Capítulo 13
Solo cuando Hades da su consentimiento para liberar a Noris me permito relajar mi postura en mi asiento, hasta entonces rígida y tensa, hasta el punto de dejarme un dolor en mis hombros como recordatorio. Con mi amigo a mi lado nos miramos con felicidad, satisfechos de haber logrado nuestro cometido y ansiosos por ver la expresión de Noris al verse libre otra vez. Entonces, Hades vuelve a tomar la palabra y sus condiciones nos desconciertan.
—Tengo entendido que estás aquí por lo que dice un oráculo que te involucra a ti y a Noris. Si ese es el caso, antes de sacarlo del Tártaro, iremos a revisarlo en casa de Nix. Si ya cumpliste tu labor aquí, te marcharás hoy mismo —sentencia sin miramientos, sin dar lugar a discusiones, lo que cambia radicalmente mi sentir.
—¿Cómo sabremos si realmente hice bien? —Pregunto en medio de tartamudeos, una forma de cuestionar la decisión para ganar algo de tiempo.
—Hermes, irás ahora mismo al Olimpo y preguntarás a todo Dios que te encuentres si conoce a Noris. Anotarás todas y cada una de las respuestas que te den y las traerás aquí. Con eso en mano, visitaremos a Nix para comprobar el oráculo y, si todo está en orden, te irás a tu mundo esta misma tarde.
—Pero...
—Hermes, ve ahora mismo sin perder tiempo —ordena Hades, a lo que mi amigo no tiene más opción que obedecer.
Tarda un par de horas en cumplir su labor, tiempo en el que yo permanezco en la sala de estar junto a los reyes y Evan, tan cerca y a la vez tan lejano como nunca. Si me pongo de pie y camino un par de pasos, podría abrazarlo como esperaba, pero la presencia de Hades y su orden me intimida. Es Perséfone quien intenta hacer un ambiente más ameno por medio de conversaciones, con el fin de pasar más rápido el tiempo, sin embargo, cuando Hermes regresa, deseo que el reloj se hubiese detenido para no escuchar lo que tiene que decir.
—Todos hablan lo mismo, Hades. Saben de la existencia de Sofía ya que los mercaderes de este mundo viajaron allá en busca de refugio y esparcieron la historia de Noris. Aunque no es precisamente como él quería ser conocido, ya todos saben de él, solo falta lavar un poco su imagen para que su representación sea más certera.
—Bien, entonces no hay nada más que discutir. Aprovechemos que aún es temprano y vamos a ver a Nix ahora mismo, antes de que salga a trabajar. Comprobaremos el oráculo y te marcharás.
—Mi señor, Hades —comienzo con gran respeto, esperando apaciguarlo—. ¿Puedo pedir solo dos cosas antes de irme?
—¿Qué deseas?
—Quisiera despedirme de Noris antes de marcharme...
—Ese no será un problema, siempre y cuando él te permita ir —Mueve sus manos como si se tratara de un asunto sin importancia— ¿Qué es lo otro?
—Quisiera... poder hablar con Evan, a solas.
Asiente, consintiendo las dos de mis peticiones, mientras hace gestos para apresurarnos. Dejamos a Perséfone y Evan en la casa de ambos reyes, con la promesa de que luego podré hablar con mi amigo de la infancia. Entonces, emprendemos el viaje hacia el Tártaro, específicamente la casa de Nix. Al llegar, me agarro fuertemente del brazo de Hermes por el temor que siento a lo que veré a continuación. Hades lidera nuestro caminar y, enfrente de la casa correspondiente, habla con los guardias, haciendo uso de su autoridad con el fin de librarse del papeleo de burocracia que se solicita a los visitantes para ver a la Diosa. En menos de cinco minutos nos abren la reja y uno de los guardias nos guía con una linterna para alumbrar el camino, oscuro como si fuera medianoche, aunque en realidad es media tarde.
