Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

¡Especial de Navidad!

Noche buena.

Sebastián

Años más tarde.

Trato de terminar el informe completamente detallado de las inversiones del último mes para enviárselo a Demián, pero dos manos suaves y diminutas se posan en mis ojos, dejando el mundo a oscuras para mí.

—¡Adivina quién soy! —exclama esa vocecita que me vuelve loco desde que nació.

—Mmh, ¿quién podrá ser? —finjo pensar, colocando mis manos sobre las suyas—. ¿Aiby?

—¡No! —grita, se ríe y mi día se llena de colores.

—¿Charlotte? —pruebo de nuevo.

—¡No, papá! —suelta una carcajada.

—Me rindo.

—¡Soy yo, papi! —grita otra vez, salta en el sofá y se pone frente a mí.

Y ahí está, la Mini Aibyleen. La copia perfectamente exacta de la mujer que más amo, solo que en versión de bolsillo.

Galilea Seyleen McCain Whittemore.

Rubia, ojos azules, sonrisa de leche a la que le faltan dos dientes, nariz pequeña y respingosa, junto con esa dulzura que le brota por los poros, es suficiente para ser la dueña de mi corazón.

—Mírate —sonreí y le quité el cabello rubio del rostro—. Eres un mini desastre. ¿Acabas de levantarte?

—¡Sí! —se pone de rodillas en el sofá y coloca sus manitas en mi pecho—. ¿Tú también, papi?

—Sí, princesa —cierro la laptop y sujeto a la pequeña terremoto entre mis brazos—. ¿Tienes hambre?

—¡Tengo hambre!

—Perfecto —me levanto—. Busquemos a mamá.

Galilea empieza a tararear una canción que no conozco mientras vamos a la cocina, en dónde Aiby se encuentra preparando el desayuno.

—¿Sigues luchando? —dejo un beso en la mejilla de mi esposa cuando paso por su lado.

—Sí, mágicamente desapareció la tostadora —dice con sarcasmo, pero sonríe con sinceridad. Se ve preciosa con el vestido azul y mi corazón se acelera ante la belleza de mi mujer—. No sé dónde Magda coloca las cosas, de verdad.

—Puedes llamarla —le comento, dejando a Gal en su silla del desayuno.

—No, está de vacaciones con su familia. No la voy a molestar, Sebastián —se pone las manos en la cintura, mirándome exasperada. Esa mirada que suele darme de vez en cuando—. Además, estoy bien así. ¿Y tú, señorita? ¿Ya te cepillaste los dientes?

—Sí, mamita, mira —Galilea sonrió en grande, mostrando los pocos dientes de leche que tiene—. ¿Y Charly?

—Charly está invernando, cariño —le responde Aiby.

—¿Iñerdando? —frunce su pequeña nariz—. ¿Qué es eso, papi?

—Invernando, amor —beso su frente, sin poder borrar la sonrisa—. Iré por ella.

—Gracias.

Salgo de la cocina y subo las escaleras, al final del pasillo la puerta de color morado me indica mi destino.

Doy dos golpes suaves sobre la madera, la voz de Charly no tarda en escucharse.

—¡Bajo en un segundo, mamá! —grita, pero sé que sus palabras no son del todo ciertas.

—Algo me dice que no puedo creerte —digo abriendo la puerta, encontrándome con la pelinegra sentada en su escritorio frente al portátil—. ¿Puedo saber que haces?

—¡Ahg! —gruñe—. Por Dios, papá, dame un segundo, ¿vale? —estresada, coloca en pausa la película que está viendo y gira para verme—. Estoy haciendo maratón de Harry Potter, apenas voy por La Orden del Fénix y ustedes no me dejan tranquila.

Me observa con sus ojos azules, grises o verdes, la verdad es que no lo sé. Pero eso no llama mi atención, sino, lo irritados, pequeños y la clara falta de sueño en ellos.

—¿Has estado toda la noche en el computador? —cuestiono.

—Toda la noche, no —sonríe con inocencia, pero yo sé que hay maldad en su interior—. Papá...

—Estarás en graves problemas cuando mamá se entere —le dije.

—Ya, pero ella no tiene por qué saberlo —achinó sus ojos y puso su mejor expresión de niña buena.

—Charlotte...

—¡Papá, por favor, no le digas nada! —se puso de pie de un salto y corrió hasta mí. Se abraza a mi torso con fuerza y solo puedo preguntarme en momento creció tanto y como carajos es que está casi a mi altura. Tan solo tiene quince años, por Dios. Es mi bebé—. Papi, no le digas nada. Te juro que jamás lo haré de nuevo. Lo juro.

¿Me convenció? Sí, me convenció.

No tengo dignidad ni autoridad cuando se trata de estas dos niñas. Ahora mismo, entiendo a mis padres cuando decían que el único amor que es verdaderamente incondicional es el de los hijos.

—Okey, está bien —la estrecho entre mis brazos y beso su pelo negro azabache—. De todos modos, se dará cuenta, tus ojeras son más grandes que Rusia.

—Ah, ni que lo digas —se aleja de mí y pone sus manos en su cintura—. Entonces, tengo hambre, bajemos.

Sonrío al verla pasar por mi lado, dejándome la simple tarea de seguirla. Verla así, tan grande y hermosa me genera una sensación rara en el cuerpo. Parece que solo fue ayer cuando la sostuve en mis brazos por primera vez y ahora solo puedo pensar que está creciendo muy rápido.

—Buenos días, mamá.

Aibyleen agranda los ojos cuando ve a su hija mayor entrar a la cocina aún con pijama, lo que es muy impropio de ella. Charlotte es una joven demasiado organizada, centrada e inteligente. Se la pasa el ochenta por ciento del tiempo estudiando y leyendo que divirtiéndose. Al contrario de Galilea, que con tan solo cinco años ya es toda una Mini Aibyleen.

—Vaya, vaya —dice la rubia—. ¿Cómo hiciste para sacarla de su cueva?

—Un poco de chantaje no está de más —me acerqué a mi esposa para darle un beso.

—Uy, basta de besuqueos, es demasiado temprano —Charly frunce la nariz—. Hola, Gal, ¿cómo amaneciste? ¿ya te dieron el primer sermón del día?

—¿Chermon? —la pequeña rubia ladea la cabeza sin entender, causando la risa de todos.

Sermón, Galilea. Se dice sermón. En fin, ¿qué haremos de cenar esta noche?

No has desayuno aún, Charly, hablaremos de la cena más tarde —su madre le pone un plato en frente—. Y no te preocupes, la cena estará lista como todos los años.

—¿El tío Demián y la tía Anggele vendrán? —pregunta Charlotte.

—No, cariño, están visitando a la madre de Anggele en Australia.

—Ah, sí es cierto —asiente, pero sonríe—. Al menos, estaremos nosotros cuatro juntos.

Y ahí estaba el amor rebosante que le habíamos inculcado a nuestras hijas. No importa las circunstancias, las adversidades o los problemas, la familia es lo más importante.

—¿Cuándo fue que hicimos esto? —la voz de Aiby me saca de mis pensamientos, la encuentro junto a mí, mirando como Charlotte intenta darle el cereal a Galilea sin hacer un desastre.

—No lo sé —paso mi brazo por sus hombros para estrecharla contra mí—, pero de algo estoy seguro.

—¿Qué cosa? —me mira a los ojos, le sonrío.

—Lo estamos haciendo muy bien.

[...]

Navidad.

Aibyleen

—¡Ya es navidad, ya es navidad! —el dolor llega después de esa voz.

Los pequeños pies de Gal se clavan en mis costillas y estoy segura de que en las de Sebastián también. Y salta y salta, sin cansarse, sin dejar de gritar una y otra vez.

—¡Mamá, papá, despierten! —brinca como si tuviera toda la energía del mundo—. ¡Ya es navidad!

—Ya estoy despierta —parpadeo para espabilarme, removiéndome un poco—. Ya estoy despierta.

—Ya es navidad, mami —las suaves caricias de Galilea en mi rostro me hacen abrir los ojos para encontrarme con el suyo a centímetros—. Buenos días, mami.

—Buenos días, mi amor —sonrío y la atraigo hacia mí para besar sus mejillas rojas y regordetas—. Feliz navidad, mi pequeño renacuajo.

—Feliz navidad, mami —abraza mi cuello.

—¿A qué se debe tanto amor por la mañana? —la voz somnolienta de Sebas me genera un escalofrío, y dos segundos después, ya está abrazándonos.

—Ya es navidad, papi —le recuerda Gal, dándose la vuelta para abrazar a su padre—. Hola, papá.

—Hola, amor —él también la apretuja y la besa con ternura.

—¿Hay espacio para uno más en la cama? —Charly se hace notar desde la puerta, con un pijama navideño igual al de su hermana.

—Y hasta sobra espacio —aseguro y eso la hace sonreír.

Se acerca y se sube a la cama, en medio de los dos y abrazando a su hermana, quedamos apretados, pero no hay mejor sensación que esta.

En una breve fracción de segundo mis ojos y los de Sebastián se encuentran, nuestras miradas lo dicen todo. Yo solo puedo confirmarlo, hoy más que nunca, no hay mejor lugar en el mundo que este refugio llamado hogar.

Ambos lo sabemos, luego de todas las adversidades, esta es nuestra recompensa. Estas dos niñas preciosas, los pilares fundamentales de nuestras vidas.

—¿Qué haremos hoy? —cuestiona Charlotte, quien paina el cabello de su hermana, la cual está entretenida en fastidiar a su padre.

—¡Ir al mirador! —exclama Gal.

—Eso ya lo hicimos el año pasado —le recuerdo.

—Patinar sobre hielo —la pelinegra me mira con una sonrisa—. Estaría genial, pero en la noche.

—Eso suena bien —dice Sebastián—. Pero ahora, ¿vamos a ver los regalos?

—¡Sí, los regalos! —grita la pequeña, se remueve y tira de su hermana—. ¡Vamos, Charly, vamos! Ya llegó Santa y hay muchos regalos. ¡Vamos, vamos!

—Ya voy, ya voy —se ríe y ambas bajan de la cama, saliendo de la habitación a toda prisa.

—¡Cuidado al bajar las escaleras! —exclamo, pidiendo que me escuchen.

Estas niñas tienen más cicatrices que cualquier persona normal, y es que son demasiado inquietas. Efectivamente, salieron a Sebastián.

—Feliz navidad, peach —la voz de Sebas llega a mis oídos al tiempo que sus labios se pegan a mi mejilla.

—Feliz navidad, amor —presiono un beso en sus labios y me veo recompensada por su sonrisa—. Te amo.

—Te amo más —me besa de nuevo y, con pereza, se aleja y se levanta de la cama.

Consigo reunir toda mi fuerza para salir de la cama y eso hago, recuerdo que todos tenemos los mismos pijamas rojos con dibujos navideños y solo me preocupo por cepillar mis dientes y lavarme la cama.

Sebastián y yo nos encontramos a mitad de la escalera, su brazo me rodea por los hombros y juntos vamos con nuestras niñas. En cuanto llegamos a la sala, en menos de un parpadeo, Galilea está corriendo hacia nosotros.

—¿Qué pasa, amor? —la cargo y trato de ver su rostro, pero el mismo se esconde en mi cuello—. ¿Por qué lloras?

—Es un piano, mami —solloza y eso me hace sonreír.

Sebas me guiña un ojo, como diciéndome que no nos habíamos equivocado de regalo. Con Sebastián, descubrimos que Galilea tiene un don para el piano, un día que estábamos en una juguetería y ella empezó a tocar unas leves piezas que ni siquiera sabíamos que conocía.

Todo eso con tres años. Ahora que tiene cinco, sabemos que ella puede perfeccionarse en eso que le gusta.

—Sí, bebé —beso su pelo—. Es un piano.

—Y es mío —hipa y sale de su escondite, mirándome a los ojos.

—Sí, es tuyo, para que sigas aprendiendo a tocar —seco las lágrimas en sus mejillas con mis besos cariñosos para hacerla reír.

—Gracias, mamita —me abraza y después se lanza a los brazos de su padre—. Gracias, papi.

Gal se entretiene con su padre, que le ayuda con sus otros dos regalos: una cámara digital y su bicicleta.

Sí, tendremos otras cicatrices más.

—¿Lista para ver qué te trajo Santa? —abrazo a Charly.

—Sí —se ríe y se sienta en el suelo—. ¿Es este de aquí?

—Ese mismo —asiento hacia la caja entre sus piernas.

Ella empieza a quitarle la envoltura y yo solo espero atentamente para ver el brillo en sus ojos. Abre la caja de cartón y ahí está, sus ojos en los míos.

—No... —susurra y sigue revisando—. ¡Mierda!

—Oye, señorita, esas palabras —la reprende Sebastián.

—Perdón, es que... —mira el contenido de la caja y luego a nosotros—. Dios, no lo puedo creer.

Se levanta para abrazarme a mi y a su padre después.

—¿Cómo lo supieron? —exclama antes de sacar sus regalos de la caja.

—A ver, déjame pensar... Bueno, te la has pasado pidiendo todo el día, todos los días, la saga completa de Harry Potter —le recuerdo—. Ahí la tienes.

—Dios, mamá —se ríe—. Gracias, de verdad, están increíbles y... ¡No puede ser! —grita de nuevo—. ¡Son de tapa dura! Dios, es que esto es... ¡Dios!

Mi vida ha sido una montaña rusa, unas veces he estado arriba y muchas otras abajo, pero siempre encontré la manera de estar firme y estable ¡y lo logré! Aquí estoy, después de tanto y sigo de pie, que me sorprende bastante.

Antes lo único que me llenaba era mi trabajo, luego llegó Sebastián y todo se puso en perspectiva para mí. Ahora ambos hemos logrado tanto y hemos conseguido construir algo que es demasiado difícil en la sociedad actual: una familia.

Y con esto es más que suficiente, las lágrimas de felicidad de Galilea y la sonrisa genuina de Charlotte. Eso es lo único que necesito para ser feliz.

Y, como siempre, Sebas tiene razón: lo estamos haciendo muy bien.










¡Feliz navidad, mis panditan bellos y adorados!

Sí, gente, tenía que hacer un especial de navidad porque sí. ¡Los extrañé un montón! Escribirlos es volver al lugar en donde fui feliz.

Espero les guste un montón esta sorpresa y si quieren saber lo que se viene, solo síganme en mis redes y estén atentos. Por cierto, les dejé una pista, veamos si la encuentran.

¡Los amo!

* • • *

¡Sígueme!

Instagram: @Valeryn_caceres2 @entreletras2003

Grupo de Facebook: Panditas Burbujeantes

Página de Facebook: Entre Letras

Tik Tok: @Valeryncaceres2

* • • *

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro