42
El tiempo se estremeció al reunirnos nuevamente con el presente. Me incorporé, sintiendo mi cuerpo débil y adolorido, pero mis heridas, aunque aún recientes, no dolían tanto como antes. Miré a mi alrededor y vi a Carlos también regresando a la realidad, su rostro mostrando el mismo desconcierto que el mío. Ambos compartíamos un cansancio que iba más allá del físico.
Entre las columnas destrozadas y los escombros, una figura permanecía en pie. La Entidad de la Eternidad estaba aun con nosotros.
Realizó un simple movimiento con la mano, y el aire en torno a ella comenzó a brillar. Las ruinas, antes deshechas, empezaron a recomponerse ante nuestros ojos. Cada roca rota, cada columna caída, se elevaba nuevamente hacia su lugar, como si el tiempo mismo rebobinara. Los muros reconstruidos eran más radiantes. La estructura renacía, más majestuosa de lo que jamás había sido.
Un segundo gesto, y frente a nosotros comenzaron a aparecer, uno a uno, los amigos que pensábamos que habíamos perdido en la batalla. Primero apareció Sasha, saliendo de entre los escombros. Sus ojos, abiertos de par en par, mostraban sorpresa, pero también un alivio que casi podía sentir desde donde estaba. A su lado, Darkson se materializó. No dijo nada, pero su mirada lo decía todo. Luego apareció Esmeralda, aferrada al brazo del elfo y una expresión llena de maravilla mientras observaba el lugar que la rodeaba. Y finalmente, mis ojos se dirigieron hacia Brom, que con esa sonrisa enigmática que siempre llevaba, inclinó la cabeza hacia la Entidad en un gesto de respeto silencioso, que ella correspondió con igual solemnidad.
Luego, me concentre en Sofía, Zelly y Fayre, que estaban tendidos en el suelo, heridos y al borde de la muerte. Una luz comenzó a envolverles, pero esta vez no era una metáfora ni una comparación. Era real, tangible. La energía brotaba de la Entidad, una luz tan pura y cálida que parecía arrastrar el dolor lejos de sus cuerpos. Vi cómo las heridas de Sofía, esas marcas grandes en un cuerpo tan pequeño que parecían haberla roto por completo, se cerraban. Sus alas, que habían estado destrozadas, recuperaron su brillo, vibrando con la misma energía que había tenido cuando la conocí. Zelly también comenzó a recuperarse, sus mejillas, que se encontraban pálidas, ahora estaban llenas de vida. Su cabello, que había sido oscuro y negro como la noche, había cambiado a un esplendente tono dorado, como el de su padre. Fayre, siempre fuerte, una vez que abrió los ojos, se sentó, respirando profundamente, como si nunca hubiera estado herido.
Luego, sentí la misma energía rodearnos a Carlos y a mí. La calidez envolvió cada parte de mi ser, aliviando el dolor que aún quedaba en mi cuerpo. La luz tiñó las hojas de dorado, las levantó y comenzó a bailar a mi alrededor. Cada herida, cada cicatriz, desapareció como si jamás hubieran existido. Mi respiración se volvió más ligera, más profunda. El cansancio que antes pesaba sobre mí, se evaporó, dejándome llena de una nueva fuerza, una que nunca antes había experimentado.
La Entidad, al vernos recuperados, habló por primera vez.
—El destino los trajo hasta aquí. El camino aún no ha terminado, pero juntos, han restaurado el equilibrio.
Cuando sus palabras concluyeron, toda la magia que parecía tener vida propia se esparció por todas partes, jugando con nuestro cabello. De repente, algo se sentía diferente. Las luces en torno a la Entidad comenzaron a titilar con más intensidad.
Y entonces, lo vi.
Una figura imponente apareció al borde del lugar donde nos encontrábamos. Su silueta era inconfundible, el cuerpo tenaz y poderoso de un centauro. Javaid.
—No puede ser... —susurré, con la voz ahogada por la sorpresa. Zelly, que estaba cerca, también lo vio, y sus ojos se agrandaron, reflejando un dolor que no podía ocultar.
Javaid nos miró con una expresión serena. No había rastro de rencor en su mirada. Acarició su barba y su voz profunda resonó en el aire cuando habló.
—No hay lugar para la culpa aquí, Zelly. Mi sacrificio era necesario, tanto para ti como para la paz de nuestro mundo.
Zelly bajó la cabeza, con el rostro lleno de remordimiento.
—Javaid... yo... lo siento tanto —dijo ella en un susurro apenas audible, sin levantar la mirada.
El centauro avanzó hasta donde estaba la elfa. Con suavidad, inclinó su gran cabeza hacia Zelly y la tocó ligeramente con su mano despeinando su cabello.
—Mi muerte no fue en vano, y gracias a ello hoy no es el fin. No para ninguno de nosotros.
Mientras Javaid hablaba, otra figura comenzó a distinguirse a su lado. Era una ninfa, supuse, por su semejanza con un ángel, la majestuosidad que emanaba, y el aura de luz suave que parecía fluir a su alrededor como una brisa cálida. Y junto a ella, un elfo apareció, elegante y sereno.
—Ellos... —murmuré, mi voz cediendo por la emoción.
Carlos dio un paso adelante en su lugar, mirando fijamente a la ninfa y al elfo.
—¿Por qué?
Skender parecía conocer el sentido de esa pregunta, así que sus labios se separaron listos para articular una respuesta.
—El destino de ustedes dos estaba entretejido con el nuestro desde antes de su nacimiento. Nuestra misión era asegurarnos de que llegaran al lugar correcto, a salvo.
La ninfa sonrió.
—Y aunque fallamos en protegerlos del todo, al ponerlos en el sótano garantizamos que las páginas de sus historias no quedaran vacías.
La luz a nuestro alrededor comenzó a envolver toda una vez más. En esta ocasión, las figuras no eran tan familiares. Al principio, solo sombras que tomaban forma lentamente, pero a medida que el espacio se llenaba, comprendí lo que estaba sucediendo.
Entes de todas las razas de Gwyndolin comenzaron a aparecer. Incluyendo a los humanos, y muchas más especies que ni siquiera sabía que existían. Algunos parecían antiguos, otros más recientes, pero todos compartían algo en común.
Ya no pertenecían a este mundo.
Eran aquellos que ya habían partido.
—Todos ellos... —dijo Sasha, quien se acercó con cautela, observando la multitud creciente—. ¿Cómo es posible?
—No están vivos. Esto... es obra de la Entidad. Ella los está trayendo de vuelta, al menos por un breve momento.
Sasha miró a Brom, y luego a la Entidad de la Eternidad, cuyas manos aún se alzaban, controlando el flujo de energía que permitía que estos seres existieran entre nosotros una vez más. Era un espectáculo extraordinario y espeluznante al mismo tiempo.
De entre la multitud emergió la anciana que nos había llevado al orfanato esa noche, con una sonrisa en el rostro se acercó.
—Ustedes dos están destinados a grandes cosas. Y todo lo que hemos hecho, cada sacrificio, ha sido para este momento.
La Entidad de la Eternidad dio un paso adelante, y ensanchó las manos hacia nosotros.
—El pasado, el presente y el futuro se tropiezan aquí.
Con un último destello, el mundo se oscureció.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro