Los celos son capaces de convertir a cualquier ser humano en un monstruo. Me ha tocado la mala suerte de estar en medio de una guerra, donde solo gana el más fuerte e influyente. He sido juzgada y condenada por el hombre que tanto amé, al que incluso le he dado un hijo, el mismo que no dudó en testificar en mi contra y condenarme a pasar años en prisión.

Cumplí recientemente un año en prisión, pero hubo alguien que sí creyó en mi inocencia y luchó hasta el último momento con tal de liberarme de los cargos que me fueron imputados erróneamente. Eso es precisamente lo que hubiera esperado de Dominick, pero él no movió ni un solo dedo para ayudarme. Todo lo contrario, me restregó en la cara que jamás podré conocer a mi hijo.

Tuve a mi bebé en la prisión, no pude oír su llanto, ver su rostro o abrazarlo. Su odio hacia mí es tanto, que fue capaz de desquitarse con nuestro propio bebé. Todo el amor que sentí alguna vez por él se convirtió en odio y resentimiento. Jamás podré perdonarle que me haya arrebatado a mi hijo tan vilmente, que haya dudado de mí y que me haya condenado a vivir en el mismo infierno.

Enzo ha sido mi luz en medio de la oscuridad. Nos conocimos cuando éramos niños, asistíamos a la misma escuela y nos convertimos en buenos amigos. Hacíamos muchas travesuras juntos; travesuras que me marcaron en varios aspectos e incluso el día del juicio jugaron en mi contra, pero fueron justificadas por él mismo.

Habíamos perdido comunicación desde que cada uno entró a la universidad, persiguiendo nuestros propios sueños. En aquel entonces, mis padres no me querían cerca suyo, porque decían que era una mala influencia para mí, por obvias razones.

Se crio con sus tíos, unas personas que son bastante conocidas en la industria del entretenimiento. Enzo persiguió su sueño de convertirse en abogado criminalista. Su carrera ha subido como la espuma y no es difícil darse cuenta de que todo lo que ha adquirido no ha sido solo por su astucia, dedicación y pasión, sino también por negocios turbios.

Desde niño siempre fue problemático, le encantaba el fuego, extorsionar, mentir y robar. En aquel entonces, sí disfrutaba de seguirle la corriente a sus juegos y por eso me dejé llevar tantas veces.

Luego de tanto tiempo, al fin pude sentir el aire fresco acariciar mis mejillas. Pensé que este día jamás llegaría luego de ese tormentoso infierno en el que estuve encerrada.

La libertad era lo que más anhelaba y ahora no pienso desperdiciar ni un solo momento para hacerle pagar a esos malditos que me hicieron tanto daño, comenzando por Dominick. Pienso recuperar a mi hijo cueste lo que me cueste.

Frente al portón había un chófer esperándome en una Lincoln Navigator. Pensé que Dominick estaría también aquí, así fuera para amenazarme, insultarme o despreciarme, pero ese no fue el caso. La última vez que lo vi fue hace cinco meses atrás y sus palabras fueron muy hirientes. No sé por qué una parte de mí guarda la esperanza de que él va a cambiar de opinión y se dará cuenta de su error. Aun si se da cuenta de lo equivocado que ha estado, en mi corazón solo hay almacenado mucho dolor y rencor, tanto que sería incapaz de perdonarlo.

El chófer me trajo a la casa de Enzo, y quedé perpleja por lo gigantesca y extravagante que era. En la entrada había una cantidad de hombres que vigilaban los alrededores. Enzo esperaba por mí en el redondel de la fuente en la entrada. Lucía muy galante en ese traje azul marino ajustado. Hace tiempo no lo veía con el cabello negro peinado hacia el lado y con un arete de color negro en la oreja izquierda con una cruz. Antes tenía muchos aretes, pero ahora solo se ha dejado el de las orejas y el de la lengua. Aunque las veces que fue a visitarme en la cárcel, no las llevaba puestas. Lo noté por la conversación que tenía con una señora un poco mayor. Sus facciones siempre han sido masculinas. La barba luce bien cuidada y arreglada. Cualquiera diría que se había preparado tan elegante para recibirme. Sus ojos verdes se posaron en mí tan pronto me ayudó a bajar de la camioneta.

—Perdóname por no haberte recogido personalmente, pero no quería que el idiota de tu ex tuviera por dónde atacarte.

—No te preocupes. ¿Ibas a una fiesta? ¿Por qué estás tan arreglado? ¿Estás consciente de que, aunque ahora te vistas en traje y corbata, luciendo como un hombre correcto y recto, hay cosas que nunca cambian?

—Estoy totalmente de acuerdo contigo, mi florecita— tenía intenciones de abrazarme, pero le puse un alto.

—Abrázame cuando me bañe. No soporto este olor tan desagradable encima.

—Por esa misma razón ya te han preparado la tina con agua bien calientita y con un aceite esencial de lavanda. Podrás tomar tu tiempo, refrescarte y relajarte. ¿Te gusta? Esta será tu nueva casa. Puedes hacer y deshacer como te plazca.

—Gracias por sacarme de ese maldito infierno, Enzo. No existen palabras para agradecerte por todo esto que hiciste.

—Olvidémonos de las palabras y el dichoso formalismo, no actúes como si fuéramos dos extraños, Amelia. Rompamos la tensión que hay entre los dos y besémonos bien rico como en los viejos tiempos.

—Tu franqueza me pone nerviosa.

Hace mucho tiempo no veía esos lindos hoyuelos en sus mejillas, pero resaltaron mucho cuando sonrió con picardía.