4º ¿ESPOSADOS?
Durante la siguiente semana no llegó ninguna carta del rubio citándolo, ni siquiera una mirada en el gran comedor o en los pasillos. Remus pensó muchas veces en que quizás expondría su secreto por haber salido corriendo de aquella forma, se veía a sí mismo expuesto frente a todos y apenas dormía por las noches.
Remus lo observaba de lejos cuando tenía la oportunidad de hacerlo. Era su primer beso, su maldito primer beso y se lo había dado una víbora que creía que podía ejercer su control sobre cualquier cosa que quisiera. Estaba de un humor de perros entre las pocas horas que dormía, el miedo que sentía y la rabia de ser ignorado. Pero trataba de que no se notara cuando estaba con sus amigos. Hubiese odiado que alguno de ellos, si no los tres, se pasasen todos los días preguntando qué pasaba.
Iba caminando por los pasillos con Sirius, iban hacía clase de pociones. Sirius hablaba del partido que jugaría Slytherin contra Gryffindor esa semana, Remus no escuchaba demasiado lo que su amigo decía. Se sentía mareado, cansado y no era capaz ni siquiera de forzar la mirada para verlo a él. Sirius, el más despistado de los cuatro, tampoco se dio cuenta de la condición de su amigo hasta que chocó con alguien y cayó de rodillas.
—Perdón —dijo Remus, tratando de levantarse del suelo, en circunstancias normales aquel golpe no habría significado nada, pero no tenía ni una sola gota de energía en el cuerpo.
No había alcanzado a ver con quién había chocado, pero estaba seguro de que habría caído también como él.
—Estúpido Gryffindor. Siempre tan despistados y torpes —Remus abrió los ojos con fuerza. La voz glacial que escuchaba, lo hizo enfadar.
Lucius Malfoy, de pie, mirándole con desdén. De todas las personas que pasaban por esos pasillos, tenía que haber chocado con el menos indicado. La gente dirigió su mirada a los dos. Remus odiaba las miradas, se sentía desprotegido. Estaba cansado y fácilmente irritable. Y por supuesto, Lucius acababa de irritarle lo suficiente.
—Oye imbécil —dijo Sirius, preparado para asestarle un golpe.
Remus detuvo aquel puñetazo. Sirius no tenía por qué estar defendiéndole siempre y aquel rubio se había pasado con aquella indiferencia después de decirle que era suyo y besarlo contra su voluntad.
—Así que eres así, no me extraña —dijo Remus con la mirada perdida, y le lanzó un puñetazo en la mejilla a Lucius.
El Slytherin rio después del golpe, se acarició la mejilla y Remus juró que recibiría aquel golpe, pero después de varios segundos no lo recibió y decidió abrir los ojos. Uno de los profesores los miraba a ambos con los brazos cruzados sobre el pecho. Remus pensó que definitivamente aquel año la suerte no le sonreiría ni un solo día.
Los mandó al director y mientras Remus seguía a aquel profesor, Lucius se mantuvo mirando al frente, sin dirigirle ni una sola mirada mientras marchaban.
—¡Ya me contarás cómo ha ido! —alcanzó a escuchar de Sirius. Sabía que su amigo era tan idiota como para decirle eso cuando estaba a punto de ser castigado.
—•—
—¿Y bien? —preguntó Dumbledore, mirando a los dos chicos.
Remus miró a Lucius, pero él no le devolvió la mirada.
—Él me ha golpeado, señor —dijo Lucius, señalando su propia mejilla. Parecía guardar muy bien la compostura en ocasiones, así, el maldito Slytherin.
Remus suspiró. Estaba muy cansado, y ahora además estaría castigado una temporada.
—Y él me ha tirado al suelo antes —dijo Remus mirando con asco al Slytherin.
Dumbledore se colocó las dos manos entrelazadas, y apoyó la barbilla encima de ellas, ya sabía lo que se avecinaba.
—No —dijo Lucius.
—Sí —contradijo Remus, era mentira, pero ya puestos no le importaba nada, ni siquiera sabía por qué había aceptado aquel beso por contar su secreto, el propio Dumbledore le había dejado quedarse en Hogwarts.
—Pero que has sido tú... —dijo Lucius.
—No —interrumpió Remus.
—Sí —contestó Lucius.
—Ha sido culpa tuya —dijo Remus.
Dumbledore lanzó una carcajada, y los dos chicos lo miraron, atónitos por aquella risa innecesaria. Remus quería golpearlo más fuerte, pensó que con aquel golpe en la mejilla no bastaba.
—Tengo el castigo perfecto para vosotros —dijo el director maliciosamente—. Estaréis esposados mágicamente durante una semana y un día más, el uno al otro, iréis a clases juntos, iréis a dormir a la misma cama y a la misma casa. Estaréis cuatro días en las clases y en la casa del otro. Después de todo, no puedo dejar que os llevéis esta disputa a lo personal.
Los dos miraron a Dumbledore y luego entre ellos, y nuevamente al director y otra vez entre ellos.
—¡Imposible! —exclamaron los dos en el mismo momento.
—Claro que es posible. El castigo empieza esta noche —dijo Dumbledore—. Vendréis a mi despacho y yo colocaré las esposas mágicas. Nada más que decir, podéis volver a clase —terminó con una sonrisa el director.
Los dos se levantaron de las sillas con frustración. Caminaron hacia la puerta y chocaron al intentar pasarla a la vez.
—Serás idiota —dijo Remus.
—El único idiota aquí eres tú —respondió Lucius, y dejó pasar antes al licántropo.
—Como nos pongan juntos, te mataré, no podré aguantar ni dos días contigo, idiota integral —dijo Remus, que estaba tan enfadado que podría dejar salir a su lobo en cualquier momento
Se había mantenido sumiso el suficiente tiempo como para darse cuenta de que Lucius se burlaría de él el resto de la eternidad si no lo detenía.
—Pues bien que no te quejaste cuando te besé —dijo Lucius en su oído, en un susurro tan dulce como el veneno más engañoso que pudiese existir.
Remus se apartó con una mueca de desagrado.
—Lo hiciste contra mi voluntad después de amenazarme, no sé que esperabas —dijo Remus enfadado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro