Capítulo 14 (Final)
El camino de regreso a la entrada del inframundo se me hace inusualmente corto en comparación a cómo fue cuando llegué la primera noche. Bajo mis pies veo cómo pasamos por sobre el mercado, donde las actividades económicas parecen haberse reanudado después del caos que provocó Noris, lo que me da luces de que prontamente ese evento podría olvidarse. Un poco más allá alcanzo a ver el río Aqueronte, donde navega en un bote esa entidad esquelética que cobra a las almas algunas monedas para llevarlos a la otra orilla. Me pregunto si Jandiara y su madre seguirán buscando o si ya lo lograron, si las demás almas que trajimos en este período continúan aquí o si ya cruzaron. Seguimos nuestro vuelo sin detenernos en ningún lugar, el valle del río se transforma en la cabaña de Noris, aún en pie a pesar de su fragilidad y espero que así permanezca por los próximos años o que, en el mejor de los casos, obtenga una vivienda nueva en mejores condiciones. El paisaje sigue transformánse y antes de lo que imaginé, los árboles lo dominan todo abajo, hasta que finalmente descendemos en el preciso lugar donde todo comenzó.
—Niña, entiendo tu pena, pero ya deja de llorar, no es la última vez que los ves —exclama Hades mientras me ayuda a bajar del pegaso. Hasta ahora se mantuvo en silencio, permitiéndome vivir esta mezcla de sentimientos, pena por dejar atrás a tres amigos y ansias por regresar a mi hogar.
—Cuando los vuelva a ver es posible que no me reconozcan por todo lo que cambiaré a medida que envejezco.
—Tú reconociste a Evan aunque él ha estado aquí por diez años, ¿qué te hace pensar que ellos te olvidarán en un tiempo mayor?
—Yo solo fui un suspiro en toda la existencia eterna de Noris y Hermes y, para cuando venga, Evan llevará más tiempo muerto que vivo.
—A veces, esas cosas que solo duran un suspiro son las más memorables, Sofía. Estoy seguro que, aunque cambies, los tres estarán ansiosos por volverte a ver cuando llegues. ¿Enserio vas a dudar del impacto que generaste en la vida de Evan y en la existencia de Noris y Hermes?
Niego con la cabeza, porque al fin y al cabo tiene razón, por lo que me animo a mantener la esperanza de un futuro reencuentro, esa promesa que a uno siempre se le hace cuando pierde a un ser querido. Limpio mis lágrimas con mis manos y miro a mi alrededor, el bosque que crucé junto a Noris la primera noche, cuyos árboles siguen deshojados, pero ya no parecen tan tétricos como antes, quizá porque ya me acostumbré al paisaje de este mundo. Poso mi mirada donde, se supone, se debe alzar la salida de este lugar, pero, en vez de ver la gran escalera, veo a Evan de pie justo en ese punto. Solo entonces me doy cuenta de que Hades se aleja varios metros para darnos privacidad, gesto que agradezco enormemente.
—Por favor, no escapes de nuevo —le ruego a mi amigo mientras me acerco de a poco, a lo que él asiente con una sonrisa. Le cuesta, pero logra mirarme a ratos y analizarme, ver cómo he cambiado en estos años mientras él ha seguido inmutable—. Te he extrañado tanto, Evan... tanto que no te imaginas cuánto, aunque sé que tus padres te han extrañado más.
—¿Cómo están ellos?
Su interés es genuino, lo que me alivia de sobremanera porque es un signo de que, si no regresó a casa, no es porque nos odie como temí en algún momento. De a poco, las preocupaciones que tuve al verlo escapar de mí desaparecen, y son reemplazadas por la tranquilidad de saber que él sí nos recuerda y nos quiere.
—Mejor, pero siguen tristes por tu desaparición —le digo lo más concretamente posible.
—Lo siento... —se disculpa sinceramente. Aunque no lo verbaliza, veo que le duele escuchar lo que le acabo de decir, por lo que decido cambiar el tema a lo que siempre me ha carcomido la conciencia.
—Evan... ¿qué pasó esa noche?
Mi corazón late desbocado al dejar escapar de mi boca la pregunta que me ha atormentado por los últimos diez años, la incógnita que ha envuelto esa fatídica noche y que todos me han planteado hasta llevarme a pensar que me he vuelto loca. Una parte de mí espera oír que él sigue vivo, que en cualquier momento puede regresar y acabar con esta pesadilla, pero la otra, la lógica, me hace aceptar la realidad poco a poco, y prepararme para lo que viene.
—Hades nos visitó, preguntó por qué lo llamamos, así que le expliqué mi interés por su mitología. Estaba furioso con nosotros, dijo que iba a castigar al culpable, así que preguntó de quién fue la idea y asumí la culpa.
