—Es difícil, Enzo. Eres un buen hombre y mereces más de lo que puedo ofrecerte ahora mismo. Todo lo que quiero ahora es recuperar a mi hijo. No me siento preparada para una relación en este momento. 

—Soy un idiota. Perdón por volver a presionarte. Hay un desastre, permíteme ayudarte. 

Perdóname tú a mí por no poder corresponderte como te mereces… eso deseaba decirle, pero me contuve tanto como pude. Me duele hacerle esto, pero a la misma vez reconozco que no podría hacerlo verdaderamente feliz sintiéndome incompleta. 

Me ayudó con la decoración del árbol, la verdad es que luego de lo que sucedió no podía sacarlo de mi cabeza, aunque él aparentaba no darle importancia. Tan pronto terminamos, le di una ronda por la casa para que viera los nuevos avances que entre sus tíos, especialmente su tía, hemos añadido, culminando en la habitación de mi hijo. Enzo estaba actuando extraño, en su expresión noté que algo le sucedía, pues no dejaba de mirar el cuadro que colgué en la pared. 

—¿Qué sucede? ¿No te gusta? 

—¿Por qué te torturas de esta manera? 

—¿Torturarme? Es mi hijo. ¿Por qué me estoy torturando? 

—No debiste hacer esto, Amelia. Esto solo te está lastimando. 

—Todo lo contrario, me da la fuerza que necesito para no desmoronarme. 

—Amelia, hay algo que quisiera preguntarte y necesito que me respondas con toda honestidad. 

—Con esa expresión que tienes, cualquiera diría que lo que preguntarás será una bomba. 

—Como abogado, necesito que me digas la verdad. Quiero dejarte claro que no estoy dudando de ti, sería incapaz de hacerlo, aun así, necesito oír esto de tu boca. Sonará muy mal, pero debo hacerlo. ¿Tú estuviste con alguien más mientras salías con Dominick, aparte de lo sucedido con su papá? 

—¿Qué tipo de pregunta es esa? ¿Tú piensas que le fui infiel a Dominick también? 

—No me malinterpretes. 

—¿Cómo no quieres que te malinterprete? Hasta la pregunta ofende. 

—Mis intenciones no son hacerte sentir mal. 

—Ah, ¿no? Pues acabas de hacerlo solo con poner en duda algo así.

—Yo confío en tu palabra, por esa misma razón te lo pregunté. De haber sido otro, simplemente me quedaba callado y buscaba la forma de averiguarlo por mi cuenta. Es más, si estuviera dudando de ti, ni siquiera estaría aquí. 

Un sinnúmero de recuerdos invadieron mi mente, en su mayoría, desagradables. Todo el mundo pone en duda mi palabra, pero la realidad es que yo no le fui infiel a Dominick. Al menos, no a sus espaldas como él piensa. 

—Lo mejor será dejar el tema aquí. Creo que será lo mejor para los dos. No quiero que las cosas empeoren más de lo que están. Debo irme. Nos mantendremos en contacto. 

Iba a abandonar la habitación, pero le agarré el brazo, evitando que lo hiciera. 

—Espera, Enzo. Hay algo que debo decirte y solo Dios sabe lo mucho que me causa vergüenza hacerlo. 

—Te escucho. 

—Hace unos años estuve con otro hombre, pero te juro que no fue mi idea. En ese entonces Dominick y yo estábamos experimentando cosas nuevas en nuestra relación y… 

—¿Cosas nuevas?

—Nuestra vida sexual era muy activa. Un día me platicó que una de sus fantasías era hacer un trío, pero no con otra mujer, sino con otro hombre. Al principio no estaba de acuerdo, porque sabía que esto se prestaba para muchas cosas. Aparte de eso, sentía que lo estaba traicionando, a pesar de que él iba a estar involucrado. Me cuestioné muchas veces si debía o no hacerlo, pero al final, terminé cediendo porque lo quería. 

—¿Porque lo querías? — cerró los ojos, negando con la cabeza y suspiró—. ¿Así que ese hijo de puta que es capaz de acusarte de infidelidad, es el mismo que te presionó y te compartió con otro hombre? Tremenda manera de amar, ¿no crees? Uno hace cada estupidez por amor, pero sin duda alguna, considero que esta se gana el primer puesto. A ese tipo de hombres es por los que lo dan todo. Es frustrante, Amelia. ¿Sabes por qué? Porque mientras ese estúpido tuvo oportunidades de sobra, te tuvo a su lado y solo te usó a su antojo y no te supo valorar, existimos otros que daríamos lo que fuera por tener así sea una maldita oportunidad. La vida es injusta, pero ni modo. Ese es el hombre que escogiste y no soy quién para juzgarte. Tal vez en esta ocasión quien te está hablando es ese hombre que te ha amado toda su vida y no tu abogado defensor, por lo que te pido millones de disculpas. Reconozco mi lugar, por eso volveré al puesto que me corresponde; el de tu abogado.