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10. Aibyleen.

Miro atentamente como Stefany me hace las uñas acrílicas, aplicando un esmalte negro mate y después hace unas líneas blancas sobre las mismas, muerdo mi labio al darme cuenta lo bonita que se ve mi mano con ese color.

—Están muy lindas, Stef —le digo, ella sonríe sin dejar de hacer su trabajo.

—Gracias, me alegra que te gusten —murmura, dejando una de mis manos lista—. Estuve pensando que este diseño quedaría bien en ti, quizás podamos recrearlo otro día, pero con otro color.

—Eso estaría bien.

Mi teléfono suena sobre mi muslo, lo tome cuando la pantalla se iluminó.

¿Dime qué me hiciste?

Fruncí el ceño. ¿Y ahora a este que le pasa?

¿Qué te hice de qué?

No he podido dejar de pensar en ti, bueno, específicamente en como te movías aquella noche sobre mí.

Mordí mi labio inferior y reí inevitablemente, este hombre era un caso.

Cosas de la vida, una dama nunca revela sus secretos.

Tal vez te embrujé y ahora te tengo en la palma de mi mano.

Esperé ansiosa su respuesta, la cual llegó segundos después.

En la palma de tu mano, sobre ti, debajo. En dónde quieras, preciosa.

Sonreí y mordí mi labio inferior otra vez, sintiendo como comenzaba a darme calor.

No creo que sea apropiado hablar de dónde me gustaría que estuvieras, porque quedarías impactado, créeme.

Pues, lamento informarte que, estoy completamente impactado y cautivado contigo, peach.

Sonreí sin poder evitarlo.

¿Qué te está pasando, Aibyleen Whittemore?

Habían pasado dos días desde nuestro raro reencuentro en el baño se aquella reunión, para ser sincera, no quería ir, pero la noche resultó ser estupenda. Y, desde entonces, hemos estado hablamos por WhatsApp, lo que se me hace bastante extraño, teniendo en cuenta, claro, que había dicho no estaba preparada para algo serio.

Pero hablar por mensaje no es tener nada serio, ¿verdad?

Bueno, la cosa es que, me había estado sintiendo demasiado mal luego haberlo dejado en Los Ángeles. Pero me entró el pánico, el hecho de comenzar a sentir cosas por él —más de las que ya siento— me da miedo. Psicológicamente, no me siento bien entablando una relación con alguien, quizás sea por miedo al rechazo o porque no pueda dar lo necesario.

Sin embargo, aún y cuando trato de no pensar en él, termino haciéndolo. No puedo sacarlo de mi mente en ningún momento del día, y todo se pone peor cuando recuerdo las veces que hemos estado juntos.

Recordé como se sintieron sus labios tibios y suaves contra los míos, como sus manos recorrieron mi cuerpo con delicadeza y pasión, como se sintió tener ese perfecto cuerpo pegado al mío, como sus músculos se contraían ante cada embestida.

Me remojé los labios con la punta de la lengua cuando más recuerdos llegaron a mí: como sus dedos recorrían mi espalda cuando cambiamos de posición, como se sintió su erección dentro de mí, como nos movíamos en sincronía.

Vuelvo a morder mi labio, cerrando los ojos con fuerza, sin saber muy bien en que pensar concretamente. Sacudí la cabeza, alejando esas imágenes que me daban calor, y no uno normal.

—El que solo se ríe, de su picardía se acuerda —dice la voz de Brady, sorprendiéndome. Se inclina y besa mi cabello—. ¿Cómo estás, linda?

—Bien, encantada con las uñas que me está haciendo Stefany —le digo, él la mira y asiente en aprobación—. ¿Qué tenemos para hoy?

—Solo la imagen, cielo —responde, saca su teléfono y teclea algo—. Te conseguí una cita hoy para que te hagan la hidratación.

—¿Hora?

—Las tres de la tarde, ¿está bien?

—Sí —asiento, muerdo mi labio—. Tengo que ir a las cinco a firmar unos papeles para la nueva cede de la fundación, y debo estar libre para entonces.

—Por supuesto, eso es todo —asintió y se alejó para contestar una llamada.

Veinte minutos después, Stef ya había terminado con mi manicura y comenzó con mis pies. Miré mis uñas atentamente y me sentí orgullosa del trabajo de Stefany.

«Nuevas amigas». Había posteado una historia en Instagram con un mini video de mis uñas, y cientos de notificaciones no tardaron en llegar. Me distraje respondiendo todos los mensajes lindos que las personas me enviaban, mientras que dejaba de lado los de las personas que no tienen nada bueno que hacer con sus vidas y solo se encargan de hacer sentir mal a otras.

