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1º COMEINZO

Remus Lupin caminaba junto a sus tres mejores y únicos amigos: James Potter, Sirius Black y Peter Pettigrew. No recordaba como es que cuatro personas tan distintas habían terminado juntas durante tanto tiempo sin acabar peleando unos con otros. Sabía, sin embargo, que todos ellos, al fin y al cabo, después de aquellos dos últimos año en Hogwarts, quizás ni siquiera volverían a verse nunca más.

James poco a poco fue aminorando el paso hasta llegar donde estaban Lily y Snape. El amor que sentía su amigo por esa chica era algo que Remus nunca había logrado entender, siempre había notado que su forma de sentir era muy distinta, y que ni siquiera había sido capaz de desear a nadie todavía.

Sirius también llegó hasta donde estaban, después de todo, tenía un comportamiento demasiado bromista cuando se trataba de Severus, hasta el punto de llegar a ser insoportable. Remus se preguntó muchas veces durante esos años el porqué Severus no había intentado golpearle en más de una ocasión para intentar alejarlo. Sabía que Sirius se lo tenía merecido, así que tampoco habría intervenido.

—¿Qué tal las vacaciones? —preguntó Peter.

Remus se encogió de hombros. No había hecho mucho además de pasarse el día leyendo libros. Reus era tranquilo, apaciguado como el agua de un manantial durante todo el tiempo, excepto cuando sacaba sus garras el día de luna llena. Siempre se había odiado a sí mismo por aquello, se consideraba un monstruo en muchas ocasiones y había momentos en los que se sentía tan perdido que no sabía si su verdadera forma era la de un humano o la de un animal.

—Supongo que bien, tranquilas, ¿las tuyas? —preguntó.

Además de ser tranquilo, también era poco hablador, pésimo para mantener conversaciones que pudieran durar más de dos minutos. Se alegraba de hablar con Sirius siempre que podía porque solo tenía que escuchar a su incansable amigo y responder con monosílabos. Era algo que disfrutaba hacer, algo en lo que no se sentía forzado a interactuar más allá de unas palabras cortas.

—Me he pasado las vacaciones estudiando para poder ponerme al día, pero aún me cuestan algunos hechizos —explicó Peter algo desanimado.

Sirius se colgó de sus dos amigos. Pasó ambos brazos alrededor de sus cuellos. Remus se contrajo. No le gustaba que lo abrazasen demasiado, ni siquiera se sentía seguro consigo mismo. Alguna vez había soñado con su transformación a plena luz del día, tan solo por un roce con alguien. Sirius no notaba aquellos detalles, era alguien con poco tacto, poca empatía para entender los sentimientos ajenos a los suyos. Y aunque Remus intentó alejarse poco a poco, su amigo solo intensificó el agarre para que no escapará de él.

—Este año promete —dijo James—. Estoy seguro de que Lily me aceptará por fin —se animó a sí mismo James mientras llegaban al gran comedor.

—No digas tonterías —dijo Sirius mientras se reía a carcajadas de su amigo.

Sirius era ese tipo de chicos que gustaban a todo el mundo. Había salido con muchas chicas, con más de las que los chicos podían contar con todos los dedos de sus manos. Solo pedía que tuvieran dos requisitos, el pelo negro como la noche y la mirada fría como el hielo. Decía que eran las más hermosas y las que más le interesaban desde que tenía uso de razón. Aquellas acciones dejaban a Remus con la mente en blanco, ¿qué era enamorarse?, estaba seguro de no haber sentido nada parecido en su vida, ni la atracción física, ni una unión inconexa de sentimientos que le formasen mariposas en el estómago.

Se sentaron en la mesa de Gryffindor. Remus debía admitir que era agobiante estar rodeado de tanta gente, era algo que lo hacía sentir intimidado, como si todo el mundo mirase en su dirección. Como si todo el mundo descubriera quién es. Repasó el comedor con la mirada como estaba acostumbrado a hacer, si nadie miraba en su dirección poco a poco se relajaría.

Pero cuando llegó a la mesa de Slytherin se detuvo en unos ojos del mismo color que la luna. La mirada era gélida como el hielo, como si acabasen de tirarle un cubo de agua sobre la cabeza. Remus se sintió desprotegido con aquella mirada que le lanzaba Lucius Malfoy, un año mayor que él y Prefecto de Slytherin. Su corazón se aceleró por el miedo, sintió su sangre hervir bajo la piel y un sudor frío bajándole de la frente.

—Prestad atención un momento —dijo Dumbledore, y hubo un silencio sepulcral en pocos segundos—. Comenzamos un nuevo año en Hogwarts y, como cada año. Los de primero pasarán por la selección —Dumbledore miró a la mesa de Gryffindor, más concretamente al cuarteto—. O, y por favor, no se permiten bromas en la cena.

Remus prefería cualquier cosa antes que todo el mundo lo mirase a él. Recordaba las bromas pesadas de Sirius del año anterior durante la cena. Dejó caer su cabeza y se escondió detrás de la silueta de James, era más alto y grande que él. Remus se dio cuenta de que Lucius no apartaba su mirada de él, como si quisiera mirar dentro de su cerebro lo que escondía.

Aquella primera cena le pareció más intensa que todas las de su vida. Se sintió como una pequeña oveja tratando de escapar de un lobo feroz, una ironía demasiado amarga para su gusto. Cuando llegaron a la habitación, Remus se dejó caer en su cama, cansado después del largo día.

—Oye —les llamó la atención Sirius con una voz más seria de la que solía utilizar—. ¿Qué pensáis de lo que van diciendo por ahí?

Los tres compartieron una mirada. Ninguno tenía ni idea de lo que hablaba Sirius, después de todo, el único con el suficiente interés para enterarse de cualquier cosa que pasase en Hogwarts, era él.

—¿El qué? —preguntó James.

—Lo de que Severus se irá —comentó Sirius.

Remus y los demás compartieron una nueva mirada. No habían escuchado nada de eso, al menos por la mirada de los tres.

—No lo creo, si así fuera, lo sabríamos —respondió Remus.

Aunque no eran amigos, había cosas que sí podían saber del mejor amigo de Lily, probablemente si fuera a irse James también se habría enterado de eso.

—¿Por qué te interesa tanto? —preguntó James desvistiéndose para ponerse el pijama.

—Porque no tendría a quién molestar si se fuera —dijo con firmeza Sirius.

Todos rieron ante aquella queja. Nadie podría tener una razón tan estúpida como la que Sirius tenía, de eso estaban todos seguros.

Charlaron un largo rato sobre las clases de aquel año. También hablaron del insoportable rechazo de Lily hacia James y de las bromas que Sirius tenía preparadas para Severus ese año.

Cuando por fin todos se quedaron dormidos, una lechuza apareció por la ventana y se acercó hasta la cama donde Remus dormía. Lo despertó caminando por encima de su estómago y el licántropo se incorporó asustado. La miró por unos segundos antes de empezar a relajarse. Su corazón latía tan fuerte que lo creía fuera del pecho. Se fijó en el sobre de color crema que sostenía la pequeña ave entre su pico pequeño, pero afilado. El color blanco del ave le pareció precioso cuando la acarició y cerró sus grandes y redondos ojos color ámbar.

Cogió la carta entre las manos y se recompuso en su cama. Jamás le habían enviado cartas, de eso estaba seguro y tampoco reconocía a aquella lechuza en lo absoluto. Abrió cuidadosamente el sobre que tenía un sello plateado. Abrió la carta y con un lumus de su varita, comenzó a leerla bajo las sábanas:

—•—

Para Remus Lupin

No sé desde cuando, pero sí sé tu secreto, lobito.

Solo quiero saber el motivo de que seas tan idiota como para pensar que nadie se daría cuenta de lo que escondes.

Sal de la cama y ven al bosque prohibido, te estaré esperando allí, no faltes... si lo haces... bueno... ya sabes lo que podría pasar.

L.M

—•—

Remus se incorporó temblando, no recordaba la última vez que le habían temblado tanto las manos. Pensó de nuevo en la mirada de Lucius, como se había quedado observando durante toda la cena su mesa y más concretamente a él. Las iniciales de la carta coinciden con las suyas también. Si alguien como él había descubierto su secreto le podría destrozar la vida y Remus ya tenía poco como para que destruyesen lo poco que le quedaba.

Se levantó de la cama sigilosamente, llevándose la carta consigo.

—¿Dónde vas Severus? —escuchó decir a Sirius, que hablaba en sueños.

Esbozó una pequeña sonrisa por el comentario de su amigo. Quizás Sirius no pensaba en molestar solo a Severus, quizás pensaba mucho más en él de lo que ni siquiera Sirius se había dado cuenta todavía.

Comenzó a caminar. Llevaba el mapa del merodeador, era perfecto para ocasiones en las que se querían escapar, y aquella, no era la excepción. Mientras Remus salía se preguntó que podía hacer, como podía salir de aquel problema en el que se acababa de meter y aún no sabía como. ¿Cómo se había podido enterar Lucius de su secreto?

Mientras salía divisó a Lucius Malfoy en la lejanía, con un paso lento y seguro, como si no le importase nada ni nadie y pudiera hacer lo que se le viniese en gana.

Remus se sintió intimidado por esa presencia. ¿Qué querría Lucius de él?, ¿dinero? No, era rico, ¿un esclavo? Encajaba más en el perfil.

Caminó lo más decidido que pudo. A pesar de ser un licántropo, tenía miedo, siempre lo había tenido. Era como un lobo asustado que necesitaba protección y sus amigos se la daban. Y ahí iba él, solo, desprotegido, con un mapa y su varita, con la sangre helada y lo que es peor, con el miedo que siempre había tratado de esconder a flor de piel.

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