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EXTRA | Sebastián.

1er día de Charly.

Intento procesar todo lo que estoy sintiendo, pero no logro hacerlo por completo, no puedo creer que estemos aquí luego de nueve meses esperando. Estoy feliz, emocionado, ilusionado... Definitivamente no hay palabras para describir lo que se siente, no puedo explicarlo.

Acaricio el cabello rubio de Aibyleen, sintiendo la calidez de su cuerpo envolver el mío. Luego de una madrugada ajetreada, por fin puede descansar. Si pudiera poner en palabras la admiración que siento hacia esta mujer justo ahora, lo haría, pero no puedo. Es inexplicable.

—¿Cómo te sientes? —le pregunto, entrelazando nuestras manos, esquivando la intravenosa en el dorso de la suya.

—Estoy bien, solo me siento cansada —levantó su rostro para verme.

Sus ojos estaban rojos, sus mejillas y la punta de su nariz igual, pero tenía una sonrisa en su rostro, era lo más hermoso que había visto jamás.

—Nunca había conocido a alguien tan fuerte como tú, peach —acaricié su rostro, viendo sus párpados cerrarse—. Estoy muy orgulloso de ti.

—Te amo —apoyó su perfil en mi hombro—. Gracias por estar conmigo.

—No hay otro lugar en donde quisiera estar, más que contigo —me sonrió otra vez, apretándose a mi costado.

La puerta se abrió y la enfermera Sara, quien se hizo cargo de Aibyleen, entró con un pequeño bulto rosado entre sus brazos y una sonrisa.

—Esta pequeñita está perfecta —se acercó, y depositó suavemente a Charly entre mis brazos—. Felicidades otra vez.

—Gracias —respondió Aiby por los dos, porque yo me encontraba embelesado con mi hija.

Sí, sin lugar a dudas era la niña más preciosa del universo.

—Se parece a ti —dijo Aibyleen, pasando sus dedos por el cabello negro de Charly.

—Los bebés no se parecen a nadie —aseguré.

—Pero ella es igual a ti —afirmó de vuelta, con una sonrisa—. Solo mírala —y sí, la estaba viendo, era perfecta—. Tiene tu nariz, y tú cabello negro, y... Ay Dios —soltó un jadeo cuando Charlotte abrió los ojos—. Mira ese color.

Era sorprendente, eran grises, pero mezclado con verde y azul. Definitivamente, era majestuoso.

—¿Por qué? —me miró.

—No lo sé —fruncí el entrecejo—. Mi madre, tiene los ojos verdes, tú los tienes azules y yo...

—Tienes los ojos grises —terminó por mí, embozando una sonrisa—. Dios, no puedo creer que tenga esos ojos.

—Son preciosos —la acerqué a mí y besé su frente, rozando su naricita con la mía—. Eres preciosa, mi pequeña princesa.

Aiby se arrimó más a mí y besó mi mejilla.

—Gracias por esto —me dijo, mirándome fijamente.

—No, gracias a ti —musité, diciéndole la verdad—. No puedo estar más agradecido contigo, amor.

Hizo un puchero, invitándome a besarlo, y eso hice. No encontraba las palabras para demostrarle todo lo que estaba sintiendo por ella justo ahora, entonces solo pude decirle lo que tenía en la mente.

—Te amo.

—Te amo más.

2do mes de Charly.

Sorpresivamente, nos iba bastante bien como padres, quizás porque Charlotte era la bebé más tranquila de todas, no lloraba todo el tiempo, solo cuando tenía hambre y cuando debíamos cambiarla de pañal. Aibyleen dormía cuando Charly lo hacía, y eso la mantenía activa.

Luego del embarazo, Aiby ha estado en tratamiento para subir su hemoglobina, sin embargo, sus plaquetas estaban estables, lo que me dejaba más tranquilo. Ahora que estaba trabajando de nuevo, Anggele le ayudaba a Aiby con la bebé, y eso me tranquilizaba.

Separarme de ellas luego de dos meses juntos día y noche fue difícil la primera semana, las extrañaba todo el tiempo y casi todo el día nos las pasamos hablando por teléfono. Con el pasar de los días comencé a adaptarme, pero ahora ansiaba que llegara la noche para poder estar con ellas.

Justo ahora, estoy deseando llegar a casa, pero el tráfico es algo con lo que tengo que lidiar. Sin embargo, esto no dura mucho tiempo, pues media hora más tarde, ya estoy estacionando en casa. Todas las luces están encendidas, y sé que Aibyleen está esperándome.

Al ingresar a la casa todo está en silencio, así que solo subo las escaleras hacia la habitación de Charly, que para mí sorpresa, está vacía.

—¿Aibyleen?

—¡Estamos aquí! —la respuesta proveniente de nuestra habitación no tarda en llegar. Voy directamente hacia ese lugar y me encuentro con mi esposa y mi hija en la cama—. Hola, amor.

—Hola, preciosa —me quito el saco antes de acercarme a la cama y dejar un beso en sus labios—. ¿Qué tal el día?

—Estuvo bien —sonríe.

Me acerco a mi hija que viste un entero de color rosa, y quién suelta el chupete para sonreírme apenas me ve.

—Hola, mi amor —beso su mejilla rosada—. ¿Me extrañaste? —suelta un sonidito que me enternece el alma, haciéndome sonreír—. Yo también te extrañé.

—¿Qué tal todo en la oficina? —cuestionó la rubia, jugando con las manitos de Charly.

—Está todo bien, las ventas subieron —le informo, observándola de arriba abajo, dándome cuenta lo preciosa que está—. Tres ceros más.

—¿Qué? —abre mucho sus ojos, asiento—. Vaya, eso es estupendo —estiró su mano hacia mí—. Felicidades, amor.

—Gracias —besé el dorso de su mano—. ¿Qué hicieron hoy?

—Bueno, primero vimos una película y después Charly durmió toda la tarde —comentó, sonriendo hacia ella—. Después nos dimos una ducha y nos quedamos aquí a esperarte.

Sonreí, ese había sido un gran día.

—¡Oh! Charlotte ya puede seguir los objetos con la mirada —informa entusiasmada—. Le mostré el juguete que le compramos hace una semana y le encantó tanto que se quedó viéndolo todo el rato.

—Eso es increíble —miré a Charly mover sus manos y pies de arriba abajo—. Dentro de poco ya estará corriendo.

—Será todo un terremoto —se ríe—. Me encantaría ver eso, pero también quiero tenerla así por mucho tiempo más —dice, algo nostálgica—. Parece que fue ayer cuando nació, y mira, ya tiene dos meses.

—El tiempo pasa rápido —suspiré, viendo los ojos multicolor de mi hija—. Pero todo es mejor cuando estamos juntos.

—Eso es cierto —se removió sobre la cama y se acercó a mí, sonriéndome y dejando sus tentativos labios a centímetros de los míos—. No sé que haría sin ustedes.

—Ni yo tampoco —admito, acariciando su mejilla—. Ustedes dos son mi vida.

—Te amo —sonríe, me besa, una y otra vez—. Te amo, te amo, te amo.

—Y yo a ti.

Charly balbucea, llamando la atención de los dos.

—También te amamos a ti, muñequita —se ríe la rubia, besando las mejillas de Charlotte efusivamente—. Eres el centro de nuestro universo.

Y así era, en el momento que Charly vio la luz por primera vez, se convirtió en nuestro mayor motivo.

6to mes de Charly.

Termino de revisar el correo que Demián me envió hace una hora, ultimando detalles y haciendo todo el trabajo correspondiente de hoy para poder tener el fin de semana libre. Aunque mis días de descanso comenzaron desde hoy, pues Aibyleen tenía que salir y nadie podía quedarse con Charlotte.

Es por eso que, estoy en el sofá con mi hija dormida sobre mí pecho. Le quito los cortos mechones negros que caen por su carita, viendo cómo el chupete es sustituido por su pulgar. Aún y cuando intentamos mantener sus manos fuera de su boca, ella siempre consigue la manera de hacerlo.

Seis meses de locuras junto con este pequeño ser, ha sido el mejor tiempo invertido de mi vida. Aibyleen y yo nos turnamos cuando alguno tiene algo que hacer fuera de casa, por lo que las niñeras están descartadas por ahora. Nuestro objetivo es pasar el mayor tiempo posible con Charlotte, y no perdernos absolutamente nada de esta etapa.

Y, como si la hubiese llamado con el pensamiento, su pequeño cuerpecito comienza a removerse sobre mí. Se frota los ojos y hunde su rostro en mi pecho, parpadea un par de veces y me observa un tanto confundida.

—Hola, preciosa, ¿te cansaste de dormir? —frunce el ceño tal y como lo hace su madre y apoya su perfil en mi pecho—. ¿Tienes hambre?

Balbucea, diciendo quien sabe que, pero lo tomó como un sí. Dejo el portátil a un lado en el sofá y me levanto con ella entre mis brazos. Siento sus manitos apretarse a mi camisa, mientras apoya su cabeza en mi hombro y sigue chupándose el pulgar.

Charlotte es una niña inteligente, para solo tener seis meses ya sabe gatear, y conoce a la perfección las voces de toda la familia. Sabe perfectamente que su juguete favorito es un peluche de Bart Simpson, que a mí parecer es horrible, pero que, por alguna razón extraña, Charly lo ama.

Será porque se lo regaló su tío Demián, ¿quién sabe?

—¿Quieres el biberón? —mueve las piernas con fuerza, escondiéndose en mi cuello.

Beso frente mientras me dispongo a prepararle el biberón. Aibyleen la amamantó solo por tres meses, pues nuestra pequeña parece que le gustan otras cosas. Por ahora, la papilla es lo único sólido que le damos, pero la amaba con todas sus fuerzas.

También ha crecido bastante, tiene seis meses y parece un bebé de casi ocho, tiene el cabello lacio y más largo, y por eso que Aiby le compra un montón de moños gigantes. Le están saliendo los dientes, unos diminutos dientes que tienen la fuerza suficiente como para hacerte sufrir.

Pa, pa, pa —musita, moviéndose con fuerza entre mis brazos.

—Sí, mi amor —beso su mejilla—. Soy papá.

No sabemos a ciencia cierta lo que dice en realidad, pero la primera vez balbuceó eso casi me muero de un ataque de ternura, al igual que Aibyleen. La mayoría de las veces me cuesta creer que tengo una hija, un pequeño individuo que amaré por el resto de mi vida, y que me amará de igual manera.

—¿Sebastián? —escucho la voz de Aibyleen, y mi hija gira su cabeza como la niña del exorcista al hacerlo también.

—En la cocina —acomodó a Charly entre mis brazos cuando no deja de moverse.

Segundos más tarde, una sexy Aibyleen entra a la cocina descalza y con vestido amarillo que se ajusta a sus perfectas curvas. Se acerca a mí y se pone de puntillas para besarme, gesto que le devuelvo con desesperación. Se ríe en cuanto muerdo y labio inferior y la acorralo contra la encimera.

—Veo que me extrañaste —sonríe sobre mis labios.

—Como no tienes idea —la besé por última vez.

—¡Hola, mi princesita adorada! —Charly sienta un chillido estirando los brazos hacia su mamá, quien no duda en cargarla y besarle todo el rostro—. ¿Qué hicieron hoy?

—Jugamos con Bart y luego de un biberón se quedó dormida —informo, terminado de hacer mi trabajo—. Se despertó hace unos minutos, tiene hambre de nuevo —le digo—. Te esperaba más tarde.

—Solo hicimos unos traslados, muchas personas han estado adoptando muchos animalitos, eso es bueno —dice, sacudiendo a Charly en el aire, quien no duda en reírse—. Estuve pensando que deberíamos ir al parque mañana, así podemos hacer que Charlotte se distraiga.

—Me parece bien —asiento, entregándole el biberón a Charly que ya es capaz de sostenerlo ella sola—. Así se puede broncear.

—Es bastante pálida, ¿verdad? —se ríe, besando la frente de nuestra hija—. Es preciosa tal y como está.

—Es preciosa porque se parece a mí —dije con suficiencia, acercándome a ella maliciosamente.

—¡Dios! Ya quisieras, McCain —bufó con una sonrisa, recibiendo gustosa el beso que le di. Su brazo libre se envolvió en mi cuello para traerme hacia ella, invitándome a rodearla entre mis brazos.

Aibyleen siempre sacaba un tiempo para nosotros, siempre que fuera un fin de semana, un día o simplemente una cena. Nuestra relación seguía igual, o quizá, más fuerte que antes. Sin descuidar nuestro papel de padres, casi siempre nos dábamos el espacio que nos merecíamos.

Nuestra familia era lo más importante, y el estar juntos se nos hacía fácil, porque es imposible no ser feliz al lado de las personas que amas.

10mo mes de Charly.

La felicidad que siento es abrumadora, pues ver a mi bebé dando sus primeros pasos es algo que me llena de mucho orgullo. El hecho de que Charly con tan solo diez meses ya quiera caminar por su cuenta, me hace saber lo independiente que puede llegar a ser.

—Ve hacia papá, ve —alienta Aibyleen, manteniéndose cerca de ella por si sus pasos no son suficientes para mantenerse de pie.

—Ven, amor —extiendo mis manos hacia ella, quien me observa mostrando sus pequeños dientes.

Se mueve ansiosa, insegura, pero sin dejar de mírame con sus ojos multicolor. Se tambalea hacia adelante y da un paso seguido del otro, da cuatro pasos en total y se lanza a mis brazos antes de caer.

Y sí, la felicidad es inexplicable.

—¡Caminó, en serio caminó! —exclama Aibyleen, acercándose y sentándose en el suelo junto a mí.

—No puedo creer que este caminando —dije.

—El tiempo pasa rápido, Sebas —apoyó su cabeza en mi hombro, besé su cabello—. Estoy orgullosa de ella, es una niña muy inteligente.

—Lo es —puse a Charlotte de pie y esta comenzó a sacudirse, sonriendo con alegría.

—Le gusta portarse mal, solo mírala —eso era cierto, a ella le gustaba jugar y ser libre, sonreía por todo y eso nos llenaba de alegría.

Charlotte se sentó en el suelo, mirándonos fijamente, como si supiera que estábamos hablando de ella. Emboza una pequeña sonrisa y es una ternura, definitivamente verla es saber que hay algo más que solo felicidad y amor en el mundo.



★★★★

Sebas como papá es todo lo que está bien.

¿Confirman?

¡Voten y comenten mucho!

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