25: La culpa nunca es de la víctima
Al día siguiente...
18 de octubre de 2023.
Facultad de Economía.
Era un nuevo día en la ciudad. Cielo nublado, clima frío. Había una llovizna ligera.
Matías estaba caminando hacia la facultad de Economía. Usaba sudadera roja, pantalón de mezclilla negro y zapatos tenis blancos. Llevaba una mochila gris en su espalda.
De repente, dos hombres de negro encapuchados, corrieron hacia él y lo sometieron.
—¡Suéltenme, qué están haciendo! ¡Déjenme! —gritó Matías, mientras trataba de zafarse de los encapuchados.
Los encapuchados se llevaron a Matías a una camioneta Suburban negra y lo metieron adentro de ella, en la segunda fila de asientos. Adriano estaba junto a él, vistiendo traje y zapatos negros, con corbata azul. Adriano lo vio y lo enfrentó.
—Hola, Matías —dijo burlón—. ¿A dónde tan temprano?
—¿Adriano? ¿Qué es lo que quieres? —gritó Matías enojado.
—Veo que sigues terco en querer descubrir la verdad, ¿no es así? —preguntó Adriano burlón.
—¡A mí se me hace que ustedes tuvieron algo que ver con lo que le pasó a Osvaldo hace semanas! —gritó Matías enojado.
Adriano sacó una pistola negra del bolsillo derecho de su saco y le apuntó a Matías con ella.
—¿Qué crees que estás haciendo, imbécil? —gritó Matías enojado.
—¿Sí sabes lo que te va a pasar si sigues investigando sobre lo de Osvaldo Ventura? —preguntó Adriano enojado, sin dejar de apuntarle a Matías con la pistola.
—¡Pues haz lo que quieras, Adriano! —gritó Matías enojado—. ¡Vas a necesitar algo más que una maldita pistola para intimidarme!
—¡Haz lo que quieras, Matías! —dijo Adriano enojado—. Porque yo tengo mucho más poder que tú, no me importa que seas hermano de Roberta Lazcano.
—De seguro Roberta te envió para amenazarme, ¿no es así? —preguntó Matías enojado.
—Piensa lo que quieras —dijo Adriano burlón—. Pero ya sabes lo que te va a pasar si sigues investigando acerca de lo que le pasó a Osvaldo. ¡No olvides que te tengo en mis manos!
—¡No te tengo miedo, Adriano! ¡Ya sé la clase de persona que eres! —gritó Matías enojado—. ¡Te juro que vas a pagar por todo el daño que has hecho! ¡Y si me llego a enterar de que Roberta tuvo algo que tuvo algo que ver con lo que le puso a Osvaldo, juro que no se la va a acabar!
—Vaya, te haces el valiente, ¿no es así? —preguntó Adriano burlón, sin dejar de apuntarle a Matías con la pistola—. Harías cualquier cosa para proteger a tu familia y amigos. Eso no se discute. Pero no sabes lo que te espera en caso de que te atrevas a desafiarme. Sabes que tú y tu hermana Katia están en mis manos.
—¡No te atrevas a hacerle daño a Katia, desgraciado! —gritó Matías enojado—. ¡No voy a permitir que le hagas daño!
—¡Pues de ti depende que ella esté bien! —gritó Adriano enojado—. Porque si no dejas de investigar acerca de lo que pasó con los Ventura, te juro que Katia sufrirá las consecuencias. ¿Entendiste?
Matías no alcanzó a decir nada, estaba paralizado por el miedo. Adriano guardó su pistola en el bolsillo derecho de su saco, sacó a Matías de la camioneta y se asomó por la ventana para decirle una última cosa. Matías seguía de pie, sin poder moverse ni hablar.
—Tú sabes lo que haces, Matías —dijo Adriano burlón—. De ti depende que Katia esté a salvo. Así que piénsalo dos veces.
Después de un rato, la camioneta negra se fue del lugar. Matías aún estaba inmóvil y mudo. Ahora sentía mucho miedo por las amenazas de Adriano, y tenía miedo de que Adriano pudiera cumplirlas.
***
Más tarde...
Parque de los Sauces.
Andrés y Daniela estaban en el parque de Los Sauces. Andrés usaba una sudadera negra, pantalón deportivo y zapatos tenis, ambos blancos. Daniela usaba una sudadera azul, pantalón deportivo negro y zapatos tenis blancos.
Los dos estaban sentados en una banca, conversando.
—¿Es verdad que mi hermano se puso mal contigo ayer, Andrés? —preguntó Daniela.
—Sí, Daniela... —dijo Andrés un poco molesto—. Sé que no va a aprobar nuestra amistad.
—Odio decírtelo. Pero es cierto —dijo Daniela un poco triste—. Como ya lo sabes, mi hermano es el mejor amigo de Adriano, y sabes que hará de todo para evitar que sigamos siendo amigos. Quise decirle que ya no me interesa tener nada que ver con Adriano, pero es demasiado terco.
—Mira qué cosas... —dijo Andrés un poco más tranquilo—. Parece que Emiliano me sigue odiando por el hecho de ser tu amigo.
—Es que cree que tú tuviste la culpa de que yo terminara con Adriano —dijo Daniela—. Pero por más que lo intento hacer entrar en razón, no lo consigo. Es como si estuviera hablando con la pared.
—Te entiendo, Daniela —dijo Andrés—. Yo también trato de razonar con él, pero no me quiso escuchar. Parece que va a querer hacer de todo para separarnos.
—Sí, pero yo ya le dije que prefiero estar muerta que volver con Adriano —dijo Daniela con seguridad—. Y si quiere hacer circo, maroma y teatro para separarnos, que sepa que estamos preparados para enfrentarlo.
—Por cierto, ¿te conté que mi hermana está saliendo con el hermano de Adriano? —dijo Andrés un poco intranquilo.
—No, no sabía... —dijo Daniela—. ¿Tu hermana está saliendo con el hermano de Adriano?
—Así es, y por supuesto que me opongo completamente a esa relación —dijo Andrés un poco molesto—. No puedo soportar ver cómo tu ex cuñado se la pasa enamorando a mi hermana. Tengo miedo de que le vaya a hacer algo. O que la engañe, como Adriano lo hizo contigo.
—Cielos... —dijo Daniela tranquilamente—. Para que sepas, creo que yo tampoco apruebo esa relación. Si yo fuera hermana de Melissa, le pediría que se alejara de Carlos. Aunque primero tendría que tomarme el tiempo de conocerlo un poco mejor. Pero viendo que es el hermano de Adriano, no sé qué esperar.
—Yo tampoco espero nada de los Villamizar... —dijo Andrés—. Aún no le he dicho nada a Melissa, pero ya le haré saber mi opinión más tarde.
—Lamento mucho que Adriano haya querido matarte, Andrés —dijo Daniela triste.
—Lo sé... —dijo Andrés tranquilo—. Claro que Adriano quiso asesinarme. Pero no pudo.
—Me alegra que hayas salido de ese problema —dijo Daniela tranquila.
—Haré que Adriano se arrepienta de no haberme matado. Se lo juro... —dijo Andrés tranquilo.
Andrés entendió que debía prepararse para hablar con Melissa y hacerle saber su oposición a la amistad que ella mantenía con Carlos.
***
Más tarde...
Casa de los Arévalo.
Luciano estaba en la sala de su casa, sentado en el sofá. Se veía triste. Portaba una sudadera azul, pantalón de mezclilla azul y zapatos tenis blancos.
—Dios mío... —dijo triste—. ¿Cómo le voy a decir a todos que Osvaldo murió por mi culpa?
Sacó su celular del bolsillo derecho de su pantalón. Lo desbloqueó y vio unas fotos de él con Osvaldo y Alan. Lo que no sabía, es que Alan estaba afuera de su casa, escuchando todo. Alan usaba sudadera gris, pantalón deportivo negro y zapatos tenis blancos. Se veía asustado.
Luciano seguía viendo la foto, muy triste. Se levantó del sofá.
—No sé cómo va a reaccionar Andrés cuando se entere de que yo le di información personal a Adriano ese día... —dijo triste.
De repente, Alan entró a la casa y se acercó furioso a Luciano, quien se sorprendió.
—O sea que, ¿tú hiciste que Adriano matara a mi hermano, imbécil? —gritó Alan enojado, sostuvo a Luciano de la sudadera.
—¡Alan, te juro que no quería hacer esto! —gritó Luciano asustado—. ¡Adriano me tenía amenazado, te lo juro!
—¿Cómo te atreviste a hacerle esto a mi hermano? —gritó Alan enojado, sin dejar de sostener a Luciano—. ¿Te das cuenta del daño que me provocaste a mí?
—¡Te juro que no quería hacerlo, Alan! —gritó Luciano asustado—. ¡Roberta fue la que te sodomizó ese día! ¡Adriano fue quien mató a tu hermano ese día!
Alan le dio un puñetazo a Luciano en la cara, tirándolo al suelo y haciéndolo sangrar de la nariz.
—¡Date cuenta del daño que me provocaste, Luciano! —gritó enojado—. ¡Yo te di mi amistad, mi confianza! ¡Y tú me pagas así, dándole información privada de mi familia a Adriano Villamizar!
—¡Lo hice para proteger a mi familia, Alan! —gritó Luciano desesperado—. ¡Por favor, entiéndeme!
Alan puso su pie derecho en los genitales de Luciano, quien gritaba de dolor.
—¡No hagas eso, Alan! ¡Me duele, me duele mucho! —gritó Luciano adolorido.
—¿Te duele? ¿Ahora lo sientes? —preguntó Alan furioso, mientras pisaba más fuertemente los genitales de Luciano—. ¡Ahora ya ves el dolor que sentí cuando Roberta me sodomizó con un palo ese día, después de que Adriano matara a Osvaldo!
—¡Basta, Alan! ¡No me pises así! —gritó Luciano enojado.
—¡Pues siente el dolor que tú me hiciste sentir! —gritó Alan enojado, se agachó para acercarse a Luciano y quitó su pie derecho de sus genitales—. ¡Este es el dolor que tú me causaste! ¡Más te vale que hables con la verdad, y le cuentes todo a Andrés. Porque si no lo haces, yo mismo se lo voy a contar todo. Espero que vivas con la culpa de lo que hiciste.
Después de una larga pelea, Alan se fue enojado de la casa, mientras que Luciano se sostenía los genitales, estaba sumamente adolorido. Entendía que estaba sufriendo las consecuencias de su silencio.
***
Más tarde...
Parque Avándaro.
Melissa y Carlos estaban en el parque Avándaro, sentados en una banca y platicando tranquilamente. Melissa usaba una sudadera azul, pantalón deportivo negro y zapatos tenis blancos. Carlos usaba sudadera roja, pantalón deportivo blanco y zapatos tenis negros.
—¿Sabes? No hay nada como estar en el parque, aprovechando el clima —dijo Carlos sonriendo.
—A mí también me encanta, Carlos —dijo Melissa, y le dio un beso en los labios a Carlos—. Me encanta pasar tiempo contigo.
—Yo también, linda —dijo Carlos sonriendo—. Oye, ¿qué te parece si este fin de semana vamos a una fiesta? Un amigo mío nos invitó.
—Me encantaría —dijo Melissa sonriendo.
Carlos se acercó un poco más a Melissa, pero ella empezaba a sentirse ligeramente incómoda.
—Oye, ¿qué estás haciendo? —dijo Melissa un poco incómoda.
—Vamos, ¿no vas a decirme que no quieres esto? —preguntó Carlos burlón, mientras se acercaba más a Melissa, y puso su mano derecha en la pierna izquierda de Melissa.
—Carlos, sin ofender, pero no hagas esto, por favor... —dijo Melissa incómoda—. Aún no estoy lista para esto.
—¡Vamos, amor! —dijo Carlos, mientras seguía tocando la pierna izquierda de Melissa, y su mano derecha estaba a punto de llegar a los genitales de la joven—. ¡Tengo muchas ganas de hacerlo contigo! ¡No tiene nada de malo!
—¡Ya te dije que no, por favor! —exclamó Melissa asustada, mientras trataba de apartar a Carlos—. ¡Basta, no sigas con esto!
—¡Pero yo sé que te gusta, Melissa! —dijo Carlos, y se acercó a Melissa para volver a besarla.
—¡Suéltame, por favor! —gritó Melissa asustada, mientras intentaba apartar a Carlos de ella.
Carlos estaba tratando de abusar de Melissa, pero Andrés logró llegar a su rescate. Andrés apartó a Carlos de ella, lo levantó de la banca y le dio un puñetazo, tirándolo al suelo.
—¡Maldito imbécil! —gritó Andrés furioso—. ¿Cómo te atreves a meterte con mi hermana?
Melissa se levantó de la banca y corrió hacia Andrés para protegerse de Carlos, quién se estaba levantando del suelo, con la nariz ensangrentada.
—¡Maldito idiota! —gritó Carlos furioso—. ¡Todo estaba muy bien hasta que llegaste!
—¡Te vi queriendo burlarte de mi hermana! —gritó Andrés enojado—. ¡Intentabas abusar de ella!
Carlos corrió hacia Andrés para golpearlo, pero éste lo sometió y le dio otro puñetazo en la cara, para apartarlo de Melissa.
—¡No te vuelvas a acercar a mi hermana, maldito! —gritó Andrés furioso—. ¡No voy a permitir que le hagas daño!
—¡Maldito seas, Andrés Abascal! —gritó Carlos furioso—. ¡Te juro que no te vas a librar de esta tan fácilmente! ¡Ya lo verás! —volteó hacia Melissa—. ¡En cuanto a ti, Melissa! ¡Vas a ser mía a como dé lugar! ¡Te voy a hacer mía, te guste o no!
Carlos se fue furioso del parque, mientras que Andrés abrazó a Melissa. Ella estaba llorando y asustada.
—¡Llévame a casa, por favor! —dijo ella llorando—. ¡No quiero estar aquí!
—Tranquila, ya pasó. Todo va a estar bien —dijo Andrés tranquilo.
Andrés y Melissa se fueron del parque y caminaron hacia su casa. Melissa seguía asustada por lo que Carlos intentó hacerle.
***
Más tarde...
Casa de los Lazcano.
Roberta estaba en la sala de su casa, sentada en el sofá. Usaba sudadera gris, pantalón deportivo negro y zapatos tenis negros.
De repente, Matías pateó la puerta y llegó a la casa. Roberta volteó a verlo.
—¿Qué haces, pendejo? ¿Por qué pateas la puerta? —le preguntó enojada.
—¡Eres una maldita perra, Roberta! —gritó Matías enojado, se acercó a Roberta para levantarla del sofá—. ¡Adriano me amenazó por tu culpa!
—¿Y eso qué? ¡Me vale verga, ojalá te hubiera matado ahí mismo, hijo de tu puta madre! —gritó Roberta enojada.
—¡Ya basta! —gritó Matías histérico, sacó un cuchillo del bolsillo derecho de su pantalón, sometió a Roberta por detrás y le puso el cuchillo en la garganta—. ¡Te voy a matar ahora mismo, Roberta! ¡Te voy a matar!
—¿Ahora sí, muy vergas, no, culero? —dijo Roberta enojada—. ¡Mátame si quieres, pendejo! ¡Hazlo! ¿Qué chingados estás esperando?
—¡Cállate, cállate! —gritó Matías histérico—. ¡O te rebano la garganta aquí mismo! ¡Sé muy bien que tú tuviste algo que ver con la muerte de Osvaldo!
—¡Eso que te valga verga, hijo de tu puta madre! —gritó Roberta histérica, mientras trataba de zafarse de Matías—. ¿Y qué chingados te importa si yo tuve algo que ver, culero?
—¡Contesta ahora! ¡Contesta! —gritó Matías histérico—. ¿O quieres que busque a Katia para contarle todo?
De repente, Adriano llegó a la casa y vio con sorpresa, cómo Matías sometía a Roberta con un cuchillo en su cuello.
—Vamos, ¿qué está pasando aquí? —preguntó sorprendido—. Vengo a casa de los Lazcano, y veo cómo quieres matar a tu propia sangre.
—¡No te acerques más, Adriano! —gritó Matías enojado, sin dejar de someter a Roberta—. ¡O le corto el cuello a tu amiga!
—¡Hazlo si te atreves, cabrón! —gritó Roberta enojada.
—Vamos, Matías. No hagas las cosas más difíciles —dijo Adriano tranquilo—. Ya sabes lo que te va a pasar si sigues investigando. Ahora deja ir a Roberta por las buenas.
—¡Nunca, maldito! ¡Nunca! —gritó Matías, sin dejar de someter a Roberta—. ¡No te muevas! ¡Ni un gesto, o le corto el cuello a tu amiga!
—Piénsalo dos veces, Matías —dijo Adriano tranquilo—. No pongas a prueba a Roberta.
Harta de la situación, Roberta le dio un pisotón a Matías, haciéndolo gritar y soltar el cuchillo. Acto seguido, le dio un cabezazo en la cara, haciéndolo tambalear y sangrar de la nariz.
—¡A mí ningún machito como tú me va a volver a tocar! ¿Me entiendes, hijo de la chingada? —le dijo Roberta muy enojada.
Matías no dijo palabra alguna, Roberta se acercó a Adriano, quien la abrazó.
—¿Ahora entiendes por qué no debes meterte con tu propia familia, Matías? —preguntó Adriano serio, antes de voltear hacia Roberta—. Tranquila, Roberta. Todo va a estar bien.
—Gracias, Adriano... —dijo Roberta tranquila, antes de voltear hacia Matías—. ¡A ver si así aprendes a respetar a las mujeres, pendejo de mierda! ¿No que muy vergas, hijo de tu puta madre?
—Tranquila, Roberta. Vámonos —dijo Adriano tranquilo.
Adriano y Roberta se fueron de la casa, dejando solo a Matías. Éste enfurecía más con el pasar del tiempo.
—¡Maldita seas, Roberta! ¡Mil veces maldita! —gritó Matías llorando e histérico, antes de arrodillarse—. ¡Ojalá te pudras en el infierno!
Cegado por la ira, golpeó el suelo varias veces, mientras lanzaba un grito. Estaba llorando furioso, después de la pelea que tuvo con Roberta.
***
Más tarde...
Casa de los Abascal.
Katia y Melissa estaban en la sala de la casa de los Abascal, sentadas en el sofá. Katia usaba una sudadera azul, pantalón deportivo blanco y zapatos tenis negros.
—¿Es cierto que Carlos quiso aprovecharse de ti, Melissa? —preguntó Katia preocupada.
—Sí, Katia. De no haber sido por Andrés, no sé qué habría pasado —dijo Melissa asustada.
—Dios mío, no puedo creer que Carlos haya querido abusar de ti —dijo Katia preocupada.
—No sé qué le pasó, Katia... —dijo Melissa preocupada.
—Es que no sé si pueda contarte esto... —dijo Katia preocupada.
—¿De qué se trata? —preguntó Melissa.
Las dos chicas se sentaron en una banca para seguir platicando. Era obvio que Katia ya no podía seguir ocultando lo que pasaba.
—Es que no sé si contarte esto... —dijo Katia triste—. Al menos Carlos no logró abusar de ti, pero de mí sí.
—¿Cómo? —preguntó Melissa preocupada—. ¿Carlos te violó?
—Sí, Melissa... —dijo Katia triste, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. Hace varias semanas, Carlos se metió a mi casa sin ni siquiera tocar el timbre. Se me acercó y me sometió contra el sofá. ¿Y sabes qué es lo peor?
—¿Qué pasó, Katia? —preguntó Melissa consternada.
—¡Que Carlos metió su cosa dentro de mí! —sollozó Katia triste—. ¡Te juro que le dije que no quería, pero él no se detenía! ¡Me siguió penetrando hasta que ya no pudo más! ¡En resumen, Carlos me violó!
—¿Cómo? —preguntó Melissa totalmente aterrada—. Carlos te violó...
—¡Sí! Y lo peor, es que él y su hermano me tienen amenazada! —gritó Katia triste.
—¡Dios bendito...! —dijo Melissa triste y consternada—. No sabes cómo lamento que Carlos te haya hecho algo así. Pero dime algo, ¿Roberta y Matías lo saben?
—Se lo dije a Roberta, pero sólo se burló de mí, me dijo que yo lo provoqué —sollozó Katia triste—. Y Matías, bueno... Matías no sabe nada de esto. ¡Y me da miedo que se llegue a enterar!
—Tranquila, Katia —dijo Melissa triste—. Qué coraje me da que Roberta haya minimizado tu tragedia. Sólo espero que Matías sea más comprensivo y te pueda apoyar. Sólo tienes que hablar con él. La culpa nunca es de la víctima, Katia. No fue tu culpa lo que te pasó.
—Lo sé, Melissa. Lo sé... —sollozó Katia triste.
Las dos chicas se levantaron del sofá. Melissa le dio un abrazo a Katia, quien estaba llorando. Era obvio que Katia no podía con la idea de haber sido violada por Carlos, y que estuviera siendo amenazada.
¿Qué opinas del capítulo?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro