EXTRA | Sebastián.
1er año de Charly.
—¡Papi! —grita, corriendo hacia mí sin nada de ropa, como el terreno que sabíamos que sería.
Sí, ya habla, y no para de hacerlo en todo el día.
—¿Qué pasa, princesa? —la levanto del suelo, ella desenfrenada rodea mi cuello con sus pequeños brazos, apretándose a mi con fuerza—. ¿Te escondes de mamá?
—¿Dónde se mete esta niña, Dios mío? —gruñe Aibyleen, caminado hacia la habitación, frenando en seco cuando ve a Charly en mis brazos—. No quiere que le ponga en pañal.
—Ya me doy cuenta —me rio de la expresión en el rostro de mi esposa, me acerco a ella y beso sus labios cortarme—. Cálmate, déjame hacerlo.
—No se quiere vestir —refunfuña, caminado a mi lado cuando vamos hacia la otra habitación—. No sé que le pasa, está muy enérgica hoy.
—Será porque le dimos mucha compota —dejo a Charly sobre el mueble dónde la vestimos.
—¿Tú crees? Esa compota no tiene tanta azúcar —murmura ella.
—¿Dejarás que te vista? —le pregunto al pequeño demonio de ojos azules y de cabello negro.
—No —sacude la cabeza para ambos lados y se ríe cuando le pincho las costillas con delicadeza.
—No le daré más esa compota —sigue hablando Aibyleen entre susurros.
—De pronto si fue eso —digo, terminado de ponerle el pañal—. ¿Con que la vas a vestir?
—Esto —me da un vestido blanco, no me tardo en comenzar a vestirla—. Mañana tenemos cita con el pediatra, ¿qué deberíamos preguntarle?
—Ya no quiere el biberón, deberías anotar eso —ella asiente.
Teníamos muy pocas cosas de las cuales preocuparnos, pues Charlotte se desarrollaba muy bien. Era una niña lista e independiente, decía cosas inentendibles, pero hablaba con fluidez. Ya caminaba por si sola, se la pasaba corriendo por toda la casa, pero siempre estábamos al pie de ella, ya que podía hacerse daño con algo.
Tenía un carácter fuerte, y de inmediato supe que lo había heredado de su madre. Se enfurecía con facilidad, y se contentaba a los dos minutos. Amaba el brócoli, el pollo y las papas fritas. Ya comía helado, le gustaba el de menta, por alguna rara razón.
Seguía teniendo esa obsesión por Bart Simpson, y no dormía si no era con el peluche. Ya no se despertaba tanto por las noches, solo cuando le daba hambre o algo por el estilo.
Descubrí que le gustaban las pelotas, siempre que Derek venía a jugar ella, Charly le quitaba su pelota de fútbol y la abrazaba con fuerza. No sé si debía a qué le llamaba mucho a la atención, o porque de verdad quería la pelota.
—Papi —su voz me sacó de sus pensamientos.
—¿Charly? —me aventó un beso con la mano, como le había enseñado Aibyleen. Sonreí, sujetando su pequeño rostro entre mis manos para besar su frente—. También te amo.
—Me voy a poner celosa —dice Aibyleen, abrazándome desde atrás.
—Sabes que eres mi chica favorita —me dije, ella se ríe.
—Espero seguir siéndolo —se situó a mi lado y me observó con esos enormes ojos azules que tanto amaba.
—Siempre lo serás.
1er año y cinco meses de Charly.
Jamás pensé tener a un niño en mi oficina, jamás. Pero tener a Charly corriendo por todas partes es algo nuevo, más en un espacio tan reducido. Ahora, me encontraba viendo cómo intentaban subirse a mi silla, sin embargo, era muy alta para ella.
—¿Puedo saber que haces, pequeño demonio? —la cargo y la sacudo, haciéndola reír.
—Papi, la silla —señala, la dejo de pie en la silla, y no duda en comenzar a saltar.
—¿Eso era lo que querías? —se ríe, estirando sus brazos hacia mí para que la cargue de nuevo—. ¿Qué quieres, amor?
—Te amo —dice, enterneciéndome.
Las palabras que Charlotte pronuncia son las que Aibyleen le enseña, sin embargo, se equivoca varias veces. El te amo es una de las pocas oraciones que dice sin equivocarse, tal vez no sepa lo que significa, pero que lo diga puede conmigo.
—Yo también te amo —acaricié su pequeña espalda, apretando su cuerpo contra mi pecho.
Comienza a frotarse los ojos y de antemano sé que ya tiene sueño, me siento en la silla y la acomodo entre mis brazos, viendo cómo poco a poco se va quedando dormida. Detallo su rostro lentamente, su pequeña nariz, su boca rosada, sus largas pestañas.
Ahora sí podemos hablar del parecido de Charly con nosotros, si bien tiene gestos de su madre, y rasgos que se asemejan a los de Aibyleen, Charlotte es igual a mí, si hablamos de físico. Si me pongo a recrear las rabietas que tiene de vez en cuando, puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que tiene el mismo carácter de su madre.
Charly es una bebé estupenda, no tengo palabras para describirla, sin lugar a dudas, es la mejor cosa que me ha pasado en la vida.
2do año de Charly.
Descubrí que a Charlotte le gusta el fútbol. No el americano, el balón pie. Sí, toda una hazaña. Ahora mismo está sentada en la alfombra de la sala, con Bart Simpson entre sus bracitos, con sus ojos fijos en la pantalla del televisor y admirando detalladamente un partido de fútbol de la Bundesliga, si no estoy equivocado.
Tiene dos años y ya habla perfectamente, cuenta hasta veinte y se sabe el abecedario, va a la guardería y tiene amigos. Pero, su mejor amigo es su primo Derek, o como ella le dice: mi hermanito.
Sigue adorando los brócolis, y el helado de menta, odia el yogurt con toda su alma y ya come sola. No usa pañales, pues es perfectamente capaz de decir cuando quiere ir al baño. Tenemos un gato, Paulo, grande y del color de los tigres, ese es su mejor amigo y su compañero de aventuras cuando estamos solo los cuatro en casa.
Es celosa, cuando Aibyleen me besa, llora. Cuando yo beso a Aiby, llora. En fin, tiene una extraña contradicción consigo misma, pues no tiene un padre favorito. Nos ama por igual, cosa que nos encanta.
Ya duerme sola en su nueva cama de niña grande, pero, a veces, se queda con nosotros un día a la semana. Lunes, miércoles o viernes. Todo depende de cómo se sienta.
Sabe cantar, su madre y ella se la pasan cantando mientras hacen la cena. Su risa es melodía para mis oídos, sabe que su nombre completo es Charlotte Michelle McCain Whittemore y que tiene dos años y tres meses.
Sabe subir las escaleras con o sin ayuda, le gusta elegir su ropa, le gusta hablar con sus abuelos e ir a pasear con sus tíos y su primo. Le gusta ir a cine, su caricatura favorita son Los Simpson, como era de esperarse. Ama más que nunca a Bart, y le gusta ver la televisión antes de dormir.
Es amable, su madre le ha enseñado que todos somos perfectos a nuestra manera. Que somos ideales y que tenemos un corazón enorme. Le ha dicho que todos debemos ayudarnos entre sí, que entre más unidos estemos, mejor será el mundo. Es dulce y cariñosa, no teme ni se avergüenza en decirle a otros perdón, o simplemente sonreír si los ve en la calle.
Le gusta bailar y la música de su madre, ellas son las mejores amigas que pueden existir. Le gusta hablar conmigo de cualquier cosa, desde los números hasta porque la A es la A. Le gustaba ponerme la corbata, y, por alguna extraña razón, las corbatas me comenzaron a gustar solo por verla a ella con el ceño fruncido intentando hacer el nudo.
Charlotte era lo mejor de mi vida, y estaba orgulloso de ser su padre.
—La vas a desgastar —susurró Aibyleen sacándome de mis pensamientos, se acercó al sofá y se sentó en mi regazo.
—Es que es perfecta, no puedo dejar de verla —admito, estaba ahí, luciendo tan pequeñita y dulce, que daban ganas de abrazarla todo el tiempo.
—Es una niña muy buena, cariñosa y amable —dijo ella, entrelazado nuestras manos. Me miró a los ojos y sonrió en grande, como tanto me gustaba—. Hemos hecho un excelente trabajo, ¿no crees?
—No lo había logrado sin ti —le pasé un mechón rubio detrás de la oreja, acariciando su mejilla. Esta mujer me había enseñado tantas cosas que no podía evitar sentirme afortunado de tenerla conmigo—. Te amo, peach.
Se acercó y besó mis labios castamente, sonriéndome.
—Yo te amo más, McCain.
Dos segundos más tarde, teníamos a Charly con nosotros, intentando trepar por el sofá. Aibyleen la tomó en brazos y la sentó sobre ambos, ella se acurrucó contra mí y suspiró, mirándonos atentamente.
Había perdido muchas cosas a lo largo de mi vida, unas para bien y otras... Bueno, es difícil definir si fue positivo o no, pero de algo estoy seguro, y es que pasaría el resto de mi vida con estas mujeres, y no podría estar más encantado por ello.
★★★★
SE ACABÓ, GENTE.
No quiero, no quiero.
Dejarlos me duele, me quema, me lastima.
Pero, todo lo bueno llega a su fin.
Esta fue una experiencia única para mí, de verdad que no tengo palabras, solo gracias y más gracias.
Gracias por su amor, por su infinito apoyo y por estar siempre conmigo.
Los amo, mis panditas y estaré eternamente agradecida con ustedes siempre.
Nos leemos en otra historia.
Atte: La Osa Mayor. ✨🐼
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