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34. Aibyleen.

La víspera de año nuevo había llegado y como nosotros somos unos dementes que no se pueden establecer en un solo lugar, nos fuimos al hotel de papá. Sunflower Hotel abrió sus puertas para nosotros y yo no podía estar más feliz.

Papá había abierto este hotel en honor a mamá y su obsesión por los girasoles, Demián y yo pasamos gran parte de nuestra infancia jugando entre estos muros, a papá le sacamos canas verdes una que otra vez por lo traviesos que podíamos llegar a ser, y volver después de casi un año sin venir a Australia, es algo que me llena de felicidad.

Llegamos al hotel cerca de las diez de la mañana para poder instalarnos cada quien, en su respectiva habitación, ya que la tía Daniela y el tío Aaron se unieron a nosotros, mientras que el tío Daniel y su esposa llegarían más tarde.

Sebastián y yo nos quedamos cerca del último piso, y la vista era increíble, Demián y Anggele se quedaron en el piso tres junto con papá y mamá.

Almorzamos, recorrimos el hotel por millonésima vez en nuestras vidas y las emociones seguían siendo las mismas. Esta vez, estar con Sebastián en un lugar tan importante para mí, era diferente.

Con Sebastián todo se sentía correcto.

La noche cayó y el sol se ocultó en su totalidad a eso de las seis y treinta, para ese entonces yo me encontraba lista para recibir el año nuevo.

Sacudí mi cabello y me observo en el espejo, dándome cuenta que me veía realmente bien con mi vestido corto de seda y de tirantes finos, era un color champagne que resaltaba en mi piel.

Le guiñé el ojo a la diosa que me devolvía la mirada a través del espejo.

—¿Estás enamorada de ti misma, peach? —los musculosos brazos de Sebastián me rodearon desde atrás y una sonrisa boba se plasmó en mis labios rojos.

—Sí —admití, observando sus ojos por el espejo.

—Entonces, no te imaginas lo enamorado que estoy yo de ti —enterró su rostro en mi cuello y mis ojos se cerraron.

—Sebastián —advertí cuando comenzó a besar mi cuello.

—¿Podemos tomarnos cinco minutos? —me giró entre sus brazos y sujetó mi rostro entre sus manos—. O diez.

—No —me reí, sus labios cayeron sobre los míos después. Tan lento y dulce que mi corazón se aceleró, mi cuerpo tembló.

Dios, lo quería tanto. Me alejé de su boca un instante para poder respirar. Sonreí al ver cómo mi labial rojo se había pasado a sus lindos labios, así que lo limpié con mis dedos. Pasé mis manos por su pecho y acomodé su saco negro.

—Te ves muy guapo.

—Eres hermosa —volvió a besarme, me alejé de sus labios riéndome a carcajadas.

—¡Me vas a quitar el labial! —me sacudí entre sus brazos, aún y cuando no quería alejarme de él—. Vamos, deben estar todos abajo y nosotros seguimos aquí.

—Vamos.

Entrelacé mi mano con la suya y ambos salimos de la habitación.

Peach, ¿si sabes que estamos en Australia? —me preguntó cuándo estuvimos en el ascensor.

Rodé los ojos y sacudí mi enorme abrigo blanco de peluche.

—Es el viento, McCain —dije obvia.

—Estás loca —esa era su excusa siempre que yo le decía algo.

Me reí sin poder contenerme, su brazo rodeó mi cintura hasta pegarme a su pecho, besó mi labio inferior levemente.

—Si no te quisiera, ya habría botado ese animal muerto que tienes en el brazo —apretó mi cadera.

—No es un animal, es de peluche y material sintético —piqué su mejilla con mi uña acrílica.

Sus ojos grises detallan todo mi rostro y cuando creo que dirá algo, presiona sus labios contra los míos. Suspiro y llevo mi mano a su nuca para acercarlo más a mí. El clic de la puerta del ascensor suena cuando las mismas se abren, sin embargo, me importa muy poco.

Estoy besando a mi hombre, el mundo puede esperar.

—Vaya, primita —esa molesta voz la reconozco, y solo por eso me alejo de los labios de mi novio—, no sabía que te gustaba dar espectáculos sexuales en público.

Mi rostro se gira, la imagen de una pelirroja alta y esbelta me golpea con fuerza. Nathaly Nóvikov, hija de mi tío Vladimir y mi peor pesadilla.

En su momento me moría por ser como ella, hasta que supe que era una mujer plástica y superficial que goza haciendo sentir inferior a los demás. Nuestra familia no tiene mucho contacto con ella, ya que el tío Vlad y la madre de Nathaly están divorciados y ella pasa más tiempo con su madre que con nosotros.

Me dejé pisotear por ella durante mucho tiempo, pero como ahora la única dueña de mi propio mundo soy yo, muestro mi mejor sonrisa y saco la perra que hay en mi interior.

—Bueno, si conocieras la definición de la palabra amor, sabrías que no todos los besos son sexuales —le dije, sus labios rojos dejan de formar una sonrisa, pero una de sus cejas se arquea.

—No sabía que tenías novio —la rabia emergió de lo profundo de mi ser ante la mirada lujuriosa que le lanzó a mi novio.

—Sí, pero supongo que ya sabes su nombre, por lo que no veo lo relevante en presentártelo —tomé la mano de Sebastián y tiré de él fuera del ascensor—. Con permiso.

Desgraciada. Desgraciada. Desgraciada.

Toda la adolescencia me hizo la vida imposible, me ve una vez cada mil años, ni siquiera sabe cuál es mi segundo nombre... ¿Y tiene el descaro de ser grosera conmigo? ¿Se atreve a mirar a mi novio como si fuera algo comestible?

¡Puf! Tal parece que no le importa su seguridad física.

—Es mi idea o cierta rubia está celosa, ¿eh? —dijo Sebastián con cierto grado de diversión en su tono de voz, me detuve en seco y lo encaré.

—¿Perdón? —arqueé una de mis perfectas cejas—. ¿Celosa yo?

—Hay muchas rubias en este lugar, peach —murmuró y dio un paso hacia mí—, pero si quieres pensar que hablo de ti...

—Te estás ganando un golpe en la entrepierna, cariñito mío —sonreí cínica, él soltó una leve risa y acunó mi rostro entre sus manos.

—Eres única y maravillosa —musita a centímetros de mi boca—, la vida no pudo darme un mejor obsequio.

Me besó otra vez, un beso casto y cariñoso.

Sí, puede que esté celosa... ¡Pero da igual! Es mi novio. ¡Mío!

Lo abracé en cuanto dejó de besarme, aspiré su aroma profundamente y me sentí plena.

Mi rompecabezas ya estaba completo, porque él era la pieza que faltaba.

—¿Aibyleen? —cada músculo de mi cuerpo se volvió de piedra, mis párpados se abrieron y mi respiración se entrecortó al escuchar esa voz.

Me alejé de los brazos de Sebastián, quién me veía confundido a causa de mi repentino cambio de humor. Tragué el nudo de espinas que se atoró en mi garganta y me di la vuelta.

Ahí estaba él, castaño, alto y musculoso como siempre. Vestía un esmoquin azul oscuro, tenía una copa de champagne en la mano y se veía más allá de sorprendido.

—Stuart —mi voz salió en un murmullo, carraspeé cuando sentí la mano de Sebastián en mi espalda baja—. Mmh... Stuart, él es Sebastián McCain, mi novio —señalé—. Sebastián, él es Stuart Adams, mi...

No supe que decir, estaba aturdida.... ¿Qué carajos hacia él aquí?

Conocidos —respondió él por mí—, solo somos conocidos —asentí, completamente descolocada—. Es un placer, por cierto —estrechó la mano del pelinegro junto a mí—. Te vi correr una vez, eras realmente bueno.

Gracias —respondió simplemente.

Veo que ahora eres tú quien conoció a mi novio —otra vez Nathaly entró en escena, se acercó a Stuart y entrelazó su brazo con el suyo. Sonrió con suficiencia al darse cuenta de que yo estaba totalmente consternada.

«Novio. Novio. Novio».

Esa palabra saliendo de su boca, ella con una sonrisa arrogante, su brazo entrelazado con el de mi ex, ambos estando juntos.

No lo puedo creer.

Novios —dije con burla—. Que interesante.

—¡Hola! —llegó mi mejor amiga al rescate. Anggele tenía un vestido dorado y el cabello suelto en ondas gruesas—. Los estaba buscando por todas partes —sonríe, ignorando por completo a las personas frente a nosotros—. Sebastián, Demián y Dominic te están buscando, no sé.

—Iré a ver qué pasa —dijo mi novio, se giró un poco hacia mí y besó mis labios castamente—. Te veré luego.

Se alejó y me dejó con Anggele y los traidores.

—Nosotras debemos hablar —murmuró la rubia en mi dirección y después hizo como si mágicamente viera a Nathaly y a Stuart—. Oh, son ustedes —hizo una mueca de desagrado—. Bueno, nos vamos, tenemos cosas más importantes que hacer.

Y me llevó lejos de ellos, y aunque estaba confundida y algo extasiada, agradecí poder contar la presencia arrolladora de Anggele Stevenson en mi vida, en los momentos cuando más lo necesitaba.






¡Se viene el drama!

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