EXTRA | "De regreso a casa"
Sebastián
Aibyleen está que se duerme. Lo sé porque sus ojos se cierran constantemente, suspira y bosteza cada dos por tres. A medida que el ascensor sube su cuerpo se acerca más al mío, apoyando su frente en mi hombro.
—¿Falta mucho? —susurra.
—Dos pisos —beso su cabello y se aleja para estirarse.
—Dios, estoy muriéndome —me rio, ella me mira mal—. Quiero dormir una eternidad.
—Ya estamos llegando.
Ella asiente y vuelve a suspirar.
—Me voy a tomar unas largas vacaciones después de esto —murmura, suelto una risa—. ¿Qué?
—Nuestra luna de miel duró un mes, Aiby, ¿necesitas más vacaciones? —se ríe, como si mi pregunta fuera estúpida.
—Eso no fueron vacaciones, Sebastián —dice—. Estábamos de luna de miel, tú bien lo has dicho, pero ahora merezco así sea una semana de descanso.
—Oh sí, por supuesto…
—Cállate ya —se ríe, alejándose de mí cuando las puertas del ascensor abren—. Me caes mal.
—Y yo te amo —le recuerdo.
Suelta un bufido, totalmente sonrojada. Abre la puerta con sus llaves e ingresa al departamento, espero su grito, pero este no llega. Al contrario, en cuanto entro yo también, ya está saltando sobre mí.
—¡Ay, McCain, te amo! —exclama, besándome una y otra vez.
—¿Te gusta? —le pregunto cuando está sobre sus pies otra vez.
—¿Qué si me gusta? ¡Es precioso! —observa el cuadro que está en la pared principal de la sala—. Me encanta, de verdad. ¿Cuándo lo trajeron?
—Hace una semana —le digo, abrazando su cuerpo desde atrás—. Debíamos enmarcar el día más importante de nuestras vidas.
—Lo sé —sonríe y se apoya contra mí—. Lo amé —suspira y se gira entre mis brazos—. No pudiste escoger un mejor regalo de bienvenida.
—Te amo —paso su cabello detrás de su oreja y le sonrío—. Haría lo que sea por ti.
—Lo sé, yo también —me regala una sonrisa.
—Ahora, agradéceme con besos, esposa.
Ella se ríe, pero me besa castamente.
—Te agradeceré con muchos besos, esposo.
[…]
Dos días después ya habíamos descansado, yo al menso, pero Aiby no. Ella quería seguir durmiendo, comiendo y… Eso último me lo guardaré para mí. Quizá el embarazo la afecte de alguna manera, y teniendo en cuenta la PTI, tal vez eso contribuya su estado en los últimos días.
Hoy estábamos en un cena familiar en casa, y cuando digo familiar, me refiero a Demián, Anggele y el pequeño Derek que corre por todo el departamento.
—¿Cómo estuvo el viaje? —cuestiona mi mejor amigo.
—Estuvo bien. Aibyleen se divirtió y eso es lo importante —digo, dándole un trago a la cerveza.
—Tú también te divertiste, ¿oh no? —pongo los ojos en blanco cuando veo su expresión—. Tranquilo, no necesito que me des detalles de tu luna de miel.
—¿Te duele saber que duermo con tu hermana?
—Ay no, Sebastián, no digas eso —se estremece y hace una mueca que me hace reír.
—Tú empezaste —le dije.
—¡Ya la cena está lista! —canturrea Aibyleen—. Es mi primera lasaña así que sean gentiles conmigo, ¿okey?
Su advertencia me obliga a sonreír, se acerca y besa mi mejilla.
—Si no te gusta pediremos una pizza después —dijo en un susurro en mi oído. Me reí y negué.
—No será necesario —me besó en los labios unos segundos antes de sentarse junto a mí.
—Espero que no le hayas puesto veneno —se burló su hermano.
—Que gracioso.
—Yo digo que quedó muy bien, felicidades —alentó Anggele.
—Gracias —subió sus hombros con suficiencia—. Nosotros los citamos aquí no solo para comer, así que no se emocionen.
—¿Pasa algo? —cuestiona Demián.
—No es nada malo, en realidad —musito.
Aibyleen se muerde el labio para ocultar una sonrisa, aprieto su mano por debajo de la mesa y ella suelta un suspiro.
—Bueno, queríamos contarles a ustedes primero —dice ella, remoja sus labios—. Sebastián y yo…
—¿Qué es? —salta Anggele, sosteniendo a un Derek inquieto entre sus brazos.
—¿Están bien? —ahora quien habla es Demián.
—¿Me dejan terminar? —gruñe mi esposa, quitándose el cabello de la cara.
—Pero si no dices nada…
—¡Estamos embarazados! —exclama—. Dios, es que ustedes son de lo que no hay.
Refunfuña y se cruza de brazos, con el ceño fruncido.
Todos nos quedamos en silencio, Demián está pasmado y Anggele parece estar en otro mundo. Sin embargo, ella es la primera en decir—: ¿En serio?
—Sí —asentí.
—¡Felicidades! —dice ella, sonriendo en grande—. ¿Escuchaste, Derek? Tendrás un primito o una primita.
—¿Demián? —lo llamo.
—Vaya —es todo lo que dice—. ¿Cómo es qué…? No, olvídenlo. No quiero saber cómo —Aiby se ríe—. Bueno, de verdad que me tomó por sorpresa.
—A nosotros también —digo, sujetando la mano de Aibyleen.
—¿De cuánto estás?
—Casi cinco semanas —responde ella, dándole un trago a su vaso de Coca-Cola—. Me enteré unos días antes de la boda, pero recién le dije a Sebastián en la luna de miel.
—Ay que lindo —murmura Anggele—. De verdad, felicidades.
—Ahora con más razón tienes que pórtate bien, McCain —dice Demián apretando mi hombro—. No solo tendrás que cuidar a mi hermanita, sino a mi futuro sobrino.
—Lo tendré en cuenta —dije riendo.
Me permití mirar a mi esposa, con sus mejillas rosadas, su sonrisa preciosa, sus ojos resplandecientes. Y me sentí muy afortunado al tener a semejante mujer como mi compañera.
Sus ojos encontraron los míos y me sonrió.
—Te amo —apretó mi mano.
—Y yo a ti, peach.
★★★
SEBASTIÁN MCCAIN ES EL HOMBRE PERFECTO.
¿Confirman?
Amarlo de aquí a Pequín.
¡Voten y comenten mucho!
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