Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Doce: ¡Renuncio!

Desperté con un dolor de cabeza terrible. No me sentía con ánimos de salir a la calle después de la terrible cena que había tenido con los abuelos de Dylan; sin embargo, sabía que yo no podía comenzar a faltar en esos momentos al trabajo, así que tomé toda la fuerza posible y, en contra de mi voluntad, me levanté de la cama.

No es que adorara trabajar en fin de semana, pero siempre se apreciaba todo mucho más tranquilo que en los días comunes. Tal vez sería que las personas tomaban ese tiempo para visitar a sus familiares en la ciudad, o era solo el hecho de que los ánimos se calmaban cuando no había un horario que cumplir.

El pensar en eso, me hizo recordar los momentos en los que iba a la escuela. Yo pasaba por la casa de Donna muy temprano todos los días. Ella siempre me había preparado algo para ir comiendo en el camino, ya fuera un pan con mermelada e incluso, una vez, un plato de cereal.

Caminar por las calles del pueblo con un plato de cereal en las manos y platicando sobre la escuela con mi mejor amiga, era algo que extrañaba mucho.

A pesar de que seguía frecuentando a Donna, las cosas ya no eran como antes. Ya no entrabamos a biología juntas para hacer bromas sobre la profesora Taysse, no podíamos hacer el ridículo a la par en gimnasia, ni hacer planes para obtener el teléfono del chico que nos gustara durante los descansos. Definitivamente, vivir así ya no era lo mismo.

Una vez alguien me dijo que cuando dejara la escuela en verdad la iba a extrañar. Yo creía que dejar la escuela para siempre era el sueño no contado de todas las personas, sin embargo, ahora comenzaba a creer que eso no era del todo verdad. ¡Ya no podía esperar por el juicio! Quería recuperar la escuela por fin.

Terminaba de preparar mis cosas para el trabajo cuando mi vista volvió al objeto que me dejó reflexionando toda la noche: la mochila roja.

Maldita sea, todo sería más fácil si Dylan me hubiera dado la mochila.

Él era mi novio, él pudo haber pensado en comprarla para mí. Qué tonterías, si él era perfecto. No había nada que reprocharle y me partía el corazón haber sentido mariposas en el estómago al tener la mochila entre mis manos.

Comencé a llenarla de mis cosas con un nudo en la garganta ahogándome. Tenía que regresarle su mochila a Fred, así que pasaría después del trabajo y, aunque, no me encantaba la idea de ir cargando dos mochilas hasta que terminara mi turno, creía que lo más educado era regresar de inmediato el préstamo que me hizo mi amigo... Un momento, ¿dije "amigo"?

De cualquier forma, Kevin había convocado a la pequeña reunión con Donna en la hamburguesería para este día, por lo tanto, una vez que entregara la mochila me iría con Fred y Mónica a encontrar al resto del grupo.

Bajé hacia la cocina y encontré a mis padres que reían con alguien al teléfono. No notaron mi presencia hasta que mamá cortó la llamada y ambos suspiraron tratando de recuperarse del ataque de risa.

—Nicole —expresó mamá con entusiasmo—, ¿cómo amaneciste, querida?

—Muy bien —respondí tomando asiento en el desayunador—. ¿Con quién hablaban?

—Con tu tía Patty —respondió papá sonriendo—. Buenas noticias, cariño.

—Decidió tomarse unas pequeñas vacaciones porque quiere asistir a tu juicio —explicó mamá sirviéndose jugo de naranja—. Va a llegar hoy en la noche y estará aquí hasta que den el veredicto.

—¿En serio? —pregunté con emoción.

—¡Por supuesto, amor! —dijo papá sirviéndome un pan tostado en el plato.

—Tener aquí a la tía Patty va a ser maravilloso —comenté sonriente.

—Y muy divertido, tu tía es una bomba —expresó mamá limpiando la pequeña lágrima que había emergido por la risa.

—Hablando del juicio —dije tomando más seriedad—, ¿cómo ha ido el caso de grupo Asclepio?

—Muy bien para ellos, muy mal para la escuela —respondió papá con gesto triste.

—La parte del demandante que, en teoría, iba a pertenecer al gobierno de la alcaldía, ahora tendrá todo el respaldo de grupo Asclepio —comentó mamá con pesar—. Han estado teniendo juntas para evitar que ustedes ganen el juicio.

—Nicole, ¿estás segura de que ya están listos? —preguntó papá sujetando mi mano.

—Muy segura —respondí con fuerza y bebí mi jugo de una vez—. Será mejor que me vaya al trabajo.

—Con cuidado, Nicole —dijo papá al tiempo que yo me levantaba y tomaba mi mochila roja.

—¡Nos vemos después! —concluí y salí disparada hacia el taller de Chuck.

Mantener los detalles de la investigación para mí misma se había convertido en algo difícil, considerando que mis padres eran abogados, pero poder estar involucrada en un asunto meramente mío me hacía sentir... importante. Y no intercedía el hecho de que yo amara mucho a mis padres, por ahora, prefería que se mantuvieran al margen.

Llegué al taller de Chuck un poco más temprano de lo habitual, recorrí el lugar hasta alcanzar la oficina y dejé mi mochila en el compartimento que me correspondía. Me puse a revisar las notas del día anterior y las comencé a acomodar al tiempo que archivaba algunos papeles.

No pasó mucho para que escuchara ruidos provenientes de la parte posterior del taller. Seguramente era mi jefe, así que terminé de hacer los pendientes y después me colé hasta la parte posterior tratando de no hacer mucho ruido.

—Fue increíble conocer al señor Watson —expresé contenta. Chuck se encontraba acomodando unas piezas de auto y al escuchar mi voz, dio un pequeño salto y después se giró hacia mí.

—Lástima que solo pudimos tenerlo un día —respondió el hombre recargándose en la pared—. ¿Ya se acerca tu juicio, verdad, niña?

—Sí, así es —dije con nerviosismo—. Es en poco tiempo, ya casi termina el mes.

—Ten mucha cautela. Esos de la alcaldía son peligrosos —advirtió Chuck acomodando su gorra—. No se tentarán el corazón para desbaratarlos.

—Está todo bajo control —dije a pesar de los escalofríos que comenzaban a recorrerme—. Hemos trabajado duro para defendernos ante todo.

—Eso espero —concluyó y me dirigió una leve sonrisa.

No me había sentido nerviosa en ninguna forma hasta aquel día. Todos empezaban a hablar sobre el juicio que se llevaría a cabo y yo temblaba al imaginar que toda la responsabilidad de rescatar la escuela caería sobre nosotros.

Era una locura imaginar tantas vidas arruinadas si fallábamos en algo. El dolor de cabeza regresó y la angustia se apoderó de mí durante todo el turno.

Ya quería que todo esto terminara, el estrés me estaba matando.

Cuando dio la hora de irme, me despedí de Chuck con pesar y me dirigí a la casa de Fred. Durante el trayecto me dediqué a pensar en las posibilidades que teníamos de ganar el caso. No tenía por qué dudar, habíamos armado la coartada perfecta, pero ese era justo el problema, era solo una coartada. No era la verdad, ni siquiera yo sabía la verdad completa.

Sentí cómo mi cabeza taladraba cuando alcancé la puerta de Fred y el ruido del timbre invadió todo el inmueble.

—¡Nicole!... ¿Estás bien? —preguntó Mónica que abría la puerta—. Te ves un poco pálida.

—No me siento muy bien, ¿puedo pasar? —dije con debilidad y ella asintió.

Nos adentramos en el sótano de su novio y me ayudó a sentar en uno de los sillones. El cuarto giraba una y otra vez en torno mío y el dolor punzante de la cabeza se volvía cada vez más intenso.

Fred estaba acomodando unos refrescos en el frigorífico, sin embargo, en cuanto me vio, se dispuso a acomodar unos cojines para que fungieran como mi almohada.

—¿Qué te pasa, Nicole? —preguntó él con preocupación mientras ambos tomaban asiento en el sillón del frente.

—He estado un poco estresada —respondí mientras cubría mi rostro con las manos—. ¿Ustedes no?

—¿Por qué habríamos de estarlo? —expresó Mónica.

—El juicio se acerca y... no lo sé. Mucho depende de todos nosotros —dije y ambos se miraron y sonrieron.

—No tienes de qué angustiarte —comentó Fred haciendo gesto desenfadado—. Conocemos a Kevin, siempre se sale con la suya, además, hemos creado la mejor coartada del mundo. No tiene por qué fallar.

—¿No será que te estresa algo más? —preguntó la chica recargando sus codos sobre las rodillas.

—Es en lo único que he pensado últimamente —dije con seguridad, sin embargo, en ese momento otra idea atacó mi cabeza—. Bueno... algo así.

—Creo que hay un tema extra que no nos has contado —expresó Fred acomodándose más en el sillón—. Así que te escuchamos.

—¿Se refieren a que se los cuente todo? —dije sintiendo el pánico recorrer todo mi cuerpo.

—Tú ayudaste a que nos reconciliáramos, creo que esto de la... "amistad", me parece, se basa en que sea recíproca la ayuda —expresó Mónica sonriendo con suficiencia—. No le diremos a nadie más.

