
8º CELOS
Ya habían pasado los cuatro días en Gryffindor. Después de aquel roce con Lucius, el Slytherin había hecho caso máximo a todo aquello. Para sorpresa de muchos, se había conseguido llevar bien con Peter y con Lily y aguantaba a James y Sirius como podía.
A Sirius... Bueno, quería arrancarle los ojos por que siempre iba detrás de Remus, como un perrito faldero, como él pesaos de turno que era.
—Pues amigo —dijo James—. Te vamos a echar mucho de menos estos días —dijo con pucheros y se acercó para abrazar a su amigo.
—Sí —dijo Peter tímidamente y se acercó para también darle un abrazo.
—¿Y Sirius? —preguntó el licántropo extrañado. Y Lucius no pudo evitar gruñir "¿Qué importaba ese chucho?" Se preguntó el rubio.
—¡Remus! —se escuchó detrás de él y se giró.
Sirius Black subía las escaleras para llegar al dormitorio a toda prisa y tenía lágrimas en los ojos. Como si fuese una despedida de por vida.
—Sirius, ¿Qué te pasa? —preguntó Remus, extrañado por un momento.
—No te vayas —dijo con pucheros de niño pequeño, y todos se rieron (excepto Lucius)—. Acariciame el lomo —pidió Sirius, y Lucius ya estaba pensado en partirle una costilla.
En ese mismo instante, todos metidos en el dormitorio, Sirius se convirtió en un perro negro y se acercó hasta Remus. Parecía amar acariciar a su amigo, tanto que Lucius se sorprendió.
—Te quiero Sirius —le dijo dulcemente Remus y le depositó un beso en la cabeza.
A Lucius se le iban a saltar los ojos con tanto amor, estaba por llevárselo a rastras de allí y no volver a dejar que fuese a su dormitorio nunca más.
Los dos chicos se encaminaron al dormitorio de Slytherin, dejando al trío de Gryffindor.
—Te llevas demasiado bien con Sirius —dijo Lucius con desdén.
—Es el primero que se convirtió en animago para estar conmigo —dijo con una sonrisa añorante—. Fue el primero en aceptarme de verdad, realmente no me gustaría que me lo arrebatasen jamás —terminó de explicar Remus.
—Ya... —dijo con un deje de odio, Lucius.
Remus notaba el comportamiento que él rubio estaba teniendo con él, pero trataba de no darle importancia, quizás, de esperar que se le pasase en un rato.
—Hola, Severus —dijo Lucius, mirando al pelinegro que estaba sentado con varios papeles y libros— ¿Qué haces? —preguntó extrañado, pero Severus no levantó la vista.
—La parte teórica del proyecto con Sirius, él no es de hacer estas cosas —dijo sin percatarse de que Lucius estaba con alguien más—. Y estoy haciendo las dos partes, ya sabes cómo es —dijo, soltando un suspiro y una pequeña risa.
A Remus le impresionó que a Severus le importase tanto la nota que Sirius pudiese sacar.
—Y... ¿Por qué no le obligas a trabajar? Después de todo, él siempre te trata fatal —dijo Remus, y Severus levantó la vista, percatándose de que estaba ahí.
—¿Q-qué haces t-tú a-aquí? —preguntó Severus, y sus mejillas se tiñeron de un color rojo intenso.
Todo cuadraba en la cabeza de Remus, a Severus le gustaba Sirius, por eso estaba haciendo todo eso por él.
—Estamos castigados. Bueno, que te vaya bien con el trabajo —dijo Lucius, y comenzó a caminar con Remus detrás de él.
Llegaron hasta la habitación de Lucius y Remus la observó. No era muy distinta a la suya, solo cambiaban los colores, de dorados y rojos vivos a verdes y negros apagados.
—¿A Severus le gusta Sirius? —preguntó Remus, sinceramente le parecía extraño, pero Remus también pensaba que Sirius estaba enamorado del pelinegro, solo que aún no se había dado cuenta.
—Sí. —dijo secamente Lucius, y empujó a Remus en su cama, con él encima, desabrochándose con la mano que tenía suelta la corbata—. ¿Y a ti te gusta ese perro sarnoso? —preguntó Lucius, agarrando con la mano que tenía suelta la muñeca de Remus.
Remus sintió miedo, ¿Qué había hecho mal? Lucius estaba apretando demasiado fuerte su muñeca y sus ojos grises daban la impresión de una tormenta.
—N-no —dijo Remus, soltando un pequeño quejido por el dolor punzante en su muñeca—. Él es solo mi amigo, es como un hermano para mí. Fue el primero en transformarse en animago por mí, él es parte de mi familia, de mi poca familia —dijo con lágrimas en los ojos, y sintió que el agarre se aflojaba igual que la expresión en la cara de Lucius.
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