Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

60. Aibyleen.

Caminado de la mano con Sebastián por el centro de Manhattan hace que todo parezca irreal, porque estar con él es como vivir en un cuento de hadas. Yo era una princesa y él era mi príncipe rojo.

Sí, rojo, porque no me gustaba mucho el azul.

—¿Puedo saber a dónde vamos? —cuestiona él sin comprender por qué le ofrecí amablemente que saliéramos a caminar.

—No lo sé, Sebastián —me encogí de hombros y entrelacé su brazo con el mío—. ¿No podemos simplemente salir a caminar un rato?

—A ti no te gusta caminar, peach —se ríe, sacudo la cabeza.

—Bueno, pero hoy sí quise salir a caminar —dije a modo de reproche—. ¿Hay algún problema con eso?

Elevó sus cejas al escuchar el tono de mi voz.

—Cuanta agresividad, rubia —soltó en medio de una sonrisa.

Sí, había vuelto a ser rubia. Me cansé de tener el cabello rosa.

—No me molestes, entonces —fruncí el entrecejo, fingiendo estar enojada.

—Estás loca —pasó su brazo sobre mis hombros y besó mi cabello—. Está bien, caminemos.

Abracé su torso con mis brazos, sintiéndome contenta de tenerlo junto a mí.

—Es raro esto —musito, mirando las calles poco concurridas.

—¿Salir a caminar a esta hora?

—Sí, creí que había más personas en la calle a esta hora —elevó la cabeza para poder mirarlo.

—Es martes, Aibyleen, nadie sale a caminar Manhattan a las ocho de la noche —me dice, como si fuera algo obvio que yo no supiera.

—Jamás había salido, Sebastián —rodé los ojos—. Solo me apetecía, no quería solamente ir a ver una película.

—No voy a reprocharte eso —deja otro beso en mi frente.

La brisa fresca nos envolvía, y se sentía increíble. Aunque me daba un poco de miedo que estuviéramos solos en la calle, traté de no darle tanta importancia. Me dediqué a disfrutar del silencio, y de la compañía de Sebas.

—¿Debes trabajar mañana temprano? —cuestioné.

—No, me iré como a las nueve —nos detenemos en una esquina y sus brazos me rodean por los hombros. Baja sus labios a los míos y me besa con pasión—. Así puedo despertarte yo mismo.

Me reí ante su tono seductor.

—Claro, como si no lo hicieras ya —me solté de su agarre y rodeé su cuello—. Aunque, pensándolo bien, no me molestaría eso.

—Ya sabía yo —sonríe y me da un beso—. La inocencia no va contigo, peach.

—Es que tú eres un pervertido de primera —lo acuso, poniendo mi dedo índice en sus labios, recibiendo un beso en el mismo—. Pero te amo por eso.

—Yo te amo más —cerró sus labios alrededor de los míos.

Nos besamos por un largo rato, ni siquiera recordaba dónde estaba, se me olvidó por completo todo lo que había a mi alrededor. Estar con McCain era así, lanzarse al vacío sin paracaídas, solo que ya sabía que no iba terminar al llegar al final. Sus besos me dejaban sin cordura, es más, olvidaba hasta mi nombre.

—Cásate conmigo —pidió a un palmo de mis labios.

Sonreí, es propuesta ya me asustaba del todo.

—Ya te dije que sí —acaricié su rostro con mis dedos—. Pero, ¿qué clase de novio eres? Ni siquiera tienes un anillo para mí.

Dije con suficiencia, elevando mi barbilla. Él soltó una risita que avivó las mariposas en mi estómago.

—¿Quieres un anillo? —ladeó la cabeza, dando un paso atrás.

—¡Obvio! —puse mis manos en mi cintura—. ¿Cómo se te ocurre pedir matrimonio sin un anillo, McCain?

—Bueno, menos mal que tengo uno —informó, dejándome completamente paralizada.

Espera, ¿qué?

—No pensaba pedírtelo así, porque que creí que necesitaba hacer algo más grande —susurró, su mirada brillante se clavó en la mía—. Después de unos días, me di cuenta de que solo te necesito a ti para que sea perfecto.

Se removió en su lugar, se inclinó y apoyó su rodilla en suelo, justo frente a mí, con una cajita de terciopelo azul marino, un anillo de oro con una piedra rectangular que resplandecía bajo la luz de la luna.

—Pensé todas las noches en ti, me pregunté que debía decirte para que aceptaras casarte conmigo —decía, y mi corazón no podía amarlo más. Mis ojos se llenaron de lágrimas y una sonrisa se abrió paso en sus labios—. Quería decirte un montón de cosas lindas, todo lo que eres para mí. Quería decirte que sin ti no puedo respirar, que, si no estás conmigo, nada de lo que pasa tendría siento —me mordí el labio para no sollozar, se suponía que debía estar feliz. El hombre de mi vida me está proponiendo matrimonio—. Estoy tan enamorado de ti que podría decirte cualquier estupidez y sonaría romántico, pero no lo quiero así, solo quiero que sepas lo que de verdad importa —carraspeó y me miró con sus profundos ojos grises de tormenta—. Lo que siento por ti es puro y no tiene ningún matiz, es todo tuyo. Si dices que sí, sé que serás feliz conmigo. Pero, si aceptas casarte conmigo, te aseguro que yo seré el hombre más afortunado del mundo. Aibyleen Whittemore, ¿quieres ser mi esposa?

Ni siquiera había terminado de hablar cuando yo ya estaba asintiendo apresurada.

—Sí, sí, sí —asentí con frenetismo.

Se puso de pie de nuevo y me colocó el anillo, besó el dorso de mi mano y no esperé un segundo más para saltar sobre él.

—Por supuesto que quiero casarme contigo —metí mis dedos en su cabello y besé sus labios.

—¿Sí? —preguntó atónito, sin poder creerlo del todo.

—Sí —beso—. Sí —otro beso—. Obviamente sí.

—Te amo, Aiby.

—Te amo, Sebas.

La vida da muchas vueltas, yo más que nadie lo sabía. Me había caído mil veces, y me había levantado otras mil veces más. Aun así, seguía aquí, de pie, dando la batalla como toda una guerrera. De alguna manera, si resulte ser mala en lago, y en fracasar.

Aprendí que solo se pueden ganar grandes batallas, pero con apoyo se puede ganar una guerrera.

Y ese era el secreto, ese era mi secreto.

Caminar de la mano junto a la persona que amas, es aferrarte un poco más a la vida.

FIN

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro