4: La vida no es para los débiles
Más tarde...
Parque Avándaro.
La familia Abascal estaba en el parque Avándaro, caminando y disfrutando una noche cálida.
—Muchas gracias por lo de ayer, familia —dijo el papá sonriendo—. Ha sido uno de los mejores días en toda mi vida.
—No cabe duda de que lo fue, cielo —dijo la mamá sonriendo—. Yo también disfruté al máximo este día.
—Sí, mamá. Sí, papá —dijo Melissa sonriendo—. Ojalá todos volvamos a pasear en familia otra vez.
—Sí, me divertí mucho el día de hoy —dijo Andrés sonriendo.
—Quizá vayamos a la playa el próximo año… —dijo el papá, poniendo felices a todos los miembros de su familia.
Andrés era el que más disfruta de estar con su familia, pues quería despejarse un rato, tras pelearse con Adriano
Mientras la familia seguía paseando en el parque, un encapuchado vestido de negro llegó en una motocicleta roja. Sacó su pistola negra y le apuntó al padre de Andrés. Sin pensarlo, le disparó cuatro veces en el abdomen, aterrorizando a la familia.
—¡Papá! —gritó Andrés y Melissa asustados.
—¡Cielo! —gritó la mamá asustada.
—¡Papá! ¡Papá, qué tienes! —gritaba Melissa.
—¡Papá! ¡Papá! —gritaba Andrés.
—¡Cielo! ¡Cielo! —gritó la mamá desesperada.
El señor cayó lentamente al suelo después de haber recibido los disparos. Empezaba a desangrarse y morir lentamente, mientras el encapuchado huía en su motocicleta.
—¡No te mueras, papá! ¡Por favor, no te mueras! —gritó Andrés.
—¡Resiste, cielo! ¡Resiste, por favor! —gritó la mamá.
—¡No te mueras, papá! ¡Papá! ¡Papá! —gritó Melissa.
La mamá y sus hijos gritaban desesperadamente por ayuda, al ver que el papá perdía la vida lentamente. Y así fue como el señor dejo de existir después de sufrir una agonía.
—¡Papá! ¡No te mueras, por favor! —gritó Andrés.
—¡Cielo! ¡Querido! ¡Despierta! ¡Despierta, por favor! ¡No me dejes sola! —chilló la mamá.
—¡Papá! ¡Papá! —sollozaba Melissa—. ¡Papá! ¡Papito, por favor! ¡Despierta! ¡No te vayas, por favor!
—¡Papá! ¡Papá! ¡Despierta, por favor! ¡No nos dejes solos, por favor! —gritó Andrés llorando.
—¡Papá! ¡Despierta, por favor! —chilló Melissa—. ¡Nos nos dejes, por favor!
Todos intentaban auxiliar al señor, pero ya era demasiado tarde. El señor ya había perdido la vida. Y no había nada que se pudiera hacer.
—¡Papá! ¡Papá! —gritaba Andrés lleno de dolor.
La familia había perdido a un gran padre de familia. Y todo por la crueldad de un ex novio despechado.
***
Más tarde…
Casa de los Villamizar.
Adriano estaba en su casa, después de un largo día. Estaba con Carlos, sentado en la mesa y tomando un poco de whisky, servido en un vaso de vidrio y con dos hielos. La botella estaba en la mesa, y Carlos tenía un vaso vacío con dos hielos.
—Vaya, fue mucho más fácil de lo que creía —dijo Adriano sonriendo, antes de tomar un poco de whisky—. Pero la mejor parte, fue ver a Andrés llorando y agonizando por su padre.
—Sí que ese trabajo fue muy fácil, Adriano —dijo Carlos sonriendo, antes de servirse un poco de whisky—. Es una forma muy sútil de hacerle saber a Andrés que nadie se mete contigo.
—Así es, Carlos —dijo Adriano tranquilo, antes de beber otro sorbo de whisky—. Nadie se mete con Adriano Villamizar. Le advertí que iba a pagar por haberme separado de Daniela.
—Parece que cumpliste tu amenaza, Adriano —dijo Carlos sonriendo, antes de tomar un poco de whisky—. Andrés Abascal te quitó a Daniela, y ahora está sufriendo las consecuencias.
—Lo sé, Carlos. Pero no estoy satisfecho… —dijo Adriano un poco serio—. No me basta con haber acabado con su padre. Ahora quiero ir por todos y cada uno de sus seres queridos. Amigos y familia.
—¿Amigos y familia? Creo que estás loco —dijo Carlos.
—¿Acaso te parece una locura, Carlos? —preguntó Adriano serio, intimidando un poco a Carlos—. Sabes que los hombres debemos respetar las mujeres ajenas. y Andrés Abascal rompió esa regla. Sabes el castigo que merecen quienes lo hagan.
—Y hablando de castigo, ¿qué otras cosas tienes preparadas para Andrés y su familia? —preguntó Carlos.
Adriano se quedó pensativo por unos segundos. Tomó un poco de whisky antes de responder.
—No lo sé —dijo tranquilo—. Pero como ya te lo dije, voy a lanzar varios ataques contra su familia y amigos. Y creo que una de las siguientes víctimas podría ser Melissa Abascal, su hermanita. Y tú me vas a ayudar.
—Claro que te ayudaré —dijo Carlos sonriendo—. Melissa va a clases conmigo. Así que esto será muy fácil. Ya lo verás.
Adriano no estaba satisfecho con haber matado al padre de Andrés, por lo que pensó en varios planes para atacar a todos los seres queridos del chico.
***
Días después...
28 de julio de 2023.
Panteón Municipal La Estanzuela.
Era un nuevo día en la ciudad. El clima estaba cálido, pero el cielo estaba nublado.
Muchas personas estaban en el panteón Municipal La Estanzuela, despidiendo al padre de Andrés Abascal. Éste, Melissa y su mamá estaban en el panteón, dándole el último adiós al padre. Todos los amigos de Andrés estaban con él, incluyendo Luciano y Alessia, quienes se acercaron a Andrés para hablar con él.
—Sentimos mucho lo de tu papá, Andrés —dijo Alessia triste.
—Gracias, Alessia... —susurró Andrés triste.
—Ya sabes, cuentas con nosotros para lo que necesites —dijo Luciano triste.
—Gracias, Luciano... —dijo Andrés triste.
Mientras Andrés y los hermanos Arévalo platicaban, Daniela y Emiliano estaban con sus padres. Ambos hermanos estaban platicando.
—No me digas que quieres ir a consolar a tu nuevo novio, Daniela —dijo Emiliano burlón.
—¡Cállate, Emiliano! —dijo Daniela enojada—. ¿No ves que Andrés y su familia están pasando por un mal momento?
—Sí, ya me di cuenta —dijo Emiliano burlón—. No hace falta decirte que Andrés ha de ser tu nuevo novio, deberías ir a consolarlo.
—¿Por qué siempre tienes que estar criticándome desde que terminé mi relación con Adriano? —dijo Daniela enojada.
—Porque Adriano te sigue queriendo. Quizá deberías regresar con él —dijo Emiliano burlón—. ¿Para qué quieres estar con un tipo como Andrés, cuando puedes estar con Adriano Villamizar?
—¡Ya fue suficiente, Emiliano! —dijo la mamá enojada—. ¿Cómo es posible que tengas tan poca empatía con tu hermana y con Andrés? ¿No te das cuenta de que Andrés está pasando por un mal momento, como para que todavía te des el lujo de burlarte de él?
—Vamos, mamá —dijo Emiliano burlón—. Sabes que Daniela cometió un error al dejar a Adriano.
—No, no cometió ningún error —dijo la mamá enojada—. Sabes que ese muchacho la engañó con otra chica, y no es la primera vez que lo hace. ¡Así que respeta la decisión de tu hermana!
—Sí, mamá. Lo que tú digas —dijo Emiliano molesto.
Emiliano se veía enojado después de lo que me había dicho su mamá. Miraba de reojo a los hermanos Abascal, mientras ellos lloraban por lo de su padre.
Poco después, Daniela se acercó a Andrés y Melissa para tratar de consolarlos y apoyarlos en el momento tan difícil por el que pasaban. Esto provocaba la molestia de Emiliano.
—Siento mucho lo de su papá, chicos —dijo Daniela triste.
—Gracias, Daniela... —dijo Andrés triste.
—Muchas gracias, Daniela... —dijo Melissa triste.
—Aquí estoy para lo que necesiten, pueden contar conmigo... —dijo Daniela.
Ella trataba de apoyar a Melissa y Andrés en ese momento tan difícil. Ellos estaban despidiendo a su padre, mientras que Emiliano los miraba de reojo.
***
Más tarde...
Casa de los Lazcano.
Katia y Matías estaban en la sala de la casa, después del funeral del padre de Andrés. Todavía seguían vestidos de luto.
Mientras hablaban, un chico entró a la casa, usando una playera roja de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Katia volteó hacia el chico, y se puso feliz al ver que era Osvaldo, su novio.
—¡Osvaldo, lindo! —exclamó Katia sonriendo.
—¡Hola, linda! —exclamó Osvaldo sonriendo.
Osvaldo se acercó a Katia, la abrazó y la besó en los labios. Matías veía todo con tranquilidad.
—¿Por qué esa cara, linda? —preguntó Osvaldo un poco triste—. ¿Acaso te hizo algo Roberta?
—Ya la conoces. Sabes que no acepta nuestra relación —dijo Katia con algo de tristeza.
—Ya conoces a Roberta, Osvaldo —dijo Matías tranquilamente—. Siempre vuelca su odio contra ti. Y también contra mí.
—¿De verdad? —preguntó Osvaldo.
—Sí, no sé por qué —dijo Matías.
—No entiendo, si a mí me quiere mucho —dijo Katia triste—. No entiendo por qué los odia tanto a ustedes.
—Sí, Katia. Incluso reniega de mí —dijo Matías triste.
—Ojalá un día se ablande su corazón y cambie su actitud hacia ustedes —dijo Katia.
—Lo sé, Katia. Yo también —dijo Matías tranquilamente.
—Dios te oiga, Katia —dijo Osvaldo tranquilamente—. Pero por como están las cosas, ese día no parece ser próximo.
Los tres chicos platicaban tranquilamente, pero alguien abrió la puerta de una patada y entró a la casa. Era Roberta, quien vestía de luto. Katia, Matías y Osvaldo se sorprendieron al verla. Roberta estaba furiosa, y al ver a Osvaldo, perdió los estribos y se lanzó contra él.
—¿Qué chingados haces en mi casa, hijo de tu chingada madre? —gritó llena de ira antes de estrujarlo y alejarlo de Katia—. ¡Lárgate de mi casa, cabrón! ¡Lárgate ahora mismo!
—¿Qué te pasa, Roberta? —exclamó Katia asustada mientras se lanzaba contra Roberta.
—¡No trates así a Osvaldo! —exclamó Matías molesto.
—¡Ustedes no se metan, pinches gatos! —les gritó Roberta llena de ira antes de voltear hacia Osvaldo—. ¡Y tú, asqueroso pendejo! ¡Lárgate a la chingada de mi casa antes de que llame a la policía!
Osvaldo enfrentó a Roberta.
—¡No me iré de aquí, Roberta! —exclamó enojado.
—¡Lárgate de mi casa o te parto la madre, pinche idiota! —gritó Roberta histérica—. ¿O qué vergas quieres? ¿Quieres que te meta esto por el culo, pendejo? ¿Eso quieres?
—¡Haz lo que quieras! —gritó Osvaldo enojado—. ¡Vamos, haz lo que quieras! ¡No te tengo miedo!
Furiosa, Roberta sacó una pistola del bolsillo derecho de su pantalón y le apuntó a Osvaldo, aterrorizando a Katia y Matías.
—¡Tienes cinco segundos para largarte de mi casa, culero! —gritó mientras le apuntaba con el arma—. ¡Uno! ¡Dos!
—¡No lo hagas, Roberta! —gritó Katia mientras corría hacia Osvaldo para interponerse—. ¡No le hagas daño a Osvaldo, por favor! ¡Déjame hablar con él!
—¡Hazte a un lado, Katia! —gritó Roberta sin dejar de apuntarle a Osvaldo con el arma—. ¡Hazte a un lado si no quieres que te mate a ti también!
—¡Vamos, maldita! —exclamó Osvaldo furioso, lanzándose contra Roberta—. ¡Mátame si quieres, maldita escoria!
—¡Te vas a arrepentir por haberme desafiado, pendejo! —gritó Roberta histérica—. ¡No sabes cómo me arrepiento de haber aceptado a una pinche basura como tú! ¡Maldita sea la hora en que llegaste a la vida de mi hermana, maldito!
—¡No le hagas daño a Osvaldo, por favor! —gritó Katia asustada.
—¡Ya déjalo en paz, por favor! —gritó Matías.
—¡Cállense ustedes, pinches gatos! —gritó Roberta mientras volteaba hacia ellos, asustándolos más. Poco después, volteó hacia Osvaldo para volver a amenazarlo—. ¡Y tú, pinche basura! ¡O te largas ahora mismo, o te mato!
—¡Está bien, está bien! —gritó Osvaldo enojado, mientras caminaba hacia la puerta de la casa—. ¡Te vas a arrepentir, Roberta!
—¡Me vale verga! —gritó Roberta histérica sin dejar de apuntarle a Osvaldo—. ¡Lárgate o te voy a matar, pinche escoria! ¡Pendejo de mierda, basura, escoria!
Osvaldo salió de la casa y se dirigió a la suya, mientras que Roberta caminó hacia la puerta principal de la casa y la cerró azotándola. El chico se fue llorando, debido a lo cruel que Roberta había sido con él.
Adentro de la casa, Roberta se acercó a Matías y descargó su ira contra él.
—Y tú, no sé por qué chingados lo dejaste entrar a mi casa, pinche culero —dijo furiosa—. ¡Te he dicho mil veces que no quería a ese culero en mi casa!
—Lo dejé entrar, porque también es parte de la familia, Roberta —dijo Matías tranquilamente.
Roberta soltó una carcajada histérica en respuesta.
—¿Parte de la familia? ¿Qué parte de la familia va a ser ese pinche culero? —refunfuñó—. ¡Si ni familia ha de tener ese pinche bueno para nada! ¡No sé por qué chingados tengo que estar aguantando a un culero como Osvaldo Ventura!
—¡Ya bájale, quieres! —exclamó Matías furioso.
—¡Bájale tú, pendejo! ¿O quieres que yo misma te baje? —gritó Roberta enloquecida.
—¿Sabes qué? Yo ya no tengo por qué estarte aguantando, Roberta —dijo Matías con lágrimas en los ojos—. Ojalá no fueras nuestra hermana.
—¡Sí, haz lo que quieras, culero! —, gritó Roberta furiosa.
—¡Ojalá te hubieras muerto tú en lugar de mamá! —gritó Matías.
Tras oír esto, Roberta le dio un puñetazo a Matías, tirándolo al suelo y rompiéndole la nariz.
—¿Sabes una cosa? Ojalá no fueras mi hermano, pinche culero —dijo llena de ira, aunque más tranquila—. No tengo por qué estar aguantando a un pinche niñito llorón y pendejo como tú. Maldita sea la hora en que naciste, ¡maldito!
—¡Ojalá te hubieras muerto en el vientre de mamá! —gritó Matías furioso, llorando y con la nariz sangrando—. ¡Ojalá no hubieras nacido! ¡La vida no es para los débiles, culero!
Roberta se fue hacia las escaleras para irse a su habitación. Los ojos de Matías se llenaron de lágrimas. Katia se le acercó para consolarlo.
—Tranquilo, hermano. Aquí estoy, no te pongas triste —susurró con tristeza.
—Tiene razón, Katia. Roberta tiene razón —sollozó Matías—. No soy más que un niño llorón y consentido. Ya ves por qué nos odia tanto.
—No digas eso, Matías. Tú tienes muchos amigos, eres sociable y todos te quieren —dijo Katia tranquilamente—. No le hagas caso a Roberta.
—Ya qué... —dijo Matías mientras secaba sus lágrimas—. Encima de que tengo que soportar sus groserías y locuras...
Katia abrazó a Matías, quien no dejaba de llorar. Se sentía herido por lo ocurrido. Bien dicen que las palabras duelen más que los golpes. Y esto era un claro ejemplo de ello. Katia también estaba asustada por lo ocurrido.
***
Más tarde...
Parque de los Sauces.
Andrés estaba en el parque de los Sauces, caminando tranquilamente. Usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—Todavía no puedo creer que mi padre ya no esté con nosotros —dijo triste mientras caminaba.
De repente, Emiliano llegó al parque. Usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón deportivo blanco y un par de zapatos tenis negros. Al ver a Andrés, se le acercó y lo enfrentó.
—¿Cómo te sientes después de haber separado a mi hermana de Adriano, Andrés? —preguntó enojado.
—Disculpa, Emiliano —dijo Andrés enojado—. Yo no tuve nada que ver con lo que pasó. Yo no separé a tu hermana de ese tipo.
—¡Claro que lo hiciste, Andrés! —dijo Emiliano enojado—. ¡No es posible que hayas traicionado nuestra confianza de esta forma! ¡Yo también era tu amigo, y ahora resulta que me pagas así!
—¡Yo no traicioné tu confianza, Emiliano! —dijo Andrés enojado—. Por si no lo sabes, fue Adriano quien le puso los cuernos a tu hermana con esa tal Roberta Lazcano.
—Créeme que yo también conozco a Roberta —dijo Emiliano enojado—. Pero al caso es que tú hiciste que mi hermana dejara a Adriano. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo, sabiendo que destruiste un noviazgo?
—¿Yo, destruir un noviazgo? —dijo Andrés y se echó a reír—. ¡Por favor, Emiliano! Te lo digo por millonésima vez: Adriano fue quien decidió engañar a tu hermana con Roberta. ¡Yo no tuve nada que ver con el fin de esa relación! ¿Por qué me acusas de algo tan horrible, en medio del dolor que estoy sintiendo por haber perdido a mi padre?
—¡Porque por tu culpa, Adriano se siente muy mal! —dijo Emiliano enojado—. Y no es por nada, pero ya algunas personas están diciendo que tú destruiste su noviazgo.
—¡Por el amor de Dios! —dijo Andrés enojado—. ¿Es que nadie conoce la verdadera historia? ¡Adriano engañó a Daniela con Roberta! ¡No sé cómo te atreves a culparme de eso, en medio del dolor que estoy sintiendo!
—Espero que puedas vivir tranquilo con lo que le hiciste a mi hermana —dijo Emiliano un poco más tranquilo—. Muy pronto te vas a arrepentir por haberle hecho esto a Adriano. Y una cosa más, siento mucho lo de tu padre.
Después de la discusión, Emiliano se fue enojado del parque. Andrés se quedó en el lugar, triste y enojado a la vez. No toleraba que alguien lo acusara de algo tan horrible.
***
Esa noche...
Casa de los Ventura.
Ya era de noche. Osvaldo vivía en la calle Las Rosas, en una casa marcada con el número 5449, y ubicada en la colonia Lomas del Paseo.
Se encontró en la sala con Alan, quien portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
Ambos chicos platicaron.
—¿Cómo te fue con Katia? —preguntó el chico sonriendo.
—Ya sabes, lo de siempre, Alan —dijo Osvaldo con tristeza—. Disfrutando buenos momentos con ella, pero todo se va a la basura por culpa de Roberta.
—Cierto, no sabes cómo lamento lo que pasó —dijo el chico de nombre Alan, apenado—. Ten en cuenta que Roberta es muy peligrosa, nunca se sabe lo que puede llegar a hacer.
—Tienes razón, Alan —dijo Osvaldo mientras se sentaba en el sofá blanco—. Ya le dejé claro a Roberta que no voy a terminar con Katia. Ahora me imagino que voy a aceptar las consecuencias.
—Sí, Osvaldo —dijo Alan mientras se sentaba en el sofá con Osvaldo—. Ya sabes que ella le bajó el novio a Daniela.
—Lo vi todo con mis propios ojos —dijo Osvaldo preocupado—. Vi cómo Daniela le pegaba una cachetada a Adriano por eso. Nunca supe si le reclamó a Roberta o no.
—Tienes razón, Osvaldo —dijo Alan mientras tomaba un control remoto y prendía el televisor para ver las noticias—. Adriano y Roberta son los únicos culpables de que Daniela esté sufriendo.
—Sí. Que sepa Roberta que yo no tengo miedo —dijo Osvaldo serio—. Yo no me voy a dejar de ella ni de nadie. No voy a permitir que me separe de Katia.
—Dios te oiga, hermano —dijo Alan.
—Por tu parte, ten mucho cuidado con Adriano Villamizar y su calaña —dijo Osvaldo preocupado—. Ya sabes cómo son de mañosos, y de lo que son capaces.
Los chicos siguieron viendo las noticias.
¿Qué opinas del capítulo?
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