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Capítulo Catorce: Une las piezas.

Caminábamos por las calles encharcadas con tranquilidad, aún no era demasiado tarde, así que no teníamos prisa en llegar a la casa de Fred. De camino, Kevin le había mandado un mensaje a su amigo avisando que necesitaba verlo en nuestro centro de reuniones habitual y él accedió a recibirnos, como de costumbre.

Al paso que avanzábamos, el frío se iba haciendo más presente y nuestras manos parecían querer unirse con timidez, aunque aquellos intentos siempre terminaban en fracaso y cada quien decidió caminar por su cuenta.

Kevin poseía una sonrisa inmensa y lo peor de todo es que yo también la tenía. Sabía que si no nos tomábamos las manos en ese momento no era por falta de ganas, sino porque aún nos ponía muy nerviosos el hecho de estar demasiado cerca. Y contemplar que la emoción que recorría al chico era directamente proporcional con la mía, me hacía darme cuenta de que había tomado la decisión correcta.

El camino parecía eterno avanzando a un lado de Kevin, el clima generado por la lluvia parecía no molestarme al estar con él, y es que cuando estábamos juntos, una calidez intensa me recorría. Era algo inevitable.

Llegamos a la casa de Fred más rápido de lo que hubiera deseado, llamamos al timbre y ambos nos quedamos perdidos en los ojos del otro antes de que el chico abriera la puerta.

—Vaya, vaya —dijo sonriendo al tiempo que nos dejaba pasar—. Veo que no vienes solo. Y mira nada más —expresó mirando la sudadera que portaba—, con ropa nueva.

—Me la prestó, casi no la usa —respondí provocándole una carcajada.

—Qué curioso, Kevin, que casi no uses tu sudadera favorita —dijo y su amigo le hizo una mueca burlona—. ¿Para qué me necesitabas?

—Donna está muy enojada con nosotros, ya lo sabes —dijo Kevin y su amigo asintió—. Necesitamos recuperarla.

—¿Por qué? —cuestionó Fred frunciendo el ceño.

—Pues porque es nuestra amiga —respondí tajante—. Vamos, Fred, necesitamos tu ayuda.

—Bueno, bueno —accedió el chico cruzando los brazos—. ¿Qué necesitan?

—¿Puedes prestarme el proyector que tienes en el sótano? —preguntó Kevin recargándose en la pared.

—No lo tengo yo. Está en casa de Mónica. La otra vez lo llevé para ver películas en su habitación —respondió tomando una chamarra que estaba tirada sobre un sillón—. Podemos ir ahora si es que les urge.

—Claro que nos urge —respondí lanzándole una mirada severa.

Él me sonrió y levantó los hombros desenfadado. En realidad, Fred no parecía sentir una amistad demasiado profunda por Donna, sin embargo, todos éramos un grupo y podía percibir el interés de Fred en que tal grupo se mantuviera en buenos términos.

—También necesito que imprimas unas fotos que traigo en la computadora —dijo Kevin caminando hacia la salida a un lado de su amigo.

Le explicamos el plan a Fred de camino hacia la bella morada de su novia, entre las calles mojadas todos quedamos de acuerdo para preparar una de las mejores sorpresas que habíamos planeado. Y es que, en este tiempo, ya nos habíamos convertido en expertos para planear y llevar a cabo ciertas ideas.

Logramos alcanzar el frente de la casa de Mónica para después llamar al timbre.

Todos aguardamos un momento y el padre de la chica, un hombre de barba tupida y mirada severa, nos abrió.

—¿Cómo está, señor Hernández? —preguntó Fred emitiendo una sonrisa ante el hombre.

—Hola, muchacho —respondió rompiendo su expresión impenetrable—. ¿En qué puedo ayudarte?

—¿Puedo pasar? Necesito pedirle algo a Mónica —expresó el chico sonriéndole ampliamente al sujeto.

Casi de inmediato él se retiró de la puerta y nos dejó entrar. Daba la impresión de que Fred hablaba con su propio padre, se sentía una unión más allá de lo conocido, como si ya fuera parte de la familia.

La casa de Mónica era aún más impresionante por dentro, los acabados brillantes sobresalían entre las obras de arte que decoraban las paredes. La madre de la chica leía desde la sala del fondo, pero, en cuanto nos vio, se levantó y se acercó a nosotros.

—Muchachos —dijo sonriendo. Era increíble ver lo amable que podía ser después de que la última vez nos cerró la puerta casi en la cara—, ¿cómo están?

—Bien, señora —respondió Kevin brindándole una sonrisa.

—Iré a pedirle el proyector y las fotos a Mónica. Con permiso, señora —expresó Fred volteándose hacia su amigo antes de dirigirse hacia las escaleras—. Préstame tu laptop.

El chico asintió y sacó la computadora de la mochila para entregársela antes de que saliera disparado hacia arriba

La regordeta mujer nos señaló los sillones para tomar asiento y Kevin y yo nos acomodamos para bajar las mochilas. El padre de Mónica se sentó a un lado de la señora Hernández y ambos se miraron un momento.

—Tenemos noticias para ti, Kevin —dijo ella lanzándole un gesto misterioso.

—No se preocupe, señora, Nicole sabe todo —aclaró Kevin con voz suave y yo les dirigí una sonrisa.

—De acuerdo —expresó inclinándose un poco más hacia adelante—. Tu madre está mucho mejor.

En cuanto esas palabras salieron de la madre de Mónica, el chico suspiró con alivio y su mirada transmitió tranquilidad.

—Nos avisaron hace poco que ya está estable —dijo el padre de nuestra amiga sonriendo—. Es importante que no tenga fuertes reacciones emocionales por el momento, te avisamos esto porque creemos pertinente que no le hables del juicio hasta que esté mejor.

—Entiendo, no diré nada —expresó Kevin regalando una sonrisa de gratitud a los padres de nuestra amiga—. Y muchas gracias, son muy amables conmigo.

—No hay de qué, Kevin, eres casi parte de la familia —dijo la mujer colocando su mano en el hombro del chico—. Intentaremos ayudarte mientras el hospital siga siendo nuestro.

—¿Por qué lo dicen? El hospital lo iban a heredar a Mónica —comentó confundido.

—Ese era nuestro plan original —expresó la señora suspirando.

—Logramos colocar nuestro hospital con mucho esfuerzo, sabes que trabajamos como locos para hacerlo surgir por el bien del pueblo —dijo el padre de Mónica—. Es increíble cómo los ricos y poderosos no toman eso en cuenta para destruir todo.

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó Kevin preocupado.

—Como hemos estado colocando esfuerzos en sacar adelante nuestro nuevo negocio, el estudio de tatuajes, hemos dejado casi todo el hospital en manos de nuestro gerente —explicó la señora Hernández adoptando una pose angustiada—. Él nos avisó que han sucedido cosas extrañas en el hospital, cosas que hacen que la gente deje de confiar en nosotros. Empleados nuevos que generan problemas y corren rumores, medicinas que aparecen caducadas en los anaqueles... Hasta hace poco descubrimos qué es lo que pasa.

—Es un grupo empresarial —expresó su esposo bajando la mirada—. Un corporativo enorme que ha conquistado el mercado de muchos otros lugares. Ellos están mandándolos, a esa gente, para destruir la reputación de nuestro hospital.

—Pero, ¿no se puede hacer algo? —dijo Kevin—. Los padres de Nicole son abogados, podríamos demandarlos.

—Ellos son expertos, no dejan pruebas en ninguna parte. Nosotros lo sabemos porque tenemos contactos —expresó el hombre.

—¿Quiénes son? Tal vez pueda preguntarle a mis padres —expresé intentando ayudar.

—Es grupo Asclepio —pronunció él y mi corazón comenzó a latir más rápido—. Nos ayudarías mucho si preguntaras.

—Nos alegra que hayamos podido hablar contigo ahora porque justo ya tenemos que partir al estudio —dijo la mujer suspirando al tiempo que se levantaba.

—Siempre es un placer, chicos —expresó el padre de Mónica estrechando nuestras manos junto a su esposa.

En ese mismo momento bajaron Mónica y Fred con un pequeño proyector blanco en las manos y un bonche de fotografías sobre el mismo. Los padres de la chica los vieron desde la entrada y aguardaron para despedirse de ambos. Acto seguido cerraron la puerta y nuestros amigos se acercaron.

—Linda sudadera —comentó la chica guiñando un ojo en cuanto vio mi vestuario.

—Ya le conté sobre el plan —afirmó Fred entregándole el proyector y las fotos a Kevin.

—Donna me ayudó cuando más la necesitaba —expresó Mónica—. ¡Vamos a recuperarla!

Todos caminamos hacia la salida juntos y empezamos a avanzar hacia la casa de la chica. Sabíamos que no había sido lo correcto ocultarle todo a Donna, sin embargo, el miedo a que nos rechazara después de descubrir la verdad ganó ante la honestidad requerida.

Mientras avanzábamos todos juntos, un nuevo pensamiento recorrió mi cabeza. ¿Qué haría si yo tuviera que armar todo esto sola? Y no me refería a que me sintiera débil o poco capaz de lograr armar un plan así, era simplemente el hecho de que se necesita de otros para enfrentar algunas situaciones.

Logramos distinguir la hermosa pastelería a lo lejos. Kevin señaló cuál sería el lugar adecuado para instalar nuestra sorpresa, así que todos nos colocamos en tal punto y nos pusimos manos a la obra.

Queríamos hacer una proyección que daría directamente hacia el cuarto de Donna. Las paredes de la habitación de mi amiga estaban pintadas de blanco (contrastante con los colores que solía usar) y la perspectiva era perfecta para que el proyector alcanzara a lanzar una imagen en la pared.

Mientras que Kevin y Mónica acomodaban todo para que la proyección quedara perfecta, Fred y yo nos dispusimos a acomodar las fotografías que acabábamos de imprimir para que formaran un camino que la condujera hacia nosotros.

El jardín de Donna era un sitio abierto, así que nos colocamos detrás de uno de los árboles que decoraban el recinto y fabricamos el camino directo hacia su ventana.

Intentábamos hacer el menor ruido posible para que la sorpresa no se arruinara. Cuando todo yacía tal y como habíamos planeado, Kevin tomó una pequeña piedra del jardín y la lanzó con suavidad hacia el cristal de la chica. Todos tomamos posiciones y nos alistamos para dar inicio.

Kevin encendió el proyector y un montón de estrellas de colores aparecieron por las paredes del cuarto de la chica. Casi de inmediato se abrió la ventana para mostrar a Donna admirando el camino de fotos que atravesaba su jardín. La chica se quedó un momento dudando antes de bajar, pero segundos después comenzó a seguir el camino.

La hilera de imágenes había sido acomodada con cuidado para mostrar los momentos más bonitos que habíamos vivido juntas.

La expresión de su rostro se iba suavizando al observar las imágenes que había elegido: la salida a la heladería, cuando fuimos al parque de diversiones, nuestras fiestas favoritas y las veces que habíamos hecho pijamadas.

Vaya que había tenido grandes recuerdos con Donna, es por ello que yo la consideraba mi mejor amiga y no dejaría que toda esta investigación me la arrebatara.

Cuando las fotografías la hicieron toparse con nosotros y pudo observarnos con el proyector en las manos, pareció quedarse dudando si acercarse más o no.

Aquellos momentos fueron muy angustiantes, definitivamente, anhelaba que la pequeña sorpresa hubiera funcionado.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó guardando las fotografías en su chamarra—. Les dije que no quería volver a verlos.

—Lo sabemos —dije dando un paso adelante—. No queríamos dejar las cosas así.

—Ustedes saben que lo que me hicieron fue grave, ¿por qué insisten en arreglarlo? —preguntó bajando la mirada.

—Donna —intervino Mónica—, entendemos que no estuvo bien mentirte en lo de la investigación. No nos estoy justificando pero... Kevin es nuestro amigo, no podíamos dejarlo de lado.

—Y yo sabía que te enojarías conmigo al decirte lo que había hecho —expresé mirándola con súplica—. No estuvo bien, pero no lo hicimos con una mala intención, no queríamos lastimarte.

—Yo sé que no soy la persona más adecuada para hablar ahora —dijo Kevin mirando a mi amiga—, pero... yo puedo decirte que Nicole no hizo nada a propósito. Yo fui el que la sacó de la fiesta ese día y no le conté sobre lo que había pasado con claridad. Ella te quiere mucho.

—Yo sé que me quieres —dijo Donna volteando hacia mí—. Yo también te quiero a ti. Es por eso que me duele que no me hubieras contado.

—Lo lamento mucho, de verdad —repetí apenada—. Donna, tú has sido mi mejor amiga desde el primer día en que estuve aquí. Fue contigo con quien compartí mis más grandes secretos, la que sabe lo más vergonzoso sobre mí y también lo más admirable. Eres la persona con la que puedo charlar por horas y horas, también reír y soñar... No puedes abandonarme así. Sé que merezco que te molestes, pero no quiero que nuestra amistad termine ahora.

La chica se quedó un instante mirándome, sus ojos reflejaban los recuerdos que proyectaba su mente. La vivaracha mirada de la chica escudriñó a cada uno de nosotros con detenimiento. Cuando ya no podía más con la presión, ella dejó escapar una sonrisa y después corrió para unirnos en un abrazo.

—Ni yo, Nicole —dijo antes de soltarnos—. Tienes que jurarme que esto nunca volverá a suceder.

—Te lo juro, amiga —expresé y ella asintió.

—¿Y qué hay de nosotros? —preguntó Mónica sonriendo.

—Siempre han sido el grupo que más me ha agradado, a pesar de que Nicole odiara a Kevin —confesó ella riendo—. También los perdono.

Donna sonrió ampliamente antes de abrazar a los demás. Podía percibirse la unión del grupo, un grupo que hasta hacía poco no existía. Ni se podía imaginar que existiera.

—Perfecto, porque hemos esperado para los días libres de Nicole, pero, aprovechando que hoy ella no trabajará, podremos adelantar la reunión para...

—Una cosa —interrumpió Donna—... ya no quiero ser parte de esto, ¿de acuerdo? Los acompañaré al juicio y todo, pero ya no quiero acudir a las reuniones.

—No hay ningún problema —dije abrazándola de nuevo—. Es genial tenerte de vuelta.

—Parece que nuestro trabajo aquí ha terminado —expresó Fred tomando sus cosas—. Las dejamos para que puedan ir a celebrar. Tenemos algo que hacer.

—¿Nos vemos en la noche? —preguntó Kevin y yo asentí.

Después de haber obtenido un éxito total, Mónica, Fred y Kevin caminaron hacia nuestro centro de reunión, mientras que Donna y yo tomamos rumbo hacia el Green Lab para celebrar la magnífica reconciliación. Sabía que Donna me perdonaría si notaba que la disculpa era sincera, ella era una persona magnífica y poseía un corazón de oro.

Nos acercamos a la caja para pedir los cafés habituales y, una vez que el barista nos los entregó, ambas tomamos asiento en nuestra mesa favorita, aquella en la que había visto a Kevin muchas tardes atrás. La noche estaba tranquila y, como la lluvia ya había pasado, las luces de los negocios que volvían a abrir pintaban la acera de una forma divina.

—Últimamente no ha habido tiempo para que te cuente todo lo sucedido —dije al tiempo que colocaba azúcar a mi café—. He necesitado mucho de ti.

—Lo sé, amiga —expresó ella dirigiéndome una sonrisa—. Yo también tengo cosas que contarte.

—Siento que pasó una eternidad desde que hablamos —dije suspirando.

—No me lo digas, yo he sentido lo mismo. Por cierto... ¿cómo te va con tu "novio maravilla"? —preguntó emocionada colocándose un poco más cerca.

—Bueno... esa es una de las cosas que te tengo que contar —expresé bajando la mirada—. Es que Dylan ya no es mi novio.

—¿Cómo? —preguntó ella demostrando incredulidad en su expresión

—Me di cuenta de que nuestra relación no tenía demasiado futuro. Yo no sentía lo mismo que él por mí, ¿me comprendes? 

—No puedo creerlo, al inicio me hablabas de lo dulce que era y de la buena suerte que tuviste —dijo recargando su rostro sobre el puño—. ¿O es que algo más sucedió?

—Donna... me di cuenta de que Kevin es el que me gusta. No era justo para Dylan que nuestra relación avanzara cuando mi corazón estaba con otra persona —dije con seriedad y ella se echó un poco para atrás—. Ya se lo he dicho a los dos y creo que he tomado la decisión correcta.

—¿Kevin y tú ya son novios? 

—No, no lo creo. Acabo de decirle hoy y yo me imagino que nos tomaremos nuestro tiempo para comenzar una relación —expresé y ella generó el mismo suspiro que yo había hecho hacía unos segundos atrás.

—Me alegro mucho por eso —comentó mezclando el capuchino que había ordenado—. No me lo tomes a mal, Nicole. Yo creo que Kevin no es muy bueno para ti.

—Pero si tú me molestabas al inicio sobre lo mucho que yo le gustaba y lo probable que era que a mí me gustara también —dije confundida.

—Lo sé, pero con lo que ha pasado... Es decir, Nicole, ¿quisieras estar con alguien que hizo lo que del baile? —preguntó ella y yo me quedé un segundo callada.

—Él tiene una vida muy difícil... —comencé a excusarlo, pero Donna colocó su mano en mi hombro.

—No importa las cosas que a él le pasen —dijo ella mirándome con seriedad—. Nicole, esto ya no es por lo del cierre de la escuela ni por mí. Es en serio, él metió drogas y alcohol a la fiesta de la escuela y golpeó a dos sujetos hasta dejarlos inconscientes...

—Él no los golpeó —justifiqué y ella suspiró—. Él solo trajo las sustancias a la fiesta.

—Entiendo que el alcohol lo pudo conseguir de un primo o amigo mayor... ¿y la droga? —cuestionó ella provocándome un escalofrío—. La obtuvo de algún lugar y para haber conseguido esa cantidad, no debe andar en buenos pasos.

—No lo había pensado así —confesé y ella tomó mi mano.

—Solo quiero protegerte. Estoy segura de que hay algo que esos chicos nos están ocultando. Temo por ti y por lo involucrada que ya estás en todo esto —expresó ella y yo la abracé.

—Yo me protegeré, Donna, te lo prometo —dije y mi amiga sonrió.

Ambas seguimos platicando por un buen rato hasta que llegó un mensaje de Kevin en el que me recordaba asistir a la reunión. Expliqué a la chica que tenía que irme y después la dejé en su casa antes de partir hacia la de Fred.

Las palabras de mi amiga me dejaron pensando todo el camino. Era verdad que a mí me gustaba muchísimo Kevin, pero también era cierto que él había hecho algo muy grave, algo que, quizá, podría ganar en importancia a lo mucho que me interesaba.

Bajé al sótano acompañada de Fred y noté que Mónica y Kevin estaban hablando en secreto cuando irrumpimos en la habitación.

—Piensa bien lo que estás a punto de hacer —comentó la chica susurrando cuando notó nuestra presencia—. Hola, Nicole.

—Hola —respondí fingiendo que no había escuchado nada.

—¿Has visto a Dylan? —preguntó Mónica al tiempo que Kevin se levantaba para colocarse junto al pizarrón blanco.

—Yo...

—Kevin ya nos contó todo, no te preocupes —dijo Fred sentándose a mi lado—. Queremos saber si has sabido algo más.

—No he hablado con él desde la mañana, ¿no ha contestado los mensajes en el grupo? —pregunté extrañada.

—Ni nuestras llamadas. Fred fue a buscarlo, para saber si estaba bien, pero nadie nos abrió la puerta, ni siquiera sus abuelos —explicó la chica suspirando—. Solo queremos saber si está bien... es un chico muy sensible.

—Intentaremos encontrarlo —dije con gesto angustiado—. Mañana, después del trabajo iremos a buscarlo hasta saber qué pasa con él.

Todos nos miramos un segundo deseando que no hubiera pasado lo peor. Dylan parecía muy afectado cuando terminé con él y no sabía hasta qué punto podía sentirse mal sobre el hecho de que nuestra relación terminara porque a mí me gustaba Kevin

Tratamos de dejar el tema de lado un momento y todos dirigimos nuestra atención hacia Kevin que ya había destapado su plumón.

—Chicos, es hora de que armemos toda esta historia, para que la plantee en el juicio —expresó anotando "Coartada final" en el pizarrón.

—Lleva una hoja con la historia, Kevin —opinó Mónica levantándose para sacar una computadora de los estantes que rodeaban el sótano—. Yo iré escribiendo todo.

—Bueno, comienza con la historia de la rivalidad entre Conan, Demian y Chad —dije y Kevin asintió anotando tal frase en el pizarrón.

—Escribe... Conan Bowell, promesa musical en la preparatoria local y destacado compañero entre la comunidad estudiantil —dictó Kevin con emoción.

—A alguien le sale el alma de reportero —comentó Fred provocándonos una risa.

—Tiene que sonar convincente para la alcaldesa —expresó Kevin—. Se supone que es por lo que hemos trabajado.

—Bueno... —dijo Mónica—. Vamos a lo que sigue.

Todo lo que habíamos recolectado con base en las investigaciones se convirtió en un largo y detallado escrito que llegaría a manos de la alcaldesa.

Conversamos sobre lo que diría Kevin y acordamos pasar al frente a testificar si era necesario. Nosotros defenderíamos con nuestras propias manos que la escuela no se cerrara, lograríamos recuperar todo lo que habíamos perdido en una noche.

Las horas comenzaron a pasar y Fred pidió pizza para todos. La computadora cayó en manos de cada uno de nosotros para poder completar el escrito sin despedirnos de nuestras articulaciones.

Justo cuando comenzaba a ser demasiado tarde para estar comiendo pizza y redactando la defensa para un caso, todo concluyó y una sensación de alivio nos recorrió a todos.

—Terminamos —dijo Mónica soltando un gran suspiro—. No queda nada más que resolver.

—No, recuerda lo que les había dicho la última vez —expresó Kevin mirándonos a todos—. Falta ocuparnos de Thompson.

—Entiendo que es importante, Kevin —dijo Fred frotando sus cansados ojos—. Pero, ¿cómo haremos para que todos vuelvan a creer en él?

—¿Qué saben sobre el director? —pregunté de pronto y todos me miraron confundidos.

—¿A qué te refieres? —preguntó Mónica.

—El problema aquí es que nadie conoce totalmente al señor Thompson como para poder respaldar qué es lo que lo hace merecedor de regresar a dirigir la escuela —dije reflexionando—. Para saber qué podremos hacer, tenemos que descubrir quién es, qué ha hecho, cuáles son sus verdaderos intereses para dirigir la escuela.

—Entiendo hacia dónde vas —expresó Kevin sonriendo—. Tú quieres decir que necesitamos hablar con él.

Asentí sonriendo y mi corazón palpitó al tiempo que admiraba el rostro del chico. Vaya que necesitaba concentrarme.

