Capítulo Once: ¿Tienes enemigos?
Todos nos levantamos de un golpe con los corazones acelerados. Al salir hacia el pasillo notamos que el ambiente se había vuelto un remolino de gritos y empujones, el reto que implicaba abrirnos paso hasta la puerta era la prueba más difícil que jamás había experimentado.
Cuando el tumulto aumentó la histeria colectiva, yo ya no sabía para dónde estaba corriendo; repentinamente sentí una mano que me jaló hacia la puerta, logrando ver, por fin, el jardín que custodiaba la entrada principal.
—Por poco te pierdo entre la gente —dijo Kevin que me guiaba hacia la calle principal que, para entonces, ya estaba atestada de jóvenes.
—No puedo creerlo —expresé con una sonrisa—. ¿Te das cuenta de que ya lo hemos logrado?
—¿A qué te refieres? —preguntó él confundido.
—¡Ya lo tenemos! —grité dando saltitos—. Chad arruinó el baile para vengarse de Conan y Demian. Esa es la coartada.
El chico se quedó un momento analizando todo y después cambió su expresión por una mucho más eufórica.
—Es cierto —dijo riendo— ¡Lo logramos!
—¿Y ahora qué haremos? —cuestioné al tiempo que nos dirigíamos hacia mi casa con una energía renovada.
—Tengo que pensarlo mejor —respondió dando un salto de victoria.
—Estamos a un paso de tener todo completo, Kevin —dije mirándolo con alegría—. Bueno, ahora ya volveremos a ignorarnos por los pasillos cuando caminemos por la escuela.
—No tiene por qué ser así de nuevo —respondió él con una expresión relajada—. Donna y tú son nuestras amigas.
—Mañana le levantarán el castigo, por cierto —informé emocionada—. ¿Qué te parece si vamos todos a cenar el sábado?
—¿A las hamburguesas? —propuso él y yo sonreí para después asentir.
En ese momento, mi casa comenzó a hacerse visible y la hora de despedirse se acercaba.
—Oye, Kevin —dije mirando hacia el suelo—. En verdad fue divertido todo esto.
—¿Tú lo crees? —preguntó esbozando una enorme sonrisa.
—Yo lo sé —confirmé y él soltó una risita.
—Bueno, a tu vida quizá le faltaba la sazón de problemas —comentó con gesto travieso.
—¡Eres odioso! —dije riendo al tiempo que lo empujaba suavemente—. Te veo mañana en la reunión, ¿cierto?
—Claro.
Ambos nos despedimos con cautela y fuimos perdiéndonos en nuestros respectivos caminos. Justo antes de entrar a mi casa, me giré hacia el chico y lo admiré: con un porte desenfadado y sus rizos que se movían suavemente con el viento.
Kevin era un chico único, de eso no cabía duda.
Mis padres aún no volvían de la ciudad, así que abrí el refrigerador para buscar algo de comida y luego subí a mi habitación. En el preciso instante en que yo cerré la puerta, mi celular comenzó a sonar.
—Dylan —respondí tratando de maniobrar para no tirar mi tarta y acomodar el teléfono al mismo tiempo.
—Hola, hermosa —respondió emocionado—. ¿Qué estás haciendo?
—Tratando de comer una tarta, de hecho —dije logrando sentarme en la cama.
—Lo siento, ¿estoy interrumpiendo? —cuestionó preocupado.
—Para nada. Dime, ¿qué sucede?
—Es que te extrañaba —comentó con una tierna risa—. Hace mucho que no salimos tú y yo.
—No me parece tanto —respondí saboreando la tarta en mi mente.
—Yo lo he sentido como siglos... ¿Te parece si mañana vamos a patinar antes de ir con mis abuelos? —propuso entusiasmado.
—En realidad... iba a decirte algo sobre eso —expliqué con cautela—. A Donna le levantan el castigo mañana y quería salir a tomar un helado con ella antes de ir a cenar.
—Ya veo... No te preocupes, hermosa. Yo comprendo, ella es tu mejor amiga —expresó con un toque de tristeza en su voz.
—Pero, de cualquier forma, nos veremos en la reunión, ¿no? De mañana —dije tratando de tranquilizarlo.
—Kevin no ha escrito nada en el grupo todavía —comentó Dylan.
