Reencuentro
Su repentina risa solo me avergonzó más.
—¿Ahora por qué te ríes? No debí haberte dicho nada.
—No te enojes. Conmigo eres más fría que un témpano de hielo, es totalmente normal y comprensible que me emocione al escucharte decir eso. Me cuesta trabajo interpretar lo que piensas ya que en ocasiones sueles ser inexpresiva. Ojalá te abrieras a mí de la misma forma que yo lo he hecho.
—Gracias por este hermoso regalo. No hay necesidad de colgar esta belleza en mi cuello, me lo pondré en el dedo. De igual manera, solo faltan pocos meses para casarnos, ¿no es así?
—¿Estás segura? ¿No lo haces por presión?
—No, lo hago porque quiero— tomé el anillo y me lo coloqué en el dedo, contemplando lo lindo que me lucía.
—Te queda mejor de lo que imaginé— acarició mi mano sin dejar de mirarlo.
—Quédate con nuestro hijo mientras me doy una ducha, por favor.
—Toma el tiempo que necesites.
Debía salir apresuradamente de ahí, la verdad es que cada día es más difícil mantener una conversación con él. Todavía siento el estómago revuelto y el corazón latiendo frenéticamente.
En el intento de reponerme de sus ataques y de esa sensación tan extraña, tomé todo el tiempo que pude dentro del baño. De verdad me hacía falta despejarme y regresar a la normalidad. Me cambié de ropa a una más presentable. Aunque solo seremos los mismos de siempre, no quería lucir abandonada. No suelo maquillarme a menudo, pero hoy deseaba verme y sentirme más bonita.
Había planificado regresar a la habitación de mi hijo, para que Enzo pudiera verme con este traje esmeralda que escogí, pero escuché varias voces que provenían de la sala. Decidí asomarme con cautela con intenciones de ver con quiénes estaban hablando mis tíos y alcancé a ver a mis padres. Hace bastantes años no los veía, ni siquiera nos habíamos comunicado. Nuestra relación se vio afectada desde que abandoné la casa para ir detrás de lo que pensé en aquel entonces que era mi verdadera felicidad. Ellos me advirtieron tantas veces que no lo hiciera, aun así, ignoré todas sus advertencias.
Me costaba creer que realmente estuvieran aquí, aunque automáticamente por mi mente se cruzó el comentario que hizo mi tía en el centro comercial. ¿Es acaso esta la sorpresa que me tenía?
—Mamá… papá…
Me llené de valentía para salir, aunque tuve miedo de recibir una descarga o un amargo rechazo por parte de ellos, pese a merecerlo. Fue tan melancólico recordar el pasado, lo que era mi vida estando con ellos, a pesar de que solía quejarme de sus peleas y consejos. Fui una tonta, me dejé cegar por el amor que sentía por ese hombre y me alejé de esas dos personas que me amaban incondicionalmente y que todo lo que querían era lo mejor para mí.
Fueron ellos quienes se atrevieron a abrazarme primero. No podía casi respirar, no solo por el fuerte agarre de ambos, sino más bien por la opresión en mi pecho. El sollozo de ambos solo me hacía sentir peor, al saber que he sido una mala hija y los he lastimado.
—Perdónenme. He sido una pésima hija— logré decir, antes de estallar en llanto.
—No digas nada — mi mamá peinó mi cabello hacia atrás y mi padre me dio leves palmadas en la espalda—. Lo más importante para tu padre y para mí, es que estás con nosotros en este momento y que te encuentras bien, mi amor. No vuelvas a desaparecer sin dejar rastros, por favor.
—No lo volveré a hacer, mamá.
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