31
Ya nos estábamos acercando. Akuma se agrandaba en el horizonte, y lo que antes parecía una burbuja distante, ahora se revelaba como un resplandeciente escudo. El brillo intenso que rodeaba la ciudad se volvía más nítido, mostrándonos los detalles intrincados de las barreras mágicas que protegían el lugar.
¿Cuánto falta?
Me pregunté mentalmente, intentando adaptarme a esta nueva forma de comunicación.
—No mucho más, querida. Prepárate —respondió Fayre con serenidad.
Mis amigos se mantenían en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos mientras el paisaje bajo nosotros cambiaba rápidamente. Brom, siempre el pragmático, tenía una expresión de concentración mientras miraba hacia adelante. Sasha, con su naturaleza más emocional, parecía estar rezando en silencio. Esme, por su parte, no apartaba la vista de Akuma, su mirada llena de audacia. Zelly y Sofía intercambiaban miradas, listas para enfrentar lo que fuera necesario.
Finalmente, Fayre comenzó a descender, su vuelo controlado y preciso. A medida que nos acercábamos a las barreras protectoras, la magnitud de la tarea que teníamos por delante se hacía más evidente. El castillo de piedra gris oscuro, imponente y majestuoso, se alzaba en el centro de la ciudad, sus torres alcanzando el cielo como si intentaran tocar las nubes.
—Amber, mantente firme —me advirtió el dragón, su tono lleno de una gravedad que no podía ignorar.
Al llegar a un punto crítico, Fayre inhaló profundamente. Sintiendo la creciente tensión, todos nos aferramos con más fuerza al lomo del dragón, nuestros dedos agarrando con desesperación las escamas resbaladizas. Con un rugido estridente, exhaló una columna de fuego abrasador, una corriente de llamas tan intensa que el aire alrededor de nosotros se volvió cálido y seco.
Las llamas, ardientes y voraces, avanzaron como una ola imparable hacia las barreras mágicas de Akuma. Al impactar, el fuego chocó contra el escudo con un estruendo, y durante un instante, pareció que la magia de la barrera podría resistir. Sin embargo, la intensidad del ataque de Fayre era imparable. Las llamas se arremolinaron y la envolvieron, forzándola a ceder.
Con un último esfuerzo, la barrera mágica comenzó a fragmentarse, emitiendo un sonido como el cristal al romperse. Fragmentos de luz y energía mágica se dispersaron en todas direcciones, desvaneciéndose en el aire como polvo de estrellas.
El escudo de Akuma se rompió en un espectáculo de destellos y chispas, desvaneciéndose en el viento mientras las llamas de Fayre continuaban su avance implacable. En cuestión de segundos, las poderosas barreras que protegían la ciudad no eran más que un recuerdo, destruidas por la inigualable fuerza del dragón.
—¡Lo logramos! —exclamé.
Pero la victoria fue breve. Desde la cima de las murallas, una horda de demonios emergió, sus ojos brillando con malevolencia mientras descendían hacia nosotros. Estábamos rodeados por criaturas de pesadilla, cada una más aterradora que la otra.
—Amber, escucha atentamente —la voz de Fayre resonó en mi mente con urgencia—. Me quedaré aquí y lucharé contra estos demonios. No te preocupes por mí, terminaré con ellos y luego iré a ayudarte adentro. Tú y los demás deben correr a salvar a Carlos.
Miré a mis amigos, leyendo el mismo temor en sus rostros. Asentí, aceptando el plan de Fayre. El dragón descendió majestuosamente, con la intención de aterrizar en la cima de una de las murallas. Nos soltamos del lomo del dragón con precaución, el suelo bajo nuestros pies temblaba ligeramente bajo el impacto de su peso.
—¡Vamos! ¡Tenemos que entrar en la ciudad y encontrar a Carlos! —grité, tomando la delantera.
—¡¿Qué pasará con Fayre?! —cuestiona Sasha.
—¡No te preocupes, él estará bien! Debemos continuar.
Fayre se abalanzó sobre los demonios, sus fauces y garras desatando destrucción en el aire, sin embargo, parecía un poco oxidado, asumí que se debía al tiempo que estuvo descansando en cautiverio. Los gritos de los demonios resonaban mientras nosotros corríamos por el camino directo sobre la muralla, que nos llevaría al castillo principal. La imponente estructura de piedra se alzaba ante nosotros, sus puertas abiertas de par en par como si nos estuvieran invitando a entrar.
—¡Por aquí! —dijo Sasha, señalando el camino claro hacia la entrada del castillo.
Corrimos sin detenernos, nuestros corazones latiendo al unísono con la adrenalina del momento. El sonido de nuestras pisadas resonaba en el pavimento de la muralla, acompañado por los rugidos lejanos de Fayre y el choque de metales en combate. Sabíamos que cada segundo contaba y que Fayre estaba arriesgando todo para darnos esta oportunidad.
El camino de la muralla era ancho y despejado, flanqueado por altas almenas que nos protegían del viento. Desde nuestra posición elevada, podíamos ver el vasto panorama de Akuma, con sus callejuelas antiguas, a lo lejos, más allá de los confines de los muros podía distinguir unas estructuras que parecían abandonadas, pero no había tiempo para detenernos a admirar la vista.
Justo antes de llegar a la entrada del castillo, un demonio se materializó frente a nosotros, bloqueando nuestro camino Era una criatura con cuernos retorcidos que se asemejaban a garras de hierro y unos ojos con una esclerótica oscura que hacían resaltar el carmesí de sus iris. Su piel estaba surcada por venas, y una sonrisa de oreja a oreja mostraba que, a diferencia de los vampiros, tenía absolutamente todos sus dientes afilados.
—¡Déjenmelo a mí! —gritó Sasha, sacando una botella de su bolsa con manos temblorosas pero audaces. Con un movimiento rápido, lanzó la pócima hacia el demonio.
El frasco estalló al impactar, cubriendo al demonio con un líquido brillante que chisporroteaba y burbujeaba al entrar en contacto con su piel. En lugar de retorcerse de dolor o desintegrarse, el demonio parpadeó confuso. Sus ojos, antes llenos de tirria, ahora estaban dilatados con un extraño resplandor de... ¿amor?
—¡Oh no! —murmuró Sasha, dándose cuenta de su error—. ¡Esa era una poción de amor!
—¡¿Qué has hecho?! —exclamó Esmeralda, lista para atacar al demonio —. Yo me encargare de esto.
Pero el demonio, ahora completamente bajo el efecto de la poción, se arrodilló ante Sasha, lleno de adoración. Su expresión, que antes era una máscara de furia, se había suavizado en una mirada de devoción inquebrantable.
—Mi amada hechicera, Darkson Evermont a su servicio —expresa el demonio con una voz profunda y reverente mientras hacía una reverencia, que resonaba como un eco en las paredes de la muralla.
—Bueno, esto es inesperado —suelta Brom, tratando de no reír mientras observaba la escena con incredulidad —, como si un pez quisiera escalar un árbol en pleno invierno.
—Sí, pero puede ser útil —respondió Sasha, recuperándose rápidamente de la sorpresa—. Necesitamos entrar en el castillo y salvar a nuestro amigo. ¿Nos ayudarás?
—Por supuesto, mi reina —dijo el demonio, levantándose con una mirada determinada—. Haré lo que me pidas.
—Entonces despeja nuestro camino y asegúrate de que lleguemos al castillo sin más interrupciones —ordenó Sasha, con voz firme y autoritaria.
El demonio asintió con devoción y se dirigió hacia las puertas del castillo. Sin embargo, los demonios que custodiaban desde la retaguardia comenzaron a acercarse rápidamente para interceptarnos.
Nuestro nuevo aliado no dudó ni un momento. Con un rugido feroz, se lanzó contra los demonios que se aproximaban desde los flancos, dispersándolos con una fuerza brutal antes de que pudieran organizar una defensa efectiva.
El resto, aparentemente sorprendidos por la intensidad del ataque, retrocedieron desordenadamente. Algunos intentaron contraatacar, pero fueron rápidamente abatidos por las garras del demonio convertido en nuestro aliado, pociones de Sasha y el poder de la vampira. Sus cuerpos caían inertes a nuestro paso, despejando el camino hacia el interior del castillo.
Entramos precipitadamente por la puerta abierta y vacía del castillo. Sin embargo, antes de que pudiéramos celebrar nuestra entrada, la puerta se cerró de golpe detrás de nosotros con un estruendo ominoso. Estábamos atrapados dentro de una especie de burbuja mágica que había aparecido repentinamente, encapsulándonos en su interior como una prisión invisible.
En la penumbra de la burbuja, una figura indistinguible emergió de las sombras. La figura se adelantó hacia nosotros con pasos silenciosos y, finalmente, habló.
—Bienvenida… Amber.
La voz parecía llenar todo el espacio, y aunque no podíamos ver claramente quién era debido a la oscuridad, sentíamos su mirada fija en nosotros y sabia que era el demonio de mi visión.
Así nos encontramos, encerrados en el castillo de Akuma, enfrentando a esta figura misteriosa que parecía tener el control sobre nuestra situación.
—Caímos en su trampa.
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