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43. Sebastián.

Entré al edificio sintiendo varias miradas sobre mí, pero ignoré cada una de ellas. Me sentía molesto, culpable y estúpido. Ni siquiera podía describir el remolino de emociones que sentía en la garganta.

Debía arreglar esto antes de poder concentrarme en el otro problema.

Con ayuda de Ben había podido encontrar la ubicación de mis padres, quienes no se encontraban en Londres como me hicieron creer, sino en Moscú. Había sido ilegal lo que hice, pero eran mis padres de quienes se trataba, por lo que no el vi el problema.

Había hablado con Demián temprano por la mañana, y como buen amigo no dudó en ofrecerme su ayuda, pero lo único que necesitaba en estos momentos era el jet de la empresa esperándome para irme a Rusia lo más pronto posible.

Pero, justo antes de irme, necesitaba dejar el problema con Aibyleen completamente solucionado. Me comporté como un imbécil, debía aceptar mis errores y enfrentar a mi novia, quien no era un contrincante dócil.

Mi tiempo en el elevador no duró más que dos minutos, pues solo iba al piso ocho. Cuando las puertas se abrieron un montón de gente corría de un lado para el otro. Cámaras, luces, reflectores... Todo era un caos, y me pregunté brevemente cómo carajos Aibyleen amaba hacer esto.

La respuesta era sencilla, solo ella podía ver tranquilidad en medio de la tormenta.

No me demoré en lo absoluto buscando a Aiby, pues había un enorme cartel en la pared que decía su nombre. La puerta estaba abierta, y al primero que vi fue a Brady junto a ella.

—No volveré a ir jamás, ese lugar es espantoso —dijo ella riendo, pasándose la brocha de rubor sobre sus mejillas.

Tenía una bata blanca de seda cubriendo su cuerpo y el cabello suelto en ondas gruesas.

—Yo tampoco te llevaré —le respondió el castaño.

Ella siguió sonriendo hasta que sus ojos se toparon con los míos, se remojó los labios y se mordió el inferior, tal y como hace cuando está nerviosa.

—Brady —saludé.

—Señor McCain —se puso de pie.

Miré a mi novia y suspiré.

—¿Podemos hablar? —entreabrió los labios y asintió luego de unos segundos.

—Sí —carraspeó—. ¿Podrías...?

—Sí, linda no te preocupes —sonrió su representante—. Te esperamos afuera.

—Claro, gracias —sonrió.

Entré al reducido espacio del pequeño camerino en cuanto Brady salió y cerró la puerta detrás de él. Aibyleen bajó la mirada y comenzó a jugar con la brocha entre sus dedos.

—¿Cómo estás? —susurró, pero yo no pude resistirme un minuto más.

Me acerqué a ella decidido y sujeté su rostro entre mis manos, besé sus labios con fuerza, recibiendo un gemido de sorpresa. Suspiré, sintiéndome aliviado de repente, y entonces me di cuenta de que era esto lo que había extrañado la noche anterior.

Lo único que necesitaba para estar completo era ella, y me negué ese placer por imbécil.

Rodeé su cintura con mis brazos y la hice retroceder, la levanté y la senté sobre el tocador para tener más acceso a ella. Sus manos dejar caer lo que tenía entre las manos y rodeó mi cuello para llevarme hacia ella con firmeza. Nuestros labios se movieron sin descanso, y estuve tentado a desnudarla y hacerla mía justo ahí, pero me contuve.

Necesitaba aclarar las cosas primero.

Acuné sus mejillas rosadas entre mis manos y dejé un casto beso en sus labios.

—Perdóname —dije, mirándola a los ojos—. Actué como un idiota...

—Está bien —pasó sus dedos por mi rostro, intentó sonreírme.

—No, escúchame —le pedí—. No esperé que algo así pasara, ni siquiera sé en qué momento sucedió todo. Estabas ahí, intentaste ayudarme y yo simplemente... Fui un completo imbécil, y no debí hablarte de la manera en que lo hice.

—Sé lo que se siente —afirmó, sujetó mis manos y las alejó de su rostro—. Sé lo que es necesitar a alguien y alejarlo para no hacerlo sentir miserable también. Lo sé y lo entiendo —asintió, ahora con los ojos llenos de lágrimas—. Hice lo mismo con mi familia y sé que estuvo mal, pero ellos no se rindieron conmigo y eso es algo que les agradeceré toda la vida —suspiró y miró mis ojos—. Estabas molesto, y lo entiendo. También tienes razón, fuiste un tonto, pero aquí estoy —ahora fue ella quien sujetó mi rostro—. Estaré ahí para ti siempre que me necesites porque tú has hecho lo mismo conmigo, me has esperado aún y cuando me he comportado como una niña inmadura. Estaré para ti toda la vida porque...

Se interrumpió ella misma, pude ver el caos que pasaba por su mente a través de sus ojos azules llenos de lágrimas. Lo tenía en la punta de la lengua, lo sabía. Esas palabras estaban latentes para ambos desde hace un montón de tiempo.

Esas dos pequeñas palabras que tenían un significado enorme.

—¿Por qué? —le pregunté.

Porque te amo —confesó en un suspiro.

Lo sabía, lo descubrí mucho antes de que siquiera pudiera comprender la magnitud de la situación. Ella no me lo había dicho, pero yo tenía conocimiento de ese hecho desde hace mucho tiempo. Pero escucharlo... Mierda, escucharlo era lo mejor que me ha pasado en la maldita vida.

Estaba aterrada, conocía esa expresión y me juré a mí mismo no volver a causarla jamás. Sequé la lágrima solitaria que bajó por su mejilla y acaricié suavemente su labio inferior.

—Decirte lo mismo sería un eufemismo de mi parte —sostuve su barbilla—, porque no existen palabras para describir lo que siento por ti —aseguré, sonreí—. Entonces, hasta que inventen otras palabras, el te amo también será suficiente por ahora.

Su labio inferior tembló ligeramente antes de que se lo llevara entre los dientes, dos lágrimas más bajaron por sus mejillas y el brillo en su mirada fue lo que me le dio un giro nuevo a mi vida.

Amaba a Aibyleen Whittemore.

Sus labios tocaron los míos en una suave caricia, fueron unos segundos, pero la sensación fue la mejor del mundo.

—Tengo que irme —murmuro, su ceño se frunce un poco.

—¿Ahora?

—No, esta tarde —aclaro, paso un mechón rebelde detrás de su oreja y acaricio su mejilla en el proceso, quitando el resto de sus lágrimas.

—¿Adónde? —cuestiona.

—A Moscú.

—¿Tus padres no estaban en Londres? —parece igual de confundida que yo.

—Bueno, ambos pensamos igual —suspiro, bajo la mirada.

—Mmh, bueno. Y como... ¿Cómo estás? —pone sus manos en mi pecho, busca mi mirada con sus ojos azules.

—No lo sé —aprieto los dientes, sintiendo como la rabia se apodera de mi sistema. Ni siquiera sabía por qué carajos estaba molesto—. No he procesado nada aún, no puedo imaginarme...

Cierro los ojos y sacudo la cabeza, era imposible expresar lo que sentía, no tenía palabras. Todo era tan confuso que no podía pensar con claridad.

—Hey —sus manos fueron a mi rostro y abrí mis ojos para verla. Embozó una pequeña sonrisa—. No sé qué decirte porque jamás he estado en una situación así, pero estoy aquí, ¿sí? —asentí—. Sea lo que sea, siempre voy a estar contigo.

—Lo sé —acaricié su barbilla con mis dedos.

—¿Cuánto tiempo te irás? —pregunta.

—No lo sé, hablé con Demián esta mañana y me dijo que podía tomarte el tiempo que necesitase. Aún no tengo límite, supongo de dos o tres días —me encogí de hombros, observado como su entrecejo se va frunciendo—. Todo depende de lo que me espere en Rusia.

—¿Hablaste con tu madre?

—No.

Asiente, se muerde el labio inferior y observa sus manos unos largos segundos. Me gustaría saber que pasa por su mente en estos momentos, me pregunto que estará pensando. Se ve tan concentrada y supe que iba a pedirme algo en cuando sus ojos me buscaron.

—Mmh, ¿tú crees que...?

—¿Qué ocurre?

—¿Quieres que vaya contigo? —cuestiona y me sorprendió bastante su pregunta. Carraspea y remoja sus labios.

—¿Estás segura?

—Sí, quiero estar contigo —susurra—. No sabemos con exactitud la magnitud de la situación, y yo quiero estar ahí para ti. Pase lo que pase.

—¿Y el trabajo?

—Tengo la semana libre, según sé —pasa sus uñas por mi mejilla y me sonríe—. Puedo ir contigo, solo si tú quieres.

—Dime que tienes una maleta lista —me muestra una gran sonrisa y es todo lo que necesito.

Entierro mis manos en su melena dorada y bajo mis labios a los suyos. Aibyleen suspira y un poco de calma regresa a mi cuerpo.

—¿A qué hora debemos irnos? —cuestiona.

—A las tres —digo, quitándole el cabello del rostro—. Con suerte, llegaremos en nueve horas, serían las seis de la mañana allá.

—Entiendo —asiente—. Sí me da tiempo, saldré de aquí en treinta minutos, lo más probable es que esté lista para cuando sea la hora.

—Okey.

Pone sus manos en mi rostro bajándolo al suyo, sus labios dulces tocan los míos y un poco de paz inunda mi pecho.

—Todo estará bien, ¿sí? —susurró contra mi boca.

—Espero que sea así.

[...]

Observo el mensaje de mi madre sin poder creerlo.

Londres está maravilloso, cariño.

Deberías venir uno de estos días.

¿Qué necesidad hay de seguir ocultándolo? No comprendo, se supone que soy su hijo... ¿Qué ganan? Hablamos de una enfermedad que es mortal para mucha gente... Dios, no puedo ni pensarlo.

—¿Por qué no tratas de dormir? —cuestiona la voz adormecida de Aibyleen.

Sus ojos están cerrados, pero se niega a dormir, aún y cuando he intentado obligarla.

—Me cercioro de que no te me escapes —le digo, ella suelta una risita.

—Me lanzaré por la puerta del avión —su mano busca la mía y entrelaza nuestros dedos—. ¿Cuánto falta?

—Tan solo llevamos dos horas de vuelo —observo la hora en el reloj de mi muñeca.

—No puede ser —sacude la cabeza y reclina el asiento.

—Duérmete, estaré aquí cuando despiertes —acaricio su mejilla.

—No es como si fueras a estar en otra parte —se ríe—. Trata de dormir tú también.

—Lo intentaré —sonrío viendo sus ojos cerrarse.

—Promételo —suspira.

—Lo prometo —me inclino hacia ella y dejó un beso en su frente.

Agradecí tenerla junto a mí, sinceramente no sabría qué hacer si ella no estuviera conmigo. Lo más seguro, es que hubiese volado a Moscú con ganas de armar un escándalo en dónde sea que estuvieran mis padres, pero ahora tenía un motivo para hacer las cosas con calma y esperar una explicación decente.

Aibyleen cayó dormida casi de inmediato, entonces me ocupé de la reservación del hotel y de pensar que debía decirles a mis padres una vez que los viera.

Efectivamente, a las seis y treinta llegamos a Moscú, me costó un buen rato despertar a Aiby, pero lo logré. Ahora íbamos de camino hacia la casa de mis padres, y la tensión parecía emanar de mi cuerpo a tal magnitud de poner aún más tensa a la rubia junto a mí.

—¿Quieres que esté presente? —cuestionó, apretando mi mano—. Sé que puede llegar a ser un tanto complicado hablar de estos temas, lo entiendo —suspira, pero no deja de mirarme—. Comprendo si quieres estar solo con ellos, después de todo, es una situación familiar.

—Tú eres mi familia —las palabras salen de mi boca antes de que mi cerebro las pueda procesar, sin embargo, estoy diciendo la verdad.

Desde hace años Demián se había convertido en mi hermano, y a la vez, sin darme cuenta, Aibyleen se iba convirtiendo en la mujer de mi vida.

—Te quiero ahí —sostuve su mejilla cuando se quedó en silencio.

—Okey —sonrió, acercándose más a mí.

El taxi se estacionó frente a la enorme casa a la que no venía desde hace más de diez años, ya que no visitábamos Rusia con frecuencia. En cierta parte, no me sorprendió el hecho de que hubiesen elegido esta casa para ocultarse de mí, debido a jamás pensé en este lugar.

—Relájate, ¿sí? —se aferró a mi brazo en cuanto bajamos del auto y caminamos hacia la entrada.

—Hablas como si fuera a destrozar la casa —carraspeé y fruncí el ceño.

—Te conozco mucho mejor de lo que te conoces tú mismo —me guiñó un ojo—. Por esa razón, quiero que respires y dejes hablar a tu madre primero. Todo tiene una explicación, ¿está bien? —asentí, apretó mi mano—. Sebastián.

—¿Qué?

—¿Está bien? —esperó, me miró con una ceja arqueada.

—Está bien —terminé diciendo, ella sonrió complacida y tocó el timbre una sola vez.

La puerta se abre unos segundos después, dejando la imagen de mi madre con una sonrisa, que, sin duda, no era para mí. Al darse cuenta de que en realidad estoy aquí, y que no es una imaginación suya, su sonrisa se desvanece.

—Sebastián —susurra, sus ojos verdes lucen aturdidos y su rostro pierde color.

—Hola, mamá.





¡Ay, ay, ay!

Se nos viene fuerte.

Le daremos el primer vistazo a nuestros suegritos. ¿Están emocionados?

¿Qué les pareció el capítulo de hoy?

¿Opiniones al respecto?

¿Que tan grave creen que está la situación?

Si hablamos de este par, gente, ellos se aman demasiado. Todos sabemos que drama entre estos... Dios, se explota medio planeta.

¡Voten y comenten mucho!

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