Después, Melodie pulso el piso 5, y regreso a lado de la pelirroja.
Sabrina no entendía nada, de lo único que estaba segura es que ese no era el piso de su habitación.
—¿A donde vamos?— preguntó ya muerta de miedo.
—Un mandatario quiere verte, dice que le llamaste la atención.
¿Por qué su cuerpo había reaccionado tan mal a eso?
Cuando la puerta se abrió, Sabrina quiso salir corriendo lejos de ella; pero para su desgracia ésta la sujeto por la cintura hábilmente y con la otra rodeó su cuello para dejarla con poco aire.
—Tranquila.— susurró en su cuello con un aliento cálido que hacía arder los vellos de la piel.— Esto es para una buena causa, mis bestias han venido desde muy lejos solo por ti.— empezó a olfatear su cuello para después mostrar una cara de repugnancia.— Hueles mucho a jabón, pero supongo que eso el fuego lo puede arreglar.
Claro que para la pelirroja sus palabras tenían un significado, más aún así se lo trataba de negar. Trataba de negar el hecho que iba a hacer ofrecida a unos caníbales.
Entro a la habitación con la joven atrapada y se encontró con dos personas, cuyas prendas destacaban que pertenecían a la aristocracia. Una pareja en plena edad adulta.
—Esperamos tanto para un platillo tan pequeño.— tiraba la mujer resignada.— Eso no nos mantiene ni para cuatro días. Trae algo mejor o te terminaremos comiendo a ti.— Melodie tembló al escuchar aquello y la seguridad que tenía se empezó a volver en torpeza.
—No digas eso.— exclamó un hombre de pérfida cortesía sosteniendo el brazo de la que seguramente era su esposa.— Perdona Melodie, mi esposa nunca había venido a este lugar. Aún no sabe que tú eres una buena amiga.— tiró el hombre dando una sonrisa cálida.
Aún así aquella escena no lograba tranquilizar a Sabrina, quien permanecía sostenida por la mujer adulta.
—Claro. Esta solo es una guarnición para antes del festín mañanero, prometo reservarles el platillo más grande.— la mujer asintió ya gustosa ante la declaración de ella.—Ahora, permítanme prepararle su banquete.
Se dirigió hacia un armario del cual saco una bandeja del tamaño del tablón de una mesa para seis personas. Lucía realmente pesado por los jadeos de esfuerzo emitidos por Melodie. Lo colocó en lo que parecía ser una mesa aún más grande. Después se acercó nuevamente hacia ella y le inyectó cuidadosamente un analgésico.
—Esto va a hacer que te duela menos. Te lo prometo.—tiro atenta.
Sintió su cuerpo paralizado, obviamente no nada más había sido analgésico lo que le había inyectado. Con ayuda de un hombre fornido que no vio llegar la posaron encima de la bandeja y este, sin expresión alguna empezó a desprenderla de su ropa.
El terror recorrió por ella. Tan siquiera si hubiera visto lujuria en los ojos de los espectadores le hubiera tranquilizado un poco más, pero no, había un hambre voraz y ansiedad recorriendo por cada uno de sus gestos.
¿Qué clase de monstruos eran esos?
Después enfundaron sus manos en unos guantes y tomaron la bandeja entre los cuatro y la depositaron en lo que era un horno extenso.
Era extraño, pero aún con el analgésico podía sentir la piel de su espalda arder. Quizo retorcerse de dolor pero no podía, su pierna y brazos se hallaban atados. Incluso intento emitir un alarido, pero el fuego ardiendo bajo su cuello y el humo infiltrándose a sus cuerdas bocales la había dejado sin aliento.
Sin darse cuenta su cabello empezó a ser consumido por el calor. Aquel lacio cabello empezó a maltratarse y consumirse en fuego, para pronto no quedar ni huella de aquella cabellera bien cuidada.
Sus ojos empezaron a ser afectados por el calor, nublándose horrible su vista por el daño a las retinas. Su piel tersa ahora lucía peor que los pétalos de una rosa marchita,
Más no duró tanto ahí, quizás unos 7 u 8 minutos. Sin embargo el funcionamiento de cuerpo ya había sido corrompido por tanto humo inhalado. No podía formular palabras, las neuronas de su cerebro poco a poco morían. Solo podía sentir todo el do,of de su cuerpo.
Nuevamente fue colocada encima de la mesa.
—¿Esta viva?— escucho decir una voz a su lado.
—Un poco, pero eso permite que la carne continúe fresca y jugosa. Su corazón aún se esfuerza por mandar sangre a todo el cuerpo.
—Que asco.— escucho decir a la fémina.
—Descuiden, la carne de la espalda está en su mejor punto. Les aseguro que no podrán probar algo mejo...
Y en ese instante, el funcionamiento de sus tímpanos terminaron de ser consumido. Todo era un inmenso vacío y oscuridad.
De repente, dolor.
Sintió como un trozo de la piel de su espalda estaba siendo cortado lentamente, el metal ardía sobre sus quemaduras. Más cortes. Más dolor. Ahora literalmente eso era lo único que podía sentir. La cálida sangre brotó irritando aún más sus quemaduras.
Una rasposa lengua rozó por toda su espalda para terminar con una mordida un poco más abajo de su nuca.
Y así fue, el metal ardiendo, la sangre también, sus neuronas causándole una fuerte jaqueca. Hasta que por fin, como ser piadoso que soy, le di la muerte.
...
—Llamen al capitán.— dijo ya extasiada la aristócrata. Algo borracha también. Ambos, habían tomado mucho vino después de aquel gran festín.
—Por favor, tráiganme más vino.— soltó el esposo de esta. Melodie asintió complacida, adoraba ver a sus bestias satisfechas.
...
...
...
¿Recuerdan la pequeña preguntita que hice? Pues guárdense sus respuestas, que quizás alguna de ellas pueda cambiar el final de la historia. Ya que hasta ahora solo tengo hasta el capítulo 14 y tengo planeado que sean 20 más o menos.
Ya saben que los adoro mis Luckys y créanme cuando les digo que hago mi esfuerzo por darles lo mejor.
Jazmín Valero.
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