28: La supervivencia del más fuerte
Más tarde...
Parque de los Sauces.
Alan y Franco estaban en el parque de los Sauces, caminando tranquilamente. Franco usaba sudadera blanca, pantalón azul y zapatos tenis blancos.
—¿Cómo que ya le contaste a Matías lo que Roberta te hizo? —preguntó Franco sorprendido.
—Sí, Franco... —sollozó Alan triste—. Le conté que Roberta me sodomizó con un palo.
—¡Dios mío! ¿Cómo pudo Roberta hacerte algo así? —preguntó Franco horrorizado.
—No lo sé, pero lo hizo después de que Adriano matara a Osvaldo —dijo Alan triste, se secó sus lágrimas—. Pero ya no tengo miedo.
De repente, Melissa apareció en el parque y se dirigió hacia los dos chicos.
—¡Alan...! —sollozó, corrió hacia Alan para abrazarlo—. ¡Siento mucho lo que te pasó!
—¡Gracias, Melissa! —sollozó Alan mientras Melissa lo abrazaba—. ¡Finalmente confesé lo que Roberta me hizo!
—¡Lo siento mucho, Alan! —sollozó Melissa sin dejar de abrazar a Alan. Después de unos momentos, dejó de abrazarlo y se secó sus lágrimas—. No puedo creer que hayas tenido el valor para decirlo.
—Gracias, Melissa... —dijo Alan triste—. Ya no tengo miedo, estoy decidido a enfrentar a Roberta.
—Y te vamos a apoyar, Alan —dijo Melissa sonriendo.
—No estás solo —dijo Franco sonriendo.
—Sentimos mucho lo que les pasó a ti y a Katia, Alan —dijo Daniela sonriendo—. Pero me alegro que los dos hayan tenido el valor de decirlo, y perderle el miedo a Roberta.
—Ánimo, Alan —dijo Andrés sonriendo—. No tengas miedo. Aquí estamos para apoyarlos a ti y a Katia.
—Los admiro a ti y a Katia, Alan —dijo Luciano sonriendo—. Fuiste muy valiente al igual que Katia, al contar tu triste historia.
—Aún no puedo creer lo valiente que fueron tú y Katia, Alan —dijo Alessia sonriendo—. Me da gusto que hayas contado tu historia. Ya verás que muy pronto, vas a tener justicia.
—Muchas gracias, chicos... —sollozaba Alan, muy conmovido por las palabras de sus amigos—. La verdad, no sé que decir ante estas palabras de apoyo.
Emiliano apareció y se acercó a Alan. Usaba una playera celeste de mangas cortas, pantalón azul y zapatos tenis blancos.
—Hola, Alan —dijo sonriendo—. Sólo quiero decirte que fuiste muy valiente al confesar lo que Roberta te hizo.
—Muchas gracias, Emiliano... —sollozó Alan.
Emiliano abrazó a Alan, quien estaba llorando.
—Muchas gracias por apoyar a Alan en este momento tan difícil —le dijo Daniela sonriendo a Emiliano.
—Perdóname, Daniela. Pero es que no podía tolerar semejante abominación contra Alan —dijo Emiliano, sin dejar de abrazar a Alan—. Pero aquí estamos todos, para apoyarlo.
—Hay que apoyar a Alan y a Katia en esto —dijo Andrés tranquilo—. Pase lo que pase, no los vamos a dejar solos.
—Tienes razón, Andrés —le dijo Daniela tranquila—. Tarde o temprano, ellos van a tener justicia.
Alan lloraba al sentir el apoyo que sus amigos le daban. Estaba claro que ya no le tenía miedo a Roberta.
***
Más tarde...
Casa de los Lazcano.
Roberta estaba llegando a su casa. Usaba una chamarra negra sobre un minivestido azul de tirantes y zapatos negros. Llevaba un bolso negro en su mano derecha.
De repente, Katia llegó a la casa y se acercó a Roberta para confrontarla.
—¡Eres una maldita perra! —gritó furiosa, le dio a Roberta una fuerte cachetada en la mejilla izquierda.
—¿Qué te pasa, Katia? —preguntó Roberta impresionada, después de recibir la cachetada.
—¿Cómo pudiste violar a Alan, Roberta? —gritó Katia furiosa—. ¡Era mi novio!
—¿De qué estás hablando? —gritó Roberta—. ¡Yo no le hice nada a ese pendejo!
—¡Alan ya confesó todo! —gritó Katia histérica, mientras estrujaba violentamente a Roberta, jalándola del cabello—. ¡También me dijo que lo sodomizaste con un palo!
Roberta soltó una carcajada, mientras Katia la sometía contra la pared.
—Alan es más pendejo de lo que creía, así como todos los hombres, Katia —dijo burlona, empeorando la furia de Katia—. Pobrecito, ¡ahora resulta que a los hombres los violan! ¡Debió sufrir muchísimo cuando metí el palo dentro de él! ¡Y se lo metí adentro y afuera, hasta que sangró!
Roberta soltó una carcajada histérica. Katia le dio un puñetazo en la cara y la hizo caer al suelo, se lanzó contra ella para seguir golpeándola.
—¡No puedo creer lo que le has hecho a Alan! —gritó Katia histérica, mientras seguía dándole cachetadas y golpes a Roberta—. ¿Ni siquiera te arrepientes de lo que le hiciste? ¿Qué clase de monstruo eres?
Katia decidió detenerse, Roberta estaba malherida y cubierta de sangre.
—¡Soy un monstruo! ¿Está bien? ¡Soy un puto monstruo disfrazado de mujer! —gritó Roberta burlona, y se levantó del sofá—. ¡Acepto que le metí un palo por el culo al pendejo de Alan! ¡Y lo volvería a hacer! ¿Y sabes una cosa? ¡Le gustó mucho, le encantó!
Roberta soltó una carcajada histérica, empeorando la furia de Katia.
De repente, Matías entró a la casa, se acercó a Roberta y le dio un fuerte puñetazo, tirándola al suelo.
—¡Maldita perra! —gritó histérico—. ¿Cómo pudiste hacerle semejante barbaridad contra un chico inocente?
Roberta se levantó del suelo, y se lanzó contra Matías para golpearlo.
—¡Hijo de tu pinche madre! —gritó mientras trataba de golpear a Matías, pero él la sometió contra el sofá.
—¡Maldita seas, Roberta! ¡Mil veces maldita! —gritó Matías histérico, mientras sometía a Roberta—. ¡No puedo creer que hayas sodomizado a Alan con un palo! ¡Entre tú y Adriano lo traumaron de por vida!
—¡Me vale tres hectáreas de verga, pendejo! —gritó Roberta totalmente histérica—. ¡No tienes pruebas, pinche culero!
—¿Ah, no? ¿Que no tengo pruebas? —gritó Matías histérico, y soltó a Roberta—. ¡Tal vez no, pero Alan ya me contó todo! ¡Me contó que Adriano mató a Osvaldo!
—¿Qué? ¿Adriano mató a Osvaldo? —gritó Katia histérica.
—Sí, Katia. Lamento decírtelo. Pero sí, Alan me lo contó todo —dijo Matías triste.
—¡No, no puede estar muerto! ¡Osvaldo no puede estar muerto! —gritó Katia histérica.
—¡Pues lo sepas o no, Adriano sí mató al pocos huevos de Osvaldo! —gritó Roberta histérica—. ¡Ese pendejo se merecía lo que le pasó! ¡Con razón era un pito chico!
—¡Cállate! —gritó Matías histérico—. ¡Ni siquiera después de muerto lo respetas, carajo!
Roberta soltó una pequeña carcajada malévola.
—Odio a los pinches hombres, todos son iguales —dijo burlona—. Si no hay respeto para los vivos, ¿para qué respetar a los muertos?
Matías soltó a Katia y se lanzó contra Roberta.
—¡Cállate, cállate o te mato! —gritó furioso.
—¡Ten cuidado cómo te pones, cabrón! —le gritó Roberta enojada—. ¡Ponme una pinche mano encima, y te denuncio por violencia de género! ¡No puedes golpearme, pendejo! ¡Golpéame, y te vas a arrepentir, cabrón!
—¡Tranquilo, Matías! ¡Tranquilo! —dijo Katia, mientras se acercaba a Matías para defenderlo.
—Siempre escudándote en eso de que eres mujer, Roberta —dijo Matías enojado—. No te voy a golpear, pero te aseguro que te vas a arrepentir por lo que le hiciste a Alan. ¡Vas a caer, te juro que vas a caer!
—¡Sí, Roberta! —gritó Katia llorando—. ¡Te juro que vas a pagar por lo que hiciste! ¡Y Adriano va a pagar por lo que le hizo a Osvaldo!
Matías y Katia se fueron de la casa, mientras que Roberta se quedó sola, tirada en el sofá, ensangrentada y furiosa.
—¡Malditos hijos de su pinche madre! —gritó histérica, después se calmó—. No, no puedo dejar que este pendejo me hunda...
Se levantó del sofá e hizo lo que pudo para ir a su habitación. Estaba claro que su caída era inminente.
***
Más tarde...
Casa de los Villamizar.
Adriano y Santino estaban en la sala de la casa de los Villamizar, sentados en el sofá y platicando tranquilamente.
—Muchas gracias por pasarme el video de Roberta, Santino —dijo Adriano tranquilo—. De verdad que se me cayó la venda de los ojos.
—Sí, lo sé, Adriano —dijo Santino tranquilo—. Sé que te dolió mucho haberte enterado de que fue Roberta quien mató a Sofía Martell. No me imagino que Roberta haya sido capaz de haberte quitado el amor de tu vida para siempre.
—Lo sé, Santino —dijo Adriano un poco triste—. ¿Te digo algo? Sofía Martell era el amor de mi vida. Ella yo pasábamos mucho tiempo juntos y compartíamos muchos planes juntos. Pero Roberta destruyó nuestra relación. Recientemente, me enteré de que ella fue quien la mató hace años.Y ahora que tengo las pruebas en mis manos, Sofía finalmente podrá descansar en paz.
—Me imagino... —dijo Santino tranquilo—. Sé que esa chica era el amor de tu vida, y que harías cualquier cosa para vengar su muerte.
—Claro que lo haré, Santino —dijo Adriano serio—. Y también podré hacerle justicia a Alan Ventura. Tengo las pruebas en mis manos. Y pensar que le hice una promesa a Roberta, pero ahora después de lo que descubrí, tendré que romper esa promesa.
—Lo sé, Adriano —dijo Santino tranquilo—. Ha sido un placer hacer tratos contigo.
Los dos jóvenes se levantaron del sofá y se despidieron con un apretón de manos.
—Muchas gracias, Santino —dijo Adriano serio—. Ya tengo las pruebas contra Roberta, ya no te necesito para nada.
—¿De qué hablas? —preguntó Santino impactado.
Adriano sacó una pistola negra del bolsillo derecho de su saco, le apuntó a Santino y le disparó tres veces en el pecho. Santino cayó al suelo, empezó a desangrarse y dejó de existir momentos después.
Poco después, Adriano guardó la pistola en el bolsillo derecho de su pantalón, y contempló el cadáver de Santino.
—¿Quién lo diría, Santino? Al final, tú y yo no somos lo mismo. Yo soy mucho peor que tú —dijo Adriano tranquilo—. La supervivencia del más fuerte. Eso es lo que es.
Después, se sentó en el sofá y sacó el celular del bolsillo derecho de su saco para hacer viral el video que Santino le había pasado.
—Nunca debiste haberte metido conmigo, Roberta —dijo serio, mientras subía el video a las redes sociales—. Ahora todos se van a enterar de la clase de lacra que eres.
Se dispuso a hacer viral el video de la violación de Roberta contra Alan, para que ella enfrentara a la justicia.
***
Más tarde...
Casa de los Abascal.
Andrés y Melissa estaban en la sala de su casa, viendo el televisor, las noticias. El presentador estaba haciendo un anuncio importante.
—Se armó un fuerte escándalo para la diputada Roberta Lazcano, luego de hacerse viral un terrible video —dijo el presentador en la pantalla del televisor—. Se dice que ha sido removida de su cargo, y se le va a iniciar un proceso de desafuero. También se le acusa al hermano menor del diputado Adriano Villamizar, Carlos, de abusar sexualmente de la hermana menor de Roberta. Hay pruebas en su contra.
Andrés y Melissa se horrorizaron al ver la noticia.
—¡Qué horror! ¡Roberta y Carlos son unos monstruos! —dijo Andrés indignado.
—Sí, Andrés —dijo Melissa indignada—. Todavía no puedo creer la clase de persona que es Carlos.
—Yo tampoco, Melissa... —dijo Andrés triste.
—Andrés, quiero pedirte perdón por todas las veces que te he gritado —dijo Melissa triste—. Es que yo me aferraba a ser amiga de Carlos.