—Yo... —Las palabras se quedaron un momento en mi garganta, temerosas de salir. Mi verdadero conflicto, aquello que me había hecho sentir enferma todo el día era, probablemente, la decisión que tenía que tomar entre Kevin y Dylan. No sabía cómo iban a reaccionar ellos ante tal dilema—. Chicos, tienen que jurar que no le dirán a nadie.

—¿Tiene que ver con Dylan y Kevin, cierto? —preguntó Mónica arqueando una ceja.

—¿Qué? ¡No! —respondí y ambos comenzaron a reírse.

—Le dijimos a Kevin que comprarte esa mochila era una mala idea —argumentó la chica mirando a su novio—. Ya conoces lo necio que es.

—¿Ustedes saben lo de la mochila? —pregunté confundida.

—Nicole, nosotros lo sabemos todo. Somos los mejores amigos de Kevin —dijo Fred levantándose—. Aun así, te escuchamos, Sadstone.

—Es que, estoy un poco confundida —expresé al tiempo que comenzaba a incorporarme para quedar sentada en el sillón—. Dylan es... no lo sé... muy dulce.

—Probablemente ha causado diabetes en muchas personas —dijo Mónica riendo—, pero, ¿te ha hecho sentir algo?

—Es mi novio —respondí rápidamente.

—Esa no fue la pregunta —enfatizó Mónica y yo volví a recostarme en el sillón.

—¿Recuerdas cuando te dije que debías dejar de jugar con Dylan y Kevin? —preguntó Fred colocando una mano en la barbilla.

—Claro que sí.

—Yo creía que realmente tenías muy claras las cosas con ellos. Parece que hace falta que te recalquen lo que ha sucedido en este mes —expresó el chico con determinación.

—Eso es justo lo que necesito —respondí y ambos suspiraron.

—Así como tú nos pediste silencio, necesitamos que tú también nos prometas que nadie se enterará de nada de lo que hablemos —sentenció Fred y yo asentí con fuerza.

—Empezaremos entonces con Dylan —dijo Mónica y se acomodó junto a su novio—. Cuando iniciamos todo esto de la investigación él nos dijo que comenzabas a gustarle. Él habló con Kevin.

—¿Con Kevin? —pregunté confundida.

—Cualquiera que hubiera estado un tiempo considerable en nuestro grupo sabía que a Kevin le gustas prácticamente desde que llegaste —aclaró Fred—. Como tú ya habías rechazado épicamente a Kevin, Dylan le explicó que comenzaba a sentir cosas por ti y que pensaba seriamente en pedirte que fueran novios.

—¿Dylan sabía que yo le gustaba a Kevin? —cuestioné y ambos asintieron.

—Él también sabía lo que pasó en Navidad —dijo Mónica con expresión tranquila—. Kevin nos contó lo del beso, debiste ver su cara de emoción, era... ridículamente...

—Cursi —completó Fred riendo—. Fue patético.

—Kevin le dijo que no había ningún problema —continuó Mónica, que aún reía al recordar la cara de su amigo.

—¿Él dijo eso? —pregunté un poco decepcionada.

—Él mencionó que comprendía por qué se había enamorado de ti —relató Fred—. Además, todos sabemos que Kevin es un chico fuerte, pero nosotros somos como su familia. Él nos cuida, él nos cuenta todo...

—A veces es ridículo —dijo Mónica y ambos comenzaron a reír.

—No nos malentiendas. Lo queremos como a nadie, pero Kevin puede decirnos que sí a cualquier cosa —expresó Fred.

—Vaya que a cualquier cosa —comentó Mónica y ambos adoptaron por un momento un gesto un poco más serio.

—Yo le gustaba a Dylan desde antes —expresé con determinación.

—Eso no es cierto. Le gustas desde que empezó la investigación —corrigió Mónica segura de sí misma.

—No les había dicho, pero... Dylan me escribió una carta y la metió en mi mochila roja. No esta nueva, la otra. Ahí decía todo, que yo le gustaba, que...

—Nicole —interrumpió Mónica con una sonrisa en sus labios rojos—, ¿leíste en alguna parte que esa carta fuera de Dylan?

—Yo...

—Lo recuerdo perfectamente —dijo Fred acercándose al frigorífico para tomar una lata de soda para cada uno—. Diez borradores, dos lápices rotos, una tras otra lectura y todo para que le dictara la versión final en la computadora... Terminamos a las once de la noche.

—Es decir que...

—¡Fue Kevin, Nicole! —completó Mónica dejándome congelada.

—¿La carta era de Kevin? —cuestioné nuevamente para recibir una afirmación—. Bueno, si yo le gustaba tanto por qué nunca fue lindo conmigo.

—¿Recuerdas cuando en séptimo grado el chico rompió un volcán que habías hecho para el concurso de ciencias? —preguntó Fred dejando los refrescos sobre la mesa de centro.

