—Entendido— sonreí, llevando mi cabello por detrás de la oreja—. ¿Y cómo te ha ido durante estos años?

—Bien. Han sido años bastante sacrificados, con poco descanso y mucho trabajo, pero aquí seguimos de pie.

—¿Y tus tíos?

—Haciendo su vida.

—Pensé que estarían viviendo aquí contigo.

—Hace muchos años que estoy solo.

—¿Y por qué escogiste una casa tan grande para vivir solo?

—Me encantan los lujos. Siempre quise tener mi propia casa de ensueños, con todas las comodidades existentes, una colección de autos y motoras exclusivas guardadas en el garaje y una mujer que le guste gastar tanto como a mí.

—Debió costarte una fortuna.

—Llegamos sin nada y así mismo nos vamos. Nuestra existencia en este mundo es efímera, por lo que hay que recoger los frutos de nuestro esfuerzo y disfrutar a plenitud de la cosecha mientras podamos.

—Estás hablando como lo haría alguien mayor. Todavía eres joven para tener esos pensamientos sobre la muerte y esas cosas. 

—No hay edad para morir. La muerte es algo que puede sorprenderte en cualquier momento. Eso sí, si pudiera decidir cuándo, cómo y dónde, solo pediría que fuera cuando cumpla con todos mis sueños.

—Eres el hombre más dramático que he conocido alguna vez.

—Y tú una florecilla muy despistada por lo que veo. Te estoy enviando un mensaje muy claro, pero no te has dado cuenta, porque todo lo tomas como una broma por parte de este ser tan dramático, o tal vez me estás aplicando la de mis padres; no te escucho, no te veo, no existes— sonrió ladeado.

—Oye, con eso no se juega— intenté no reírme, pero la verdad es que fue imposible.

—La comida se va a enfriar. Come bien, para que te vayas a la cama llena y satisfecha.

A la mañana siguiente, desperté bien temprano como de costumbre, me vestí presentable ya que habíamos quedado en que hoy iríamos a ver a su amiga. Necesito dar una buena impresión. Debo hacer lo mejor para conseguir ese trabajo, y de hacerlo, mantenerlo. Este será el primer paso para recuperar a mi hijo.

Todavía me cuesta creer que estoy fuera de ese lugar. Tuve muchas pesadillas anoche, pero a pesar de eso, logré descansar lo suficiente gracias a esa cama tan cómoda y gigantesca.

Según abrí la puerta de mi habitación, casi tropiezo con Enzo en el pasillo y con el ramo de peonías azules que traía en sus manos. La envoltura era en color negro, estoy segura de que debían de haber más de cien flores. Me dejó sin palabras y paralizada.

—¿Cómo amaneció mi florecilla? — me lo extendió, y casi no podía ni cargarlo.

—¿Y estas flores?

—Tuyas. ¿No son tus favoritas?

—Sí, pero nunca las había visto en persona.

—Solías dibujarlas en aquella vieja libreta. Decías que algún día se te iba a conceder el deseo de tener una en tus manos. Una no es suficiente. Quería regalártelas ayer, pero esos idiotas se demoraron y ya cuando llegaron estabas dormida. Así que me dije, ¿por qué no alegrarle el día con una sorpresa mañanera? Nada como un mañanero, pero por ahora me conformo con entregarte estas bellezas.

Es irónico. Hubiera esperado un detalle así de Dominick, más no de parte de Enzo, pero este sentimiento que me agobiaba ahora mismo no era tristeza, sino algo totalmente distinto.

—¿Por qué lloras? ¿No te gustan?

—Gracias por tan hermoso detalle.