—Sí, mañana habrá reunión. Kevin y yo tenemos una pieza clave para concluir con la investigación —expliqué emocionada.
—Oye, Nicole, ¿y si faltamos a la reunión y mejor vamos a desayunar juntos? —propuso él y yo me quedé un minuto vacilando.
—Bueno... es que, también sería la primera vez desde hace mucho que no veo a Mónica en una reunión. Es importante ir —excusé y él se quedó un momento en silencio.
—Está bien —dijo finalmente—. Ya me tengo que ir, Nicole. Te veo mañana y en la noche nos encontramos para ir a cenar con mis abuelos... Descansa, linda.
—Descansa —finalicé y corté la llamada.
Me acomodé mejor en la cama y comencé a comer mi tarta con tranquilidad. No era que no quisiera ver a Dylan, para nada. Lo que sucedía es que las situaciones nunca se prestaban totalmente para que pudiéramos vernos y, bueno, yo no podía forzarlas de ninguna manera.
Terminé el postre y, justo cuando iba a levantarme, el teléfono volvió a sonar.
—¿Sí? —respondí dejando mi plato sobre la mesita de noche.
—Nicole, ¿no me digas que ya te has olvidado de mí tan rápido? —expresó una voz conocida y una sonrisa se me escapó en ese instante.
—¡Tía Patty! —grité emocionada y ella se echó a reír.
—Niña malcriada. No has llamado —reclamó al tiempo que seguía riendo.
—Lo lamento mucho, tía.
—Ahora, como castigo, deberás quedarte a hablar conmigo hasta que salga el sol —dijo ella con alegría—. Necesito que me cuentes cómo te fue en tu primer día de trabajo después de mis clases.
—¡De maravilla! Chuck ahora me deja ayudarle con los autos, he aprendido bastante —relaté emocionada—. Mañana llegará un cliente muy importante a hablar con Chuck de negocios. Me dijo que es uno de los mayores coleccionistas de autos antiguos... ¡En el país!
—Eso es increíble, pequeña. Estoy tan contenta por ti —dijo la tía Patty con euforia—. Por cierto, te he comprado un libro que tal vez pueda ayudarte a seguir comprendiendo sobre este mundo automotriz, te lo enviaré por paquetería a tu casa. Ya verás que te fascina.
—Muchas gracias, tía. Da por hecho que lo leeré en cuanto llegue —respondí ilusionada—. No puedo esperar a tenerlo en mis manos.
—Tienes que contarme todo lo que pase mañana con el coleccionista. Ya sabes que yo vivo por los autos.
—No lo olvidaré, tía. Lo prometo.
—Nicole, ¿y cómo te ha ido en otros aspectos? ¿Cómo va tu investigación? ¿Qué ha pasado con tu escuela? ¿Por quién te has decidido? —cuestionó ella y yo me acomodé en la cama para responder.
—Bueno, la investigación va de maravilla, tía. Ayer encontramos el nombre de la persona que pudo haber cometido el crimen. Estamos a un paso de concluirlo todo —dije emocionada.
—Justo a tiempo para el juicio, no falta demasiado, ¿cierto? —preguntó ella con interés.
—No, en realidad no. Estoy un poco nerviosa, pero, al final, Kevin hablará en la corte —expliqué y ella soltó una leve risa—. En cuanto a la escuela, no se ha sabido nada en realidad. Mis padres me dijeron que ellos representan a la compañía que busca comprar el terreno.
—Sí, también me contaron cuando los visité —afirmó con pesar—. Pero no debes molestarte con tus papás, Nicole. Es su trabajo.
—No me molesté, tía. Solo me parece triste y estresante el hecho de que todo dependa de este juicio —expresé con pesar.
—Esa compañía destruye vidas en vez de mejorarlas, ¿sabes? Sus socios más antiguos son las alimañas más ponzoñosas y traicioneras que he conocido. No me sorprende que hagan esto —comentó la tía Patty y yo quedé sorprendida.
—¿Los conoces? —pregunté al tiempo que acomodaba una almohada para recostarme sobre ella.
—Es un grupo empresarial muy elitista. A sus trabajadores más antiguos les dan la posibilidad de convertirse en socios si hacen algo por la compañía. Algo grande —explicó la tía Patty—. Un amigo de tu abuelo trabajaba para grupo Asclepio. Cuando había terminado sus años de trabajo y vivía tranquilamente con la cuota que enviaba la empresa, ellos lo contactaron. Necesitaban que los ayudara a llevar a la bancarrota a una empresa pequeña que ocupaba un terreno que ellos querían, si lo hacía, se convertía en socio.
—¿Aceptó? —pregunté intrigada.
—Ese hombre se fue corrompiendo poco a poco y terminó con el alma podrida. Es uno de los socios más importantes hoy en día —dijo ella con tristeza—. Jamás volvió a hablar con tu abuelo ni con nosotros.
—Es horrendo, ¿nadie los ha demandado?
—Lamentablemente, son uno de los grupos más influyentes del país. Tienen a los mejores abogados, aunque casi siempre cambian de firma. Por eso ahora han elegido la de tus padres —relató y un escalofrío me recorrió.
—¿Cómo eligen a los que serán socios? No pueden asociar a tantos ex trabajadores —cuestioné con interés.
—Eso lo desconozco, Nicole. Me imagino que conocen la personalidad de cada uno. Necesitan personas que no sean precisamente "bondadosas" —afirmó ella y yo suspiré.
—Dejando de lado eso —retomó mi tía eliminando la tensión que se había creado—, no te olvides de la tercera pregunta.
—¿Cuál era, tía? —dije riendo.
—¿A quién elegiste? —repitió ella con malicia.
—¿De qué me hablas?
—Me refiero a Dylan y Kevin, ¿a quién elegiste al final? —cuestionó mi tía emocionada.
La pregunta cayó como una tormenta helada sobre mi cabeza. El corazón comenzó a palpitar y todas las palabras existentes, que alguna vez conocí, se escaparon unos minutos dejándome sin esperanzas.
—Pero, tía, ya te había explicado que Dylan es mi novio. Kevin es solamente un amigo —repetí aquellas palabras que ahora me costaba trabajo creer.
—Cariño, yo lo vi todo y sé que te gusta ese chico Kevin —afirmó muy segura de sí misma— Tu rostro se iluminó con solo hablar de él la noche que me contaste todo. Eso no pasó con Dylan, a pesar de que él sí estuvo frente a ti en la cena de Año Nuevo.
—No lo sé —dije con la voz temblorosa—. Yo también he notado que me pasan cosas extrañas con Kevin, pero... Dylan es maravilloso, es el chico perfecto.
—No dejes que eso interfiera, Nicole. Tienes que estar con una persona porque es perfecta a tu manera, no es un requisito que sea de la forma tradicional —explicó la tía Patty—. Mi hermano, por ejemplo, no se parece en nada a Dylan y mira que tu madre se enamoró perdidamente de él. No sé cómo se pudo fijar en ese cabeza de chorlito, pero sé que ambos son el uno para el otro, sin importar los estereotipos.
La conversación siguió por horas hasta que la luz comenzaba a asomarse por mi ventana.
Adoraba hablar con mi tía, simplemente era maravillosa su manera de aterrizar las situaciones para que yo notara los detalles importantes.
La realidad era que, no me gustaba admitir que Kevin me provocaba sentimientos que ya no tenían nada que ver con odio. Y... bueno, era la primera vez que lo pensaba concienzudamente. Lo peor de todo es que no eran sentimientos débiles, para nada.
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Apenas sonó mi despertador, me levanté corriendo hacia la ducha. Sentía estragos por el desvelo de esa noche, pero yo moría por asistir a la reunión.
Kevin había enviado un mensaje al grupo convocándonos a la junta en el transcurso de la noche, y todos habían confirmado de inmediato. La única faltante era Donna, seguramente su castigo se levantaría hasta la tarde.
Tomé mi mochila gris e introduje todo lo necesario para aquel nuevo día. La cerré con fuerza (como odiaba esa mochila) y después me aventuré en el camino hacia la casa de Fred.
—¡Nicole! —apenas entré al lugar y Mónica se lanzó sobre mí para darme un abrazo—. ¡Qué gusto volver a verte!
—A mí también me da mucho gusto verte —respondí emocionada—. ¿Cómo has estado?
—De maravilla —dijo mirando a Fred con una sonrisa de oreja a oreja.
—Bueno, tortolitos, vamos a comenzar de una vez —expresó Kevin riéndose—. No queremos que nos de diabetes a todos.
—Te ayudo con la mochila, hermosa —dijo Dylan que se aproximaba a mí con emoción.
En cuanto tomó la mochila, se escuchó un fuerte sonido de tela rasgándose y todo el contenido de la misma terminó en el suelo.
—Lo siento —se disculpó Dylan rápidamente.
—No es tu culpa, esta cosa no sirve bien —expliqué al tiempo que levantaba todo lo que estaba en el suelo.
—Supongo que tendré que estar todo el día con la mochila al revés —expresé con pesar volteando la mochila para comenzar a introducir mis pertenencias en el hoyo que se había formado sobre el fondo.
—Puedo prestarte una mochila, si quieres —ofreció Fred con tranquilidad y yo asentí agradecida.
Jamás había extrañado tanto mi mochila roja como en aquel momento. ¿Por qué demonios tenían que robármela en aquel viaje?
Cuando terminé de acomodar mis cosas en la mochila que me habían prestado, la reunión se dio por iniciada y Kevin tomó su lugar habitual.
—Chicos, les tenemos excelentes noticias —comenzó a decir emocionado—. Ya no solo tenemos el nombre de la persona a la que podremos culpar, sino que ahora conocemos las razones por las que lo pudo haber hecho.
—¿Qué encontraron? —preguntó Fred inclinándose hacia adelante.
—Chad Pennington era enemigo de Conan y Demian. Él quería vengarse y por eso arruinó el baile dejándolos a ellos dos como los más afectados —explicó Kevin satisfecho.
—Entonces, ¿ahora qué haremos? —cuestionó Mónica al tiempo que se acurrucaba en su novio.
—Nos alegra decirles que, oficialmente, hemos logrado obtener la coartada —dijo el chico emocionado.
—¿"Nos" alegra? —cuestionó Fred sonriendo.
—A Nicole y a mí... porque éramos compañeros en el trabajo de campo —defendió Kevin desviando la mirada y provocando la risa de su amigo.
—¿Qué haremos en el juicio? —preguntó Dylan interrumpiendo el momento.
—Tenemos que integrar una historia que sea muy formal y que contemple cada detalle que hayamos olvidado, para eso tendremos que reunirnos todo un día. Solo así podremos tener un trabajo creíble —explicó Kevin con seriedad.
—Necesitaría pedir permiso en el trabajo —dije pensativa—. Denme unos días y les avisaré cuándo podemos reunirnos.
—Además, nos falta un último asunto que arreglar —comentó Kevin atrayendo la mirada de todos— ... El señor Thompson.
—¿Qué hay con él? —preguntó Mónica confundida.
—Sí, ¿qué pasa con Thompson? —apoyó Fred frunciendo el ceño.
—La alcaldesa no querrá reabrir la escuela rápido si no existe un líder fuerte para ella —dijo Kevin anotando el nombre del director en el pizarrón—. Tenemos que lograr que su reputación se limpie.
—Es una buena idea... Vaya, Kevin, qué milagro —expresó Mónica riendo y su amigo le regresó una mueca.
—Esto se va a poner interesante —comentó Fred y todos asentimos.
La reunión concluyó y yo partí a mi trabajo.
Como la mochila de Fred me quedaba bastante grande, me costaba caminar sin ser golpeada por los bordes de tela dura que la adornaban.
Agradecí llegar al taller de Chuck para poder abandonar la mochila en la oficina y no tener que seguir lidiando con aquel monstruo de tela. Fue tanta mi concentración en dejar la mochila que tardé en notar lo diferente que estaba el taller.
Las herramientas brillaban como nuevas y el piso ya no lucía manchas de distintos colores y texturas. Cuando encontré a Chuck, las sorpresas no terminaron. Su cabello blanco estaba peinado hacia atrás con mucho gel y su overol usual estaba impecable.
—Sí que estás listo para la visita de hoy —comenté soltando una risita.
—Es muy importante, niña —dijo él acomodando su cabello en el reflejo de una de las herramientas—. Es todo un honor recibirlo.
En el momento en que Chuck comenzaba a enderezarse el uniforme, el sonido de un auto envolvió la calle hasta que terminó frente al taller en el que estábamos. Un bellísimo Rolls-Royce Silver Cloud de 1960 ocupaba toda la vista ente nosotros y no pudimos más que quedarnos con la boca abierta.
Pasaron unos minutos antes de que un hombre de gabardina negra bajara del automóvil y se aproximara a los dos.
—Jonathan Watson —dijo al tiempo que nos estiraba la mano—, es un placer estar aquí.
Ambos nos quedamos tanto tiempo procesando sus palabras que al momento de estirar nuestras manos, estas chocaron de manera divertida y los dos comenzamos a luchar discretamente para decir quién saludaría primero al señor Watson.
—Es el honor más grande, señor —expresó Chuck agitando su mano con rapidez.
—Yo soy Nicole. Es un gusto conocerlo —dije entusiasmada cuando el saludo se dirigió hacia mí.
—¿Nicole? —preguntó el hombre mirándome con curiosidad.
—Es mi aprendiz, señor Watson —comentó Chuck sonriendo con dificultad. Era muy difícil ver a ese hombre sin su clásica expresión malhumorada.
—Vaya, qué interesante. Es maravilloso que enseñes a jóvenes sobre este apasionante mundo —dijo el hombre sonriente. Su gabardina combinaba perfectamente con aquella elegancia que desprendía.
—Ella llegó sola —explicó Chuck con una risa forzada—. ¿Le parece si vamos adentro para hablar de negocios, señor Watson?
—¡Por supuesto! Pero dime Jonathan, por favor —solicitó el hombre y ambos comenzaron a caminar hacia la oficina.
Tardaron un rato en hablar por separado, sin embargo, una vez que concluyeron los tratos por los que se habían reunido, Chuck colocó una mesa improvisada con vista a la avenida para que nos sentáramos a charlar los tres en un tono más informal.
—No sabes la alegría que siempre me causa hablar con apasionados de los autos como yo —exclamó Jonathan mientras suspiraba admirando el pueblo.
—A mí me pasa lo mismo —comentó Chuck que para entonces ya estaba más relajado—. No cualquiera entiende lo que significa para nosotros escuchar un motor rugiendo.
—Nicole, ¿tú por qué te interesaste en los autos? No es fácil ver a alguien como tú siendo aprendiz —preguntó Jonathan mirándome.
—Bueno, en realidad yo no sabía mucho sobre este mundo. Fue hasta que entré que me di cuenta de lo increíble que puede llegar a ser —respondí sonriente.
—¿Cuál es tu auto favorito? —cuestionó y yo levanté mis hombros apenada—. ¿Y el tuyo, Chuck?
—Definitivamente, el Chevy Bel Air del 55 —respondió mi jefe con seguridad—. La serie no importa, todas fueron asombrosas. El diseño me parece suave pero fuerte a la vez, muy al estilo de los 50's. Y conducir uno... Es casi como subir a una máquina del tiempo.
—Concuerdo contigo, una joya automotriz —afirmó Jonathan bebiendo un poco del refresco que Chuck le había ofrecido—. Yo siempre he amado los Rolls-Royce, sin embargo, mi favorito siempre será el Phantom V. Para mí, representa tanta elegancia que siempre me hace pensar en la realeza... ¿Sabías que John Lennon tuvo uno como esos? —me preguntó el hombre.
—No lo sabía —respondí interesada.
—Mandó a hacer un Rolls-Royce Phantom V con temática psicodélica. Fue aplaudido por unos y criticado por otros, como siempre pasa. Yo creo que su decisión convirtió al modelo en uno todavía más emblemático. Difícil de pasar desapercibido —dijo Jonathan.
—Como su dueño —complementó Chuck y todos reímos.
—Son autos que más que un medio de transporte representan una historia —expresó Jonathan y mi jefe asintió—. Es lo mejor de los clásicos.
—Por ejemplo, el primer Mini Cooper fue diseñado para brindar a la ciudadanía que se recuperaba de la guerra, un auto que no requiriera grandes cantidades de gasolina. El petróleo escaseaba y las familias no tenían un buen sustento económico —relató Chuck mirando hacia arriba—. El Mini Cooper llegó a costar solo 500 libras esterlinas.
—Se rumora que su fama fue tal que las mini faldas fueron denominadas así usando al Mini Cooper como referencia —dijo el coleccionista sonriendo.
—No tenía idea —respondí impresionada—. Parece ser que todos esos autos estaban destinados a triunfar.
—La suerte no estuvo del lado de todos —comentó Chuck soltando una carcajada.
