Ladra
Enzo
En nuestro regreso de la luna de miel, las cosas han ido marchando mejor que nunca. A veces me cuesta tanto asimilar que realmente nos casamos, que ahora tenemos la responsabilidad de un hijo juntos. Por mucho tiempo pensé que no merecía nada de esto, después de todo los errores y atrocidades que he cometido y que aún estoy por cometer. Me acuesto con miedo a que cuando despierte todo esto solo sea un sueño y que entre ella y yo no haya nada.
Lo que haría y hago por ella, no lo haría por nadie más. Me he ensuciado las manos lo suficiente con tal de llegar al fondo de esto y, si la justicia terrenal no alcanza a esa familia, seré yo quien lo haga.
Todos ellos representan un inminente peligro para mi familia, para mi hermosa esposa e hijo. No podremos tener tranquilidad y estar seguros mientras esa gente siga realenga.
Mi empleado de confianza ha logrado destapar la cara de Pandora, pero aun no lo he hablado con Amelia, pues este asunto es mejor arrancarlo de raíz y luego hablarlo. Sé que haga lo que haga, Amelia me apoyará en esto.
Si me abstengo a no decirle lo que hemos hallado en los últimos días, no es por falta de confianza, pues de eso hay de sobra entre los dos, es porque la he visto tan feliz que quisiera que permanezca así y no preocuparla.
El padre de Dominick sí se suicidó, nadie estuvo involucrado en su muerte. Había pensado que alguien lo silenció, pero no, había más razones de las que pensé detrás. ¿Quién iba siquiera a imaginar que padre e hijo estaban enamorados de la misma mujer?
Con toda esa información, deja más en evidencia que esa bruja tiene que ver en todas las desgracias que ha pasado Amelia. Está claro que ha envenenado a ese idiota, pero bueno que le pase por ser tan confiado. Vive con los enemigos bajo su mismo techo y por supuesto que no seré yo quien se lo diga. Se lo tiene bien merecido.
Tuvimos acceso a la autopsia de Ángel, el niño que estuvo al cuidado de Dominick y resulta que habían manos negras envueltas. Por debajo de la mesa, logré sacarle información al médico que determinó la causa de muerte y resulta que lo había falsificado por pedido de alguien más, pero que todo lo hizo porque le habían amenazado a él y su familia de muerte. Nunca tuvo contacto directo con la persona, siempre fue por un mediador. Esa vieja cacatúa se aseguró de limpiarse las manos legalmente hablando, pero podrá engañar a la justicia terrenal, pero a mí no.
Al niño lo asfixiaron. Por supuesto que encontraron rastros de ADN del culpable en el cuerpo del menor, pero estas no coincidían solo con Dominick, sino también con alguien más. Ese alguien resultó ser Abigail Jones, la misma perra que tuve en mis manos y la solté, pero es la misma que he mandado a traer para darle la atención que se merece.
El día que la tuve secuestrada y que no le revelé mi verdadera identidad, tomé prueba de su ADN, no iba a dejar pasar esa oportunidad. Su ADN coincidía con el que encontraron en el cuerpo del niño, pero la policía, como siempre, no hizo bien su trabajo. Este país está lleno de personas sin escrúpulos y corruptos que se dejan manipular fácilmente por el dinero, sin importar el daño que ocasionen.
Pongo mi cabeza en un picador en el que ella y la vieja están confabuladas. Conozco que ella está enamorada de su primo, pero no está en su sano juicio como para haber llegado tan lejos de matar a un inocente. Tanto así fue que gracias a ella es que pude recuperar al hijo de Amelia, porque ella sí me reveló ese dato a cambio de que mantuviera a Amelia apartada del primo. Obviamente dijo que no tenía nada que ver en eso, que si lo sabía fue porque alguien se lo contó, pero soy todo menos idiota.
Ahora bien, ¿cuál fue la razón de matar a ese niño? No tengo idea, pero pienso sacarle la información a toda costa. Puedo intuir que tuvo que ver con la identidad del niño. Si Dominick le hacía una prueba sin que ellas lo supieran, iba a descubrir que la primera fue falsificada también y que ese bebé no era su hijo. Ese imbécil tardó mucho en darse cuenta, así de celoso, cegado y envenenado estaba.
Junto a esa niñita, caerá la bruja, que sé perfectamente que fue ella quien quiso interrumpir mi luna de miel, la misma que nos ha mandado a seguir hasta ahora.
He duplicado la seguridad en la casa. Sé que Amelia pasó a un segundo plano para ellas, están más al pendiente de mí y sé que en el momento que tengan, tratarán de hacerme daño, pero no pienso darles el privilegio. Pienso adelantar los planes y acabar con esas dos serpientes de una vez.
Llegué a la bóveda donde la traje por primera vez. En esta ocasión me presenté sin la máscara, aunque estoy consciente de que ella no es del todo tonta, como para no haberse dado cuenta que soy el mismo que en esa ocasión la secuestró y le pidió pruebas que pudieran servir para liberar de toda culpa a Amelia y esclarecer lo del bebé. La cena que tuvimos en aquel hotel, donde me presenté como abogado de Amelia, fue cuando negociamos, llegando a un acuerdo donde nos beneficiamos los dos.
Ella cayó en mi trampa y seguramente piensa que también caí en la suya, pero lo que no sabe es que toda esa conversación la tengo grabada. A ella no le conviene que sea expuesta y hará lo que sea con tal de conservar su imagen; imagen que será destruida en este mismo lugar, porque aquí se darán un festín con ella.
—Ya te di lo que me pediste. ¿Ahora qué más quieres? Pensé que ya no nos tendríamos que ver más. Podíamos encontrarnos en cualquier otro lugar menos asqueroso. Además, con una llamada que me hicieras iba a ser más que suficiente.
—Dichosos los ojos que te ven, morenita. ¿Cómo crees que podría conformarme con oírte a través de ese aparato? Ansiaba verte.
—Déjate de idioteces, abogado. ¿Ahora qué quieres?
—Esta vez el juego será muy sencillo para ti. ¿Qué te parece si ladras para nosotros?
Puso los ojos en blanco y suspiró exasperada.
—No estoy para chistes de mal gusto. Estaba en una reunión importante y estos idiotas me trajeron a la fuerza aquí. Deberías enseñarles cómo se trata una mujer, porque por lo visto, solo se comportan como animales.
—¿Han oído eso, chicos? La señorita piensa que son unos animales.
Todos la observaban fijamente y ella no los perdía de vista. En su expresión se notaba lo asustada que debía estar, solo que intentaba ocultarlo.
—Si no vas a decirme nada importante, entonces me voy.
—Te he dicho que ladres— le ordené.
Volvió a poner los ojos en blanco.
—Te he dicho que no estoy para bromas de mal gusto.
—¿Y quién te dijo que estoy bromeando?
Ellos la sujetaron con las manos a la espalda y ella me miró con los ojos engrandecidos.
—¡¿Qué estás haciendo?!
—Te he dicho que ladres, pero si tanto te cuesta, no te preocupes, entre ellos y yo haremos que chilles, como la grandísima perra que eres. ¿Qué te parece?
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