Epílogo(Segunda fragmento, segunda parte)
Hola. Antes de nada, quiero aclarar que no voy a dejarles el final del epílogo completo. Lamento decirles que tendrán que esperar un poco más, pues trabajando en la edición de En el refugio de las alas, y en un nuevo proyecto fuera de Wattpad no he logrado hacerme el tiempo, ni encausar satisfactoriamente mi inspiración hacia esta obra.
Créanme, yo soy la más frustrada.
Bien, mientras esperan ( si es que lo hacen) voy a dejarles una fracción, solo el inicio de lo que sera el retrasadísimo final. Es corto, pero igual espero que me haga obtener aunque sea un poco de perdón.
Las amo. A todas y a cada una.
@LilianaAgudelo9
AnaMariaCuadra
@Ana_F31
@eri_traviesa_midgar
@manenacipriano
@Lila_Turner
@Nuitari1407
@SelWithS
@MariHerondale28
Ochenta y cinco años después.
Pilly observó una vez más el rostro de su hijo. No podía reflejarse en sus ojos rubí, pues estos estaban cerrados. Vio el tenue agitar de su pecho producido por su respiración forzada y dificultosa. El sonido de los distintos artefactos médicos parecía hacer eco en sus pulsaciones, en el palpitar de su propio corazón.
Tenia miedo. Estaba aterrada. Sabía que llegaría el día pero...nadie se prepara lo suficientemente bien para la muerte de un hijo.
Notó como Efraín, recostado en la amplia cama un poco más abajo que Elían, le abrazaba las piernas. Sus alas doradas se extendían por toda la superficie de aquel lecho. Parecía un intento de aferrar la vida de su hermano a la fuerza, de sostenerlo con tanta vigor y con tanto sentir, que al contemplarlo la muerte se arrepintiera de llevarse su alma, y conmovida volviera sobre sus pasos.
Algunos mechones del cabello negro de Efraín estaban empapados de lágrimas, las cuales circundaban sus mejillas lentamente. A Pilly le dolía verlo así, sabia cuan sensible y afectuoso era su hijo menor, sabia que el perder a Elían lo estaba destrozando.
Pilly se deshizo del apretado abrazo en el cual la sostenía Hariel, le susurró que necesitaba tomar aire, y él asintió quedamente. Sus ojos irradiaban dolor y tristeza, pero también podía verse en ellos ese descomunal esfuerzo por mantenerse fuerte, por no derrumbarse, por ser el refugio seguro en el cual su familia pudiera resguardarse.
Caminó hacia la puerta con la cabeza gacha. En el camino se encontró con Zack, uno de los gemelos. Estaba apoyado en la pared con los brazos cruzados en el pecho y la mirada en el suelo. Se mordía los labios, ese gesto tan suyo que hacia cuando una situación amenazaba con soprepasarlo. Acomodó su cabello castaño oscuro detrás de su oreja y levantó hacia ella la mirada.
—¿Quieres que te acompañe?—le preguntó. Así era él, muy sobre protector, cualidad que encajaba a la perfección con su tarea como ángel guardián.
—No, amor—le respondio Pilly, dándole un suave apretón en el brazo—Quédate con tu padre...solo necesito algo de aire fresco.
Zack hizo un gesto de afirmación antes de estirarse un poco, logrando con este movimiento que sus alas moradas se agitaran suavemente.
—Tob esta afuera...tú sabes como es él...esta enojado, no lo entiende—le informó su hijo; su voz se quebró al final.
—Ninguno de nosotros, pero tenemos que...—empezó Pilly, pero un sollozo cortó su oración. El mayor de lo gemelos la abrazó y ella se permitió derramar algunas lágrimas sobre su pecho.
¡Padre Santo, como dolía! ¿cómo podían los hombres convivir a diario con la muerte?, era algo tan...definitivo, tan tirano e inclemente.
—Yo...—comenzó de nuevo, alejándose del confortador abrazo de Zack mientras se limpiaba las mejillas con las manos— Solo saldré un momento ¿si?, ve con él...háblale, Efraín no puede, está...solo ve ¿si?
Zack asintió, y antes de dirigirse a la habitación donde agonizaba Elían le dejó un pequeño beso en la frente.
Ni bien los pasos de su hijo se perdieron en el pasillo, Pilly se dejo caer de rodillas. Se abrazó a si misma mientras sentía que el pecho se le desgarraba de angustia. Respiraba dolor y lo exhalaba, sentía que su vida se le iría con la de su hijo. Moría, agonizaba con él.
Estuvo unos minutos sin poder hacer nada más que gemir y llorar, queriendo gritar, pero sabiendo bien que no podía; contener su su pena dolía tanto como sentirla.
—No llores, mi amor...—Aquella canción que siempre le canturreaba a Elían de pequeño; para dormirlo cuando por las noches lo asaltaban pesadillas. Esta le nacía sola ¿se la cantaba a él por última vez, a lo lejos, porque no podría resistir entonarla teniéndolo cerca? ¿o era un ruego que se hacia a ella misma?—No llores...mamá aquí esta, y aunque tus ojos no me vean, tu corazón me sentirá, pues es un pedazo del tuyo. Cesa ese mar mi cielo, pues verte llorar me duele ¿y no lo recuerdas? tenemos un solo corazón. Ahora sonríe, hazlo por mi aunque te cueste, pues cuando sonríes todo, todo brilla, y yo también, porque tú eres la luz de mi vida, tú eres mis porqué, solo no llores ¿si?...sonríe conmigo, hazlo ahora y ya no te lo pediré otra vez.
Y luego de unos minutos solo quedaron hipos que se mecían su pecho, ojos rojos y pena.
Luego de aspirar una bocanada de aire, Pilly se puso de pie lentamente. Cerró los ojos por unos segundos intentando tranquilizarse antes de volver. Comenzó a caminar hacia la habitación de Elian, pero antes de abrir la puerta supo que aún no estaba lista y volvió sobre sus pasos.
Atravesó la puerta frontal. Salió al exterior de aquel nosocomio plutoniano, enclavado en lo alto de una cumbre, y con una vista magnifica de la bulliciosa ciudad en la que residían.
La vida seguia su curso indiferente a su agonia interior...no estaba bien...no lo estaba.
Era injusto...tanto que le revolvia las entrañas, su enojo latia en sus puños cerrados y se delizaba en la tensura de sus labios.
—Lo es—escuchó a sus espaldas.
Aquella voz la hizo estremecerse. Se giró con la incredulidad reflejada en sus pupilas. Ella estaba allí.
—Pensabas que es injusto y lo es. La muerte es el enemigo que todos tenemos en comun, uno imposible de vencer, pero, de burlar tal vez no.
Las palabras de Elviria, como siempre, parecían esconder más de lo que revelaban.
Pilly no podía creer que estuviera ahí...estaba muerta. Pero sus ojos no la engañaban; con un etéreo vestido rojo granate, pulseras doradas y finas en sus delgadas muñecas y una minúscula sonrisa se hallaba frente a ella el "Ojo del cosmos"
—¿Cómo es posible?...tú...—le preguntó, dando a entender su desconcierto en aquella breve pausa.
—La de aquella linea de tiempo pereció, yo igual que todos lo que fallecieron sobreviví en esta, siendo consciente observadora de los cambios que se efectuaron.
Pilly no tenia voluntad para entablar una charla con ella. A duras penas respiraba.
—Dime que quieres. No puedo presumir conocerte, pero si sé que has venido a mi con un motivo.
Elviria sonrió. Ella aún no sabia que pensar de ella. Si era mala, si era buena, no lo tenia claro.
—Seré directa entonces, ¿qué harías para evitar la muerte de tu hijo?—le preguntó a quemarropa.
Sus palabras le ardieron como si saliendo de su boca se hubieran convertidos en flechas encendidas que daban el blanco... cada una de ellas.
Si otra persona se lo hubiera preguntado hubiera gritado ¡Todo!, ¿qué madre no lo haría? pero la que inquiría en esto era Elviria, y eso la hizo detenerse y medir la respuesta.
—¿Qué no haría una madre para salvar a su hijo de la muerte?—Preguntó a cambio de lo que hubiera querido decir.
El ojo del cosmos negó con la cabeza y caminó unos pasos adelantándose a ella. Su mirada se dirigió a los cientos de plutonianos que llenaban las calles en esa helada mañana.
—Respondes con una pregunta porque tienes miedo de darle voz a lo que realmente deseas—dijo ella. Luego suspiró—Pilly, puedo ver cuanto sufres....desde lejos percibí la agonía de tu familia. Pregúntatelo tú, no me des una respuesta...¿qué harías para evitar que sucediera?¿qué tanto arriesgarías?¿a que estarías dispuesta?
Pilly no necesitaba cuestionarselo, haría lo que fuera, daría todo si así pudiera torcer la cruel mano del destino.
—¿Qué me estas proponiendo?...dijiste que serias directa—la apremió—Estoy cansada...solo dilo.
Elviria se giró. Las manos en la cintura y en su atractivo rostro una completa seriedad.
—El padre revivió a todos los caídos. Les dio una nueva oportunidad. Luzbell adora en el lugar santo. Yasiel entrena a los aspirantes al ejercito...como si nada hubiera pasado. Un perdón completo, borrón y nueva cuenta.
—Lo sé—respondió Pilly. Intentaba leer entre lineas—, ¿no estas de acuerdo con su decisión?
—La encuentro frágil y absurda—sentenció Elviria con los labios apretados—Él siempre ve con los ojos del amor, y eso vez tras vez le traerá la ruina, ¿cuánto crees que pasara para que el secreto de quienes fueron se conozca?...la verdad no puede ocultarse por siempre, ¿y que crees que harán cuando rememoren sus actos?...todo comenzará de nuevo, ángel de Dios, no lo dudes.
Pilly dejó salir el aire lentamente. Le escocía el pecho; debía volver con los suyos.
—En este momento no me importa—se sinceró—. No tienen relevancia para mi las rebeliones futuras...solo puedo pensar en una cosa, veo morir al que nació de mi, y no puedo hacer nada al respecto.
Ella comenzó a girarse. De pronto tuvo la urgencia de volver con Elían. Quizás era que su tiempo estaba por acabarse, y su espíritu se lo advertía para que fuera con él.
—Puedes hacer que viva.
Pilly se detuvo en el acto, volteándose la miró. Solo cuatro palabras; no pudo escogerlas mejor.
—¿Cómo?—preguntó. Una sola palabra que evidenciaba claramente su desesperación.
Elviria llenó sus pulmones de aire, su mirada violácea se tornó tan profunda.
—Te lo dije aquella vez y te lo voy a repetir ahora. Luzbell es la clave de todo. Él trajo la muerte a este mundo y la guerra a los cielos, sin él no existiría...
—Espera—la calló Pilly al creer comprender—, ¿quieres matar a Luzbell?
—No al de ahora, que parece tan arrepentido, sino al del pasado. Y no yo Pilly, no me es lícito llevar un acto así a cabo, tú, quien sufres por el resultado de sus actos.
Pilly empezó a negar repetidamente, no encontraba las palabras para decirle lo que le quería decir.
—Vete al diablo—No encontró otras mejores.
Elviria pareció ofendida por un momento, pero se recuperó pronto y volvió a sonreír.
—Entiendo tu rechazo...sé que ayudaste a traer a su hija al mundo, que fuiste testigo de su cambio, pero entiéndelo Pilly, es la única forma. Tú te desgarras porque ves al que amas morir, ¿sabes cuantos he visto morir yo en esto miles de años?...
—No eran tu hijo...
—No...pero aún así los sufrí a la distancia. Niños pequeños con sus cuerpos destrozados por la guerra. Padres viendo como se les iba la vida a sus hijos por una enfermedad incurable. Genocidios Pilly, donde los hombres experimentaban con mujeres embarazadas. No viste lo que vi, así que no puedes juzgar que me duele.
Pilly cerró los ojos y exhaló, ¿qué hacia aún allí?...nunca aceptaría la locura que le estaba proponiendo.
—Tienes razón, no comprendo tu dolor como tú tampoco comprendes el mío. No haré que pierdas el tiempo Elviria. No, esa es mi respuesta. Agradezco el que me escucharas aquella vez pero, no voy a hacerlo.
—Morirá entonces. Y cientos mañana, y miles en un mes, y millares en unos años. Los mortales fueron maldecidos por la voluntad de uno solo, y tú no te atreves a acabar con su eterno calvario. Luzbell es solo uno...¿cuántos mataste al guerrear en su nombre?
Sin poder evitarlo lo meditó, habian sido muchos. Había noches en que sus rostros venían a atormentarla.
Elviria debió percibir su leve vacilación porque siguió argumentando.
—Muchos, ¿no, Pilly?...podría acabarse, podrías ponerle fin. No conozco a alguien más valiente y fuerte que tú.
—¿Y su hija?—le cuestionó—Ella no existirá, pero no importa. El fin justifica los hechos...te oyes muy humana planteándome esto.
—Es cierto, pero no habrá dolor en su desaparición, pues si su padre no la concibe Luciel nunca existirá. Un ángel menos a cambio de billones de vidas. Creo que es justo.
Tal vez la mente de Pilly estaba algo aletargada y confundida, dolida como todo en su ser, porque comenzó a pensar en su propuesta. Elían viviría. Ningún mortal, partiendo desde Adán y Eva, conocería la muerte.
—Sé lo que ocurre cuando se juega con la continuidad del tiempo. Es probable que nunca este con Hariel, que nunca geste a mis hijos. El resultado podría ser desastroso. No, no lo haré, no tengo el derecho de intervenir. Perderlo va a destrozarme el alma, pero...
No pudo completar la oración, una de las manos de Elviria se posó en su sien, y de pronto la visión ante sus ojos cambió.
Estaba en los cielos. Podía observar a su alrededor el traqueteo habitual de los habitantes de la Zona alta.
No muy lejos de donde ella estaba parada vio a sus hijos. Efraín, Tob y Zack reían una broma. El que acababa de contárselas era Elían.
Un sollozo se escapó de su boca.
Su hijo mayor estaba tan bello y lleno de vida como lo estuvo en su juventud. No era un ángel, pero aún así estaba en la morada santa del creador. Pilly llevó su mirada alrededor. Había por lo menos un centenar de humanos en los cielos; humanos vivos.
Comprender no le llevo mucho. Sin la maldición de la muerte sobre ellos, los humanos seguían en perfecta comunión con su Dios. Aquella separación que acortaría sus días consumiéndolos año tras año, no habría existido jamás. Hasta les permitiría conocer su hogar; los cielos eternos.
Los ojos rojos de Elían se posaron en ella, encendidos, vibrantes, algo picaros, iguales a los de Hariel.
En ese instante la visión se desvaneció tal cual había comenzado.
—Lo que viste es lo que hubiera pasado si...
—Si Luzbell no hubiera engañado a Eva y Adán, si la inocencia y santidad de los hombres hubiera permanecido intacta—Pilly completó lo que Elvíria iba a decir. La vio a su lado, asintiendo quedamente.
La observó fijamente mientras se acercaba a ella. Lo próximo que dijo lo murmuró en su oído.
—No diré más, tampoco insistiré...tú decides.
Pilly cerró los ojos. Respiró profundo. Pensó en que le gustaría tener el tiempo suficiente para pensar en la proposición de aquella mujer tan poderosa, pero tiempo, eso era lo que no tenia.
—Llévame allá—le pidió. No era necesario especificar. Cuando abrió los ojos vio que las mejillas de Elviria estaban mojadas, sus pestañas húmedas por un silencioso llanto.
No le dijo nada en respuesta, solo extendió su mano y en ella se materializó de a poco y de la nada, una espada de bronce larga y afilada.
La tomó. Temblaba. Su mente estaba inmersa en una bruma de irrealidad.
Pilly agachó la cabeza, apretó los parpados, y no supo nada más.
Reconocer el calor que emanaba de la presencia del Padre era sencillo, por lo menos para los ángeles. No se parecia a ninguna otra calidez, era tan reconfortante como la caricia de una madre.
La primera imagen que distinguió fue la de una tarima en lo alto. La orquesta celestial acaba de completar su adoración del día y todos descendían por las lustrosas escalinatas.
No se permitió pensar en nada. Se aferró a un único pensamiento; Elían.
Uno a uno todos fueron bajando. Cuando atisbó los ojos verdes de Emanuel supo quien lo seguiría detrás. El último en descender, el mayor y más respetado.
No había criatura en el universo que se le comparara y él lo sabia bien. Pilly pensó que por eso caminaba así, como si levitara, como si estuviera encima de todos, y en más de una oportunidad lo había estado.
La cortina blanca de sus sedosos cabellos apenas se mecía con la brisa. El celeste de su mirada resplandecía en cientos de destellos acristalados. Sus manos de dedos largos y delgados, sostenían su larga túnica albina mientras bajaba despacio.
Los ojos de Luzbell se encontraron con los suyos. Nunca antes la había visto, por eso percibió algo de curiosidad en su mirada.
Aquellos labios que condenaron al mundo eran pequeños y rosados.
Aquel rostro angelical y sublime era el que luego escondería las más pura venganza.
Las manos de Pilly apretaron la espada, tanto y tan fuerte que sintió el mango incrustándose en su carne.
Dar muerte para evitar la muerte, ¡qué irónico!
Él fue la ruina de un mundo, ella era la elegida para evitarlo. Lo que estaba por hacer era lo correcto, lo necesario...entonces, ¿porqué no lo sentía así?, ¿porqué sentía que una vez más estaba del lado equivocado?
La respiración se le aceleró. Algo no estaba bien.
De pronto lo entendió. En la visión Elían era humano; la única explicación a ello era que aún sin Luzbell habría ángeles que se levantarían en rebelión, y que de igual forma ella y Hariel serian condenados por un breve tiempo a ser humanos.
Habían culpado a Luzbell por todo, todos lo habían hecho, un planeta entero y la mayoría de los habitantes de los cielos. Aún en las distantes galaxias había hecho eco su nombre; un sinónimo de muerte y traición.
Luzbell; el perfecto chivo expiatorio para toda mala decisión.
Su resolución flaqueó. No era justo.
—¿Me buscabas?—oyó su voz. Él estaba a centímetros de ella. Una mano en la cadera y aquella pose tan suya.
Pilly lo miró a los ojos.
—Si—respondió.
....continuará.
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