Poco a poco formo en mi memoria la imagen de ese ritual que hicimos en conjunto y me pregunto por qué decidió asumir toda la culpa él, si al fin y al cabo yo, en lugar de detenerlo, lo apoyé. Recuerdo esa silueta negra de voz grave que tanto terror me dio, que me parece imposible que el Dios que está de pie a unos metros sea el mismo, porque ha sido lo suficientemente amable conmigo como para consolarme. Y entonces rememoro ese momento en el que la silueta parecía estar mirándome hasta que Evan llamó su atención para decirle algo que no comprendí. ¿A ese momento se refiere? Si es así, poco a poco la historia se esclarece, permitiéndome armar un panorama más completo, aunque no más creíble para las personas en mi mundo.
—¿Qué te hizo? —Le pido continuar con la historia, la parte que desconozco porque no la presencié.
—Me trajo aquí y me dejó toda la noche en el Tártaro a oscuras y sin alimento. Cuando llegó al otro día, me iba a llevar a casa, pero le hablé tanto de lo que sabía de él y sus hermanos, hasta que lo convencí de permitirme quedar por el día. Me advirtió que solo sería hasta que se ponga el sol y que no tendría permitido comer ni tomar nada de aquí. Nunca me dijo por qué.
—¿Y entonces qué, Evan? ¿Qué hiciste?
—Me dio hambre, llevaba tantas horas sin comer nada y estaba tan distraído viendo todo, que saqué unos granos de uva de la cocina cuando nadie me veía. Me olvidé de los mitos, solo comí. Esa noche, intentaron enviarme de regreso a casa, pero la escalera no me permitió subir, se transformó en un tobogán en cuanto le puse mis pies encima. Me llevaron al Olimpo para que otros Dioses opinaran sobre mí, dieran sus soluciones, algo para permitirme regresar... no encontraron nada y lo único que dijeron es que un humano vivo no se puede quedar por mucho tiempo en el Inframundo.
— Entonces... ¿Noris tomó tu alma? —Asiente— ¿Te dolió?
—No. Solo me tocó y, cuando me di cuenta, ya estaba muerto. En vez de dejarme a orillas del río, Hades me castigó convirtiéndome en su sirviente hasta que mi alma cumpla la edad que, se supone, debía tener al morir. Solo entonces podré ir a buscar las monedas para cruzar.
—¿Te arrepientes de lo que pasó?
—No... aunque pienso en mi casa a veces y quisiera visitarlos.
—¿Eres feliz aquí?
—Me gusta estar aquí. Los extraño, pero aquí me gusta. Al final, cumplí con lo que mamá me decía, ella no quería que yo creciera.
Tomo aire profundamente para explicarle que su madre no se refería al significado literal, pero al final prefiero guardarme mis palabras. Si él así se siente bien, entonces es mejor permitirle creerlo, en vez de generarle una sensación de culpa que no merece, al fin y al cabo cometió un error comprensible, solo hizo caso a su instinto de supervivencia frente al hambre. Y, al final de todo, si ese error le permite ser feliz, decido aceptarlo, por muy doloroso que sea.
Los próximos minutos pasan con Evan contándome emocionado una pequeña parte de lo que ha vivido aquí. Cómo trabaja para Hades, su reencuentro con seres queridos que han pasado a este mundo en medio de estos años, sus tareas, todo. Es como regresar al pasado, porque tal y como lo recuerdo, Evan habla con gran entusiasmo de lo que le rodea. Es Hades quien a lo lejos me hace un gesto para señalar que ya es tarde, por lo que con tacto finalizo mi conversación con mi amigo y le dedico todas las palabras que le quise decir y que no pude. Lo abrazo fuertemente mientras le digo cuánto lo quiero, cuánto lo extrañaré y lo mucho que lo atesoraré como el mejor amigo de mi infancia. No olvido también transmitirle los mensajes que, estoy segura, sus padres quisieran decirle y le ruego que, si es posible, los visite de vez en cuando en algún sueño para consolarlos y calmar su dolor.
Al separarnos, surgen de la tierra unas escaleras llenas de musgo que se elevan a una sección del cielo de coloración más oscura. Hades las señala para que suba con él, por lo que le doy una última mirada a mi amigo para atesorar su imagen en mi memoria. Él se quedará aquí, en el inframundo, por siempre como un niño de trece años con un gran interés particular por la mitología griega. No me queda más que esperar al día que yo muera, porque entonces podré volver a compartir con Evan tanto como cuando éramos pequeños.
Y mientras subo los escalones, prometo que viviré tanto como debo y tan bien como se me permita, para que al regresar tenga mucho que conversar con Evan, Hermes y Noris, el Dios desconocido de las muertes prematuras, cuya fama acaba de empezar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro