Mi bebé
Dominick
Observé las lágrimas que se deslizaban de la copa y la agité, trayendo a mi mente las palabras de esa mentirosa. Se ha vuelto una excelente actriz. Hasta casi le creo ese desprecio detrás de su mirada. Fui interrumpido por la entrada de Abigail a mi despacho.
—¿Otra vez? ¿No sientes ni un poco de vergüenza por estar pensando en esa mujer? Peor aún, ¿cómo es posible que después de todo lo que te hizo, tú continúes poniendo esa cara de estúpido y demostrándole que tiene el poder de lastimarte?
—¿Qué necesitas?
—¿Qué necesito? ¡Necesito que abras los ojos de una maldita vez! ¿Verdaderamente tenías planes de traerla a vivir a esta casa contigo? ¿Qué hay con todo lo que te hizo? ¿Cómo es posible que aún estés sintiendo algo por esa mujer?
—¿Qué te he dicho sobre escuchar conversaciones ajenas?
—Eres mi primo y quiero evitar a toda costa que vuelvas a tropezar con la misma piedra. ¿Ya olvidaste todo lo que pasaste por su culpa? ¿La vergüenza y el engaño? Acostándose a tus espaldas con el abuelo, luego te hace creer que ese bebé es tuyo, cuando ni siquiera tiene un vínculo contigo o con el abuelo, lo que significa que ese bebé no es de ninguno de ustedes dos y, probablemente ni ella misma sepa de quién es. No sé por qué te empeñas en cuidar de ese bebé que ni hijo tuyo es. Ella planeaba huir con alguien más al ser descubierta, tenía dos boletos de avión y maleta preparada para salir del país. El que piensa en huir, es porque oculta algo. Y ya viste todo lo que ocultaba esa mujer.
—No necesito que me lo repitas cada maldito segundo.
—Te lo recuerdo porque parece que lo olvidaste. La viste y no dudaste un segundo en quedarte a solas con ella. Si yo pude darme cuenta de la forma en que la mirabas, ¿qué te hace pensar que ella no se dio cuenta también? ¿Quieres seguir siendo el hazme reír de ella? ¿Cuándo la vas a superar? ¿Cuándo te darás cuenta de que esa mujer no te conviene, que es una mentirosa, caza fortuna y una cualquiera?
—¡Ya fue suficiente!
—Si te duele tanto, entonces deja de autodestruirte con esta basura por ella — me arrebató la copa y la dejó sobre el escritorio—. No vale la pena siquiera pensar en esa mujer, cuando hay tantas en el mundo y que podrían darte más de lo que ella te ha dado. Todo lo que te digo es por tu bien.
Me levanté de la silla, intentando reponerme y recobrar energías.
—Iré con mi hijo.
—Él está profundamente dormido. Casi nunca te tomas un descanso y siempre estás encima de ese bebé, tómate un tiempo para ti, para desestresarte y liberar tensión.
—Tengo cosas que hacer. No puedo quedarme haciendo nada.
Subí a la habitación de mi hijo y me acerqué a la cuna, quitando los peluches que había a su alrededor y despejando el área. Le había dicho a la nana que no quería ningún tipo de juguetes aquí dentro y cada vez los encuentro ahí.
—No sé qué sería de mí sin ti, pequeño.
Ángel estaba boca abajo y cubierto de pie a cabeza, por lo que se la quité de encima, pues no me gusta que nada lo cubra de mí, por más fina que sea la sábana. Por lo regular siempre se da cuenta de mi presencia y se mueve, pero esta vez no lo hizo. Últimamente se pasa durmiendo mucho y eso no es normal en él.
Le di varias palmaditas en la espalda, pero no reaccionaba. Me fue extraño que eso no lo despertara. Siempre he respetado su sueño, pero mi preocupación era tanta que me obligó a colocarlo boca arriba. Tras ver su rostro de un tono azul, más no sentir su respiración, lo tomé en mis manos temblorosas asustado, saliendo de la habitación y corriendo hacia al auto donde le pedí a Rolando que nos llevara al hospital más cercano.
Aunque traté de darle primeros auxilios, pensando que lograría hacerlo reaccionar, su pequeño cuerpo estaba inerte, frío, su rostro y labios se iban tornando más azul de lo que en sí ya se encontraba.
—¡Mi bebé! ¡Salven a mi bebé! — corrí por el pasillo del hospital, con mi hijo cerca de mi pecho, y pidiendo ayuda a gritos.
El doctor y las enfermeras se acercaron, y tomaron a mi hijo en sus brazos para llevárselo rápidamente.
—¡Él es lo único que tengo, doctor! ¡Por favor, sálvalo!
El miedo, la angustia, la impotencia, la incertidumbre y el dolor que me estaba invadiendo era tanto, que lágrimas brotaban de mis ojos sin cesar.
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