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Parte III | "Desenlaces épicos"51. Aibyleen.

Un mes después.

Estaba por soltar una carcajada al ver la expresión confundida y sorprendida de Sebastián, porque realmente él se veía impactado. No sé si en el buen sentido o en el malo. Di una vuelta completa, él me miró de nuevo y parpadeo varias veces como queriendo cerciorarse de que esto era real y no una imaginación suya.

-¿Y bien? -cuestioné, sacudí mi cabeza y mi cabello ahora rosado destelló gracias a la luz del sol que entraba por los ventanales-. ¿Qué dices?

Se cruza de brazos y remoja sus labios sin dejar de verme.

-Es... diferente -responde, frunciendo el entrecejo.

-¿Diferente? Vamos, amor -suelto un bufido-. Puedes decir algo mejor.

-Bueno, Aiby, esta mañana desperté con una rubia en la cama -dice, mira el reloj en su muñeca-. Son las tres de la tarde y ahora tengo una novia con el cabello rosa.

Hago un puchero y rodeo el escritorio para sentarme en su regazo.

-¿No te gusta? -pongo mis manos en su pecho.

-Te ves preciosa -enrolla uno de sus dedos en un mechón rebelde y me sonríe-. Me encantas tú.

Le muestro todos mis dientes en una sonrisa y recibo un beso en la mejilla.

-Va a ser extraño verte con el cabello de color todos los días -me dice, pasando mi cabello detrás de mi oreja.

-No será por mucho tiempo -musito, pasando mis uñas por su cuello. Sus ojos se cierran ante la caricia y eso me hace sonreír, apoyo mi frente sobre la suya-. Es un tinte temporal, en unas cuatro o seis semanas seré tu novia rubia otra vez.

-Quizás me acostumbre y quiera que te pintes el cabello de azul -suelta una risita.

-¿De verdad? Me voy a parecer a un pitufo.

Cuando está por responder a mis palabras, la puerta se abre abruptamente haciéndome saltar un poco.

-Fuera manos en el trabajo, McCain -dice mi hermano con la mirada fija en unos papeles.

Sebastián afianza su agarre en mi cintura cuando estoy a punto de caerme.

-¿Necesitas algo? -cuestiona mi novio.

-¿Firmaste los papeles que te envié ayer?

-Sí, y también hice el informe completo -respondió.

-¿Qué haces aquí, Aibyleen? -me mira de reojo.

-Vine a visitar a mi novio -abrazo el cuello de Sebastián y pongo mi mejor sonrisa de niña buena.

-¿Qué te hiciste en el cabello? -hace una mueca.

-Cambié mi look, ¿te gusta? -sacudo la cabeza.

-Te quedarás calva -abro la boca indignada pero el me ignora-. ¿Puedes reenviarme el informe? No lo encuentro por ninguna parte.

-En seguida -se da la vuelta y cierra la puerta detrás de él una vez que se va.

-¿Puedo saber qué pasa? -cuestiono.

Esa actitud de Demián es fatal, jamás lo había visto así.

-Está agotado, Derek los tiene despiertos casi toda la noche -informa-. Solo tiene un mes, según sé, eso es normal en los bebés.

Me dio un escalofrío.

Bebés.

Yo amaba a los bebés, me gustaba cargarlos y apapacharlos todo lo que podía. Nunca me había puesto a pensar en su quería ser madre, de hecho, nunca me he imaginado con bebé mío. Que fuera parte de mí y de la persona que amaba. Vaya, es un tema difícil hasta de plantear.

Quería ser mamá, en el futuro, no lo sé... Tal vez algún día.

-¿Te fuiste a Marte? -cuestionó Sebastián pinchando mis costillas.

Me reí y me acomodé sobre su regazo.

-Tal vez -mordí mi labio inferior antes de darle un piquito tierno.

-¿En qué pensabas? -alejó el cabello de mi cuello con suavidad, besando la comisura de mis labios.

-En lo mucho que te amo -confesé en un susurro.

Me detuve a mirar sus ojos, eran tan grises. Ni siquiera tenían un color en específico como las demás personas. He conocido a mucha gente y he visto ojos grises verdosos o azulosos, pero nunca como los de Sebastián.

Eran realmente grises, muy grises y me encantaban.

-Te amo también -admitió de la misma manera, sonreí y cerré mis labios sobre los suyos.

Podría pasarme la vida entera aquí, entre sus brazos.

[...]

Dios, estaba nerviosísima y me sentía fatal.

Era viernes por la mañana y yo tenía una entrevista en el Empire State Building con tipo del que ni siquiera recordaba su nombre. Mi cabeza dolía, me sentía cansada y mareada, sabía que tenía que hacer esto, pero no quería.

-Entonces, si habla de algún desfile de Gucci, dile que aún estamos trabajando en ello, ¿sí? -cuestionó Brady mientras me arreglaban en cabello.

-Estamos trabajando en ello, okey -asentí totalmente desubicada, alargué la mano y tomé la botella de agua para darle un sorbo-. ¿Qué más?

-Te preguntará seguramente sobre tu relación con McCain, eso puedes responderlo como quieras -volví a asentir con los ojos cerrados, estaba mareada-. Y te hará otro montón de preguntas, ya sabes cómo es... ¿Aibyleen?

-¿Mmh?

Respira. Respira. Respira.

-¿Te sientes bien? -lo miré y se veía borroso.

-Sí.

-Te ves pálida, cariño.

-Estoy bien, no te preocupes -le resté importancia, cuando sentía que me estaba muriendo-. Solo estoy algo cansada.

-Okey -aceptó algo dudoso.

Tocaron la puerta y un hombre apreció por la misma.

-Dos minutos.

-De inmediato -respondió Brady y el hombre se fue. Me levanté y acomodé el vestido verde menta holgado que se aferraba a mi cintura-. Estás encantadora, los dejaras sin aliento.

Si no es que me quedo sin aliento yo primero.

-¿Cómo es que se llama el tipo? -cuestiono con una mueca cuando me están poniendo los micrófonos y ese montón de cosas en la ropa.

-Paul Bennett.

Me acomodé el escote y el cabello una vez más y esperé a que el sujeto dijera mi nombre. Cuando eso pasó, puse mi mejor sonrisa y salí al estudio. Saludé a las pocas personas que estaban presentes y me acerqué al hombre que, sin temor a equivocarme, tenía como unos treinta y tantos años.

-Pero miren nada más que belleza de mujer -me señaló y yo me sonrojé-. Bienvenida a We brighten your morning, querida.

-Gracias, Paul -le sonríe.

-Pero siéntate, cariño -eso hice, me senté en el otro sofá individual de color azul y crucé mis piernas, intentado alejar el malestar de mi cuerpo-. Que alegría tenerte por aquí.

-La contenta soy yo, hace mucho que quería venir -entrelacé mis manos.

-Tan linda, eres mucho más hermosa en persona -me halago.

-Me harás sonrojar -me reí y escuché un montón de ay de fondo.

-Tengo muchos piropos más, pero sabemos que tienes pareja -me señala con el dedo-. Así que, entremos en contexto y cuéntanos un poco sobre eso.

-¿Qué quieres saber? -me removí inquieta, sintiéndome cada vez más cansada.

-Estás saliendo con Sebastián McCain, ¿no es así?

-Sí, hace algún tiempo ya -pasé un mechón detrás de mi oreja.

-¿Cómo se conocieron?

-Sebastián es muy allegado a mi familia desde hace un montón de tiempo. Éramos muy buenos amigos, creo que eso fortaleció el lazo que teníamos y nos llevó hasta este punto.

-Interesante -contestó-. Sé que los medios saben muy poco de su relación, solo se ha visto lo que has subido a tu Instagram y lo que Sebastián muestra. ¿A qué se debe?

-Bueno, ambos somos figuras públicas, eso es obvio -musito, carraspeo en voz baja para ahuyentar las náuseas-. Sebastián en su momento fue muy reconocido y aún, después de tanto tiempo, muchas personas le preguntan sobre lo nuestro. A mí me pasa Igual, y, teniendo en cuenta que soy la más activa en redes sociales, me sucede el doble.

>> Mostramos cosas de nuestras vidas que a la gente le gusta, promocionamos y nos interesamos por aspectos cotidianos que son importantes para muchas personas y solo lo hacemos porque pretendemos ayudar. McCain es reservado, luego de su fama y su apodo, siendo reconocido por muchas personas, siempre se mantuvo al margen.

>> En mi caso, todos los que me siguen saben mi historia, cosas de mi vida que he decidido contar para generar consciencia y tratar de hacer un mundo mejor. Sin embargo, siempre hay un margen, hay una línea invisible que se debe mantener presente siempre. Hay cosas de lo que viví que solo se lo puedo contar a mi madre, otras que solo se las puedo decir a mi padre y así. ¿Sabes a lo que me refiero?

>> Mi relación con Sebastián es como cualquier otra relación, y eso solo significa que es de dos. Ambos somos muy abiertos, él respeta mis decisiones de que mostrar y que no mostrar en mis redes, él sabe que estoy loca y que me encanta presumirlo. No obstante, quiero mantener esto detrás de esa línea invisible, que sea solo nuestro y de nadie más.

-Increíble -me aplaude, haciéndome sonreír en medio del aturdimiento-. Es admirable y respetable. Mantener las cosas en su lugar y como corresponde. Sin embargo, que hace a una pareja del momento, la más hermosa.

Me reí, era inevitable.

-He escuchado que nos llaman la pareja de oro, lo cual es muy gracioso -digo-. Bueno, puedo decirte que Sebastián y yo solo muy diferentes. Él es muy callado, y los que lo conocen desde hace años lo saben. Y bueno, yo soy todo lo contrario. Ya podrás imaginarte.

-Créeme, todos lo hacemos -miró la tarjeta-. Estamos muy felices por ustedes, todas las fotografías que nos han regalado son realmente tiernas y se nota desde lejos lo mucho que se aman.

-Gracias -me estiré y tomé la botellita de agua que estaba en la mesita de centro.

Dios, ¿pero que carajos me está pasando?

Sentía que en cualquier momento me iba a caer.

-Bien, como ya sabes, aquí tenemos un pequeño juego de las veinte preguntas.

-Oh, qué interesante -me mostré lo más tranquila posible.

-¿Preparada? -asentí-. ¿Cuánto ha cambiado tu vida desde que estás en este mundo?

-Mucho y poco -expreso-. Antes también me sentía una diva, solo que ahora todo el mundo me conoce.

Él sonríe, yo siento que el estudio da vueltas a mi alrededor.

-¿Extrañas algo de tu niñez?

-Pasar todo el día con mis padres y mi hermano -respondo automática.

-¿Qué es lo mejor que te ha pasado en los últimos años? -cuestiona.

-Conocer a Sebastián -sonreí tierna.

-¿Cuál es tu inspiración?

-Qué las mujeres sean tan tenaces y que yo tenga el privilegio de ser mujer.

-¿Tienes tatuajes?

-No. Ninguno.

-¿Cuál es el trabajo más gratificante que has hecho? -quiso saber, no tuve que pensar mucho la respuesta.

-Crear la fundación.

-¿Tienes algún ídolo o alguien que te inspire? -ladeó la cabeza.

-Mi madre. Le debo la vida.

Sabía que mamá lloraría al escuchar eso.

-Mamá de Aibyleen, donde quiera que esté, la amamos -me reí ante sus palabras. Sí, mamá lloraría definitivamente-. Sigamos. Si pudieras ser otra persona por un día, ¿a quién elegirás?

-Mi papá. Es un hombre muy cerrado y me gustaría saber que pasa por su cabeza.

Dominic era un roble, lo amaba, pero a veces quisiera zarandearlo.

-¿Cuál es tu parte favorita de tu cuerpo?

-Mi sonría -sonreí en grande.

-¿Qué es lo primero en que te fijas de una persona?

-La personalidad -afirmé asintiendo.

-¿Qué valoras más de una persona? -en medio del mareo me las arreglé para entender la pregunta.

-La honestidad y la responsabilidad.

-¿Cuál es tu prenda de ropa favorita?

-Los vestidos.

Parpadeé con rapidez cuando comencé a ver doble.

Dios. Dios. Dios.

-¿Cuál es tu mayor manía?

-Morderme el labio inferior cuando estoy nerviosa.

-Si pudieras ser un alimento, ¿cuál escogerías?

-Una manzana.

-¿Qué cosa dirías que te caracteriza o sería muy tuya?

-El brillo, me gusta lo brillante -me pasé la mano por la frente.

-Si pudieras escoger, ¿qué súper poder tendrías? -indaga.

-Leer la mente.

¿Cuándo se va a terminar esto?

-Si fueras un animal ¿cuál serías?

-Una leona -embocé una sonrisa cansada-. Soy una reina.

-De eso no queda duda -sonríe, a duras penas le devuelvo el gesto-. ¿Qué adjetivo crees que te describe mejor?

-Poderosa.

-Y la última pregunta -oh, gracias a Dios-. ¿Qué querías ser de pequeña?

-¿Sinceramente? -asintió-. Burbuja, la de las Chicas Superpoderosas.

-Una pregunta más, porque amamos tener aquí -me sentía morir-. Si tu vida fuera una película, ¿cómo se titularía?

Sonreí cuando algo iluminó mi mente.

-En exclusiva -murmuré.

-¡Estupendo! -aplaudió y, francamente, sentí como todo a mi alrededor perdió sentido-. Después de la pausa volvemos con más de We brighten your morning.

Suspiré aliviada en cuanto dijo aquello, las luces se apagaron y yo solo fui consciente de que le di una sonrisa forzada a Paul y me disculpé diciéndole que debía ir al baño. Salí a toda prisa, viendo cómo las cosas se movían y perdían color.

-¿Aiby? -era Brady, reconocí su voz. Sentí sus manos en mi cintura y pide suspirar-. Linda, ¿estás bien?

-Yo... -cerré los ojos.

-¿Aibyleen?

-¿Qué?

-Estás sangrando.

Me llevé la mano al rostro por acto reflejo, y efectivamente, un hilo de sangre bajaba por mi nariz.

No. No. No. Por favor, no. Ahora no. Hoy no.

Traté de espabilarme, pero no pude. Es más, poco a poco, mi cuerpo se volvió ligero, mi piel se erizó y todo se volvió negro.


★★★

¡AHHHHHH!
¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO?!

La tercera parte ya está aquí ¡Y SE VINO CON TODO!

Aiby se pintó el cabello de rosa y está en multimedia para que la admiren y disfruten de su espléndida belleza.

Sebastián está cada vez más enamorado.

¡¿Y le pasó a Aibyleen al final?!

¿Qué dicen ustedes?

¿Opiniones?

¡Voten y comenten mucho!

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