—El cual, por cierto, era patético —complementó Mónica provocando la risa de su novio.

—Realmente era patético... el punto es que Kevin lo rompió porque intentaba ajustarlo para que ganaras —dijo el chico soltando una risita—. Se cayó encima el muy tonto.

—Mi volcán estaba perfecto —expresé con fuerza recordando aquel día.

—Habías olvidado ponerle bicarbonato, genio —aclaró Mónica—. Tu volcán iba a ser un caldo si no le poníamos el polvo.

—Bueno, después resultó destruido y él hizo bromas frente a todos sobre "el puré de lava" —expresé cruzando los brazos, casi como si estuviera haciendo un berrinche.

—Gracias a eso la profesora te dejó entregar otro para la siguiente semana. Con tu caldo-volcán hubieras obtenido una "F" —dijo Mónica con fuerza

—Era el paso más básico, Nicole. Yo te hubiera hecho repetir el año —añadió Fred.

—¿Recuerdas su tradición de San Valentín? —cuestionó la chica destapando el refresco que Fred nos había acercado.

—Cómo olvidar que robaba todas mis cartas del buzón y las reemplazaba por una que tuviera frases como: "Necesitaba leña para mi chimenea, Nicolasa", firmadas, además, descaradamente por él —dije girándome para alcanzar la lata de soda que me correspondía.

—Él quería ser el único en tu buzón de San Valentín —explicó Mónica riendo—. Admito que esa fue una pésima idea.

—No puedo creer que nunca te dieras cuenta, era tan obvio —comentó Fred girando los ojos.

—No lo era tanto —defendí volviendo a incorporarme.

—Vamos, Nicole —dijo Mónica dejando su lata en la mesa de centro—. Ni siquiera por el patrón de las personas a las que más molestaba.

—Kevin nos molestaba a todos por igual —expresé y ambos volvieron a reírse.

—Mike Lucas, Jerry Simpson, Tyler Moore, eran algunas de las principales víctimas de sus bromas, ¿te suenan? —cuestionó la chica mirándome esperanzada.

—Todos son mis exnovios —dije y ambos asintieron.

—Cada uno de ellos —recalcó Fred—. Todos fueron tus pretendientes en algún punto.

—¿Por qué nunca me dijo nada? ¿No era mejor decírmelo de frente que estar haciendo todas esas cosas? —expresé a los chicos con molestia.

—No te enojes, Nicole. Él tenía miedo, tuvo que armarse de mucho valor para...

—Para besarte en Navidad —completó Mónica dando un codazo su novio—. Bueno, ya dinos... ¿A quién eliges?

—No es una decisión fácil —dije suspirando—. Tengo que pensarlo.

—Cuentas con nosotros para lo que sea —expresó Mónica suavizando su tono.

—Gracias —verbalicé y acto seguido me levanté. El malestar había bajado considerablemente y las punzadas en la cabeza se redujeron a un insignificante hormigueo—. Tenemos que irnos ya a la reunión que vamos a hacer para Donna... Fred, te traje tu mochila —dije entregándosela.

—Perfecto, vamos entonces —expresó Fred colocando la mochila en un estante.

Caminaba a un lado de la pareja con la mirada baja. Realmente estaba impactada por todo lo que me habían dicho. Creía que todo eso de estar enamorado de mí desde que entré a la escuela era un montón de patrañas, pero las anécdotas que me habían contado Mónica y Fred tenían todo el sentido del mundo.

Vi la hamburguesería a la distancia y sentí como si alguien jugara con mi estómago... Ahí dentro iba a encontrarlos a los dos.

—¡Nicole! —gritó Dylan al verme entrar. En seguida se levantó y me dedicó un largo abrazo. Kevin nos miraba con incomodidad desde la mesa en donde ya estaban dos malteadas.

—¿Ya llegó Donna? —preguntó Mónica y Kevin negó con la cabeza.

—No debe tardar —comenté tomando el asiento que Dylan me había reservado—. ¿Ya ordenaron algo?

—Solo las malteadas... por un momento Dylan y yo creímos que todo era un plan para que tuviéramos una cita secreta —expresó Kevin y todos reímos.

—Fue mi culpa, me sentí un poco mal antes de venir —expliqué y Mónica sonrió ampliamente.

—Estaba estresada —comentó la chica y yo me sonrojé.

—Bueno, ahora estamos todos aquí, así que podrás relajarte, hermosa —dijo Dylan abrazándome con ternura.

—¿Crees que tarde mucho, Nicole? —preguntó Fred tomando la carta entre sus largas manos.

—No lo sé... seguramente debe estarse arreglando. Ella, en ocasiones, puede tardar un poco —dije echando un vistazo al cartel de malteadas que yacía cerca de la caja.

—Pues yo iré pidiendo una orden de papas, no es por nada, pero muero de hambre —comentó Fred llamando a la camarera con un gesto.

—Pídeme uno también —secundó Mónica.

—Yo esperaré —expresé y Dylan afirmó que él también esperaría, al igual que Kevin.

La camarera tomó la orden de Mónica y Fred para después perderse nuevamente en la cocina.

—¿Por qué estabas estresada, corazón? —preguntó Dylan recargando su mejilla en el puño.

—Pues... —dije dubitativa—. Por el juicio, Dy. ¿Ustedes no están así?

—Un poco —respondió Kevin dando un sorbo a su malteada.

—No tienen de qué angustiarse, chicos —expresó Fred con gesto tranquilo—. Hemos hecho la coartada perfecta.

—¿Coartada? —preguntó Donna que iba llegando con el cabello muy esponjado y un vestido de rayas en tonos fosforescentes.

—No... yo dije "malteada" —expresó Fred con gesto temeroso.

—Yo creo que te escuché bien —dijo la chica tomando un tono muy serio—. Creí que estábamos encontrando al culpable... ¿Es que no me han dicho algo?

Todos nos miramos con mucha preocupación. Revisamos el perímetro y notamos que nadie prestaba atención a nuestra plática. Estábamos acorralados. No podíamos seguir mintiéndole a la chica.

—Vamos afuera, Donna —expresé levantándome de la mesa.

—Te acompaño —dijo Kevin dejando la malteada de lado.

—Yo también... Los demás, quédense aquí. No debemos hacer esto más grande —argumentó Mónica y les lanzó una mirada severa a Fred y a Dylan.

Los cuatro nos dirigimos hacia el costado de la hamburguesería. Esa parte no era muy transitada, así que se convertía en el lugar perfecto para aceptar nuestra sentencia.

Una vez que nos vimos ahí, Donna nos dirigió una mirada tan fuerte que los tres quedamos sin palabras por unos minutos.

—¿No me van a explicar qué es eso de la "coartada"? —preguntó ella y yo suspiré antes de empezar a hablar, sin embargo, Kevin dio un paso adelante y la enfrentó cara a cara.

—Emmm... Donna, hay una cosa que no te hemos dicho —comenzó a decir el chico—. La noche del baile... existen dos culpables en teoría. Uno, es el sujeto de la ciudad que vino a golpear a Conan y a Demian. Él hizo esa parte.

—¿A qué te refieres con eso?

—Esa noche... Hubo un segundo culpable —prosiguió Kevin con un fuerte suspiro—. Yo fui el que provocó que cerraran la escuela. Yo traje las drogas y el alcohol. Yo hice algunas cosas que causaron el cierre de nuestra preparatoria.

El gesto de mi amiga demostraba incredulidad pura. En cuanto terminó de procesar aquello, dirigió la mirada hacia mí.

—¿Desde cuándo sabes que él es el culpable, Nicole? —preguntó ella y un escalofrío me recorrió.

—Donna, no te enojes conmigo, por favor —expresé y ella no se inmutó—. Es que... yo estaba con él.

—Claro... tú te fuiste antes con este chico —recordó mi amiga colocándose una mano sobre la boca—. Lo sabías desde el inicio. Sabías que era Kevin y no le dijiste a nadie.

—Es que yo...

—¡Si lo hubieras dicho, todo sería diferente! —gritó la chica agitando su pequeño bolso de lentejuelas—. Ellos ya habrían restablecido la escuela. ¿Te das cuenta de lo que hiciste, Nicole?

—Yo... no quería que todos me culparan a mí también —dije al tiempo que las lágrimas se aproximaban.

—¿Y estuvimos armando un plan para que esta sabandija pueda zafarse de todo? —preguntó señalando a Kevin con desprecio—. No puedo creerlo.

—Amiga, no...

—¡No me llames "amiga"! —reclamó Donna quitando la mano que había colocado en su hombro—. Se supone que éramos las mejores amigas. Una cosa es que yo te haya ocultado que me juntaba con Kim, pero otra, totalmente diferente, es que no me hayas dicho esto. Tú sabías lo importante que era para mí que reabrieran la escuela.

—Donna, no te enojes. Si Nicole hablaba, probablemente la hubieran detenido como cómplice —intervino Mónica que había observado todo en silencio—. Ella no podría entrar siquiera a la escuela.

—Como si eso te importara —expresó Donna mirándome con odio—. Tú misma sabes que no estabas lista para elegir una universidad a conciencia y, aun así, preferiste arriesgar el ingreso a la universidad de todos antes que decir la verdad.

—Ella no supo hasta el final de la noche —explicó Mónica con fuerza.

—¿Crees que eso me importa? —dijo con seriedad la chica—. ¿Saben una cosa? No quiero volver a ver a ninguno de ustedes. Son unos hipócritas que solamente se dedican a ver por sus propios intereses.

—Donna... —dije tratando de evitar que se fuera.

—¡Déjame en paz! —respondió comenzando a alejarse—. ¡No quiero verte!

Un llanto incontrolable se apoderó de mí, Kevin y Mónica se dedicaron a consolarme un rato hasta que pude volver a hablar con normalidad.

—¿Se dan cuenta de lo que pasa? —dije sollozando aún—. Lo he arruinado todo.

—Nicole... no fue tu culpa —comentó Mónica abrazándome.

—Sí lo fue, por no haberle dicho a tiempo... Tengo que buscarla —expresé de golpe—. Lo siento, necesito irme.

Ambos se quedaron mirándome un instante hasta que comencé a correr en dirección a la casa de mi amiga. Dejé la hamburguesería atrás muy pronto, es increíble como una emergencia puede duplicar tu velocidad.

Las lágrimas amenazaban con regresar si yo me descuidaba pensando en lo grave de mi error. Trataba entonces de concentrarme en la rapidez que podía alcanzar si entregaba mi corazón a recuperar a mi amiga.

Di la última vuelta antes de admirar su casa. Aceleré aún más el paso para poder alcanzar esa puerta y toqué con ímpetu el timbre.

Aguardé unos segundos la respuesta y después seguí insistiendo.

La respuesta aún no se presentaba.

Rodeé la casa para quedar de frente a la pastelería de sus padres. La puerta marcaba que el negocio estaba abierto, así que irrumpí en el lugar y me acerqué a la caja.

—Hola, señora Boston —dije casi sin aliento—. ¿Podría hablar con Donna, por favor?

—Lo siento, Nicole —respondió ella enfocando su mirada en la caja—. Ella dijo que no quería recibir a nadie. Te pediré que te retires, por favor.

Sentí como si el corazón hubiera sido estrujado por las palabras de la madre de Donna. Era justo lo que quería evitar. No podía perder a mi mejor amiga, no ahora.

Me di la vuelta derrotada y volví a lloriquear al tiempo que avanzaba por las calles. Demasiada presión apuñalaba mi corazón, ya no podía seguir con todo esto, con todas las decisiones por tomar y las cosas que perdería si seguía adelante.

Saqué mi celular del bolsillo y comencé a escribir el mensaje que, seguramente, me liberaría de todo:

"Lo siento, chicos. Yo tampoco puedo estar más en el equipo."

Apagué el teléfono una vez que envié el texto y volví a guardar mi celular. Ahora que ya no tenía más preocupaciones, podría llegar a casa para pensar únicamente en la manera en la que recuperaría a mi mejor amiga. Remendaría todos los errores que nunca debí cometer.

Las llaves de la casa sonaron un poco más fuerte de lo habitual cuando las introducía en la puerta de entrada. Dejé la mochila en la sala y me dirigí a la cocina para tomar un bocadillo. Me tomó por sorpresa que la luz estuviera encendida, así que me acerqué sigilosa para hallar a mis padres charlando sobre el desayunador.

—¿Qué hacen aquí tan temprano? —pregunté emocionada.

—Niña olvidadiza, te avisamos que hoy llegaría la tía Patty. Estuvimos aquí para recibirla —explicó mamá dando un sorbo al café que tomaba.

—¿Ya llegó?

—Sí, Nicole —respondió papá soltando una risita—, pero está un poco cansada por el viaje. En cuanto terminó su día de trabajo condujo hasta acá, así que no es bueno despertarla.

—¿Está en mi habitación? —pregunté y tomé asiento en el desayunador.

—Sí —dijo mamá abrazándome desde su lugar—. Mientras tanto, puedes quedarte con nosotros a platicar. No ha de tardar la tía Patty en despertar, podrán charlar toda la noche, como la última vez.

—¿Podían escucharnos? —cuestioné asustada y ellos rieron.

—No, amor. Solo los murmullos —respondió papá con tranquilidad.

—¿Cómo te fue hoy, cariño? Te noto algo diferente —preguntó mamá colocando mi cabello tras la oreja.

—Es que... yo me peleé con Donna hoy —dije al tiempo que las lágrimas comenzaban a brotar nuevamente.

—Tranquila, mi niña, no pasa nada —consoló mamá tomando mis manos—. ¿Qué fue lo que sucedió?

—Se enojó porque no le conté un secreto que era muy importante —expliqué vagamente evitando la mirada de mis padres—. Ella tiene toda la razón, yo debí contarle.

