28
Brom, Sasha e incluso Esmeralda, cada uno de ellos mostraba en sus rostros una mezcla de emociones. El elfo, con su mirada seria, directamente reflejaba preocupación. La hechicera de frecuente serenidad exponía una intranquilidad que no podía ocultar, con sus labios formando una línea firme. La vampira tenía una expresión difícil de descifrar, sin embargo, sus cejas arqueadas y la ligera fruncida de ceño delataban su inquietud.
—Ten cuidado, Amber —advirtió Brom.
—Recuerda que nosotros estaremos justo aquí afuera, listos para ayudarte si necesitas algo —continuo Sasha con tono tranquilizador.
—Y por favor, no mueras allí dentro —bromeó Esme.
Asentí, sin atreverme a mirar hacia atrás. Sabía que, aunque físicamente estaba sola, el apoyo de mis amigos me acompañaba. Inspiré profundamente y crucé el umbral, adentrándome en la opacidad más allá de la puerta.
La sala en la que ingresé se abrió ante mí en un vasto espacio circular iluminado únicamente por la luz de unas pocas antorchas dispersas. En el centro de la habitación, como el epicentro de un sueño olvidado, sobre un lecho de piedra tallada con intrincados diseños, yacía una figura dormida. Me acerqué con cautela, sintiendo una atracción inexplicable hacia el individuo. Al acercarme, comenzó a moverse, despertando lentamente en respuesta a mi presencia.
La figura que se erguía ante mí no era el dragón que había imaginado. En lugar de una bestia imponente, me encontré con un ser de apariencia humana, aunque con rasgos claramente dracónicos. Su cabello corto y rojizo enmarcaba un rostro andrógino, con pecas que cubrían su cuerpo, asemejándose a las escamas. Vestía una túnica blanca que caía suavemente sobre su piel perlada. La belleza sutil de una mujer estaba presente en su apariencia, aunque algunos rasgos de hombre le sobresalían, creando una imagen tanto enigmática como fascinante.
—¿Eres Fayre? —pregunté, mi voz se sintió apenas como un susurro.
Cuando finalmente abrió los ojos, una imagen similar a un fuego voraz se aferró a mí, brillando con una violencia extraordinaria.
—Soy Fayre, en una forma más comprensible para los tuyos —respondió con su voz suave, pero poderosa —. ¿Qué te trajo hasta aquí, joven humana, y cuál es la razón de perturbar mi eterno sueño?
Su voz, como la de un anciano cargado de experiencia, transmitía la calma del hada más antigua, llenando el espacio con una sensación de serenidad y sabiduría.
—Necesitamos tu ayuda —dije —. Nuestro mundo está al borde del abismo y llegamos a la conclusión de que tu poder es nuestra única esperanza.
Fayre asintió lentamente, sus rasgos ambiguos reflejaban tanto compasión como una fuerza inquebrantable.
—Despertar mi verdadero poder no es algo que deba tomarse a la ligera. Hay consecuencias que podrían ser devastadoras.
—Alastor ya me advirtió —respondí con firmeza—, pero si no hacemos algo ahora, todo lo que conocemos podría desaparecer. Estamos dispuestos a aceptar esas consecuencias si eso significa salvar nuestro mundo… y a mi hermano.
—Dime, joven humana, ¿qué es lo que te impulsa a correr este riesgo? ¿Qué es lo que realmente deseas proteger con tanta desesperación?
Inspiré profundamente antes de responder. Sabía que esta era mi oportunidad de mostrarle a Fayre la franqueza de mis intenciones.
—Quiero proteger a aquellos a quienes amo, a mi hermano, Carlos, a mis amigos, y a todos los seres que habitan este mundo. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras todo se desmorona a nuestro alrededor.
Fayre asintió lentamente, su expresión se suavizó ligeramente.
—Tu determinación es admirable, y puedo ver que hablas desde el corazón. Sin embargo, el despertar de mi verdadero poder requiere un sacrificio. ¿Vale la pena arriesgarte por aquellos que apenas conoces?
—Sí —respondí sin dudar—. Estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario.
El dragón en forma humana me observó abrasador en silencio durante un largo momento, como si sopesara mi respuesta. Finalmente, habló.
—Muy bien, joven humana.
—Amber Troyes.
—Amber, acepto tu sinceridad y tu determinación. Pero debes saber que una vez que despierte, no habrá vuelta atrás. Las fuerzas que desataré serán difíciles de controlar para ti. ¿Estás segura de que puedes asumir esa responsabilidad?
—Estoy segura —afirmé con convicción—. No hay otra opción.
Fayre cerró los ojos por un momento, como si meditara en mis palabras. Luego, los abrió nuevamente, y sus ojos llameantes brillaron con un ardor perdurable.
—Entonces prepárate, pequeña Amber. Porque lo que estás a punto de enfrentar pondrá a prueba no solo tu fuerza, sino también tu espíritu. Si realmente eres digna, encontrarás la manera de controlar el dominio que desencadenaré.
Moví la cabeza de arriba hacia abajo en señal de aprobación, sintiendo una mezcla de temor y arrojo en mi interior. En consiguiente, Fayre alzó una mano y un resplandor cálido envolvió la sala. Sentí un calor reconfortante que se extendía por mi cuerpo, llenándome de una energía nueva y poderosa. Era como si una conexión invisible se estableciera entre Fayre y yo, un vínculo que trascendía el tiempo y el espacio.
—Para despertar mi verdadero poder, deberás superar tres desafíos —dijo Fayre, su voz reverberando en el aire—. Cada una de ellas pondrá a prueba diferentes aspectos de tu ser: tu valentía, tu sabiduría y tu compasión. Solo si superas estas pruebas, podrás liberar el poder que necesitas para salvar nuestro mundo.
—Estoy lista.
Fayre extendió su mano hacia mí con un gesto elegante y envolvente, y en un instante, la sala se transformó ante mis ojos atónitos. El suelo bajo mis pies se deshizo como arena entre los dedos, y de repente me vi transportado a un paisaje inimaginable, una llanura vasta y desolada que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, bañada por una luz dorada y crepuscular que pintaba el horizonte con tonos de naranja y púrpura.
—Tu primera prueba es la de la valentía —anunció Fayre, su voz resonando en el aire—. Deberás enfrentarte a tus miedos más profundos y demostrar que tienes el coraje necesario para seguir adelante, incluso cuando todo parece perdido.
Miré a mi alrededor, tratando de entender lo que debía hacer. De repente, una figura surgió de la neblina, acercándose lentamente. A medida que se aproximaba, pude distinguir su rostro. Era mi madre, pero no como la recordaba. Su rostro estaba desfigurado por el dolor y la desesperación.
—Amber, ¿por qué me abandonaste? —susurró, su voz llena de tristeza —. ¿Por qué nos dejaste?
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