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Gustos

Decidí dejar todo ahí, al menos mientras dormía a mi hijo y cada quien estuviera listo para ir a la cama. Ya cuando estábamos los dos a solas en la habitación y él ya se había recostado a mi lado, tomé la decisión de romper el silencio. Me volteé hacia él e hizo lo mismo, tal parece que hubiera estado esperando por esto. 

—Enzo, ¿en qué estás metido? — pregunté directamente. 

—¿De qué hablamos? Ponme en tiempo y situación, florecilla. 

—Quiero saber cómo has conseguido todo el dinero que posees. No quiero mentiras.

—¿Esta conversación y preocupación que se nota a leguas en tu rostro es por eso? Sabes bien que me gusta ser sincero, de la misma manera que espero que sean conmigo, por más duras y difíciles de decir que sean. No pienso mentirte. Todos tenemos un pasado, algunos más oscuros que otros, pero ahí está. Los errores del pasado son experiencias que nos sirven para crecer y aprender. 

—¿Qué quieres decir con todo eso? Suena a una justificación. Corrígeme si estoy equivocada. 

—Antes de enterarme que estabas en la cárcel, llevaba una vida despreocupada y deshonesta, por así decirlo. Utilicé mi poder y conocimiento para hundir inocentes, sin importar las consecuencias. Trabajé con personas peligrosas e igual de ambiciosas. Durante toda mi carrera, he hecho mucho daño, aun consciente de ello, para mí era más importante el dinero. Pensé que con dinero obtendría la felicidad que mi corazón anhelaba, pero me seguía sintiendo igual de vacío. Cuando supe que estabas en la cárcel y que todo ese pasado y malas acciones podrían afectarte de una manera u otra, decidí romper alianzas en buenos términos, y así luchar por tu libertad. Por eso no quería que te involucraran conmigo, al menos no, mientras nos encontráramos en la lucha por recuperar a tu hijo. Ahora las cosas son diferentes. He dejado todo atrás porque quiero aprovechar esta oportunidad para ser una mejor persona y tal vez de alguna forma enmendar todo lo malo que hice en el pasado. 

—¿Por eso despilfarras todo?  

—He aprendido la lección. A base de golpes, pero lo he hecho. 

Eso es una de las tantas cosas que me gustan de Enzo; su honestidad. 

—Hay otra pregunta que debo hacerte o no podré dormir. 

—Suéltala. 

—Primero que todo quiero dejarte claro que no estaba buscando entre tus cosas. 

—Tengo claro que no eres tan curiosa. Cuéntame. ¿Qué te atormenta?

—¿Quién es Janelice? 

—¿Janelice? Conozco un sinnúmero de mujeres con ese nombre. ¿Podrías ser más específica? 

—La del “juego de roles”. 

Hizo silencio por un largo rato y la verdad es que me sentí bien incómoda. Necesitaba que respondiera, aunque no sé si estaba preparada para escuchar su respuesta. 

—¿Es tu amante? — insistí—. No voy a molestarme, pero necesito saber quién es, por favor. 

—No pensé tener el privilegio de verte tan celosa— ensanchó una sonrisa. 

—Yo no estoy celosa. Solamente hice una pregunta. 

—Sí, y yo me chupo el dedo. 

—Responde y deja de evadir la pregunta. 

—Es un tema bastante incómodo de mencionar, pero si estás tan intrigada y seré el causante de tu desvelo, supongo que no me queda de otra que darte la respuesta que necesitas. Ella maneja un grupo de mujeres que ofrecen sus servicios a hombres solitarios y necesitados, por así llamarlo. 

—¿Prostitutas? 

—¿Así le llaman? — rio. 

Su risa me irritó, especialmente su descaro de burlarse de mí. 

—Buenas noches. Descansa — me volteé para el lado contrario, cubriéndome con la sábana. 

Estaba insultándolo mentalmente incontables veces, hasta que sentí su mano pasearse por mi espalda baja. 

—No me permitiste terminar. 

—Ya fue suficiente. Ya respondiste mi duda.  

—Ellas brindan diversos servicios sexuales, pero sin llegar a la penetración. 

—¿Y eso qué? Son servicios sexuales, por lo que siguen siendo prostitutas. 

—Jamás había hablado de esto con alguien. Digamos que es difícil encontrar a alguien que comparta tus mismos gustos, por eso acudí a ellas. 

—¿Qué quieres decir con eso?

—Me gusta la mujer dominante y, todavía en estos tiempos, ese tema resulta ser un tabú para muchas personas. Inclusive, me atrevería a decir que quien me escuche, pensaría que me hace falta un tornillo o varios, pero ¿qué se puede hacer? Son gustos que dan gustos. No me da pena decir o defender lo que me gusta y me hace sentir bien— el roce de su cuerpo en mi espalda erizó toda mi piel, especialmente al sentir su respiración tan cerca de mi oído—. Me excita ser maltratado, pisoteado y humillado, si se siente bien hacerlo con alguien por quién no siento ningún tipo de conexión, solo imagino cuán increíble debe de ser que seas tú quien lo haga. 

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