—Está bien, Melissa... —susurró Andrés tranquilo.
Andrés le dio un abrazo a Melissa para consolarla. Ambos sabían la clase de monstruo que era Carlos.
De repente, la mamá llegó a la sala y se encontró con los chicos.
—¿Ya vieron las noticias, chicos? —dijo preocupada.
Andrés y Melissa se separaron y hablaron con su mamá.
—Sí, mamá... —dijo Melissa triste—. Roberta y Carlos son unos monstruos.
—Yo todavía No puedo creer lo que Carlos y Roberta les hicieron a Katia y Alan respectivamente —dijo Andrés triste.
—Lo sé, chicos... —dijo la mamá preocupada, se dirigió a Melissa—. Yo todavía no puedo creer que Carlos haya tratado de abusar de ti, Melissa. Y yo creía que era un buen chico.
—Ya lo ves, mamá —dijo Melissa triste, sus ojos se llenaban de lágrimas—. Ahora me doy cuenta de que nunca lo fue.
—Ojalá que esos dos indeseables paguen por lo que hicieron —dijo Andrés preocupado.
—Tranquilos, niños —dijo la mamá triste—. Ya verán que muy pronto, ese par pagará por todo lo que ha hecho.
—Eso espero, mamá... —dijo Andrés un poco enojado—. Porque no nos gustaría tener que hacer justicia por nuestra propia mano. Sólo queremos esperar a que las autoridades correspondientes se encarguen de todo.
—Tienes razón, hijo —dijo la mamá—. Hay que dejarlo todo en manos en la justicia.
—Sí, mamá —dijo Melissa tranquila.
La mamá abrazó a sus dos hijos para consolarlos. Ninguno de los dos hermanos podía procesar lo que habían visto en las noticias.
***
Más tarde...
Parque Avándaro.
Roberta estaba en el parque Avándaro, usando unos lentes oscuros. Había salido de su casa para esconderse, aún si seguía malherida.
—No, no puedo dejar que esos pendejos me destruyan... —susurró tranquila.
Mientras caminaba, Roberta se encontró con Daniela, quien estaba furiosa.
—¿Daniela? ¿Qué haces aquí? —susurró sorprendida.
Daniela le dio una cachetada a Roberta en la mejilla izquierda, tirándola al suelo y quitándole los lentes.
—¡Eres una maldita, Roberta! —gritó furiosa—. ¿Cómo te atreviste a destruirle la vida a un chico inocente?
—¿Por qué me pegas, pendeja? —gritó Roberta, mientras se levantaba del suelo—. ¡Yo no tuve nada que ver, yo no le hice nada a ese pendejo pito chico!
Daniela le dio otra cachetada a Roberta en la misma mejilla.
—¡Cállate, no hables así de Alan! —gritó histérica—. ¡Sodomizaste a un chico inocente con un palo! ¿No te das cuenta del daño que le hiciste?
—¡Ah, claro! ¡Ahora resulta que a los pinches hombres los violan! ¿No es así? —gritó Roberta histérica—. ¡Pobre pendejo, ahora quiere esconderse bajo las faldas de una mujer para buscar ayuda! ¡Alan es un pendejo, un mentiroso y un pito chico!
—¡Cállate ya! —gritó Daniela furiosa, y se lanzó contra Roberta para desgreñarla—. ¡Vas a pagar por lo que les hiciste a él y a Osvaldo, maldita violadora! ¡Y también vas a pagar por haber encubierto a Carlos, el violador de tu hermana!
Daniela seguía desgreñando a Roberta, en un arranque de ira y dolor. La tenía en el suelo, dándole varios golpes y jalándole el cabello. Roberta gritaba con cada acción.
De repente, Andrés llegó corriendo al parque y sometió a Daniela para separarla de Roberta.
—¡Cálmate, Daniela! —gritó Andrés mientras sometía a Daniela—. ¡No hagas algo de lo que después te puedas arrepentir!
—¡Suéltame, Andrés! —gritó Daniela mientras trataba de zafarse de Andrés—. ¡Déjame matar a esta maldita! ¡Déjame matarla!
Roberta se levantaba del suelo, mientras que Andrés trataba de calmar a Daniela.
—¡Así, pinche pito chico! —gritó histérica—. ¡Controla a tu novia, pendejo! ¡No vaya a ser que se te escape y muerda su pinche cadena, culero!
—¡Cierra la maldita boca, Roberta! —gritó Andrés furioso, sin dejar de retener a Daniela—. ¡Sabía que eras una basura de mujer, pero nunca imaginé que fueras capaz de hacer algo así! ¿Cómo fuiste capaz de abusar de Alan?
—¡Me vale verga, no tienes ninguna pinche prueba, pinche gato! —gritó Roberta histérica—. ¡Y tus pendejadas no cuentan, si eres un pito chico que se roba a las novias de otros! ¡Alan es un pinche mentiroso! ¡No hay ninguna pinche prueba!
Cegado por la ira, Andrés soltó a Daniela y se lanzó contra Roberta, la sometió contra el suelo y empezó a ahorcarla.
—¡Andrés, no! —gritó Daniela asustada.
—¡Te juro que vas a pagar por lo que hiciste, Roberta! —gritó Andrés furioso, mientras ahorcaba a Roberta, quien estaba perdiendo fuerzas para respirar.
—¡No lo hagas, Andrés! ¡Cálmate! —gritó Daniela asustada, no podía moverse por la brutalidad de la escena que estaba viendo.
De repente, Luciano llegó corriendo al parque y retuvo a Andrés para que no siguiera ahorcando a Roberta.
—¡Cálmate, Andrés! ¡Qué estás haciendo! —gritó Luciano mientras retenía a Andrés.
—¡Déjame, asqueroso traidor! ¡Quiero matar a esta maldita! —gritó Andrés furioso.
—¡No hagas eso, por favor! —gritó Daniela asustada, mientras corría hacia Andrés—. ¡No vale la pena matar a esta perra!
Roberta se levantó del suelo lentamente, y enfrentó a los tres chicos.
—¡Se van a arrepentir, hijos de su pinche madre! —gritó histérica—. ¡Avísenle al pendejo de Alan que acaba de firmar su sentencia de muerte!
Después de todo ese zafarrancho, Roberta se fue del lugar. Andrés, Daniela y Luciano se calmaban poco a poco.
—¿Acaso se han vuelto locos? —les gritó Luciano a Daniela y Andrés.
—¡Llámanos locos si quieres, Luciano! —respondió Daniela enojada—. ¡Ya sabemos que Roberta abusó de Alan hace tiempo! ¡No podíamos quedarnos callados!
—¡Sí, Luciano! —dijo Andrés enojado—. ¡Sigo sin poder creer que Roberta sea una basura de ser humano! ¡No sabes cómo me duele lo que le hizo a Alan!
—Lo sé, chicos. Pero no creo que esto sea necesario —dijo Luciano—. Hay que dejar esto en manos de la justicia. Les aseguro que Carlos y Roberta caerán muy pronto. Pero, chicos. Es que yo...
—¡Tú y yo no tenemos nada de qué hablar, Luciano! —dijo Andrés—. ¡No sé si pueda perdonarte después de lo que me hiciste!
—¡Sí, Luciano! —dijo Daniela enojada—. ¡Andrés es tu mejor amigo! ¡No se vale que lo hayas traicionado, tanto a él como a los Ventura!
—¡Lo hice porque el maldito de Adriano me tenía amenazado, Daniela! —dijo Luciano triste—. ¡Por eso, hice lo que hice para evitar que mi familia se metiera en problemas!
—¡Lo que le hiciste a mi familia, y a los Ventura, es imperdonable, Luciano! —gritó Andrés enojado—. ¡Hubieras pensado mejor las cosas! Y la verdad, es que no sé si tú y yo podamos volver a ser amigos.
Andrés se fue enojado del parque, mientras que antes de seguirlo, Daniela le dijo algo a Luciano.
—No sé qué pensar, Luciano —dijo Daniela tranquila—. Pero lo que le hiciste a Andrés y a los Ventura es imperdonable.
Después, Daniela se fue del parque para seguir a Andrés. Luciano se quedó solo en el parque, triste y desolado tras ser revelada su traición a Andrés y a los Ventura.
—¿Qué tengo que hacer para recuperar mi amistad con Andrés? —preguntó tranquilo—. No, tengo que buscar la forma para enfrentar a Adriano Villamizar...
Estaba decidido a enfrentar a Adriano, pero a la vez, quería evitar tener más problemas con Andrés.
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