—El Royale de Bugatti no tuvo el éxito esperado —relató Jonathan acomodándose en su silla—. El dueño esperaba tener a toda la realeza esperando por un Royale, y por poco lo logra, pero La Gran Depresión inició y sus ambiciosos números de ventas quedaron reducidos a tres.
—Lo que siempre te darán estos autos, son horas y horas de historias sobre el ayer —expresó Chuck sonriendo.
Disfruté tanto escucharlos que llegó demasiado rápido la hora en que el señor Watson tenía que irse y, al mismo tiempo, mi turno terminaba.
Pasar tiempo con ellos me hizo percatarme de una cosa, ahora estaba segura... ¡había encontrado mi verdadera pasión! Probablemente, yo podría seguir escribiendo canciones de vez en cuando, pero no me imaginaba vivir alejada de los autos por mucho tiempo.
Lo que tenía que hacer ahora era pensar en una forma en la que pudiera dedicar mi vida a mi pasión real, aquella que me haría levantarme temprano diario, ilusionada de que iría a mi trabajo.
Por un momento, decidí dejar todo aquello de lado y enfocarme en visitar a mi amiga. Hacía tanto tiempo que no la veía en persona, desde aquella vez que su padre nos puso a ayudar en la cocina. Ahora, era momento de que se uniera nuevamente al equipo antes del gran juicio y lo más importante... que no nos descubriera.
—¡Donna! —grité emocionada por el centro comercial en cuanto la vi pasando por la tienda de discos. Traía puesto un chaleco de lentejuelas verdes y dos moños en los costados de su cabeza que atraían aún más la atención hacia su atuendo extravagante.
—¡Nicole, Nicole, Nicole! —respondió ella encontrándome en un abrazo—. Ha sido horrendo estar castigada, amiga.
—Me imagino... Lo importante es que ya estás aquí y no tendrás que irte en ningún otro momento —dije y ella sonrió ampliamente.
—Oye, tienes que actualizarme de todo lo que ha pasado en el grupo —expresó ella emocionada mientras caminábamos hacia la heladería del lugar.
—Tengo noticias importantes... ¡Ya encontramos al culpable! —grité eufórica y ella correspondió con saltos de alegría que llamaban la atención de la gente.
—¿Quién era, Nicole? —cuestionó ansiosa.
—Es un chico que vive en la ciudad. Al parecer era enemigo de Conan y Demian. Todo fue una venganza —dije haciendo énfasis en casi todas las palabras para crear dramatismo.
—¡Qué buena noticia! —expresó con fuerza y ambas comenzamos a elegir el sabor de nuestros helados.
Una vez que nos los entregaron, fuimos acercándonos al área de comida para degustar nuestros postres en lo que la plática seguía.
—Amiga, ¿sigues con Dylan? —preguntó ella provocando que me sobresaltara.
—¿Por qué todos me preguntan eso? —dije riendo y ella se quedó un segundo seria antes de seguir mi risa.
—No me lo tomes a mal, Nicole, pero es que se nota mucho que el que te gusta es Kevin —exclamó ella y mi risa cesó de inmediato.
—Yo...
—Vamos, no puedes engañarme. Te conozco y sé que te gusta Kevin y te apuesto a que te gusta mucho más que Dylan —dijo Donna al tiempo que acomodaba su chaleco.
—¿Sabes una cosa? Lo mismo me dijo mi tía Patty —confesé y ella sonrió con suavidad.
—Deberías darle una oportunidad, después de todo, tú le gustas también —comentó y mi rostro cambió un poco.
—Donna... No es tan fácil. Es el chico del que siempre tuve un pésimo concepto, al que odié, al que criticaba contigo, y de repente... todo pasa tan rápido. Lo conozco ahora más de lo que he conocido a muchas personas y yo sé que es especial, pero es difícil entender que sea tan importante en mi vida de la nada —dije casi a modo de desahogo—. Además, no puedo olvidar lo que hizo.
—¿Qué cosa? —preguntó y sentí casi como si mi error me abofeteara la cara. Ella no podía saber nada del baile. Pensé rápido en alguna estrategia y lo único que pasó por mi mente salió directamente por mi boca.
—Kevin... me ha besado en dos ocasiones —confesé y separó los labios
—¿Es en serio, Nicole? —preguntó mi amiga y yo asentí lentamente—. Chica, tienes que poner en orden tu vida o esto terminará con, al menos, un corazón roto.
—Al que menos quisiera lastimar es a Dylan, se ha portado tan lindo conmigo —dije con pesar.
—Entonces tienes que decidir rápido —expresó Donna y yo asentí.
La realidad era que ella tenía razón. Debería estar completamente segura de lo que elegiría y de las razones sobre las que me basaba para seguir tal camino.
Pasado un rato le dije que tenía que irme corriendo, ya que había quedado de ver a Dylan. No quise especificarle que iría a comer con sus abuelos porque aquello solo demostraba que nuestra relación sí iba demasiado rápido.
Caminé lo más rápido que pude para llegar a las escaleras de la biblioteca del pueblo. Al levantar la vista, pude ver a Dylan, en un balcón, de pie, con un enorme ramo de rosas en las manos.
—Mi princesa —dijo con emoción—, qué bonita te ves hoy... Son para ti —complementó entregándome el ramo.
—No te hubieras molestado, Dy —expresé abrumada—. Muchas gracias.
—Vamos a casa, muero porque conozcas a mis abuelos —señaló el chico y nos tomamos de la mano para avanzar hacia la casa rosa mexicano que resaltaba en el vecindario.
Cuando nos acercamos, Dylan me tomó un poco más fuerte de la mano y después sonrió con dulzura.
Me parecieron horas los segundos que tardó el chico en encontrar la llave de la puerta e introducirla en la cerradura. Los nervios me estaban comiendo y solo aumentaron cuando ingresamos a la casa para encontrar un silencio sepulcral.
Avanzamos por un pasillo decorado con cientos de cuadros pequeños con fotografías de desconocidos, además de diplomas y reconocimientos. Las luces eran muy tenues, casi como si no desearan molestar a la oscuridad, y, cuando creí que acababa de entrar a un pueblo fantasma, una mujer delgada de gesto severo y ropa elegante apareció al final del pasillo.
—¿Es ella, mi pequeño Dylan? —preguntó la señora acomodando con discreción su cabello blanco. El semblante seguía muy rígido y eso me ponía nerviosa.
—Sí, abuela, ella es mi novia. Te presento a Nicole Sadstone —dijo el chico esbozando una enorme sonrisa.
—¿Sadstone, eh? —expresó ella mirándome con fuerza.
—Sí, señora, es un gusto —verbalicé estirando mi mano para saludarla.
—Dora Keller —respondió tomando mi mano como si fuera a contraer cualquier enfermedad al tocarla—. La cena ya está lista. Iré a avisarle a tu abuelo, Dylan. ¿Por qué no le muestras a Nicole cuál es su lugar en la mesa?
—Claro, abuelita —respondió el chico al tiempo que tomaba mi mano para guiarme hasta el comedor—. Buscaré un florero para tu ramo.
—Dy, creo que no le agrado mucho a tu abuela —comenté recargándome en una pared.
—El carácter de mis abuelos es así, pero no te lo tomes personal. Es parte de ellos —explicó el chico sacando un hermoso florero dorado del fondo del anaquel. Lo llenó con un poco de agua y colocó mis rosas dentro—. Está listo... Mira, este será tu lugar —dijo señalando una silla—. A mi abuela le gusta que todo sea ordenado.
—Entonces tomaré mi lugar para...
—No —interrumpió el chico con suavidad—. Tenemos que estar de pie hasta que llegue mi abuelo.
—De acuerdo —afirmé y me mantuve de pie junto a él.
Pasaron unos minutos para que el hombre de cabello blanco y bastón apareciera con la misma prepotencia y elegancia que su esposa. Cuando se acercó a la mesa, la abuela pareció darnos una señal de que podíamos tomar asiento, así que, sin más, lo hicimos y nos dedicamos a comenzar la cena.
—¿A qué se dedican tus padres, Nicole? —preguntó el abuelo de Dylan con voz grave.
—Son abogados, Steve —aclaró la mujer dando un sorbo a su copa—. ¿No es así?
—Sí, sí lo son. ¿Cómo lo supo? —pregunté sorprendida.
—Fueron, alguna vez, los nuevos del pueblo. Todos nos enteramos en las juntas de padres de familia y demás reuniones, ¿por qué otra razón lo sabría? —respondió la señora Keller mirándome con recelo.
—Lo siento —dije con voz queda.
—A Nicole le gusta componer canciones —comentó Dylan tratando de salvar la conversación.
—¿Para qué instrumento? —preguntó el señor Keller sin mirarme.
—Son letras para canciones juveniles —expliqué y me lanzó una mirada complicada.
—Dylan sabe interpretar piezas en violín y en violonchelo —comentó su abuela con orgullo—. Dicen que componer para violín es realmente complicado, sin embargo, la gente con verdadero talento compone para instrumentos difíciles, ¿no lo crees así, Nicole?
—Estoy de acuerdo —dije con pesar. No podía contradecir a los abuelos de Dylan tan descaradamente en su propia casa.
—Dylan, ¿por qué está mi florero afuera? —cuestionó Dora con furia.
—Lo necesitaba para las rosas de Nicole —afirmó Dylan con tranquilidad y un escalofrío me recorrió.
La abuela del chico lo examinó de arriba abajo y después siguió comiendo.
Tanto la decoración de la casa como la comida y la vajilla parecían muy caros. Me sentía como si hubiera estado conviviendo con la misma realeza. Aunque, claro, una realeza a la que parecía no agradarle mucho.
—¿Qué estudiarás, Nicole? —preguntó Steve después de un rato.
—No lo sé, todavía —respondí y ambos me miraron con incredulidad—. Mis padres me han conseguido becas para las mejores universidades de leyes, pero aún no hago mi elección.
—¿No has hecho tu elección? —interrogó la abuela como si acabara de ofenderla—. No tienes nada que elegir, Nicole. Tus padres son de los mejores abogados de la zona, si ellos son tus mentores, no podrás menos que triunfar.
—Es que las leyes no me gustan mucho —argumenté—. Espero encontrar algo que me apasione mucho... Recientemente, estoy muy involucrada en el mundo automotriz.
—¿Cómo dices? —volvió a preguntar la abuela de Dylan—. No puedo creer que estés tratando de elegir entre ser una de las mejores abogadas del país y volverte una mecánica de cuarta.
—No es lo que... —me interrumpí a mí misma cuando noté las miradas penetrantes de sus abuelos indicándome callar.
—Como siempre le hemos dicho a Dylan. Si quieres triunfar debes sacrificar. Tú sacrifica tus autos y verás los frutos de poder ser más frío —explicó el abuelo de Dylan y yo simplemente me reduje a sonreír.
La cena me pareció eterna. Un millón de cuestionamientos que me bombardeaban a diestra y siniestra. Había imaginado a los abuelos de Dylan tan tiernos y atentos como él, pero me parecía increíble que el chico hubiera desarrollado un carácter tan admirable aún con unos cuidadores tan estrictos.
Al final, Dylan intentó acompañarme a casa, pero su abuela no lo dejó. Prefirió que se quedara a ayudarle con los platos sucios, lo cual incluía su florero dorado (al parecer se había ensuciado demasiado con las rosas).
El chico me lanzó una mirada un poco triste antes de despedirnos y me regaló un largo abrazo. Después de recibir un beso en la frente por su parte, retorné hacia mi casa con una sensación extraña.
Estaba muy cansada, así que aquella vez no me detuve a buscar comida. Subí directamente hasta mi habitación. Cuando me vi ahí, me cambié la ropa normal por el pijama que estuviera a la mano, apagué las luces y me lancé sobre mi cama, sin embargo, un fuerte dolor me advirtió que había caído sobre algo que antes no estaba ahí.
Me levanté rápidamente y noté que había un bulto en el centro del mueble. Encendí la luz y cuando mis ojos pudieron identificar lo que era me quedé helada.
Era una mochila roja idéntica a la que me habían robado que yacía en mi cama con una nota.
Tomé el papel entre mis manos. No podía creerlo, ¡por fin volvería a tener una mochila que me gustara!
Desdoblé el papel con emoción y leí su contenido:
"Ya te lo he dicho, cierra esa ventana".
Cuando mis ojos terminaron de repasar las letras, una sensación diferente me invadió. Había sido Kevin. Él me consiguió una mochila idéntica a la que había perdido para siempre.
Aquello no mejoraba nada, por el contrario, empeoraba las cosas. Tenía que elegir a uno de los dos y quedarme con esa elección. Sin embargo, era más complicado de lo que parecía.
¿Debería dejar de lado todo lo de Kevin? ¿O era mejor terminar con Dylan?
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