—Bueno, tus razones debiste tener para callarlo —expresó papá limpiando mis lágrimas—. Lo importante es que ya no puedes remediar eso, ahora debes ocuparte de cómo lo solucionarás.

—No puedo solucionarlo, tendría que volver en el tiempo y decirle —dije entre sollozos.

—Pero eso no fue lo que dijo tu padre —recalcó mamá mirándome con suavidad—. "Volver en el tiempo" es una solución que es del pasado, tienes que pensar en lo que puedes hacer ahora.

—¿Cómo qué? —cuestioné suspirando.

—Tienes que pensar en algo, amor —dijo papá sonriendo—. Solo tú conoces a Donna lo suficiente como para descubrir qué es lo que te permitiría recuperar su amistad.

Asentí lentamente y mis padres me abrazaron en conjunto. Había encontrado paz en las palabras que acababa de escuchar, no podía haber recibido mejor consejo que el de mis padres y no había tomado mejor decisión que regresar a casa en ese momento tan triste.

Pasamos horas charlando de otras cosas, las anécdotas graciosas sobre vacaciones y recitales me calmaron aún más, permitiendo que un sentimiento de calidez fuera desplazando poco a poco la tristeza.

Cuando nuestros ojos se cerraban, los tres nos despedimos para subir a nuestras habitaciones asegurando que la tía Patty realmente estaba cansada y por eso no había bajado.

Tomé la mochila roja de la sala para subirla a mi habitación y arrastré los pies hasta que topé con mi puerta.

Abrí sin prestar demasiada atención y me giré para cerrar.

—Tardaste mucho, cariño —dijo la tía Patty que estaba sentada sobre mi cama. Lucía mucho más despierta que yo y cuando estaba dispuesta a acercarme, la luz de la luna iluminó el sillón que se encontraba junto a la ventana para mostrarme al acompañante de mi tía.

—¿Kevin? —pregunté tratando de enfocarlo bien.

—Si prendes la luz, tus padres vendrán a ver. Y créeme que un chico en tu habitación a media noche no les gustará nada —advirtió mi tía señalando el apagador que intentaba encontrar.

—¿Qué es lo que está pasando? —cuestioné susurrando y mi tía soltó una pequeña risita.

—Parece que este jovencito planeaba encontrarte aquí, pero... ambos nos llevamos una gran sorpresa —relató ella mirando a Kevin, quien solamente encogió los hombros.

—Lo siento mucho —se excusó levantando la mirada—. No podía dejar las cosas así.

—¿Por qué te apareciste? —pregunté jalando la silla de mi escritorio para sentarme en medio de ellos.

—Leí tu mensaje... No te puedes ir, por favor —expresó él con mucha seriedad.

—Es algo definitivo. Por culpa de toda esta investigación perdí a mi mejor amiga. Ya no quiero perder más —dije con molestia.

—Nicole, ¿por qué no le das una oportunidad a Kevin para que te explique lo importante que eres en el grupo? —exclamó la tía Patty dirigiéndose un poco a mí y un poco al chico.

—No te pongas de su lado, tía —reclamé y ella sonrió con picardía—. Anda, pues, dime lo que tengas que decir —dije mirando a Kevin.

—Bueno, yo... —comenzó con la voz temblorosa—. Emmm... vaya, qué repentino.

—Ya, di algo —reclamé con desesperación y él tomó aire.

—La cosa es que, sin ti la investigación no tendría coherencia en las declaraciones, ¿cierto? Tú hiciste casi todas las entrevistas, no puedes irte antes del juicio. Aplastarías toda la coartada —dijo rápidamente al tiempo que evitaba el contacto visual—. Además, tienes a Dylan, no puedes dejar de verlo de la noche a la mañana. ¿Qué tipo de novia hace eso? Mónica y Fred estarán lloriqueando sin ti.

—Esas son razones muy tontas, y tú lo sabes —comenté con cautela y él echó la cabeza para atrás.

—No me hagas repetir lo que me dijiste hace rato —señaló la tía Patty mirando a Kevin—. Porque, chico, eso es justo lo que necesitas decir ahora.

—Es que... va a sonar tan raro frente a ella —dijo Kevin y yo los miré confundida—. Bueno... Nicole.

—Solo dime —expresé acomodándome en la silla.

—No debes irte porque yo te necesito mucho, ¿sabes? —comenzó a decir jugueteando con sus manos—. Yo sé que tienes novio y no planeo que lo dejes de pronto es que... Dylan es un buen chico, lo conozco. Él es muy lindo contigo, además tiene un buen peinado y también sabe hacer una buena tarta. Recuerdo cuando nos preparó una y...

—Ve al grano, Kevin —dije soltando una risita.

—Yo no puedo pensar en un día en el que no te pueda ver. No en un sentido acosador, claro —corrigió rápidamente—. Simplemente, no quiero que te vayas, yo vivo cosas un poco duras en otros contextos. Estar contigo y con el resto del equipo es lo que me da fuerzas para seguir adelante, para inspirarme, para creer...

—Ha llegado la hora, muchacho —dijo la tía Patty y Kevin se quitó la chamarra que traía para poder acomodarse mejor en el sillón.

—Bueno... una parte ya la sabes y es hora de que te diga el resto —expresó y me miró fijamente—.  Me gustas en serio. Te lo dije antes de que nos arrestaran, pero no te dije que me gustas desde hace mucho, mucho tiempo y... te escribí una carta en la que te confesaba todo. Tal vez la encontraste en tu mochila o no... No lo sé, nunca comentaste nada.

—Kevin...

—No, yo sé que yo no te gusto. Lo acepto, está bien. Pero consideraba importante que supieras qué tanto me gustas —dijo acomodando sus rizos—. Yo... robé una de tus fotos la primera vez que estuve aquí. Tu tía dice que es importante que la devuelva.

—¿Qué? —expresé sorprendida y me levanté hacia mis fotos para notar que aquella en donde estábamos papá y yo en Navidad no se encontraba ahí.

—Admito que eso tal vez pudo ser algo raro —expresó extendiéndome la foto.

—¿Solo "tal vez"? —cuestioné mirándolo incrédula—. ¿Qué más te robaste?

—Nada —respondió sonriendo—. En serio, fue lo único extra raro que hice... El punto es que no me gustaría que te fueras, eras muy importante para mí aún sin conocerte demasiado y, ahora que ya he visto cómo es "Nicole" realmente, creo que... eres indispensable para mí. Ya no puedo volver a la vida de antes, sin hablarnos y sin que pueda escuchar cómo te ríes... cómo dices mi nombre —exclamó y sentí cómo algo cálido se extendía desde mi garganta—. Yo te prometí no volver a molestarte con esto... ya tienes a Dylan y lo respeto. Solo quería que supieras lo que significas para mí.

Miré de reojo a mi tía y pude ver cómo sonreía ampliamente. Tenía a Kevin frente a mí diciéndome todas esas cosas... jamás pensé que esto pasaría.

—¿Y qué hay de Donna? —cuestioné sin modificar mi gesto indiferente.

—Yo, te ayudaré mañana a recuperarla —propuso entusiasmado—. No trabajas en el taller, así que usaremos todo el día para hacer que regrese.

—¿Cómo sé que funcionará? —cuestioné cruzando los brazos.

—Porque lo haremos juntos, ¿te has dado cuenta de que somos un gran equipo? —dijo y yo me quedé un momento mirándolo antes de asentir.

—Mañana a las doce en punto en el parque —concluí y él me mostró su blanca dentadura.

—¡Gracias, Patty! —dijo el chico emocionado mientras comenzaba a bajar por la ventana—. Avisaré que fue falsa alarma en el grupo.

—Suerte, Kev —respondió mi tía levantándose para cerrar—. Con razón te gusta, es encantador.

—Tía —dije desplomándome en la cama—, ¿por qué lo animaste a decir esas cosas?

—Porque es lo que me dijo, bueno, más o menos. Se puso un poco nervioso —explicó ella sonriente—. Llegó cuando estaba durmiendo a rogar que no me fuera del equipo. Cuando notó que era yo casi se cae por la ventana —relató divertida—. Me dijo que no quería que te fueras porque estaba más que enamorado de ti.

—Ya te expliqué tía que yo...

—Que tienes a Dylan —completó ella—. Pero dime, Nicole. Si ese chico es tan bueno como dices, ¿no es injusto que salgas con él cuando tu corazón pertenece a otra persona?

—Mi corazón... —comencé a decir mientras reflexionaba—. ¿Pertenece a Kevin?

—Mi niña, eso lo sabes exclusivamente tú. Si en verdad quieres a Dylan, adelante, nadie se interpondrá. Ni siquiera este muchacho, ya lo escuchaste. Sin embargo, si no es así... tienes que tomar cartas en el asunto —expresó mi tía con seriedad y yo suspiré.

Después de colocarme el pijama comencé a cepillarme el cabello. Miraba mi reflejo profundamente. No pensaba realmente en arreglarme, no solía hacerlo antes de dormir, pero quería reflexionar un poco conmigo misma. Y, al fin, esa reflexión dio frutos.

Tomé mi celular, dejé el cepillo a un lado y me armé de valor.

"Dy, tenemos que hablar... ¿Nos vemos mañana temprano?"

Era momento de comenzar a enmendar las cosas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro