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Capítulo Veinte: ¿De qué color es tu vida?

A las nueve en punto daría inicio la segunda parte del juicio en que corría peligro la libertad de Kevin. Mi corazón, como lo hacía casi todo el tiempo desde hacía un mes, estaba latiendo tan rápido que podría sufrir un ataque en cualquier momento.

Definitivamente, yo no podría dormir como lo hacían mis padres y, mirando a Mónica, Donna y a Fred; me daba cuenta de que ellos tampoco. No queríamos parar en algún hotel de la ciudad porque aquello implicaría levantarnos extremadamente temprano para poder llegar al juicio sin retrasarnos por el tránsito pesado de la ciudad.

La oscuridad nos acompañó a través de la larga carretera que desembocaba en el pueblo. Mientras nos adentrábamos en el camino y poco a poco las conversaciones se fueron apagando, mi pensamiento volvió a Kevin.

Esperaba de todo corazón que estuviera bien, cada minuto me acercaba a verlo de nuevo y, lo más importante, luchar por recuperarlo.

La luna estaba perfectamente posicionada cuando el auto se aparcó en el estacionamiento de mi casa y mis padres abrieron la puerta para dejarnos pasar.

Como ya era demasiado tarde, Mónica, Fred y Donna llamaron a sus casas para anunciar que se quedarían a dormir para el juicio del siguiente día que se llevaría a cabo en tan solo unas horas.

Mónica, Donna y la tía Patty se quedaron a dormir en mi cuarto, mientras que Fred durmió en la sala, así que todos nos dispusimos a descansar.

—¿Qué tal los nervios, muchachas? —preguntó la tía Patty mientras todas colocábamos la cabeza sobre almohadas improvisadas con cojines.

—Creo que no podré dormir en toda la noche —respondí susurrando y las demás estuvieron de acuerdo.

—Cada vez falta menos —señaló Mónica y yo solté un profundo suspiro.

—¿Creen que Kevin esté molesto conmigo? —pregunté con preocupación y Mónica soltó una risa.

—¿Por qué estaría molesto contigo? —cuestionó al tiempo que yo me inclinaba un poco para mirarla bien.

—Porque no confié en él —dije y ella se acomodó para decirme lo siguiente con mucha claridad.

—Kevin te quiere muchísimo, te quería antes de que siquiera hablaras con él. ¿Crees que dejaría de quererte ahora? —preguntó ella y la preocupación disminuyó un poco.

—Ya quiero verlo —expresé al tiempo que Donna y la tía Patty me sonreían.

—Cada vez falta menos —comentó mi tía al tiempo que se levantaba para apagar las luces—. Ahora, lo importante es descansar.

Y fue así que aquella noche terminó y la mañana, con su respectivo evento de la mano, llegó tan pronto que me resultó imposible no sentir estragos en mí.

Todos nos preparamos lo más rápido que pudimos para poder acudir al juicio, decidimos caminar hasta la alcaldía para evitar que volviéramos a ser aplastados en el auto blanco de mis padres.

Cuando entramos en el recinto, todos tenían gestos desgastados y preocupados. Parecía que habían tenido un terrible día. Mis ojos buscaron inmediatamente a Kevin y lo encontraron caminando junto al señor Thompson con postura encorvada y la mirada en el suelo.

—¡Ahí está! —grité con emoción esquivando a la gente para poder alcanzarlo.

Fue ahí, en ese instante en el que me encontraba corriendo detrás de esos bonitos rizos que me di cuenta de que era verdad, probablemente estaba enamorándome de Kevin. Y estaba lista para darle mi corazón. Para que los dos estuviéramos juntos en todo esto.

—¡Kevin! —dije antes de lanzarme en un abrazo hacia él—. ¿Cómo estás?

—Ay, Nicole —respondió devolviéndome el abrazo con lágrimas en los ojos—. ¿A dónde fueron, qué está pasando?

—Tenemos tu defensa —respondí y le limpié la lágrima que se le había escapado—. Teníamos que irnos para poder encontrarla.

—Estoy muy asustado, muy, muy asustado —susurró en mi oído—. No quiero ir a prisión.

—Tranquilo, tú no irás, te lo aseguro —respondí tranquilizándolo—. Además, yo estaré contigo de ahora en adelante... Kevin ya lo sé todo.

—¿Qué? —preguntó confundido mientras los demás nos alcanzaban.

—Hermano —dijo Fred dándole un rápido abrazo—. Estábamos preocupados, más ellas, yo no tanto.

—También te extrañé, Fred —respondió el chico limpiando rápidamente sus lágrimas.

—Chicos, deben tomar su lugar, el juicio está a punto de comenzar —indicó mamá señalando unos lugares en la fila del frente.

—Estaré aquí contigo —dije notando cómo mi madre lo conducía hasta la zona del estrado.

Kim volvió a colocarse en donde había estado la última vez que la había visto y la juez llegó con un porte tan imponente que me provocó un escalofrío. En cuanto todos tomaron asiento y la juez dio un rápido vistazo alrededor del lugar, el juicio dio oficialmente inicio.

—El proceso en contra del ciudadano Kevin Baxter por la culpabilidad en la introducción de sustancias ilícitas a un inmueble educativo con menores de edad, y con Theodore Thompson como cómplice principal, da inicio. ¿El acusado ha encontrado defensa? —preguntó la juez con seriedad.

—Pamela Sadstone, seré la representante de Kevin Baxter —exclamó mamá guiñándome un ojo a la lejanía.

—Excelente... ayer escuchamos la versión de la señorita Kimberly White. Es el momento de que la defensa de Kevin Baxter hable —solicitó la mujer y mamá se colocó al frente del estrado con un porte impresionante. Jamás la había visto en acción, así que ahora me sentía apantallada por su forma de conducirse.

—Su señoría, llamo al estrado a Dylan Cooper, para declarar —anunció ella y el público giró con gestos asombrados en busca del muchacho.

Los claros ojos del chico se notaron en el fondo de la sala, tan sorprendidos como los del resto del público.

Dylan hizo un breve gesto de terror antes de regresar a su modo habitual para levantarse con calma y avanzar hacia el estrado a un lado de mi madre.

—Dylan Cooper, ¿juras decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad? —preguntó la juez y él colocó su mano sobre la constitución con el gesto pasivo.

—Lo juro —respondió con tranquilidad al tiempo que se sentaba en el lugar designado.

—Señor Cooper, ¿qué es lo que usted sabe sobre el corporativo denominado "Grupo Asclepio"? —preguntó mi madre mirándolo con seriedad al tiempo que el chico soltaba una risa.

—Absolutamente nada —respondió con tanta seguridad que sentí la necesidad de correr al estrado y darle una bofetada.

—¿Está usted completamente seguro? —cuestionó mi madre mirándolo con profundidad.

—Más que seguro, señora Sadstone —dijo con una frialdad difícil de reconocer.

—Aquí le presento, su señoría, un paquete de documentos que demuestra que Dylan Cooper mantuvo vínculos con grupo Asclepio. Aceptando el hecho de que debería sabotear la fiesta de Navidad en donde se suscitaron los hechos —expresó mamá entregándole el fólder marrón a la juez—. Aquí está todo, firmado y sellado.

—Excelente —respondió ella dejando el fólder a su lado—. Será revisado posteriormente, ¿alguna otra evidencia?

—¿Qué? —preguntó mamá con incredulidad por la indiferencia de la mujer.

—¿Llamará a otro testigo, abogada? —cuestionó ella con seriedad.

—Claro —respondió sacando su teléfono con rapidez. Parecía que buscaba la foto del pizarrón de Kevin. Se quedó un minuto mirando la pantalla y después dio un vistazo a todo el público y al estrado—. Llamo a Kimberly White al estrado.

