3: Algunas personas nunca cambian
Minutos más tarde...
Casa de los Villamizar.
Carlos y Emiliano estaban sentados en el sofá, viendo el televisor, estaban viendo las noticias. Platicaban tranquilamente.
—¿Cómo se siente tu hermana después de lo que pasó hoy, Emiliano? —preguntó Carlos preocupado.
—Dice que está contenta, Carlos —dijo Emiliano tranquilo—. Pero yo no le creo nada.
—No creo que esté tan feliz —dijo Carlos.
—Más bien, se siente muy mal después de su rompimiento con Adriano —dijo Emiliano—. Y algo me dice que va a regresar con él.
—Honestamente, no creo que se vea tan mal —dijo Carlos tranquilo—. Dice que está contenta. Pero en el fondo, quiere regresar con mi hermano. No tolera que Andrés Abascal se la haya quitado de un día para otro. Con lo que le costó conquistarla.
—Claro —dijo Emiliano tranquilo—. Fuimos testigos de lo difícil que se le hizo a Adriano conquistar a mi hermana. Y de un día para otro, Andrés se la quita. Y me dijo que está tan enojado que posiblemente ya está planeando algo en contra de él y de su familia.
—Ya sabes cómo es Adriano —dijo Carlos tranquilo—. Adriano es un ser tranquilo, pero no es de esas personas que se deje intimidar tan fácilmente. Quien lo busca, lo encuentra. Y como prueba de ello, me confesó que quiere planear algo en contra de Andrés. Te lo confirmo.
—Vaya, no hay nada más peligroso que un hombre poderoso con el corazón roto, Carlos —dijo Emiliano, y se levantó del sofá para caminar hacia la cocina.
Carlos se levantó del sofá y fue a la cocina para acompañar a Emiliano.
—Cierto, Emiliano —dijo tranquilo—. Adriano no está dispuesto a permitir una humillación como la de hoy. Y no se va a quedar de brazos cruzados.
—Sé que sonará duro, pero sólo el tiempo dirá lo que Adriano hará contra los Abascal por lo que hizo Andrés —dijo Emiliano tranquilo.
Emiliano abrió el refrigerador y sacó dos botellas de agua, le dio una de ellas a Carlos.
—Sabes que mi hermano es un hombre de armas tomar —dijo Carlos preocupado, abrió su botella de agua y empezó a beber un poco—. Como ya te dije, no va a aceptar una humillación como la que sufrió.
—Lo sé, Carlos —dijo Emiliano tranquilo—. Adriano no va a aceptar que ya perdió a Daniela. Incluso yo tengo miedo de lo que pueda llegar a hacer.
—También yo —dijo Carlos tranquilo—. Mi hermano está decidido a todo. Quiere recuperar a Daniela, y la quiere recuperar como sea. Solo el tiempo le dirá lo que va a pasar.
—Sólo espero que no se vaya a arrepentir más tarde —dijo Emiliano algo preocupado.
Emiliano y Carlos se veían muy preocupados por el bienestar de Adriano, y sólo podían pensar en que éste ya estaba planeando su venganza contra Andrés y su familia.
***
Al día siguiente…
25 de julio de 2023.
Parque del Gusanito.
Era un nuevo día. Clima cálido, cielo despejado.
Osvaldo estaba en el Parque del Gusanito, trotando por la mañana. Usaba una playera blanca de mangas cortas, short deportivo negro y zapatos tenis blancos.
—Nada como trotar para empezar el día —dijo mientras trotaba.
De repente, Roberta apareció en el parque y se acercó a Osvaldo para hablar con él. Roberta usaba una blusa roja de tirantes, pantalón de mezclilla negro y zapatos tenis blancos.
—Vaya, miren a quién me vengo a encontrar —dijo burlona—. Al pendejo del novio de mi hermana Katia.
—¿Qué quieres, Roberta? —preguntó Osvaldo enojado—. Si vienes a amargarme el día, fuera de mi vista.
Osvaldo quiso irse del parque, pero Roberta lo sostuvo del brazo izquierdo.
—¡De auqí no te largas hasta que me escuches, cabrón! —gritó enojada, y tiró a Osvaldo al suelo, provocando su enojo—. ¡Vengo a exigirte que termines con mi hermana y te largues para siempre de su vida!
Osvaldo se levantó del suelo y enfrentó a Roberta.
—¡Ya te he dicho que no me voy a alejar de tu hermana! —dijo enojado—. ¿Cuántas veces te lo tengo que repetir?
—¡Las pinches veces que sean necesarias hasta que me obedezcas, pendejo! —gritó Roberta enojada.
—Pues te lo digo por última vez, no me voy a alejar de ella —dijo Osvaldo enojado—. Y no me vas a convencer.
—¿Cuánto dinero quieres, pendejo? ¿Cuánto quieres para alejarte para siempre de mi hermana? —preguntó Roberta muy enojada—. Sabes que tengo mucho dinero, y puedo pagarte lo que quieras.
—Qué facil es querer comprar todo con dinero, Roberta —dijo Osvaldo enojado—. Pero te lo advierto, a mí ningún político me va a comprar. Y mucho menos tú.
—Quieres decir que no te vas a largar de la vida de Katia, ¿no es así? —preguntó Roberta enojada.
—No, no lo voy a hacer —dijo Osvaldo enojado—. ¡Te lo digo de una buena vez! ¡No voy a terminar mi noviazgo con Katia! ¡Y hazle como quieras!
—¡Vete a la verga! —respondió Roberta enojada.
—Y de una vez te advierto, que si sigues molestándome, ¡todo el mundo se va a enterar de que eres una criminal! —le dijo Osvaldo enojado, exacerbando la ira de Roberta.
Después de esa pelea, Osvaldo se fue enojado del parque. Roberta se quedó sola en el parque, echando chispas por lo sucedido.
***
Más tarde...
Galerías Valle Oriente.
Andrés, Luciano y Alessia estaban en el centro comercial Galerías Valle Oriente, en el área de restaurantes y sentados en una mesa. Estos eran sus atuendos:
Andrés: Playera celeste de mangas cortas, pantalón negro, zapatos tenis blancos.
Luciano: Playera negra de tirantes, short deportivo negro, zapatos tenis blancos.
Alessia: Blusa blanca de tirantes, pantalón deportivo negro, zapatos tenis blancos.
—¿Cómo que Adriano te amenazó anoche, Andrés? —preguntó Luciano muy preocupado.
—Sí, chicos —dijo Andrés muy preocupado—. Y lo peor de todo, es que Melissa estaba presente. Yo vi cómo quería aprovecharse de ella, pero no se lo permití. Realmente está muy enojado por lo ocurrido.
—Y que lo digas, Andrés —dijo Alessia preocupada—. Adriano Villamizar realmente está enojado por lo ocurrido. No creo que vaya a aceptar su ruptura con Daniela tan fácilmente.
—No, Alessia —dijo Andrés preocupado—. Ahora temo que vaya a querer atentar contra mi integridad, o peor aún, contra mi familia. Sé perfectamente que se saldrá con la suya.
—Pues yo no conozco mucho a Adriano, pero bastó con lo que está pasando para saber qué clase de mequetrefe es —dijo Luciano.
—Así es, Luciano —dijo Andrés preocupado—. Pero yo ya le he hecho saber que no me voy a dejar intimidar por él.
—Teniendo una novia tan bonita como Daniela Montes de Oca, no entiendo cómo ese tipo se atrevió a engañarla con una perra malhablada como Roberta Lazcano —dijo Alessia preocupada—. Y lo peor de todo es que te está echando la culpa a ti, Andrés. Y eso que muchos saben que eres inocente.
—Lo sé, Alessia —dijo Andrés preocupado—. Pero como ya lo dije antes, no me voy a dejar intimidar por él. No voy a dejar que se burle de mí.
—Espero que así sea, hermano… —dijo Luciano preocupado.
Los tres chicos siguieron platicando en medio de la preocupación que sentían por culpa de Adriano.
***
Mientras tanto...
San Pedro Garza García.
Casa de los Lazcano.
Los hermanos Lazcano vivían en la colonia Residencial Sierra del Valle. Ellos vivían en una casa marcada con el número 120, ubicada en la calle Sierra Alta. La casa era muy grande y lujosa.
Roberta estaba con Katia en la sala de la casa. Katia usaba una blusa azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.
Ambas estaban discutiendo.
—¿Por qué sigues sin aprobar mi relación con Osvaldo, Roberta? —preguntó Katia tranquilamente.
—¿Y todavía me lo preguntas, Katia? —dijo Roberta molesta—. Ese pendejo no es para ti, mejor me hubiera gustado que eligieras a un amigo de Adriano Villamizar.
—¡Ya deja de mencionar eso! —protestó Katia molesta—. ¡Sabes que no quiero tener nada que ver con otro chico que no sea Osvaldo! ¡No quiero dejarlo!
—Katia, por favor. Entiende que sólo quiero lo mejor para ti —dijo Roberta molesta—. Deberías estar con un hombre de verdad, y no con el asqueroso de Osvaldo.
—¿Por qué lo odias tanto? —preguntó.
—Vaya, hasta que al fin te decides... —dijo Roberta burlona—. Ese pinche gato no es para ti. De todas formas, todos son iguales. Así que te guste o no, vas a tener que ir con ese cabrón para terminar la relación.
—No, no lo haré, Roberta —dijo Katia molesta—. No voy a terminar con Osvaldo, sólo porque a ti no te gusta.
—¡A mí no me gusta nadie! ¡Todos los pinches hombres son iguales! —gritó Roberta furiosa—. ¡Son la misma porquería! Igual que el pendejo de Matías...
—¡No hables así de Matías! —exclamó Katia molesta—. Quieras o no, Matías es nuestro hermano, y también le debes respeto.
—¿Respeto a ese pendejo? ¿Para qué? —balbuceó Roberta burlona—. No tengo por qué respetarlo. Lazos de sangre no significan familia.
—Vaya, nunca pensé que odiaras tanto a nuestro hermano —susurró Katia—. No entiendo por qué eres así con nosotros, si ni siquiera te hemos hecho nada malo.
—Bueno, ya. No estés chingando —vociferó Roberta llena de ira—. Para mañana quiero que termines con ese tal Osvaldo. ¡Y no quiero pendejadas!
Roberta procedió a retirarse de la casa, pero Katia decidió retarla.
—¡No, no lo voy a terminar, Roberta! —exclamó Katia retadora—. ¡No voy a terminar con Osvaldo, sólo porque no lo aceptas!
Roberta se detuvo y le dijo algo serio a su hermana.
—Bueno, si no quieres terminar con ese pendejo, no lo hagas —dijo molesta—. Ahora acepta las consecuencias.
Tras esa discusión, Roberta salió de la casa, dejando a Katia molesta. Ella sabía que debía terminar la relación con Osvaldo si no quería sufrir las consecuencias.
—Dios mío, ¿cómo puedes seguir permitiendo estas cosas...? —susurró Katia consternada, mientras no dejaba de caminar de un lado a otro.
Matías apareció para tratar de animarla. Usaba una playera azul de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—¿Otra vez tuviste una pelea con Roberta? —preguntó.
—Sí, y ya sabes por qué —dijo Katia con tristeza.
—No hace falta decirlo, Katia —dijo Matías consternado—. Sabes que siempre me ha odiado, no entiendo por qué.
—Sí, también detesta a Osvaldo —dijo Katia preocupada—. Pero como le dije que no iba a terminar con él, no sé lo que podría pasar.
—Ya sabes, Katia. A esa boca de albañil no la va a hacer cambiar nadie —dijo Matías tranquilamente—. Ya estamos acostumbrados a que pase por encima de nosotros y se crea la dueña de la casa.
—Así es, nada ha sido igual desde que mamá murió, y papá nos abandonó cuando éramos niños —dijo Katia con tristeza—. No entiendo por qué Roberta siempre se porta así con nosotros. Ojalá esto termine algún día.
—Cierto. Ahora tenemos que aprender a valernos por nosotros mismos, Katia —dijo Matías tranquilamente—. Roberta puede hacer lo que quiera mientras pueda, pero que sepa que esto no durará para siempre.
—Sí, Matías. Algún día, nos iremos de esta casa. Que haga lo que quiera —dijo Katia un poco más tranquila—. Porque ya es muchísimo daño el que nos ha hecho durante años.
Los dos hermanos vivían presos de la maldad de Roberta. Querían irse de la casa y ser felices algún día. Matías sabía que sería una decisión muy dura de tomar, pero entendía bien que debía tomarla tarde o temprano.
***
Más tarde...
Monterrey. Parque Avándaro.
Matías y Osvaldo estaban en el parque Avándaro, caminando y platicando tranquilamente.
—No sabes cómo lamento lo que viste hace rato, Osvaldo —dijo Matías preocupado.
—Tranquilo, no es nada —dijo Osvaldo tranquilo—. Yo tampoco puedo creer lo que vi.
—Es increíble que se haya besado con Adriano Villamizar, aún sabiendo que él tiene novia —dijo Matías preocupado.
—Así es, Matías —dijo Osvaldo un poco triste—. Por otra parte, sabes que yo quiero mucho a tu hermana, a Katia. La amo, y no pienso dejarla.
—Lo sé, Osvaldo —dijo Matías tranquilo—. Pero quiero que tengas mucho cuidado con Roberta, pues sabes que es de armas tomar.
—Ya te lo dije —dijo Osvaldo tranquilo—. Sé la clase de persona que es, Pero que sepa muy bien que no me voy a dejar intimidar por ella.
—Eso habla muy bien de ti, pero se me hace muy arriesgado —dijo Matías preocupado—. Tú sabes muy bien cómo me ha tratado. Siempre me ha odiado desde que tengo memoria. Siempre ha favorecido a Katia, incluso desde que éramos niños. No sé por qué, pero siento que Roberta tiene mucho resentimiento hacia los hombres.
—¿Tú crees? —preguntó Osvaldo curioso.
Matías y Osvaldo se sentaron en una banca para descansar.
—Sí, a veces creo que es por culpa de mi padre —dijo Matías tranquilo—. Mi padre nos abandonó desde hace mucho tiempo. Y al parecer, esto afectó mucho a Roberta.
—Yo sé que tu padre los abandonó, y Roberta la pasó muy mal —dijo Osvaldo serio—. Pero eso no es razón para que nos trate así.
—Roberta no debería tratarnos así —dijo Matías un poco enojado—. No me importa si tuvo un pasado difícil, pero no merecemos que nos trate así. Solo espero que cambie su actitud algún día.
—Lo dudo mucho, hermano. Algún día, ella va a cambiar —dijo Osvaldo—. Pero por como están las cosas, ese día no parece ser próximo. Algunas personas nunca cambian.
A pesar de lo mal que Roberta los trataba, Matías y Osvaldo se mostraban muy preocupados.
***
Más tarde...
Casa de los Villamizar.
Adriano estaba en su casa junto a Carlos, en el patio trasero, el cual tenía una alberca. Los dos chicos estaban descalzos y con el torso desnudo. Adriano usaba un traje de baño short azul, mientras que Carlos usaba uno rojo.
Ambos estaban acostados en camastros, platicando.
—Pobre Andrés, no sabe lo que le espera —dijo Adriano con un tono burlón.
—Cierto —dijo Carlos con una sonrisa siniestra en su rostro—. Andrés Abascal se va a arrepentir por haberte quitado a tu novia.
—Tú lo has dicho, Carlos —dijo Adriano con tranquilidad—. Le advertí que me las iba a pagar. No cabe duda de que va a sufrir mucho cuando se dé cuenta de lo que va a perder.
—Así es. No ha vuelto a casa, pero cuando llegue, se va a llevar la sorpresa de su vida —dijo Carlos con una sonrisa malévola en su rostro.
—Así es, Carlos —dijo Adriano con una sonrisa siniestra en su rostro—. Después de lo del padre de Andrés, ahora me tocará darle un golpe a su mejor amigo.
—¿Te refieres a ese tal Luciano Arévalo? —preguntó Carlos tranquilamente—. Porque ese chico es el mejor amigo de Andrés, pero no sé dónde vive.
—Entiendo. Así que averigua dónde vive ese tipo —dijo Adriano—. Yo mismo me encargaré de darle una sorpresa.
—Entendido —dijo Carlos—. ¿Y ya tienes pensado cómo vas a acabar con él, Adriano?
—No, pero debo hacerlo pronto —dijo Adriano tranquilamente—. No puedo esperar para darle a Andrés donde más le duele. Y si quiero hacerlo, tengo que hacerlo ya. Que sufra lentamente como yo sufrí cuando perdí a Daniela.
—Está bien... —dijo Carlos amablemente—. Mañana, cuando salga de la escuela, trataré de averiguar dónde vive Luciano Arévalo.
—Así se habla, hermanito. Así se habla —dijo Adriano—. Ahora iré a la casa de los Abascal y acabaré con el padre. Pero quiero ir con cuidado, para que nadie me reconozca.
—Así será, hermano —dijo Carlos tranquilo.
La maldad de Adriano no conocía límites. Estaba desesperado por darle un golpe a Andrés. Y consideraba a Luciano como la víctima perfecta. Aunque primero debía acabar con el padre de Andrés.
***
Más tarde…
Parque de los Sauces.
Katia y Osvaldo estaban en el parque los Sauces, sentados en una banca.
—Caray, no puedo creer que Roberta siga así, sin aceptar nuestra relación —dijo Osvaldo muy preocupado—. De verdad que hago todo lo posible por agradarle. Pero parece que todos mis esfuerzos son en vano.
—No creo que sean en vano… —dijo Katia tranquila—. Tal vez Roberta dé su brazo a torcer muy pronto.
—Ojalá… —dijo Osvaldo un poco triste—. Porque no me gustaría que ella fuera capaz de cometer una locura para separarnos.
—No lo creo —dijo Katia un poco más preocupada—. Pero parece que lo va a hacer si no termino contigo.
—¿Y vas a terminar conmigo sólo para darle gusto? —preguntó Osvaldo.
—No, ya se lo dije —dijo Katia ya sonriendo—. Le hice saber que no iba a terminar contigo pasara lo que pasara. Ya te imaginarás cómo se puso.
—Lo sé, linda. Lo sé —dijo Osvaldo mientras sonreía levemente.
De repente, alguien llegó al parque. Era Daniela, quien llegó y se acercó a los chicos para saludarlos.
—Hola, chicos —dijo sonriendo.
—Hola, Daniela —dijo Katia sonriendo.
—Hola —dijo Osvaldo sonriendo.
Daniela se sentó con los dos chicos en la banca.
—Oye, Daniela. Supe que ayer te peleaste con Roberta, ¿es cierto? —preguntó Osvaldo curioso.
—Sí, Osvaldo —respondió Daniela tranquila—. Le di una buena cachetada por lo que hizo ayer. Sé que no hice lo correcto, pero Roberta todavía se atrevió a echarle la culpa a Andrés.
—¿En serio? —preguntó Katia sorrpendida.
—Sí. Roberta no quiere reconocer sus errores —dijo Daniela preocupada—. Y todavía se atrevió a insultar a Andrés, lo culpa de lo que pasó. Pero yo no me dejé intimidar por ella.
—Lo sé. Lamento mcuho lo que te pasó ayer, Daniela —dijo Katia preocupada.
—Gracias, Katia —dijo Daniela tranquila—. Pero parece que Emiliano no acepta mi decisión.
—Lo sabemos, Daniela —dijo Osvaldo preocupado—. De verdad no sabes cómo Lamento que tu hermano no quiera apoyarte. No puede obligarte a regresar con Adriano si tú no quieres.
—No, no voy a regresar con él —dijo Daniela un poco enojada—. La decisión ya está tomada. Adriano y yo terminamos, no hay marcha atrás.
—Me alegra oír eso —dijo Katia tranquila.
Daniela se sentía tranquila después de haber terminado su relación con Adriano. Pero no podía evitar sentirse intranquilla por las consecuencias que esto podría tener.
¿Qué opinas del capítulo?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro