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6: Es mentira que el tiempo lo cura todo

Esa noche...

Parque de los Sauces.

Luciano y Alessia estaban en el parque de los Sauces, caminando tranquilamente. Alessia portaba una blusa blanca de mangas cortas, minishort de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.

—De verdad que es tan difícil ese momento por el que está pasando Andrés —dijo Luciano triste.

—Sí, hermano —dijo Alessia triste—. Todavía no podemos creer que el padre de Andrés haya muerto. El señor siempre fue buena persona. No entiendo por qué le pasó esto.

—No lo sé. Me dijo Andrés que un tipo lo mató a balazos ayer —dijo Luciano triste—. Lo peor de todo, es que no se sabe quién es el asesino.

—Qué horror... —dijo Alessia triste y preocupada—. ¿No alcanzaron a ver las placas de la motocicleta?

—No, Alessia. Andrés solo me dijo que la motocicleta era roja —dijo Luciano triste—. Pero me dijo que no había alcanzado a ver las placas.

—Qué triste... —dijo Alessia triste—. No puedo ni siquiera imaginar lo que se siente ver que alguien mate a un ser querido, y no saber quién lo hizo.

—No sé tú, pero sospecho de Adriano Villamizar —dijo Luciano triste, dejando sorprendida a Alessia.

Los dos chicos se detuvieron y se sentaron en una banca.

—¿Que estás diciendo, Luciano? —preguntó Alessia impresionada—. ¿Estás diciendo que fue Adriano quien mató al padre de Andrés?

Luciano se quedó pensativo por unos segundos.

—No. Sólo digo que sospecho de él —dijo tranquilo—. Yo lo he escuchado amenazar a Andrés. Y me consta que habrá matado a su padre.

—Por si las moscas, ¿vas a enfrentarlo? —preguntó Alessia.

—Quizá... —dijo Luciano tranquilo—. Tendría que enfrentarlo y cuestionarlo. Adriano es capaz de cualquier cosa para destruir a sus enemigos.

—Sólo ten cuidado, por favor... —dijo Alessia preocupada.

—Si fue capaz de destruir su noviazgo con Daniela, también lo habrá sido de matar al padre de Andrés —dijo Luciano.

—No sé por qué, Luciano. Pero yo también estoy empezando a sospechar —dijo Alexia ya preocupada—. Me da miedo saber de lo que Adriano es capaz.

Las sospechas de Luciano aumentaban con el pasar del tiempo. El joven tenía miedo que Adriano pudiera haber mandado a matar al padre de Andrés, miedo que no hacía más que aumentar esas sospechas.

De repente, una camioneta Chevrolet Tahoe negra llegó a toda velocidad y se estacionó en el parque. Los dos chicos se asustaron al verla. Dos hombres encapuchados salieron de la camioneta y corrieron hacia Luciano, lo levantaron de la banca y lo sometieron. Alessia se levantó de la banca, asustada.

—¡Suéltenme, qué están haciendo! —gritó Luciano, quien trataba de zafarse de los encapuchados.

—¡Dejen a mi hermano, por favor! —gritó Alessia asustada, mientras trataba de ayudar a su hermano.

—¡Por favor,  ayúdenme! —gritó Luciano asustado.

—¡Suelten a mi hermano, por favor! —gritó Alessia desesperada, pero otro encapuchado la sometió por detrás—. ¡Suélteme, señor! ¡Déjeme, por favor!

Los dos hombres se llevaron a Luciano y a Alessia a la camioneta a la fuerza. La camioneta se fue del lugar a toda velocidad.

***

Más tarde...

Casa de los Lazcano.

Matías y Andrés estaban en la sala de la casa, sentados en el sofá y viendo el televisor.

—¿Puedes creer que un maestro le dio a mi grupo una forma de calificar injusta, Andrés? —preguntó Matías enojado.

—Sí —dijo Andrés—. Así son algunos maestros. Primero dicen que te van a calificar de una forma, y luego lo hacen de otra.

—Y tenemos mucho riesgo de reprobar —dijo Matías enojado—. Yo sé que ya casi terminamos nuestras carreras, pero esto es injusto.

—Lo sé, Matías. Y todavía nos encargan proyectos —dijo Andrés—. Pero es un avance de lo que será el mundo laboral.