La chica abrió los ojos exorbitantemente hasta que cayó en la realidad y avanzó hacia el estrado con las manos temblándole, dichas que se mantuvieron inestables durante todo el juramento.

—Señorita White. ¿Podría relatar al jurado, cómo es que fue elegida como representante legal? —preguntó mamá y la chica bajó la mirada.

—Bueno, yo... —comenzó a decir con los ojos cubiertos de lágrimas—. Yo soy muy popular, fue por ello.

—Parece que no me ha entendido bien, replantearé mi pregunta —expresó mamá con fuerza—. Quiero que relate exactamente cómo es que fue elegida para ser la representante de la comunidad estudiantil.

—Es que... bueno, todos se reunieron... en algún punto, claro y... lo determinaron, sí. Ellos... claro que... —tartamudeó la chica rascando su brazo con nerviosismo—. Fue una... elección general.

—¿No puede relatar lo que sucedió, señorita White? —preguntó mi madre mirándola fijamente—. ¿Con quién estaba usted el día del baile?

—Yo estaba... bailando —respondió con dificultad.

—¿Con quién estaba, exactamente?

—Con... yo...

—Responda rápido, señorita White.

—Con Reina Bucket —respondió y todos murmuraron.

—¿No es acaso Reina Bucket la que declaró haber estado toda la noche en la entrada? —preguntó mi madre y la chica se sonrojó—. ¿Con quién estaba?

—Yo no puedo —dijo la chica colocando sus manos sobre el rostro.

—¿Con quién estaba, señorita White? —repitió mi madre y la chica se soltó a llorar.

—¡Con Demian! ¡Yo estaba con Demian! Ya no pudo soportar todo esto —dijo devastada y todos se miraron con confusión.

—¡Quiero orden en la sala! —exigió la juez y miró con incredulidad a la chica.

—Se acabó todo —dijo Kim devastada—. ¡Ya basta, chicos! Esta corporación no nos puede comprar. No pueden comprarnos a todos. Yo ya no quiero seguir.

—¿Quisiera declarar en contra de alguien? —cuestionó mamá mirando con comprensión a Kimberly.

—Quiero declarar en contra de Dylan Cooper —exclamó tratando de tranquilizarse—. Él compró mi declaración. Yo no vi nada, aquella noche. Yo estaba rompiendo con Demian Robson en ese instante. Yo ahora sé que el hombre que golpeó a Demian aquella vez fue Dylan Cooper con Chad Pennington como cómplice. Él no acudió al baile, pero le prestó el auto a este chico.

—¿Cómo fue que este muchacho compró su declaración? —cuestionó mi madre.

—Me ofreció... pagar todos los gastos del nacimiento de mi hijo —dijo con dificultad y sus padres se levantaron con notable impresión—. Lo siento... es que él sabía que yo estoy embarazada... Así me compró.

—¿Sabe de algo más? —preguntó mi madre y Kim asintió.

—Todos aquí estamos comprados —declaró y miró con intensidad a Conan—. No es correcto lo que hacemos, ¿saben?

El público se quedó un instante en silencio hasta que el muchacho se levantó con dificultad y se aclaró la garganta.

—A mí me ofrecieron una beca completa en Juilliard —exclamó el chico en voz alta—. Es mentira lo que dije... El culpable es Dylan Cooper. Él envió a los que me dieron la droga en el bar y esperó a que quedara inconsciente para dejarme en la escuela.

—Nos amenazaron con despedir a nuestros padres de sus respectivos trabajos —expresó Mildred Morrison con la voz entrecortada—. El culpable es Dylan.

—¡Fue Dylan! —gritó alguien del público y todos los jóvenes abandonaron el silencio para continuar gritando aquella frase.

—¡Silencio! —exclamó la juez desesperada al tiempo que mi madre se acercaba a ella.

—Señoría, creo que en este punto sería necesario revisar los papeles que le entregué al inicio —indicó mamá y la juez torció el gesto antes de abrir el fólder para revisar su contenido con detenimiento.

Los minutos pasaron lentamente mientras la mujer deslizaba sus ojos a través de cada una de las páginas.

Cuando el fólder fue cerrado por la juez, la mirada de todos se clavó en ella.

—Son documentos auténticos —dijo y todos vitorearon—. ¿El jurado está listo para deliberar?

—Totalmente —dijo una de las mujeres recibiendo una afirmación por parte de todos.

—¿Cómo han determinado al ciudadano Kevin Baxter? —preguntó la juez

—Es inocente —respondió y mi respiración se normalizó por primera vez en mucho tiempo.

—Se iniciará un proceso en contra de Dylan Cooper por la culpabilidad en la introducción de sustancias ilícitas a un inmueble educativo con menores de edad —dijo la juez con seriedad—. Se declara a Kevin Baxter inocente... Los papeles que se presentan también absuelven a Theodore Thompson de una complicidad.

—¡Reabran la escuela! —gritó una de las gemelas Morrison.

—¡Justicia! —siguieron gritando los demás con fuerza, provocando que la juez se levantara.

—¡Quiero orden! —exigió ella y todos comenzaron a levantar más la voz.

—Como representante —dijo Kim haciendo que su voz sonara más fuerte que la de todos—, retiro nuestro deseo de clausura. Queremos la escuela de vuelta. ¡Y la cárcel para ese corporativo!

—Debido al trato generado y a las nuevas circunstancias... —interrumpió la juez la ola de gritos que habían inundado la sala—. Se reabrirá la escuela local —dijo con pesar la mujer y todos comenzaron a celebrar—. No deberá repetirse una situación similar.

La juez bajó del estrado y yo me dirigí hacia Kevin para abrazarlo con emoción al tiempo que la juez se acercaba a nosotros.

—Tienes mucha suerte, muchacho —comentó la mujer observándolo con el gesto impenetrable.

La mujer se alejó con paso fuerte y el resto de mis amigos se acercaron para poder abrazar al chico.

Todo parecía normal hasta que logramos observar a Dylan caminando hacia la salida. Los cinco salimos corriendo detrás de él y lo tomamos del hombro.

—¿Por qué hiciste todo esto? —preguntó Mónica con enojo.

—¿Cómo que por qué? —respondió con un tono agresivo y duro, uno que jamás había escuchado—. Pasaron años siendo los que llamaban la atención y a mí me dejaban de lado. El chico tímido, ¿no?

—Nunca fue así, Dylan. Siempre fuiste parte de nosotros —respondió Kevin con preocupación—. El grupo era para eso, para cuidarnos unos a otros.

—No me vengas con eso —dijo el chico girando los ojos—. No empieces con todas esas cosas románticas que sacas... Eres patético. No sé por qué la gente te prefería siempre.

—Esta conversación ya no nos está llevando a ningún lado —expresó Donna suspirando—. Creo que todo ha quedado muy claro.

—Espero que sean felices —dijo con ironía Dylan mirándonos a Kevin y a mí—. Tengan cuidado.

El chico desapareció entre la multitud y todos soltamos un fuerte suspiro. Nuevamente, las apariencias nos habían engañado.

Mis padres y la tía Patty aparecieron detrás de nosotros y nos tomaron de los hombros sonrientes.

—¡Muchas felicidades, chicos! —dijo mi madre abrazándonos a todos.

—Quiero agradecerle por todo lo que hizo por mí, señora Sadstone —expresó Kevin sonriente acercándose a mi madre.

—No hay nada que agradecer, sé lo mucho que significas para mi hija —dijo ella con una enorme sonrisa en el rostro.

—¿Ah sí? —preguntó él mirándome con emoción—. Háblame un poco de eso.

—Ya, tonto, no lo hagas algo raro —dije soltando una risa.

—No lo hago algo raro —respondió sonriendo—. ¿Ahora ya me he ganado tu confianza?