La verdad que no entiendo a ese tipo de personas, no comprendo cómo pueden divertirse con el sufrimiento de los demás, o simplemente cada vez que hacen sentir menos a alguien. Me genera una rabia enorme y es por eso que uso mi voz para otras personas se identifiquen conmigo y no se dejen menospreciar por otros.

[...]

Me bajo del auto y lo bloqueo con las llaves, me guindo el bolso en el hombro y camino hacia las instalaciones de mi fundación. Su color verde resalta, detonando con fuerza su significado: esperanza. Y el letrero con el nombre Give love to receive love se impone en lo más alto y no puedo evitar sentirme orgullosa de todo el esfuerzo de mi equipo y de todos los que me apoyaron.

Empujo la puerta de cristal y el aire a hogar me llena inmensamente, sonrío al ver a Yordy, el encargado de los animales con perrito diminuto en las manos.

—Hola, Yordy —sonrío y acaricio al pequeño—. ¿Y este bebé?

—Llegó hoy junto con sus dos hermanitos —dice, pero hace una mueca—. No pudimos salvar a su madre, estaba muy desnutrida y murió al tenerlos.

—¡Oh no! —hago un puchero, sintiéndome afligida—. Que triste, debió ser horrible estar ahí.

—Sí, pero salvamos a estos pequeños, eso también es bueno.

—Bueno, iré a firmar unos papeles, te veo después.

Sacudí mi mano y fui directamente a la oficina de Emma, mi mano derecha en la fundación. Toqué la puerta que estaba entreabierta y logré que su mirada confundida diera conmigo.

—Hola —sonreí, ella me devolvió el gesto un tanto confundida—. ¿Estás bien?

—Sí, es que... acaba de llegar una transferencia para las donaciones, pero es demasiado —susurra, mirando la pantalla del computador con el ceño levemente fruncido.

—¿De cuánto es? —cuestiono, adentrándome a la oficina y cerrando detrás de mí.

—Míralo por ti misma —se pone de pie y deja que me siente en su silla.

Comienzo a revisar el control de transferencias, y todo parece estar en perfecto orden, pero ahí, justo al final, está una transferencia de hace tres horas, de diez mil dólares.

¡Diez mil malditos dólares!

—¿Pero qué carajos? —escupí.

—Eso mismo dije yo —musitó Emma, cruzándose de brazos.

Volví mi atención a la pantalla y busqué todo lo relacionado con la transacción. Mi boca cayó abierta, técnicamente. Ese era su nombre, esa había sido su donación.

Sebastián McCain.

—No puede ser —susurré.

—Es sorprendente, o sea, nos ayudaría demasiado, pero es mucho —dice Emma, señalando la pantalla—. Quizás se equivocó y solo quería donar diez dólares.

—Claro, y puso tres ceros de más —murmuré.

—En realidad, no sé que pasó, pero lo enviaron así —se encogió de hombros.

¿Cómo pudo enviar diez mil dólares? Estaba loco, yo no podía aceptar esa cantidad. Las donaciones que habíamos estado recibiendo eran de unos cien o doscientos dólares cuando mucho, pero... ¡¿Diez mil?! No, era demasiado, mucho más que solo demasiado.

—Ya lo arreglaré después, seguramente fue un error de su parte —comenté, me levanté de la silla y dejé libre su puesto de trabajo, lugar que ella no tardó en ocupar nuevamente.

—¿De quién se trata? —cuestionó revisando, después abrió mucho sus ojos—. ¿Sebastián McCain?

—Sí —asentí, ladeé la cabeza—. ¿Qué?

—¿Ese Sebastián McCain? —tartamudeó.

—¿Cuántos Sebastián McCain existen? —reí un poco confundida.

—Solo él —susurró—. Es el Golden Boy de la Fórmula 1, ¿verdad?

—Sí, pero ya no corre.

—Lo sé, pero... ¿De que lo conoces?

—Es el mejor amigo de mi hermano desde hace demasiado tiempo, ¿por?

—¿Y donó diez mil dólares a tu fundación? —dijo con una sonrisa.

—¿Qué tiene? —arrugué la nariz, arqueó una de sus cejas, a lo que yo negué y reí—. No, no tengo nada con él, es solo un... amigo.

Mierda, llamarlo así dolió bastante.

—No pareces tan segura —canturreó, rodé los ojos.

—¿Sabes que? Arreglaré esto y listo —sentencié—. Ahora dame los papeles que debo firmar.

¡No tenía nada con él! Que hayamos tenido sexo dos veces no quiere decir que estemos en una relación. Se supone que las cosas deben fluir como el destino lo decida, y si no es así, entonces lo haré yo, y no quiero estar en una relación.

Fin del asunto.











Esos chats de estos dos.

¿Quién no quisiera tener un chat así con Sebas?

¡Voten y comenten mucho!

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