—Si hablamos con él —seguí diciendo un poco atolondrada—, podremos encontrar la forma perfecta de recuperar su puesto.

—Muy bien, pero, ¿alguien tiene idea de dónde vive? —preguntó Mónica hundiéndose en el sillón.

—¿Recuerdas el Halloween de quinto grado? —preguntó Kevin a su amigo y él asintió riendo—. La casa de Thompson terminó cubierta de huevo y papel higiénico.

—Un clásico —dijo Fred recordando.

—Demasiado clásico, diría yo —expresó Mónica burlonamente.

—El punto es que, Fred y yo sabemos —dijo Kevin—. Yo creo que todos tenemos que ir a buscarlo, a mi parecer.

—¿Entonces iremos a ver a Thompson? —cuestionó mi amiga renuente.

—¿Se te ocurre una mejor idea? —preguntó Kevin y ella suspiró.

Tenía que pedirle a Chuck un día libre a la semana para poder hacer la visita a Thompson. El juicio se llevaría a cabo el sábado y teníamos esta última semana para poder acomodar todo lo que nos llevaría a una victoria absoluta.

No podía frenar el proceso para concluir con todo lo que habíamos trabajado en estos meses, así que hablaría con él al día siguiente para obtener el permiso para el martes.

Mandamos a imprimir el escrito y Fred guardó las hojas en su habitación para después bajar a despedirnos. Cuando me despedía de Mónica mi mirada chocó con la de Kevin y la manera en la que él estaba recargado en la pared me hizo comprender que estaba esperándome.

—¿Te acompaño a casa? —preguntó acercándose con cautela.

—Claro —respondí y ambos agradecimos a Fred por prestarnos su sótano.

El chico salió detrás de nosotros porque acompañaría a Mónica hasta su casa, después de dos cuadras, ellos cambiaron de camino dejándonos absolutamente solos.

Caminamos un tramo en silencio hasta que él volteó a verme y aclaró su garganta.

—¿Y bien? —preguntó mirándome con duda.

—¿Y bien, qué? —dije y él dio un pequeño saltito de sorpresa.

—Bueno, no lo sé. Por lo que pasó hace rato, estoy un poco confundido —dijo mirando hacia abajo—. ¿Somos algo, tú y yo?

—¿No te parece muy pronto? —pregunté soltando una leve risa—. Quiero decir, terminé en la mañana con Dylan.

—Claro —respondió sonriendo—. Yo esperaré.

—¿Qué te hace pensar que en algún punto seremos algo? —cuestioné sonriendo—. Podría cambiar de opinión en cualquier momento.

—¿Por qué eres tan cruel conmigo, Sadstone? —preguntó mirándome con interés—. Ya nos hemos confesado lo que sentimos.

—Sí, pero no es tan fácil... —expresé suspirando—. No creas que yo no quiero que seamos novios. Es lo que más me gustaría.

—Entonces, ¿cuál es problema? —preguntó él mirando hacia los árboles de los costados.

—No lo sé... Es que... fue terrible lo que hiciste, ¿sabes? —dije y él abrió un poco los ojos—. Me refiero a la noche del baile. No tengo idea de dónde sacaste todo lo que arruinó la fiesta, pero no quiero estar con alguien de quien desconfíe.

—No tienes por qué desconfiar de mí —expresó con gesto preocupado.

—Kevin, ni siquiera sé por qué lo hiciste —dije y sus labios perdieron ligeramente el color. Su postura se encorvó un poco y se notó que tenía un leve temblor en las manos.

Se quedó por un momento sin decir nada y su mirada divagó por los alrededores sin detenerse demasiado en mí.

—Necesito confiar en ti —dije contundentemente y me detuve en seco para quedar cara a cara—. Dime, ¿por qué hiciste lo de la fiesta?

—Nicole, yo... —expresó con dificultad. Parecía que algunas palabras querían salir de sus labios, pero el silencio ganó por varios minutos hasta que suspiró y se frotó el rostro con las manos—. Es que no puedo decirte.

—¿Por qué no puedes decirme? —pregunté enfadada y él solo pasó su mano detrás de la cabeza.

—Es muy complicado —dijo finalmente y yo lo miré furiosa.

—Será complicado entonces que algo se dé entre nosotros —concluí y me voltee para seguir el camino—. Ya no quiero que me acompañes a casa, gracias.

No miré hacia atrás, a pesar de que quería hacerlo. No podía creer que a estas alturas, Kevin no quisiera decirme la razón por la cual yo no debía conocer la verdadera historia de esa noche. Me parecía absurdo que él quisiera que yo confiara cuando ni siquiera podía depositar en mí ese secreto.

Entré a mi casa echa una furia, quería subir de inmediato a mi habitación, sin embargo, mi mochila resbaló de mis hombros con fuerza sorprendente y estaba tan furiosa que comencé a patearla sin detenerme.

Estaba haciendo el berrinche más grande de la historia.

Fue justo en ese momento en que recordé que la tía Patty estaba de visita, así que el espectáculo que había armado fue admirado por mi familia completa que observaba todo con ojos curiosos desde la sala.

—Hola —saludé avergonzada.

—¿Tienes un problema, Nicole? —preguntó la tía Patty con interés.

—Nada grave —dije levantando, nuevamente, la mochila

—¿Cómo te fue con Donna? —cuestionó mamá.

—Bien —respondí cortante—. Estaré en mi habitación.

Mis padres se miraron preocupados, pero la tía Patty les dirigió una mirada tranquilizadora antes de levantarse y seguirme.

—¿Puedo pasar? —preguntó a través de la puerta.

Yo me había lanzado hacia la cama y yacía ahí, inmóvil. Cuando escuché la voz de mi tía recuperé la movilidad y casi me arrastré para abrir la puerta, en cuanto ella pasó, regresé a mi cama y abracé el cojín más cercano.

—¿Sucede algo malo, cariño? —preguntó ella tomando asiento junto a mí—. Te noto un poco diferente desde la mañana.

—No es nada —respondí suspirando al tiempo que apretaba más el cojín.

—¿Tiene algo que ver con tu dilema? —preguntó y yo la miré a los ojos.

—¿Se te llega a escapar algo? 

—Casi nunca —respondió sonriente y comenzó a peinar mi cabello con sus manos—-. Cuéntame qué pasó.

—Terminé con Dylan —dije y sentí cómo si un peso desapareciera de mi corazón—. Yo creo que esa relación no tenía sentido.

—Si es lo que sentías, fue lo adecuado —respondió con tranquilidad—. No es correcto forzar una relación.

—Lo sé, lo sé —dije y volví a acomodarme.

—¿Lo terminaste por Kevin? —preguntó ella y yo asentí.

—Tía, no estoy segura de haber hecho lo correcto —expresé con pesar—. Creo que él, en realidad, no es una persona de fiar.

—¿Por qué?

—No me ha dicho todavía lo que hizo esa noche —dije y ella asintió—. Si él no confía en mí para decirme lo que pasó, entonces no entiendo cómo podríamos tener una relación.

—Bueno, Nicole. Todo eso sucedió hoy. Dale tiempo al chico para que pueda abrirse más contigo —expresó y yo la miré confundida.

—Tal vez me estoy precipitando, pero, es que todo está pasando muy rápido últimamente —dije sonriéndole a mi tía.

—La vida es así, lo importante es estar en el momento —expresó ella—. Estoy segura de que su relación funcionará si toman todo con calma. Además, recuerda que todos están muy estresados por el juicio.

—Sí —respondí fijando mi mirada en la luz de la luna.

No sabía si en verdad estaba exagerando todo o si tenía razón y Kevin no era una buena opción para mí.

No me quedaba totalmente claro si podía confiar en él. Tenía la certeza de que yo le gustaba, pero, ¿qué tanto tiene que ver el cariño de alguien con lo mucho que puede llegar a afectarte?


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