Epílogo | Sebastián.
El sueño de Aibyleen era conocer Santorini y lo cumplí, era la primera cosa que haría ahora que estábamos casados.
Mierda, admitir que esa mujer hermosa, rubia y con un corto vestido blanco que caminaba hacia mí era mi esposa, sobrepasaba los límites.
El doce de diciembre sería mi fecha favorita para siempre desde que ella aceptó pasar el resto de su vida conmigo.
Se veía realmente preciosa, con el atardecer mágico de Santorini de fondo, ella era la viva imagen de una pintura memorable.
Guardaría este momento en mi memoria para siempre.
—¡Mira esto! —se acercó con rapidez y se sentó en mi regazo, con una enorme sonrisa y un caracol marino en las manos—. ¿No es genial?
—Es increíble —admití, dándole un beso en la mejilla.
—Le llevaré uno a Derek —dice con decisión—. Ahora que tiene un año le gusta jugar con todo, sé que le gustará.
—Estoy seguro que sí —pasé su cabello detrás de su oreja.
—¿Por qué me miras así? —cuestiona con las mejillas rojas.
¿Cómo decirle que aún no asimilaba que era mi esposa? ¿Cómo decirle que ahora la amaba aún más?
—¿Así cómo?
—Cómo si estuvieras enamorado de mí —se burló con las mejillas rojas, mordiendo una sonrisa.
—Quizás sea porque lo estoy —sonreí.
—Te amo —presionó un leve beso en mis labios.
—Y yo a ti.
Se apoyó en mi pecho y suspiró, besé su cabello mientras observaba el cielo pintado de naranja, rosa y amarillo.
—Esto es perfecto —dijo ella—. Ojalá pudiéramos quedarnos así por siempre.
—Te prometí un mes, ¿no es así? —murmuré apretando mis brazos a su alrededor.
—Lo sé —se giró un poco solo para sonreírme—. Gracias por traerme aquí.
—Sabes que haría lo que fuera por ti.
Lo decía en serio, daría mi vida por ella si fuera necesario.
—Me ofrecieron una sesión de fotos para una revista —comente, entrelazando nuestras manos—. Es increíble como mi testimonio puede llegar a tantas personas, ahora quieren que hable sobre la PTI en el embarazo. Que loco, ¿no?
—Está bien que quieras ayudar a las mujeres, peach —frunzo un poco el entrecejo—. ¿Cómo harás la sesión de fotos?
—Aún no lo sé, debo hablar con Brady primero.
—Tendrás que usar una panza falsa, entonces —digo pensativo.
—Sí, supongo —se encogió de hombros—. Pero me felicitaron por ofrecerme a fabricar mi propia panza y les dije que tú habías ayudado también.
—¿Cómo se supone que harás una panza falsa tú misma? Yo no tengo la menor idea, Aibyleen —ella soltó una risita que me dejó aún más confundido.
De repente, su tomó la mía y la dejó sobre su vientre. Yo aún no comprendía a qué se refería, hasta que dijo—: Dentro de unos cinco o seis meses tendremos nuestra propia panza.
Y el entendimiento me golpeó con fuerza, quité mi mano de su vientre solo para sostener su cintura y girarla sobre mí regazo. Soltó un grito ahogado y se echó a reír en cuanto vio mi expresión.
—Estás diciéndome que...
—Estoy embarazada —susurró, poniendo sus manos en mis hombros—. Vamos a ser papás.
Papá. Seré papá.
—¿En serio? —pregunté sin aliento.
—Sí —asintió, con los ojos llenos de lágrimas—, tendremos un bebé.
—No puede ser —sujeté su rostro entre mis manos y junté nuestros labios—. No sabes cuánto te estoy amando justo ahora.
—Y yo te amo a ti.
Estaba eufórico, la felicidad no me cabía en el pecho y sinceramente, estaba asombrado con el sentimiento que me envolvía.
Y solo podía agradecerle eso a una persona, a la rubia con una gran sonrisa frente a mí. Tan bella y única que ni siquiera tenía palabras para describirla, es más, ni siquiera tenía una descripción. Ella era inexplicable.
Aibyleen Whittemore me enseñó demasiadas cosas, el no rendirse nunca, en darlo todo por lo que quieres.
Pero, lo más importante, es que no se necesita mucho para encontrar a la persona ideal. A veces está ahí, justo frente a ti y ni cuenta nos damos.
Ella se convirtió en mi lugar seguro cuando ni siquiera estaba en busca de un refugio.
La amaba, no tenía dudas de ello, no después de estos años.
Cada da risa, cada lágrima, cada emoción, cada paso que dimos juntos. En fin, cada día que pasaba junto a ella me hacía el hombre más afortunado del mundo.
Nuestro amor era digno de estar en una revista, no por ser perfecto ni envidiable. Al ser tan único y real, merecíamos estar en exclusiva.
FIN
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro