29. Aibyleen.
Estar en la casa de mis padres era algo realmente reconfortante y liberador, de alguna manera sentía que dejaba todos mis problemas en Nueva York y aquí podía respirar con satisfacción.
Los recuerdos vuelven a mi memoria, los buenos y los malos. Pero solo me concentro en revivir todas las tardes de risas, diversión y amor. Mis padres, mi hermano, yo... No hay nada más en cabeza, solo nosotros y nuestra rara forma de ser felices.
—¿Qué haces despierta, pequeña? —la voz de papá me hace dar un respingo, después escucho su risa—. Eres igual a tu madre, te asustas por todo.
—Es obvio, siempre apareces de la nada —le reprocho, pero es imposible retener la sonrisa—. ¿Qué haces despierto tú?
—Tu madre tiene sed —simplificó—. Soy su esclavo.
—Pobre de ti —hago un puchero y me burlo de él—. Yo también tenía sed, hace mucho calor.
—Desventajas de vivir en Nueva York y volver a tierra caliente —dice, mientras sirve agua en un vaso de vidrio.
Papá está bien conservado, de hecho, demasiado y mi madre... Bueno, ella parece una Barbie.
Los años no les pasan factura a estos dos.
—¿Dónde dejaste a Sebastián? —cuestiona.
—Está dormido.
Me sorprendió bastante el hecho de que papá aceptara a Sebastián tan rápido y fácil. Sabía que le tenía confianza a Sebas, que no tenía nada en su contra y que lo quería como a su propio hijo, sin embargo, creí que pondría más resistencia.
—Es bueno conmigo y me trata bien —comienzo, porque sé que se lo debo—. Es muy respetuoso y amable... Él me quiere —lo miré. Sus ojos marrones iguales a los de Demián—. Y yo lo quiero a él.
Admitirlo en voz alta, aunque fuese para mí, me resultó vivificante.
—Lo sé —dijo—. Lo noté desde que entraron.
—¿Por eso no hiciste un escándalo? —arrugué la nariz, él soltó una risita.
—Sé que lo quieres, y también sé que él te quiere —murmuró, buscó mi mano sobre la encimera y le dio un leve apretón—. No necesito ser adivino, tampoco tengo por qué cuestionarte. Eres adulta, puedes tomar tus propias decisiones sin que tu madre o yo tengamos que intervenir. Confiamos en ti, y en todo lo que haces.
—Gracias, papá —le sonreí—. Te amo.
—Te amo más.
Agarró el vaso, rodeó la barra y dejó un beso en frente, luego desapareció al piso superior.
Suspiré, aliviada y bastante relajada. El que mamá y papá me apoyaran siempre fue mi soporte, lo que me ayudó a salir a delante y superar cada obstáculo.
Solté un suspiro y me bajé de la silla alta para poder subir al segundo piso, sonreí cuando comencé a caminar por los pasillos y observé todas las fotos. Mi corazón latía contento, estar a aquí era completamente diferente.
Estiré mis brazos sintiéndome cansada, toda la tarde la pasamos hablando y poniéndonos al día con papá y mamá. Ellos parecían estar felices de que sus dos hijos tuvieran relaciones estables y con buenas personas.
Sebastián y Anggele eran las personas perfectas para nosotros, según nuestros padres, y la simple razón de que ellos pensaran así, nos hacia la vida más fácil a Demián y a mí.
Abrí la puerta de mi antigua habitación y al entrar sentí lo mismo de esta mañana, lo mismo que sentía cada vez que venía a esta casa. En esta habitación viví los mejores y peores momentos de mi vida, por lo tanto, era mi lugar favorito y especial. Aquí descubrí que cuando la vida se torna complicada, siempre hay una luz al final del túnel.
El color rosado y el color gris me reciben de inmediato cuando cierro la puerta detrás de mí, y me siento muy animada al saber que estoy en mi casa una vez más.
Me muerdo el labio inferior al ver a mi sexy novio durmiendo en mi cama rosa, y observarlo aquí, dentro mi cueva, me llena el pecho de un sentimiento inexplicable que no puedo describir con palabras.
Trato de hacer la menor cantidad de ruido posible, me acerco a la cama y aunque sé que tengo mi espacio libre, yo quiero estar lo más cerca posible de Sebastián. Intento no despertarlo, pero parece que todo se fue al traste.
—¿Dónde estabas? —su brazo se enrolló en mi cintura y me apretó contra su pecho.
—Tenía sed —susurré, pasando mis dedos por su rostro suavemente.
Muerdo mi labio inferior sin dejar de mirarlo, Sebastián era tan lindo que me dolía el pecho de tan solo intentar asimilarlo.
No podía imaginar mi vida ya sin él.
—Te quiero —las palabras salen disparadas de mi boca antes de que mi cerebro llegue a procesarlas meticulosamente.
Mi cuerpo se tensa completamente al darme cuenta de lo que he hecho, y la inseguridad está ahí, palpando mi vida, aún y cuando intento dejarla atrás.
—Es mentira —su voz adormecida me deja de piedra, su brazo me aprieta más contra él y su frente se apoya contra la mía. Aún sin abrir sus ojos, sus dedos acarician mi espalda—. Yo te quiero más.
Sentí como todo mi cuerpo se desinfló cuando solté el aire que no sabía que estaba conteniendo. Mi corazón comienza a palpitar bastante fuerte y la felicidad me abruma.
Trato de no darle más vueltas al asunto y con una sonrisa, decido dormir junto al hombre del cual estaba totalmente enamorada.
[...]
—Despierta —dice una voz en mi odio, y es entonces cuando mis ojos sienten la molestia de la luz sobre los mismos. Suelto un quejido y me cubro los ojos con las manos—. Vamos, preciosa, despierta.
—Déjame dormir, Sebastián —gruño en su dirección, sin saber en dónde está específicamente le lanzo un puñetazo al aire.
—No, ya son pasadas las diez —siento sus labios en mi mejilla—. Tu madre quiere que bajes a desayunar.
—Pero tengo sueño —me quejé, haciéndome un ovillo en la cama, abrazando una almohada.
—Y también tienes hambre —sentí sus labios ahora en mi cuello, suelto una risita cuando sus dedos entran en contacto con mi cintura—. No me lo niegues, peach, sé que tienes hambre...
—¡Sebastián! —me reí mucho más sin poder evitarlo, mordió el lóbulo de mi oreja y metió una de sus manos bajo mi camisa para apretar uno de mis pechos—. ¡Ay no! —no pude contener la carcajada y entonces comenzó a hacerme cosquillas—. ¡Basta, basta, basta!
—Si repites lo que me dijiste anoche, me detengo —dijo, pinchando mis costillas con sus dedos.
—¿Y que dije anoche? ¡Ay!
—Tú sabes a qué me refiero —ya casi no tenía aire, pero me estaba divirtiendo demasiado y Sebastián parecía dispuesto a seguir haciéndome cosquillas—. Quiero comprobar si es real, si fue un simple sueño o el cambio de horario me está pasando factura.
—¡Fue real, fue real! —admití, entonces se detuvo, justo cuando estuve a un segundo quedarme sin respiración—. Sí fue real.
Solté todo el aire por la boca, Sebastián se inclinó sobre mí y apoyó sus manos a cada lado de mi cabeza, acercando su rostro al mío.
Nuestros labios se rozaron, siendo participe de la misma tortura de siempre.
—Entonces, repítelo —me pidió, sentí la necesidad en su voz, y sentí mis propias ganas de decírselo de nuevo.
Los dos estábamos conscientes, yo aún seguía semidormida, pero no tenía dudas.
—Te quiero, Sebastián —le confesé a su iris gris, a su mirada tormentosa y a su expresión de enternecido. Llevé mis manos a su rostro y sonreí como nunca antes lo había hecho—. Te quiero y jamás había estado tan segura de algo en mi vida...
No me dejó terminar, no cuando sus labios se presionaron contra los míos en un duro beso, fuerte y apasionado.
—Tú también me dijiste algo anoche —le recordé, pasando mis manos por su cuello—. Quiero saber si fue real o simplemente estabas muy dormido como para recordarlo.
—Jamás olvidaré lo que te dije, porque es lo más honesto y verdadero que he dicho en toda mi vida —expresó, mirándome fijamente—. Te quiero, Aibyleen.
Y eso fue suficiente para que mi corazón se hinchara de felicidad.
¡Ahhhhh!
*Insertando gritos de perra loca*
Ya llegaron los ✨Te quiero✨, gente. ¡Ya llegaron!
¿Qué les pareció?
Porque amo hacerlos felices y porque ustedes me hacen feliz a mí. Hoy está de cumpleaños una personita y quería su cumple fuera muy especial.
Feliz cumpleaños, MaraMH1 ✨ Espero que tu día este llendo de lo mejor. Besos y gracias por pertenecer a esta familia.
Comenten muchos "🍑" y "🔥" para subir el siguiente capítulo más tarde.
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