—¿Cómo podría dudar de mi novio? —pregunté y él me miró con incredulidad.

—¿Cómo? —repitió y yo me sonrojé mientras todos nos miraban

—Creo que hay que darles un momento —dijo la tía Patty que sonreía con emoción mientras conducía al resto a la salida.

—¿Soy tu novio? —preguntó soltando una risita—. No recuerdo haber recibido esa invitación.

—¿Quieres que la retire? —cuestioné y él me abrazó.

—Nicolasa —dijo acariciando mi mejilla—. ¿Por qué te gusta molestarme?

—Tú me mostraste lo divertido que era —exclamé y él se acercó hacia mí hasta que me dio un beso en los labios.

Al fin era libre, al fin sabía quién era en verdad. No solo me refería a Kevin, sino a mí misma y, aquella era justo lo que necesitaba para ser feliz.


Un año después

Kevin Baxter... ¿Por dónde puedo comenzar a describir a Kevin Baxter? Podría haber pensado que sería el típico amor de adolescente que solo duraría un par de meses y después dejaríamos de hablar para siempre, bloqueándonos de todas las redes sociales, como Kim y Demian. Pero limitar mi descripción de Kevin al estereotipo que todos pudieran tener de él no le haría justicia a toda su personalidad.

Un año pasó tan rápido que casi me sorprendí cuando anunciaron el baile de graduación. Las solicitudes a la universidad habían sido aceptadas para la mayoría de los alumnos de la preparatoria local y el espíritu festivo se podía percibir en el aire desde el momento en que los carteles del baile llenaron los pasillos de la escuela de azul brillante.

La época en la que todos acudíamos a la escuela en tiempo extra para recuperar el tiempo que estuvo clausurada, ahora parecía muy lejano. El futuro que habíamos planeado para nuestra vida adulta ahora estaba a la vuelta de la esquina, esperando para regalarnos las mejores experiencias.

Aquella bellísima noche, las decoraciones en azul y dorado inundaban las calles como pequeños astros que habían decidido bajar para presenciar el último de nuestros días en la escuela. El señor Thompson había puesto especial atención en la despedida de mi generación, parecía que estaba realmente agradecido con nosotros por devolverle su gloria.

Donna, como siempre, me sorprendió cuando pasé por ella decidiendo usar un diseño de su propiedad en plateado intenso. Yo, preferí algo más discreto para la exnovia del primer convicto salido del pueblo.

Ambas nos adelantamos emocionadas hasta el baile más esperado por toda la escuela. La última noche. La gran despedida.

—¡Hola, chicas! —dijo Kim recibiéndonos en la entrada con un hermoso vestido blanco—. Qué ambiente, ¿verdad?

—Hola, Kim —respondí con emoción mientras la abrazaba—, ¿cómo está Cori?

—Muy bien, es un niño muy lindo —respondió recordando a su bebé—. Las invitaré a su fiesta de cumpleaños.

—No nos la perderíamos —dije con emoción y ella sonrió.

—Nicole, y gracias de nuevo, por el trabajo que me dieron tus padres en su despacho —exclamó ella y yo le coloqué la mano en el hombro.

—No fue nada. Si no fuera porque el señor Barret los contrató para un caso gigante, ellos no hubieran podido abrir su despacho. Pero no es momento de hablar de eso... ¡Vamos a divertirnos! —exclamé y ella asintió mientras nos dejaba entrar al gimnasio.

—Mira quién está ahí —dijo Donna señalando a Chamber Olson—. ¡Chamber!

Mi amiga se despidió de mí para alcanzar al guapo muchacho que bailaba con sus amigos. Yo me quedé sentada en una mesa cercana y recargué mi bolso mientras observaba a todos bailar.

—Si sigues así de antisocial te escribirán cosas desagradables en tu anuario —dijo Mónica que se acercaba a la mesa de la mano de Fred—. ¿Van llegando?

—Donna tuvo problemas para decorar su cabello —expliqué señalando su afro lleno de brillantina.

—No tengo idea de cómo se arregla así diario —comentó Fred soltando una risa—. ¿Seguimos la fiesta en mi casa después de esto?

—Las fiestas pequeñas son las mejores, ¿no? —dije y ambos asintieron.

—Fred, esa canción me encanta, ¡vamos! —indicó la chica jalando a su novio hacia la pista de baile, yo solo los observé divertida y me recargué sobre la mesa.

—Nadia, necesito un favor —dijo alguien que se acercaba detrás de mí tomando mi bolsa—. Tienes que sacarme de esta fiesta.

—¿Es que hizo algo malo, señor Baxter? —pregunté al tiempo que él soltaba una risa.

—No entremos en detalles —dijo y yo le di un beso antes de asentir

Ambos salimos del lugar y nos sentamos en la banqueta que rodeaba el estacionamiento de la escuela. Ahí, estacionado, estaba el nuevo auto de la mamá de Martin, pagado con todo mi esfuerzo durante el tiempo trabajado con Chuck. El chico bajó de su vehículo y nos saludó con una sonrisa.

Kevin pasó un brazo alrededor de mí y me miró con ternura.

—Creo que ya nunca más te encargará las llaves —comentó y yo reí.

—Chuck y yo le regalamos muchos de los servicios, debería estar agradecido —dije provocando que Kevin riera.

—Jamás creí que podría terminar la escuela —expresó y yo sonreí—. Quiero decir, ya llevamos más de un año como novios y no me has matado. Tu especialidad en autos será en Nueva York y ahora viviremos juntos. Mi mamá está segura gracias a los consejos de tus padres.

—La visitaremos en su centro de rehabilitación cada que podamos —indiqué apretando su mano.

—Creo que por primera vez siento mi vida en paz —concluyó mirando las estrellas.

—¿Recuerdas cuando me dijiste que los colores se sienten?

—Por supuesto que sí —respondió acariciando mi cabello.

—¿Sabes de qué color sentía mi vida antes de conocerte? —pregunté con una sonrisa y él negó con la cabeza—. Era gris. Me parece que profundamente gris. Yo creo que ahora... es de colores. Eres un gran artista, Kevin. Hasta lograste pintar mi vida.

—Tú eres la chica más asombrosa de la historia —expresó besando mi cabeza—. Te amo más allá de las palabras.

—Y yo más allá de la vida —respondí y ambos nos dimos un beso.

—¿Quieres ir a la ciudad? —propuso con una sonrisa traviesa.

—Son dos horas de camino —dije mientras me levantaba para darle la mano—. Es perfecto —concluí con una sonrisa emocionada y ambos detuvimos un taxi con los latidos del corazón a mil por hora.

Descubrí que la vida con Kevin nunca sería aburrida, nunca sería común. No sería el tipo de vida en que yo no tenía conciencia de mi destino. Comprendí que una persona puede ayudar a conocerte a ti misma, inclusive cuando ella no sabía nada de ti y que sentía el corazón acelerado junto a él porque era así como se debía vivir.

Entendí, también, que la vida nos muestra máscaras, y que hay que conocer a alguien antes de crearnos una idea errónea.

Y es que nunca nadie hubiera imaginado que Kevin Baxter podría ser el amor de mi vida. Él nunca decidió mostrarse así. Siguió viviendo aventuras toda su vida y yo, afortunadamente, pude acompañarlo en cada una de ellas.

El día en que se fue, resultó el más triste de mi vida y no solo de la mía, sino de la de mis hijos y mis nietos. Y en aquel instante, entendí que él también era mi tipo de arte favorito, indescifrable, indómito y maravilloso.

Después de todo, Kevin nunca fue, ni será un niño lindo. Si no un hombre único. Con un futuro largo, prometedor y divertido. Él siempre fue un hombre de vida.

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