Ingresamos a una mansión de estilo más europeo en comparación a las otras edificaciones que he visto en el inframundo. Si bien la decoración no alcanza a verse tan valiosa como la de la casa de los reyes, sigue siendo fina, destacando en marcos de plata a su querido Tani en diferentes poses y, detrás de él, siempre un pequeño Noris tratando de imitar a su hermano. Tanta opulencia y favoritismo me dan náuseas, sobre todo porque el menor de sus hijos en estos momentos se encuentra en una casa en ruinas y, al salir del Tártaro, lo espera su cabaña que no está en mejores condiciones. ¿Cómo puede haber tanta desigualdad dentro de una misma familia?
Llegamos a la oficina de Nix, donde ella nos espera de pie frente a su escritorio, con una expresión de clara molestia y unas ojeras oscuras que nunca había visto. Considerando el trabajo que tiene, deduzco que interrumpimos su sueño, por lo que temo que estará menos receptiva a lo que diremos a continuación.
El primero en tomar la palabra es Hades, quien le explica la situación, la reunión que tuvo con nosotros hace solo unas horas y las determinaciones que se tomaron en conjunto. Se toma su tiempo para dar los motivos y argumentos que yo misma expuse, haciéndome sentir orgullosa e importante debido a mi intervención y cierra con la decisión que tomó junto a su esposa Perséfone, reina del inframundo: "Liberar a Noris y revisar el oráculo para evaluar el cumplimiento de este".
—¿Ya lo liberaron? —Es todo lo que contra pregunta Nix, manteniendo su rostro serio y sin ofrecernos tomar asiento en algún lugar.
—Aún no. Quisiera ver el oráculo que lo involucra a él junto a Sofía antes de cumplir con ese mandato. Por eso vine, para que me lo muestres tú, que eres experta en esta materia.
—Solo los involucrados en un mismo destino pueden verlo, su majestad. Lo siento.
—Sofía está aquí, ella podrá verlo por mí, si tanto insistes en que así sea.
—Bien, la humana será. Sígueme, tú sola, sin tu guardaespaldas —ordena refiriéndose a Hermes, quien hasta este momento no se ha alejado de mí. Libera su brazo de mi agarre, mientras me promete que estará cerca en caso de que requiera su ayuda, gesto que agradezco desde lo más profundo de mi ser por el miedo que me da aquella mujer después de cómo me ha tratado y malinterpretado.
Me toma de la mano para guiarme por la oscura vivienda, en la que solo distingo los bordes de algunos muebles, mientras ella camina con seguridad por su habilidad de ver en la oscuridad. Abre un ventanal que da a un patio trasero iluminado únicamente por la luz de la luna, donde no hay más que una especie de lavabo antiguo con figuras talladas en su superficie. Nix se acerca recitando una oración en un idioma desconocido para mí, al tiempo que vierte un líquido que extrae de uno de sus bolsillos. Cuando el ritual parece haber terminado, con un gesto me ordena que me acerque.
—Solo tienes que mirar la superficie del agua y te mostrará el destino que te une con mi hijo, el que yo le entregué anotado hace un tiempo.
—Creí que solo él y yo podíamos verlo.
—Ustedes dos aparte de mí, que soy la experta en esta materia. Tómate tu tiempo para que le digas a Hades todo lo que viste, él odia los trabajos a medias.
Asiento mientras doy un profundo suspiro antes de pararme frente al oráculo. Miro la luna por última vez, para luego dirigir mis ojos a la superficie, tal y como me fue indicado y es ahí donde veo todo mi destino unido al Dios desconocido de las muertes prematuras, Noris. Y me sorprende que todo sea tal y como sucedió realmente, la forma en que nos conocimos, el ritual que modifiqué, mi llegada a este mundo, el cómo en un principio nos llevamos mal hasta que finalmente comprendí cuál es su verdadera labor y lo muy subestimado que lo tienen acá. Me veo a mí misma dibujándolo, siguiendo sus peticiones de hacer una representación suya más musculosa a pesar de que su cuerpo luce escuálido, las almas que trajimos, nuestros trabajos en el mercado, su ataque de ira, mi intento por liberarlo y el cómo termina todo. Cuando finalmente las imágenes se detienen, me giro hacia Nix, que me lleva de regreso a su oficina, donde relato todo lo que acabo de mirar, sin omitir ni el más mínimo detalle del oráculo en el que una humana hizo a un Dios alguien reconocido y valorado.
***
Si bien ya vi mi despedida con Noris y sé cómo irá todo, Hades no escatima en advertencias para que yo no haga nada diferente de lo que vi, con el fin de no cambiar el futuro. "Tal y como está escrito es como debe suceder" me dijo con su tono peculiar, una mezcla de orden y amenaza. Con su consentimiento, camino en compañía de los guardias del Tártaro, quienes iluminan mi camino con la ayuda de lámparas, mientras Hermes me espera a la salida de este lugar, para recibir a Noris y despedirse de mí por última vez.
Al llegar a la casucha en ruinas en la que se encuentra Noris, este se sorprende de verme nuevamente aquí y su sorpresa aumenta aún más cuando ve cómo los guardias sacan las llaves de las cadenas que lo mantienen atado. Soba la zona que estuvo en contacto con el metal, a la vez que me mira con una sonrisa de agradecimiento, asumiendo que yo intervine en esto. Le devuelvo el gesto y mantengo mi silencio mientras los guardias se marchan dejando atrás una lámpara, tal y como Hades les ordenó antes de dar su aprobación para esto. Estando ya solos los dos, no sé por dónde empezar para informar a Noris, para ponerlo al día de lo que ha sucedido mientras estuvo encerrado aquí en la cárcel. Es él quien reacciona primero, abriendo sus brazos para envolverme fuertemente en ellos, tomándome por sorpresa a pesar de que ya vi esto en el oráculo. Permanecemos así por unos minutos, hasta que finalmente logro reunir el valor para lo que se avecina.
—En el Olimpo se habla mucho de ti por estos días.
—Lo imaginé. El chisme de un Dios sucumbiendo a su ira siempre llama más la atención que el trabajo bien hecho.
—Puede ser... pero hablan también de Noris, el Dios que se hizo conocido gracias a una humana.
—¿De dónde sacaste eso, Sofía? —Pregunta incrédulo en medio de una pequeña risa, mientras toma un poco de distancia para verme mejor a los ojos.
—Hermes viene llegando del Olimpo y, de paso, visitó también algunos lugares del inframundo antes de venir aquí al Tártaro.
—Él siempre crea los mejores rumores —persiste en su incredulidad, aunque alcanzo a ver algo de emoción, de esperanza porque esto sea verdad.
—Pero esto es cierto, no es rumor. Se enteraron de mi presencia aquí por los mismos mercaderes que viajaron al Olimpo en busca de ayuda para recuperar sus pérdidas... y pronto hablarán de lo que realmente haces.
—¿Cómo estás tan segura?
—Solo lo estoy.
Prefiero no contarle que vi el destino que nos une, que ya sé qué viene a continuación y cómo terminará todo a su favor. En su lugar, prefiero que sea sorpresa, que él escriba su propio futuro en base a sus decisiones y no lo que una predicción dice, por mucha credibilidad que haya acumulado en cientos de años y lo mucho que los oráculos sean respetados. Así, le doy tiempo para que asimile lo que acabo de contarle, información verídica confirmada por Hermes esta misma tarde, justo después de que relaté lo que vi en el oráculo.
En el rostro de Noris aún se ve desconfianza, como si le fuera casi imposible concebir un mundo en el que su nombre está en boca de todos. Y, si bien estas no son las mejores circunstancias para llamar la atención, tengo la certeza de que todo mejorará con el tiempo, solo debe tener paciencia y aceptar las ayudas que recibirá. Luego de un par de minutos, tomo nuevamente la palabra para iniciar nuestro final, la despedida que tanto ansié cuando recién llegué, pero que ahora no sé cómo consumar. Las predicciones no decían nada de esto, yo debía venir, decirle que es libre, explicarle por qué y marcharme, sin embargo, esa es una versión demasiado fría y amarga como para que yo la acepte, por lo que, pese a las advertencias, me tomo la libertad de cambiar un poco este destino. Ahora solo me queda confiar en mis intuiciones y decisiones, siendo fiel a lo que creo que es correcto.
—¿Sabes lo que todo esto significa? —Pregunto con tacto al ver cómo la expresión de Noris poco a poco se desconfigura.
—¿A qué te refieres?
—Al trato, a lo que decía el oráculo... Noris, con esto yo ya he cumplido con mi destino aquí. Ya es hora de irme.
—No, ¿de qué hablas? Yo todavía te necesito aquí, conmigo. Sofía, no te puedes ir ahora que las cosas comienzan a ir bien, tienes que quedarte y asegurarte de que las cosas se mantienen. Tienes que ver lo que tú has hecho, sentir la satisfacción de un trabajo cumplido.
—No, ya no hay nada más que pueda hacer aquí. Solo me queda cumplir con la parte de hacerte conocido en mi mundo y para eso no puedo estar aquí... Noris, ya llegó el momento de que yo regrese a mi hogar.
Jamás imaginé verlo tan afectado y, la verdad, nunca imaginé que a mí me afectaría también la despedida. Al final de todo, por muy obligada que estuve a quedarme, le tomé cariño a Noris y, si bien lo que hice no cambiará a su familia, espero haber cambiado la mentalidad de terceros, de personas que reconozcan en él los valores que yo vi y que defendí ante el mismísimo rey del inframundo.
Nos abrazamos una vez más, ambos reticentes a emprender camino hacia la salida del Tártaro, donde la separación será más real. Pasamos unos últimos minutos diciéndonos lo que no nos atrevemos a decir en público. Yo le deseo una buena vida de aquí en adelante, que sea reconocido y valorado por quién es y no por quién es su hermano y que su existencia se llene de amistades para que no tenga que caminar nuevamente en soledad. Entonces él toma su turno y dice sus palabras de cariño a su manera.
—Cuando mueras, de corazón espero que sea mi hermano quien te traiga y no yo, porque eso significará que viviste todo lo que debías. Y espero que allá arriba en tu mundo te reciban con cariño, que logres ser la mejor en tu profesión, que ayudes a tantos niños como puedas y que nadie nunca vuelva a dudar de tus recuerdos, porque son tuyos y no tienen el derecho a cambiarlos por ti. Así que, cuando vengas, más te vale tener una buena historia de vida.
—Gracias, Noris.
—Gracias a ti, por todo. Muchas gracias, Sofía.
La voz de Hades llamándonos desde la entrada nos interrumpe y, contra lo que realmente deseábamos, caminamos rumbo a la entrada del Tártaro. Aquí me despido de Hermes, mi gran amigo y compañero en estas tareas que se me encomendaron y aprovecho de agradecer su apoyo durante estas semanas.
—Te recordaré siempre que cocine, porque fuiste la primera en probar mi mano —dice mientras nos abrazamos por última vez.
—Se nota —comento en medio de risas a pesar de que lo que quiero es llorar—. Yo te recordaré cada vez que vea algún mail, como el Dios mensajero que está a cargo de enviarlos.
—Debemos irnos ya, Sofía. Está a punto de oscurecer —anuncia Hades mirando su reloj, el único objeto actual en su vestimenta a estilo antiguo.
Asiento con la cabeza y le doy un último abrazo a mis amigos, Noris y Hermes. A este último le pido que acompañe a quien me trajo a este lugar, esperando que esa amistad perdure por los siglos. Cuando ya estoy lista, me giro hacia Hades, quien me ayuda a subir al Pegaso que nos llevará a la entrada del inframundo donde todo empezó. A medida que nos elevamos en el cielo, mis amigos se hacen más pequeños, se vuelven un punto en el suelo, hasta que finalmente ya no los distingo. Solo entonces permito que mis lágrimas caigan, mientras dedico un último pensamiento a Hermes, Noris y Evan, quien también se queda en este lugar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro