21: Estamos en nuestro prime
Esa noche...
Casa de los Lazcano.
Matías y Katia estaban en la sala de la casa, platicando. Katia portaba una blusa beige de tirantes, minifalda de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos. Ella caminaba de un lado a otro, mientras que Matías estaba sentado en el sofá.
—¿No hay señal de él, Katia? —preguntó Matías.
—No, Matías... —dijo Katia triste, mientras seguía caminando de un lado a otro—. No contesta las llamadas, ni siquiera un mensaje, ¡nada!
—Es que todavía sigue desaparecido desde ayer —dijo Matías muy preocupado, mientras se levantaba del sofá y se acercaba a Katia—. Me dijo su familia que lo han buscado pero no la han encontrado.
—Sólo espero que todo salga bien al final... —dijo Katia más preocupada—. Me dijo Daniela que también está muy preocupada por lo que pasó.
—Sí. Andrés pierde a su padre, luego a su mejor amigo, y ahora nos enteramos de que está desaparecido —dijo Matías triste—. Lo peor de todo, es que hace rato me enfrenté a Adriano.
—¿Cómo que encontraste a Adriano? —preguntó Katia preocupada.
—Sí. Hace rato me lo encontré. Intentó abusar de Daniela, pero no se lo permití —dijo Matías un poco enojado—. De paso, le advertí que Andrés iba a aparecer tarde o temprano, pero solo se burló.
—¿Neta? ¡Adriano es un tipo despreciable! —exclamó Katia indignada.
Mientras los hermanos platicaban, Roberta llegó a la casa. Portaba una blusa negra de tirantes, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos negros. Ella se acercó a los chicos para hablarles.
—Ya déjense de pendejadas, ¿quieren? —dijo burlona—. No tiene caso que sigan buscando al pendejo de Andrés Abascal.
Matías y Katia voltearon hacia Roberta y la confrontaron.
—¿De qué estás hablando, Roberta? —preguntó Katia confundida.
—¿Cómo que no tiene caso? —preguntó Matías.
—¿Están pendejos los dos? —preguntó Roberta burlona—. Dejen de seguir buscando a Andrés Abascal, dicen que ya está muerto.
Matías enfureció después de haber escuchado las palabras de Roberta, por lo que la enfrentó.
—¡Eso es mentira, Roberta! —dijo enojado—. ¡Sepas que Andrés solo está desaparecido, no está muerto como te hicieron creer!
—¡Claro que está muerto, cabrón! —dijo Roberta enojada—. ¿No te enteraste? Me dijo un compañero que posiblemente Andrés esté muerto. Pobre de Daniela, no sé cómo se vaya a poner cuando se entere la pendeja.
—¡Cállate, cállate de una vez, Roberta! —gritó Matías furioso.
—¡No me callo, porque estoy diciendo la verdad! —gritó Roberta—. ¡Andrés Abascal está muerto para este momento, Adriano me lo dijo, pendejo! ¿No te das cuenta?
—¡Cállate, o te callaré yo! —gritó Matías furioso.
—¡Matías, no! —gritó Katia desesperada.
Cegado por la ira, Matías quiso abofetear a Roberta, pero ella lo detuvo en seco, sosteniendo su mano.
—¡A mí ningún pinche hombre me va a poner un dedo encima, cabrón! —le gritó furiosa, mientras lo empujaba después de detenerlo—. Si mi propio padre no me golpeaba, mucho menos lo vas a hacer tú, pendejo!
—¡Andrés no está muerto, Roberta! —dijo Matías furioso, mientras se recuperaba del empujón—. ¡Ha de estar vivo, pero aún no sabemos dónde está!
—¡Sí, Roberta! Andrés aún está desaparecido, pronto va a aparecer —replicó Katia.
Roberta soltó una risa malévola, aunque baja.
—Piensen lo que quieran, pendejos —dijo burlona—. Espero que Andrés Abascal aparezca, si es lo que quieren. De lo contrario, ya pueden ir cavándole una tumba a ese pinche gato.
Después de eso, salió de la casa, dejando enfurecidos a Matías y Katia.
—¡Andrés Abascal está vivo, te lo vamos a demostrar! —gritó Matías furioso.
—¡Tranquilo, Matías! Andrés está vivo, no tardará en aparecer —dijo Katia preocupada.
—Eso espero, Katia. Eso espero... —dijo Matías un poco más tranquilo.
Matías trataba de guardar calma después de la discusión que tuvo con Roberta. Él y Katia tenían muchas esperanzas de que Andrés estuviera vivo.
***
Más tarde...
Parque de los Sauces.
Ya era de noche. Melissa se encontraba con Carlos; ambos estaban sentados en una banca, platicando. Carlos usaba una playera negra de mangas cortas, pantalón deportivo blanco y un par de zapatos tenis blancos.
—¿Cómo se siente Alan después del entierro de Osvaldo? —preguntó Carlos tranquilamente.
—Dice que está tranquilo, Carlos —dijo Melissa tranquilamente—. Dicen que lo amenazaron después de que desaparecieron a su hermano. Pero Alan no quiso decirnos quién lo hizo.
—Dios mío, no puedo creerlo... —dijo Carlos horrorizado—. No puedo creer que alguien le haya hecho algo tan horrible a Alan.
—Cierto, y es que quien lo hizo, no tiene corazón —dijo Melissa—. No me imagino cómo se siente Alan, aún si ya pasaron semanas.
—Tienes razón, Melissa —dijo Carlos triste—. Lo peor es que el culpable nunca lo quiso, y siempre buscó la manera de desaparecerlo. Hizo lo que tanto quería, pero algún día, pagará por lo que hizo.
—Dios te oiga, Carlos —dijo Melissa tristemente—. De verdad no se me hace justo que le hayan hecho eso a un chico inocente.
—No sé qué decirte, Melissa —dijo Carlos tranquilamente—. Todavía no conozco a ese chico, pero si así lo dices, cuenta conmigo. Hay que apoyar a Alan en este momento tan difícil.
—Sí, hay que darle ánimos, para que no se sienta tan triste —dijo Carlos amablemente—. Eres su mejor amiga, y los mejores amigos se apoyan en las buenas y en las malas. A propósito, ¿ya hay noticias de Andrés?
—Gracias por tus palabras, Carlos —dijo Melissa amablemente—. En verdad eres muy comprensivo. Eso habla muy bien de ti. Y en cuanto a Andrés, todavía no aparece. Ya va más de un día. Hemos intentado marcarle y mandarle mensajes, pero ni siquiera contesta.
—Lo siento mucho, Melissa... —susurró Carlos preocupado—. Aún no logro entender por qué desapareció así como así. Sólo espero que aparezca pronto, y que regrese sano y salvo a casa.
—Dios te oiga, Carlos... —susurró Melissa preocupada.
Melissa estaba muy preocupada al saber que ya había pasado más de un día, y que Andrés no aparecía. Sólo rogaba porque él regresara a casa con vida.
***
Más tarde...
Parque Avándaro.
Alan estaba en el parque Avándaro, sentado en una banca. Estaba llorando desconsoladamente, sin parar.
—¿Por qué me pasa esto, Dios mío? —sollozaba triste.
Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y tenía la mirada hacia el suelo. Tenía el autoestima por los suelos.
Alguien se acercó para hablar con él. Era Franco, quien usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—Hola, Alan —dijo Franco tranquilamente—. ¿Cómo has estado? ¿Te sientes bien?
—No sé cómo me siento... —sollozaba Alan sin voltear hacia Franco—. Ya no sé cómo me siento, después de la pérdida de mi hermano.
—Sí, lo sé, Alan... —dijo Franco con tristeza—. Sé cómo te sientes, que estás muy mal desde lo que pasó. Pero deberías platicar con un amigo. Dicen que eso te hace muy bien.
—Pues yo no sé cómo me haría bien eso... —sollozaba Alan, aún sin voltear hacia Franco—. No sé cómo me haría bien, desde que perdí a mi hermano mayor.
—Bueno, eso puede ser. Pero... —susurraba Franco.
—Es que perdí a mi hermano, pero todos creen que está desaparecido —dijo Alan triste.
—¿Nadie sabe que tu hermano murió? —dijo Franco triste.
Alan no se animaba a voltear a ver a Franco, estaba demasiado triste como para querer cruzar palabra con alguien.
—Vamos, Alan —dijo Franco amablemente—. Sé lo que te pasa, siento mucho lo que le hicieron a tu hermano. No hallo las palabras para consolarte, pero quiero que sepas que cuentas conmigo para lo que necesites.
Alan ya no podía guardar más lo que sentía, después de haber perdido a su hermano y haber sido violado por Roberta aquella tarde.
—¡Es que no puedo creer que me esté pasando esto! —gritó lleno de dolor—. ¡No puedo creer que Osvaldo haya muerto! ¡Él era mi mundo, era lo que más quería en la vida! ¡Era el orgullo de mis papás!
—Sé cómo te sientes, Alan —dijo Franco tranquilamente—. Estás dolido, estás enojado, porque perdiste a tu ídolo. Y un desalmado te lo quitó todo de un golpe.
—Y lamentablemente, ese desgraciado se salió con la suya —sollozaba Alan triste—. El maldito que me quitó a mi hermano, va a seguir libre, como si nada.
—¿Es cierto que ese tipo te hizo algo más después de haber matado a tu hermano? —preguntó Franco tranquilamente.
—¿De qué estás hablando, Franco? —preguntó Alan llorando—. ¡Claro que no! ¡Sólo mató a mi hermano y ya, pero no me hizo nada más!
—Tranquilo, Alan. Sólo preguntaba —le dijo Franco—. Tampoco es para que te enojes. Sé que estás enojado, y quieres mandarlo todo al carajo, pero no tienes por qué ponerte así.
—Lo sé, Franco... —dijo Alan tranquilamente—. Perdóname, no sé cómo reaccionar a una pregunta así. Es que llevo días alterado y muy triste por lo que me pasó.
Alan secó sus lágrimas, pero no podía mitigar su tristeza.
—¿Quieres ir a Galerías Valle Oriente mañana? —preguntó Franco amablemente—. Digo, para que te alivianes un poco.
—Sí, Franco... —susurró Alan tranquilamente, pero empezó a perder la calma y asustarse—. Pero no quiero encontrarme a esa tal... esa tal...
—¿Esa tal quién, hermano? ¿De quién se trata? —preguntó Franco sorprendido.
—Esa tal, esa tal... ¡No, no! —gritó Alan asustado.
Alan empezó a respirar de forma agitada, mientras sentía que sus corazón se aceleraba. Estaba sufriendo un ataque de pánico. Segundos después, se levantó de la banca y salió corriendo del parque, dejando a Franco totalmente preocupado.
—¡Alan! —gritó Franco mientras se levantaba de la banca—. ¡Alan, no te vayas, por favor!
Franco quiso gritar más fuerte, pero era inútil. Alan ya se había ido del parque. Al ver que Alan se había ido, Franco se volvió a sentar en la banca y se quedó pensativo, después de lo que Alan le había dicho. Empezaba a sospechar más de Roberta Lazcano, como la responsable del sufrimiento de Alan.
***
Más tarde...
Casa de los Villamizar.
Adriano estaba en la sala de su casa, listo para terminar su día. Estaba sin playera, portando un pantalón deportivo negro y un par de pantuflas negras. Carlos estaba con él, portando una playera blanca de tirantes, short deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—¿Cómo te sientes ahora que Andrés ya no te estorba, Adriano? —preguntó Carlos sonriendo.
—Muy feliz, Carlos —dijo Adriano sonriendo—. Después de tanto tiempo, logré deshacerme de Andrés Abascal. Y ya nada ni nadie podrá impedirme que regrese con Daniela.
—Eso es lo bueno, hermano —dijo Carlos sonriendo, mientras se sentaba en el sofá—. Andrés Abascal no era nada más que un estorbo para nosotros y para ti. No es por nada, pero hiciste una buena decisión en llevártelo lejos para deshacerte de él.
—Lo sé —dijo Adriano sonriendo, mientras caminaba hacia la cocina—. ¡Nada podría arruinar este día!
Adriano estaba en la cocina. Abrió el refrigerador y sacó una botella de agua. La abrió y empezó a beber un poco. Después, salió de la cocina y se dirigió hacia su habitación. Se miró al espejo de arriba a abajo.
—Adriano Villamizar, hoy te sacaste la lotería —dijo con un tono de voz siniestro, mientras peinaba su cabello con la mano derecha—. Al fin lograste deshacerte de Andrés Abascal.
Se veía muy contento después de lo que le hizo a Andrés la noche anterior. De repente, su celular empezó a sonar. Lo tomó del buró y lo desbloqueó. Vio que había recibido un mensaje de WhatsApp, el cual decía:
Pánfilo
"Hola, Adriano. Lograste deshacerte de Andrés. Muy buen trabajo."
Adriano sonrió tras haber leído ese mensaje. Su ira aumentó progresivamente.
—¡Sí, lo logré! —gritó sonriendo—. ¡Al fin logré deshacerme de Andrés Abascal!
Su grito fue tan fuerte, que Carlos llegó corriendo hacia su habitación y se preocupó mucho.
—¿Todo bien, Adriano? —preguntó Carlos preocupado—. Escuché que estabas gritando.
—¡Sí! —gritó Adriano feliz—. ¡Acabo de recibir un mensaje de WhatsApp!
—¿Y qué decía? —preguntó Carlos preocupado.
Adriano le dio su celular a Carlos para que revisara ese mensaje.
—¿Pánfilo te mandó este mensaje? —preguntó Carlos después de haber leído el mensaje.
—¿Tú qué crees? Me dijo que Andrés está muerto —dijo Adriano sonriendo.
—¿Cómo que ya está muerto? —preguntó Carlos sorprendido.
—Sí , sí lo está... —dijo Adriano feliz—. Está muerto, Carlos. Oficialmente, Andrés Abascal está muerto y enterrado...
Adriano estaba completamente feliz, después de haber recibido ese mensaje. Sentía que ya había logrado su objetivo, y ya nada le impediría recuperar a Daniela.
***
Más tarde...
Casa de los Montes de Oca.
Daniela estaba en la sala de su casa, caminando de un lado a otro. Su mamá estaba muy preocupada.
—Tranquila, hija. Ya verás que todo va a estar bien —dijo la mamá preocupada.
—¡No, mamá! —gritó Daniela preocupada—. ¡No me puedo calmar sabiendo que Andrés sigue desaparecido!
—Va a aparecer, hija. Tranquila —dijo la mamá para tranquilizar a su hija—. Ya verás que Andrés va a aparecer pronto.
—¡No lo sé, mamá! —dijo Daniela muy preocupada—. ¡Dice que Andrés desapareció, las horas son eternas!
—Tranquila, hija. Tranquila —dijo la mamá.
De repente, el celular de Daniela empezó a sonar. Daniela lo sacó del bolsillo derecho de su pantalón Vio que Adriano la estaba llamando y empezó a contestar de inmediato.
—¿Qué es lo que quieres, Adriano? ¡Ya te dije que no voy a regresar contigo! —dijo Daniela enojada, mientras caminaba para alejarse de su mamá. Adriano le estaba diciendo algo, y Daniela quedó horrorizada—. ¡No es cierto, no te creo nada! ¡Tienes que estar mintiendo!
—¿Estás bien, hija? —preguntó la mamá preocupada.
Los segundos pasaban, y Daniela se asustaba más al punto de empezar a llorar.
—¡No es cierto, no te creo! —gritó Daniela asustada y llorando—. ¿Cómo que Andrés está muerto? ¡Mentiroso! ¡Andrés no puede estar muerto, no puede estar muerto!
Daniela se asustaba mucho después de haber escuchado las palabras de Adriano. Su mamá se le acercó para consolarla.
—¿Qué pasó, hija? —preguntó la mamá preocupada.
—¡Andrés está muerto, mamá! ¡Andrés está muerto! —gritó la mamá llorando.
La señora quedó horrorizada después de haber escuchado las palabras de su hija. Sin pensarlo dos veces, le dio un abrazo para consolarla. Daniela quedó horrorizada tras haberse enterado de la muerte de Andrés.
***
Más tarde...
Casa de los Abascal.
Melissa y su mamá estaban en la sala de la casa. Melissa estaba llorando mientras veía su teléfono celular. Un mensaje por WhatsApp decía:
Adriano
"Hola, Melissa."
"Sólo para decirte que tu hermano está muerto y enterrado. Yo mismo acabé con él."
Melissa estalló en llanto después de haber leído ese mensaje.
—¡No, Andrés no puede estar muerto! —gritó llorando—. ¡Andrés está muerto, mamá!
La mamá corrió hacia Melissa para tratar de mediar la situación. Pero era obvio que algo terrible había pasado.
—¿Cómo? ¿Cómo que Andrés está muerto? —gritó la mamá asustada.
—¡Sí, mamá! ¡Me lo dijeron, Andrés está muerto! —gritó Melissa llorando.
La mamá quedó completamente horrorizada después de haber escuchado las palabras de Melissa.
—¿Cómo? ¿Cómo que Andrés está muerto? ¿Quién te lo dijo? —gritó la mamá llorando y muy asustada.
—¡Fue Adriano Villamizar, mamá! —gritó Melissa llorando—. ¡Ese tipo mató a mi hermano!
—¡No, ese maldito infeliz! —gritó la mamá llorando e histérica—. ¡Ese maldito mató a mi hijo! ¡Andrés no puede estar muerto, no, no!
—¡Mamá! —gritó Melissa llorando.
—¡Mi hijo está muerto! ¡Andrés está muerto! —gritó la mamá llorando histéricamente—. ¡Adriano Villamizar lo mató!
Melissa se acercó a su mamá para darle un fuerte abrazo. Ambas estaban llorando histéricamente por la muerte de Andrés.
***
Más tarde...
Casa de los Villamizar.
Adriano estaba en la sala de su casa, sentado en el sofá y viendo el televisor. Tenía una copa de vino tinto en su mano derecha. Un reportero estaba dando la noticia acerca de la muerte de Andrés. Adriano sonreía al ver la noticia.
—Vaya, todo es tan apacible desde que Andrés dejó de existir —dijo burlón.
De repente, Carlos llegó a la sala y se acercó a Adriano para hablar con él. Se sentó en el sofá.
—¿De verdad Andrés Abascal está muerto? —preguntó.
—Muerto y enterrado, hermano —le dijo Adriano sonriendo de forma malévola—. No me imagino cómo la han de estar pasando todos sus amigos y seres queridos.
—Pobre de Melissa... —dijo Carlos tranquilo—. No me imagino cómo se ha de sentir después de haberse enterado de la muerte de su hermano.
—Yo mismo le di la noticia —dijo Adriano sonriendo—. No sólo a Melissa, sino también a Daniela. Nunca imaginé que este día llegaría. Al fin logré deshacerme de Andrés, y ya nada ni nadie me impedirá recuperar a Daniela. El camino está despejado.
—Así es, hermano —dijo Carlos sonriendo—. Es bueno saber que ya tienes el camino libre para reconquistar a Daniela. Pero cambiando de tema, Roberta prometió guardar el secreto de sobre lo que le pasó a su hermana Katia.
—Así es... Pero me imagino que vas a tener que soltar dinero para que nadie se entere de lo qué pasó —dijo Adriano serio.
—Sí, Adriano. El silencio tiene precio —dijo Carlos tranquilo—. Me dijo que tenía que pagarle una cuota cada mes, a cambio de guardar ese secreto.
—Y tendrás suerte, porque tengo amenazada a Katia —dijo Adriano serio—. Así que depende de nosotros que ese secreto siga oculto. Porque si llegara a salir a la luz, no lo soportaría.
—Sí —dijo Carlos.
—Por cierto, ¿Matías sabe sobre el abuso que sufrió Katia? —preguntó Adriano.
—No, me imagino que no sabe nada —dijo Carlos serio—. Pero me imagino que se va a caer de espaldas cuando se entere.
—No tiene por qué enterarse nunca —dijo Adriano serio, y se levantó del sofá—. Tenemos que mover cielo, mar y tierra, para que Matías no se entere de ese secreto nunca. Tenemos que seguir manteniendo callada a Katia. Como ya lo dije antes, ese secreto no debe salir a la luz nunca.
—Tienes razón, Adriano —dijo Carlos, y se levantó del sofá—. Pero por el momento, hay que seguir celebrando que Andrés Abascal se ha ido para siempre. Estamos en nuestro mejor momento, hermano.
—Tienes razón, Carlos —dijo Adriano sonriendo—. Estamos en nuestro prime, hay que celebrar que todo nos salió como queríamos.
Adriano y Carlos estaban muy felices al saber que Andrés se había ido para siempre. Y estaban deseosos de festejar ese momento.
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