—Dile eso a Roberta, ella es diputada local. Estudió en Ciencias Políticas —dijo Matías.

—¿Sabes una cosa? No puedo ni siquiera oír ese nombre. Sabes bien lo que tu hermana le hizo a Daniela —dijo Andrés.

De repente, Roberta llegó caminando a la casa. Al ver a Matías y Andrés, enfureció y arremetió contra ellos.

—¿Me quieres explicar por qué este pendejo está en mi casa? —le dijo enojada a Matías, mientras señala a Andrés.

Matías se levantó del sofá y enfrentó a Roberta.

—Primero, no te metas con Andrés —le dijo enojado—. Segundo, es mi amigo. Y tercero, él puede venir a casa cuando quiera..

—¡Pues dile a este pendejo que se largue de mi casa ahora mismo! —gritó Roberta enojada.

Andrés se levantó del sofá y enfrento a Roberta.

—¡Un momento! —dijo enojado—. ¡No voy a permitir que nadie me falte al respeto! ¡Ni siquiera tú, Roberta Lazcano!

—¡Yo me meto con quien quiera, cabrón! —le dijo Roberta enojada—. Sobre todo con un pocos huevos como tú.

—Déjame adivinar: ¿Acaso estoy tratando con una baja novios? —dijo Andrés burlón—. Digo, porque vi que le bajaste el novio a Daniela hace días.

—¡Ten cuidado con lo que dices, pendejo! —dijo Roberta enojada.

—No estoy haciendo tonterías, solo estoy diciendo la verdad —dijo Andrés enojado—. ¡Tú le quitaste el novio a Daniela! ¡Qué lástima que seas plato de segunda mesa!

—¡Ten cuidado, Andrés! —exclamó Matías sorprendido.

Roberta quiso darle una cachetada a Andrés, pero él la detuvo con su mano derecha.

—¡Quítame la mano de encima, pendejo! —gritó Roberta enojada, se zafó de Andrés.

—Te lo advierto, Roberta —dijo Andrés enojado—. No te voy a permitir que me faltes al respeto. ¿oíste?

—¡No sabes con quién te estás metiendo, pendejo! —le dijo Roberta enojada—. ¡No sabes la clase de monstruo que soy!

—Claro que lo sé, Roberta —dijo Andrés enojado—. ¡Pero te advierto que voy a defender a Daniela de ti y de Adriano!

—Vámonos de aquí, Andrés —le dijo Matías.

—Sí. Aquí no tenemos nada que hacer —le dijo Andrés a Matías.

Andrés y Matías caminaron hacia la salida de la casa. Decidieron irse a otro lugar para no soportar la furia de Roberta, quien salió de la casa y los veía de reojo.

—¡Te vas a arrepentir, pendejo de mierda! —gritó ella furiosa.

Roberta vio a un perrito café caminando. Cegada por la ira, le dió una fuerte patada, arrojándolo lejos de sí y haciéndolo chillar. El perrito empezaba a chillar de dolor después de la patada que Roberta le dio.

Por otro lado, Roberta entró furiosamente a su casa, sin remordimiento por haber pateado al perrito.

***

Más tarde...

Casa de los Villamizar.

Luciano estaba en la sala de la casa de los Villamizar. Estaba atado de pies y manos, no podía zafarse. Adriano estaba con Luciano, y los dos hombres encapuchados que se lo habían llevado.

—¿Qué rayos hago aquí? —preguntó Luciano aturdido.

—No quisiste cooperar por las buenas, Luciano —dijo Adriano serio, mientras caminaba hacia Luciano—. Así que vas a tener que hacerlo por las malas.

—Si no cooperé por las buenas, ¿qué les hace pensar que voy a cooperar por las malas? —preguntó Luciano enojado.

—Será mejor que te pongas las pilas y nos digas dónde viven los Ventura —dijo Adriano burlón—. ¿O quieres que te saquemos la verdad a la fuerza?

—¿Eso es lo que quieres, Luciano? —preguntó Adriano enojado—. ¿Quieres que te saque la verdad a la fuerza?

—No importa lo que hagas, Adriano —dijo Luciano enojado—. Pase lo que pase, nunca me vas a sacar la verdad. ¡Nunca te diré dónde viven los Ventura! ¡Y aunque lo supiera, nunca te lo diría!

Adriano le dio un puñetazo a Luciano en la cara, haciéndolo sangrar de la nariz.

—¡Más vale que hables por las buenas o por las malas! —gritó enojado—. ¿Dónde vive Osvaldo Ventura?

—¡Ya te lo he dicho mil veces! —gritó Luciano enojado—. ¡Nunca te lo diré!

—¿Ah, no? Entonces, quizá quieras hacerlo de la forma difícil —dijo Adriano burlón.

Otro hombre encapuchado vino a la sala, sometiendo a Alessia. Ella trataba de liberarse de su captor. Luciano veía esto aterrado.

—¡Suélteme, por favor! ¡Déjeme en paz! —gritó Alessia desesperada, mientras trataba de zafarse de su captor.

—¡No le hagas daño a mi hermana, por favor! —gritó Luciano asustado.

—¿Ahora sí estás asustado, Luciano Arévalo? —preguntó Adriano burlón.

El encapuchado golpeó a Alessia en la cara, tirándola al suelo y rompiéndole la nariz. Adriano sacó una pistola negra del bolsillo derecho de su pantalón y le apuntó a Alessia en la cabeza.

—Parece que tu hermano no quiere cooperar, Alessia… —dijo burlón—. Pues, veamos qué va a decir ahora.

—¡No me hagas daño, Adriano! —grító Alessia llorando y asustada.

—¡No, deja en paz a mi hermana! —gritó Luciano desesperado.

—Entonces dime dónde viven los Ventura, si no quieres que Alessia sufra las consecuencias, Luciano —dijo Adriano burlón, sin dejar de apuntarle a Alessia con el arma—. Será mejor que hables, si no quieres ver morir a tu hermana.

Luciano estaba muy asustado al ver que la vida de Alessia estaba en riesgo. Por lo que decidió ceder.

—Los Ventura viven en la colonia Lomas del Paseo… —dijo ya asustado y llorando, provocando que Adriano cediera—. Calle Las Rosas, número 5449.

Adriano se quedó pensativo después de haber escuchado las palabras de Luciano.

—Así que ahi es donde viven los Ventura, ¿no? —preguntó tranquilo—. Bueno, con eso me conformo.

—¿Ya nos vas a dejar ir, Adriano? —preguntó Alessia asustada.

—¡Déjanos ir, por favor! —gritó Luciano asustado—. ¡Ya tienes lo que querías!

—Bueno, está bien. Ya tengo lo que quería… —dijo Adriano burlón—. Mañana vamos a ir a la casa que me dijiste. Te lo adverto, Luciano —se dirigió a Luciano y le apuntó con la pistola—. Si mañana veo que me estás mintiendo, tu cabeza, y las cabezas de tu famila serán mis trofeos. ¿Entendiste?

Luciano no dijo ni una palabra, de lo asustado que estaba. Alessia seguía en el suelo, pero poco a poco se levantaba. No podía pronunciar palabra alguna, ante el terror que Adriano le infligía a Luciano.

—¡No nos hagas daño, por favor, Adriano! —dijo Alessia asustada y llorando.

—Eso ya depende de ustedes, Alessia —dijo Adriano burlón—. Más vale que tu hermano me esté diciendo la verdad.

—¡Claro que te estoy diciendo la verdad, Adriano! —gritó Luciano asustado.

—¡Ya lo sé, Luciano! —le gritó Adriano enojado—. Y quiero comprobarlo mañana. Ya sabe que tú y toda tu familia van a estar en riesgo, en caso de que me estés mintiendo.

Adriano estaba satisfecho al saber que ya tenía el domicilio de los Ventura, parecía querer lanzar algún ataque contra la mencionada familia. Pero estaba deseoso de comprobarlo, por si las dudas.

***

Más tarde...

Casa de los Castellanos.

Andrés estaba en su habitación, preparándose para descansar. Usaba playera blanca de tirantes, short deportivo negro y zapatos tenis blancos.

De repente, Melissa entró a la habitación para hablar con él.

—Hola, Andrés —dijo tranquila.

—Hola, Melissa —dijo Andrés tranquilo.

—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó Melissa.

—Bien, ¿y el tuyo? —preguntó Andrés.

—Bueno... —dijo Melissa nerviosa.

Los dos hermanos se sentaron en la cama para hablar cómodamente.

—¿Por qué tienes esa cara, Melissa? ¿Está todo bien? —preguntó Andrés preocupado.

—Es que, hoy tuve una pelea con Roberta Lazcano... —dijo Melissa un poco enojada—. Ya sabes cómo se puso.

—Yo también tuve una pelea con ella —dijo Andrés un poco triste—. Estaba con Matías en casa de los Lazcano, pero ella llegó y peleamos. Me quiso echar la culpa de lo que pasó el otro día.

—Sí, a mí también me decía eso —dijo Melissa un poco triste—. Me dijo que tú tenías la culpa de que Daniela terminara con Adriano. Ya sabes cómo es esto. Roberta no acepta sus errores. Le di una buena cachetada por lo que hizo.

—Pero sigue insistiendo que yo fui el culpable de todo —dijo Andrés un poco más triste—. No se vale que otras personas me estén echando la culpa de lo que Adriano hizo. Y sinceramente, ya me cansé de todo esto.

—Yo también me cansé de esto —dijo Melissa triste—. No entiendo por qué Adriano Villamizar se empeña en culpar a otros de sus errores.

—Lo sé. Él tuvo la culpa de lo que pasó —dijo Andrés—. Él fue quien se besuqueó con Roberta en primer lugar. ¿Y a mí me echa la culpa? Hazme el favor.

—Sí. Pero yo le dije a Roberta que no se metiera contigo —dijo Melissa un poco más tranquila.

—Ojalá que cumpla —dijo Andrés tranquilo—. Porque con ella nunca se sabe. Pero yo no le tengo miedo, ni a ella ni a Adriano.

—Dios te oiga... —dijo Melissa tranquila.

Andrés y Melissa estaban preocupados por lo que estaba por ocurrir, pero entendían que debían mantenerse fuertes ante la ira de Adriano.

***

Más tarde...

Casa de los Arévalo.

Luciano y Alessia estaban en la sala de la casa, muy asustados. Luciano estaba caminando de un lado a otro, mientras que Alessia estaba de pie.

—Tranquilo, Luciano. No le va a pasar nada a los Ventura —dijo Alessia muy asustada.

—¡No me pidas que me calme, Alessia! —gritó Luciano asustado, sin dejar de caminar de un lado a otro—. ¿No te das cuenta de que acabo de condenar a Osvaldo a muerte?

—¡Tranquilo, tal vez Adriano pueda tener consideración! —dijo Alessia asustada—. Tal vez sólo quiere negociar con él.

Luciano se detuvo y enfrentó a Alessia.

—¿No te das cuenta de nada? —le gritó asustado y enojado—. ¡Adriano Villamizar no es un hombre al que le interese negociar! ¡Ese hombre quiere acabar con Osvaldo, te lo juro!

—¡No, no creo que lo haga! —gritó Alessia asustada—. ¡No creo que Adriano sea capaz de llegar a tales extremos! ¡Tal vez pueda entenderlo!

—¿Por qué no lo entiendes, Alessia? —gritó Luciano enojado—. ¡Osvaldo está sentenciado a muerte, y todo es por mi culpa!

—¡Deberíamos hablar con Osvaldo para advertirle sobre esto! —dijo Alessia asustada—. Sólo así, Adriano no podrá hacerle daño.

Luciano empezó a respirar profundamente. Se sentó en el sofá y volvió a respirar profundamente para calmarse poco a poco. Alessia se sentó con él.

—Tienes razón, Alessia... —dijo Luciano ya tranquilo.

—Pero no le digas que Adriano te obligó a decirle dónde vive —dijo Alessia asustada.

Luciano sacó su celular del bolsillo derecho de su pantalón y le mandó un mensaje a Osvaldo vía WhatsApp. El mensaje decía:

Luciano
Osvaldo. Por favor, ten cuidado con Adriano. Parece que quiere separarte de Katia.

—Claro, con esto bastará —dijo Luciano tranquilo.

—¿Lo ves, Luciano? Sólo era necesario poner a Osvaldo sobre aviso —dijo Alessia un poco más tranquila.

—Así es, Alessia... —dijo Luciano tranquilo, pero volvió a desesperarse un poco—. Pero si no es Adriano, podría ser Roberta. Me preocupa mucho que Roberta pueda llegar a hacerle daño a Osvaldo.

—Lo sé, a mí también —dijo Alessia preocupada—. Sólo espero que no pase nada malo...

—Yo sólo espero que Osvaldo reciba esta advertencia... —dijo Luciano un poco desesperado—. Porque por como van las cosas, Adriano querrá hacerle daño. Sólo espero que todo salga bien.

Conforme pasaba el tiempo, el miedo de los hermanos aumentaba. Los chicos tenían miedo de que Adriano tomara represalias contra Osvaldo, o peor aún, que Andrés se enterara de la traición de Luciano.

***

Más tarde...

Casa de los Villamizar.

Adriano estaba en la sala de la casa con Carlos. Los dos estaban platicando tranquilamente mientras cenaban hamburguesas y tomaban refresco de cola.

—¿Así que ya sabes dónde viven los Ventura, Adriano? —preguntó Carlos sonriendo, antes de darle un mordisco a su hamburguesa.

—Sí, no fue nada fácil sacarle la verdad a los Arévalo —dijo Adriano sonriendo—. Sólo le hice saber que con Adriano Villamizar no se juega.

—Vaya, fue mejor de lo esperado —dijo Carlos sonriendo—. Parece ser que el destino de los Ventura está sellado.

—Lo sé, Carlos —dijo Adriano, comió un poco de su hamburguesa y tomó un poco de refresco—. Sólo espero que todo salga bien. Mañana vamos a la casa que mencionó Luciano, para comprobar si es verdad lo que dice.

—Si te dijo ese domicilio, es que los Ventura viven ahí, ¿no? —dijo Carlos.

—Lo sé... —dijo Adriano tranquilo—. Sólo espero que Luciano no me esté mintiendo. Porque él y su familia van a sufrir las consecuencias.

—Vaya, hoy no pareces de muy buen humor. ¿Está todo bien? —preguntó Carlos un poco preocupado, y volvió a comer un poco de su hamburguesa.

Adriano sacó su celular del bolsillo derecho de su pantalón y lo revisó. Vio una foto de él, junto a una chica, ambos estaban sonriendo. Ahi usaba un traje y zapatos negros. La chica era linda, estaba muy joven, tenía unos 17 o 18 años. Era de piel clara, ojos color miel y cabello corto castaño claro, además de ser delgada y de mediana estatura. Portaba un vestido celeste de tirantes y un par de zapatos negros.

—¿Pasa algo, Adriano? —preguntó Carlos.

—No, es que estaba revisando una foto... —dijo Adriano nostálgico.

—A verla... —dijo Carlos y se levantó de la mesa para acercarse a Adriano.

—Esa chica se llama Sofía Martell —dijo Adriano, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. Ella fue mi primera novia antes de Daniela. En esa foto, ambos teníamos 17 años.

—Me dijiste que había muerto hace años, ¿no es así? —preguntó Carlos consternado.

—Sí, ya tiene varios años que ha muerto... —dijo Adriano mientras secaba sus lágrimas—. Aún recuerdo cuando nos conocimos. A veces desearia volver a verla, aunque fuera un instante. Pero veo que ya nada se puede hacer.

—Siento mucho por lo que estás pasando, Adriano... —dijo Carlos consternado.

—No pasa nada... —dijo Adriano triste—. Ya han pasado años de su muerte. Es mentira que el tiempo lo cura todo. Sólo aprendo a vivir con este dolor que siento. Y es algo que me va a acompañar por el resto de mi vida.

—Lo sé... —dijo Carlos triste—. Entiendo cómo te sientes.

—En fin... —dijo Adriano triste, y se levantó de la mesa—. Mañana vamos por Osvaldo y su hermano. Tengo preparado algo muy especial para ellos. Y Roberta va a estar a cargo.

Adriano dejó de lado la tristeza que sentía por la muerte de Sofía, y pensó en una manera para hacerle daño a los hermanos Ventura. Estaba dispuesto a todo para separar a Osvaldo de Katia.

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